Apuntes Patrimoniales, No. 2

Cuadernillo de divulgación académica - No.2

©Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico

PRESENTACIÓN

UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO RECTOR

Danilo Hernádez VICERRECTOR DE INVESTIGACIÓN EXTENSIÓN Y PROYECCIÓN SOCIAL

Leonardo Niebles JEFA DEL DEPARTAMENTO DE EXTENSIÓN Y PROYECCIÓN SOCIAL

Melissa Eyes DIRECTOR MAUA

La razón de elaborar un cuadernillo patrimonial va mucho más allá de responder a complejas preguntas investigativas abordadas desde las llamadas ciencias sociales, o de las nuevas disciplinas compenetradas con el patrimonio cultural. Resulta entonces fundamental entender que, los investigadores tienen como deber transferir sus conocimientos a las comunidades, a modo de sensibilizar a través de sus saberes a las nuevas generaciones de intelectuales, académicos, estudiantes y lectores en general.

Álvaro Martes Ortega

Olla de relleno para pasteles. Archivo fotográfico MAUA.

Barranquilla, Colombia www.maua.co

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros medios conocidos o por conocerse) sin autorización previa y por escrito de los titulares de los derechos patrimoniales. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. La responsabilidad del contenido de este texto corresponde a sus autores.

Apuntes Patrimoniales se convierte entonces en un esfuerzo académico del Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico, en consolidar una serie de artículos cortos asociados a temáticas alusivas a la arqueología, la antropología, la lingüística, la sociología, el patrimonio y en general a todas las disciplinas científicas que abordan el quehacer humano desde los albores de las sociedades en el Caribe colombiano hasta nuestro días. Lo que sin duda generará en los lectores, percepciones mucho más amplias y precisas de lo considerado por años como patrimonio.

Álvaro Martes Ortega Director Museo de Antropología

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Apuntes Patrimoniales Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico

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Cocinas Caribeñas: Polifonías de sazones y sabores identitarios Memorias y pertenencias culinarias

Por: Ramiro Delgado Salazar Departamento de Antropología Universidad de Antioquia

Intentar asomarnos por los resquicios de un patio trasero de una casa caribeña, y husmear, oler y sentir un fogón en el que ya está bien adelantada una generosa olla de un oloroso, provocativo y colorido sancocho, es indudablemente imaginarse todo lo que sucede en esa cocina y que tuvo que acontecer hace poco o hace muchísimos años, para degustar y paladear un rico plato de ese sancocho con carne de res, carne de cerdo y una gallina criolla, condimentado con cilantros, yerbabuenas, ajos, cominos y otros aromas y sabores.

Hablar de los universos caribeños es ya un amplio horizonte humano, geográfico, de tierras continentales e insulares, con una extensa zona costera de occidente a oriente y de norte a sur bañada por el mar Caribe. Evoca esa colorida expresión de “sociedades atlánticas” acuñada por el historiador senegalés Yoro K. Fall.

Visitamos pueblos del universo culinario en estos caribes, nos deleitamos con la riqueza y complejidad de lo que ha sido la construcción de sus habitantes en torno

Frituras en Barrio Abajo. Archivo fotográfico MAUA.

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a sus cocinas entendidas estas en toda la más amplia dimensión de la misma. Territorios diversos, conectados entre sí por esos ires y venires de migraciones, aventuras, conquistas y piratajesias, destierros, exilios y desarraigos.

Las cocinas caribeñas son calderos atizados y sazonados con guisos y condimentos locales. En una constante dinámica, al sentir de las mareas, que suben y bajan, traen y llevan técnicas y productos; constituyen un mundo caribe con sus cocinas locales, parentales, regionales. Allí se organizan fogones que dejan entrever historias y vivencias familiares, parentelas, veredas, localidades y tal vez regiones con olores a cocinas que saben a identidad.

