Caperucita roja

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CAPERUCITA ROJA

Sara Fernández


Estaba yo sentado en un tronco en medio del bosque pensando en cómo podía colarme en la aldea y comerme un par de vacas...¡Uy! perdonad, no me he presentado. Soy el señor Lobo, el más feroz de todo el bosque, y ante todo soy anti vegetariano. ¡Me encanta la CARNE! ¿Por dónde iba?…¡Ah, sí! Como decía, estaba trazando un plan para comer porque hacía varios días que no comía, cuando oí a alguien cantar, era una voz


suave, aguda y dulce. ¡Qué alegría, una niña! Me aproximé entre los pequeños matorrales silenciosamente. Vi a una niña pequeña con el pelo rubio, largo y liso, y su piel era blanca como la nieve. Llevaba puesta una caperuza roja que le llegaba por la cintura. Sus ojos eran azules como el cielo y sus mejillas estaban coloradas. Llevaba puesto un vestido rojo de manga larga con unas medias blancas y unos zapatos negros como el azabache.


En su mano llevaba un cestito tapado por un mantel de cuadros rojos y blancos. Yo tenía mucha curiosidad por saber que había dentro y a dónde se dirigía, por lo que me fui a junto de ella, tranquilamente, como si por casualidad pasara por allí y la encontrara; y le pregunté:


–Buenos días, Caperucita Roja, ¿a dónde vas? –Voy a casa de mi abuelita que está enferma– me contestó. Sentí tanta hambre que seguí preguntando porque podría ser que tuviera bocado doble. Así, pregunté: –¿ Y tu abuelita vive por aquí cerca? –No, no señor. Vive al otro lado del bosque– me contestó. –¿Y qué llevas en esa cestita?


–Un tarro de miel, leche y una caja de galletas– me dijo con una mirada extraña. En ese momento se me ocurrió un plan y le dije: –Vete por el camino de la derecha que es más corto. Allí también hay muchas flores bonitas y puedes hacerle un ramo a tu abuelita. Pensaba en aprovechar e ir por el camino más corto para llegar antes y comerme a la vieja primero y dejar a Caperucita para


el postre que seguro que estรก mรกs tierna y deliciosa. Caperucita lo dudรณ, pero al final aceptรณ y se fue por el camino indicado.


Corrí hacia la casa de la abuela y al llegar llamé a la puerta. Ella dijo con una voz débil: –¿Quién es? Me aclaré la voz y dije: –Soy yo, Caperucita. –Pasa, pasa– dijo. En ese momento me lancé sobre ella y me la zampé de un bocado; mas no llegaba, quería más porque tenía mucha hambre.


Justo en ese momento Caperucita llamó a la puerta. Yo rápidamente me puse la ropa de la abuela y me tumbé en la cama, pues aunque todavía tenía hambre, me apetecía entretenerme un poco, y le dije: –Adelante. Ella entró y cuando se puso en frente mía me dijo: –Hola, abuelita. ¿Qué ojos más grandes tienes? –Son para verte mejor– me inventé al instante.


–¿Qué nariz más grande tienes?– continuó ella. –Es para olerte mejor–”uf, menudas preguntas me hace esta niña”, pensé. ¡Qué preguntona! –¿Y qué boca más grande tienes?–preguntó Caperucita. Este era el mejor momento para comerla y le respondí: –¡Es para comerte mejor! Y en ese momento ella dio un grito y me la comí.


Ahora sí que estaba lleno. Pensé en leer un rato, pero mi libro de “ Como cazar conejos, guía para lobos” estaba en casa y me daba pereza ir hasta allí, entonces decidí echarme en aquella cómoda cama. Estaba casi dormido cuando noté que alguien estaba entrando en la habitación. Pensé que era mi imaginación, pero no era así porque en un momento un hombre alto, fuerte, robusto, con el pelo rubio y muy feo empezó a darme con la escopeta en la cabeza y ya no recuerdo nada más.


Ya estaba anocheciendo cuando me desperté; tenía la barriga cosida y tenía mucho dolor. Vi a Caperucita, a la abuela y al cazador bailando. Sentí como una gran tristeza me invadía el cuerpo, me quité el pijama y escapé por la ventana. No sé cuántos pasos di hasta que me quedé en blanco.



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