Flujos y reflujos, ires y venires, constantes salidas y llegadas son las que ese mar Caribe históricamente ha ido proponiendo en las cocinas identitarias de una región inmensa. Horizontes lejanísimos sazonados con terruños y aguas locales, entre poderes coloniales o evocando al historiador Gregorio Saldarriaga: en constante “negociación del gusto”, “construcción de horizontes culinarios o del gusto”. Estos son los escenarios que nos permiten hablar de nuestras cocinas; de las cocinas en las que nos reconocemos, por las que expresamos un sentido de pertenencia, de memoria. Casi que hablar de ellas como parte de lo nuestro de nuestro patrimonio quebrando moldes dados, y viendo estos referentes culinarios en clave de Región Caribe. Entre leer en cada sorbo, o en cada bocado, uno tras otro, saboreado y masticado, historias de calderos cocidos a muchas aguas.

Relatos de las gentes locales y de las que llegaron y se fueron sazonando caribe, interioriza, inscribe y devela polifonías culinarias, de cocinas de muchas gentes.

Política, religión, economía, territorio, mercados, sexualidad, recursos, son unas entre muchas aristas que permiten cruzar los poblamientos locales y consolidaciones de pueblos, ciudades y metrópolis para todo ello identificar los relatos caribes, las comidas y las bebidas caribes, encarnadas en las gentes de este horizonte costeño.

Pensar Colombia Caribe es evocar un gran caldero, es un fogón que ha cocinado lentamente y de mil maneras lo que en tierras colombianas, insulares, continentales,

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costeras o sabaneras permiten hablar del horizonte Caribe colombiano. Más que de cocinas locales emparentadas y diferenciadas, conforman un grupo de culinarios por toda ese universo caribe en Colombia.

Las cocinas caribes contiene en la esencia de su sazón, la pluralidad de su historia como crisol de pueblos.

Diversidades condimentadas, cocinas sazonadas por pueblos en constante invención, presencia y resistencia, en clave de sus identidades gustativas y espirituales. Las cocinas caribes son formas de enunciación de poderes, sabores; son sentires, y terrenos libertarios y emancipadores en clave de de-colonizar el gusto para luchar por las cocinas y las comidas como memoria de nuestros familiares, de la parentelas, de las madres, padres y ancestros. Cocinas que nos anclan a nuestras tierras, a nuestras plantas, a nuestros animales, a nuestros minerales, a nuestros ingredientes, a unas sazones y a unas técnicas propias de un horizonte caribe.

cinco continentes se cruzan en este Caribe Culinario de sazón y condimento, improntas significativas de las cocinas africanas y árabes y un mediterráneo complejo; un sabor, una salsa, un guiso, un condimento, un caldo, un ají, un sudao que recorre en el lugar de Colombia Caribe que se ubique, un horizonte culinario y del gusto caribe.

En esta oleada en espiral tipo torpedo huracanado de tormenta de Viernes Santo y maremotos de altas olas y mareas intimidantes, las cocinas caribeñas y las del mundo se mecen, se chocan, se inventan, se viven y se recrean entre gastronomías, tradiciones, invenciones, patrimonios, resignificaciones, deconstrucciones, fusiones, autorías, así como entre resistencias, persistencias, insistencias y presencias altivas, llenas de gusto y sazón caribe.

Mirarse en la Colombia caribe por un lado con las grandes ciudades, capitales, y por el otro lado verse en clave de las medianas y pequeñas ciudades para saborear las cocinas caribes de costa, de isla, de sabana costera y de lo anfibio; de capitales emblemáticas, y ciudades de diverso tipo y jugar a la vida familiar y en la vida pública o de la calle o el mercado o el restaurante o la fonda, para construir relatos y genogramas de relaciones íntimas y cercanas de tipo familiar, de estudio, trabajo y afecto en una región donde conviven muchas culturas en interacción y se recrean culinarias locales identitarias. Ahí anclan sus relatos y sus memorias culinarias que unen, conectan e identifican a las sazones caribe. Una tarea urgente de orden investigativo alrededor de las memorias culinarias propias, sus autobiografías culinarias y así estudiar cartografías culinarias sociales en clave caribe y sus poblamientos, sus pueblos ancestrales y sus hoy 2021. Son unas cocinas caribe colombianas que leídas en relaciones sociales y territoriales, articulan lo urbano, lo rural, lo continental y lo mundial, lo ancestral y el hoy.

Sazonar, condimentar, marinar, adobar en contrapunteo con hogar, ahogar, freír, sofreír, fritar, y todo un mundo de sazones y saber caribe, hechos para meterle el gusto a la comida y que sepa rico una yuca cocida con suero, un guiso de hicotea, un poco de mondongo; un sazonar entre salados y dulces y entreverados para que se diga que sí son unas cocinas que saben rico, huelen rico, se ven rico y se recuerdan e identifican y se les tiene sentido de pertenencia, se les lleva y se les trae y se les añora y da nostalgia recordarles. Ahí existe una clave para mirar el horizonte caribe culinario en su sazonar y en su conjugar diversidades de técnicas, ingredientes, y mañas, para hacer todo lo que enuncia este párrafo al inicio. Huele a Caribe, sabe a Caribe, es Caribe. Casi que

Toda la gestión, la emoción y el gusto que nos produce estar ante una arepehuevo, un quibbe, una boronía, un jugo de corozo, o una mazamorra, en este escenario global ensordecedor, ruidoso, tentador, ilusionado, debe residir esencialmente en lo único que constantemente debe ser la razón de todo este tsunami de platos alrededor de los campos en los cuales se expresa la cultura, en sus experiencias estéticas, en lo que se evoca como los patrimonios de los pueblos. Es la misma gente, la reflexión y sus propias acciones las que hacen poner la pregunta por las cocinas caribe, en función de la gente, más que en la clave del patrimonio, de lo gastronómico, o de las rutas gastronómicas y el turismo del mismo nombre.

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Por eso se pone el debate de la resignificación, el reconocimiento, el fortalecimiento desde las cocinas locales y regionales. Así el aprecio y sentido por las cocinas propias, en ese juego de lo propio, lo de otros, lo ajeno, y las vergüenzas de nuestras cocinas y la tarea de una labor investigativa, pedagógica para transmitir las corrientes globales en perspectiva propia y local, casi que glocal.

En ese Gran Caribe difícil de delimitar, inmenso y complejo, rico y de tensiones, está la ciudad no en vano denominada “La Puerta de Oro de Colombia”. Allí, en doble vía fluvial y marítima han entrado y salido las cocinas de aquí y acullá, rio arriba rio abajo, mar adentro, y de puerto en puerto la historia de una ciudad región, la de Barranquilla y sus memorias culinarias; sus identidades tras fogones, guisos, olores y texturas.

Como región, Barranquilla ofrece un mapa culinario, que deconstruye hitos y estereotipos culinarios; abre ventanas para cartografías culinarias urbanas y rurales en clave de un horizonte culinario caribe y de una vida de Barranquilla como ciudad mundial en su localidad.

Sazones y sabores barranquilleros; cocinas y comidas caribe en Barranquilla que se cocinan y se comen en Barranquilla y que es lo que hace Caribe a las cocinas de Barranquilla como ciudad región, son algunas de las detonaciones que la ciudad debe demandar para pensar en sus identidades culinarias.

Una dimensión histórica de Barranquilla como ciudad región Caribe, permite construir una ruta culinaria de la misma, en dimensión territorial, temporal, política, económica, social y mundial. Barranquilla se dirimía hace tiempos entre miradas miopes de algunas gentes que no les atraía, y a poco les llamaba la atención “La Puerta de Oro de Colombia”. El decir cercano de que “Barranquilla era la ciudad más internacional de Colombia” reflejado en sus interminables relatos, vivencias, y memorias identitarias, que incluyen sus hábitos culinarios; unas cocinas polifónicas, plurales, diferentes en claves culturales en cocinar en calderos del dia a día y en los momentos de celebraciones.

En esa ambivalencia de afuera para adentro o de adentro para afuera, todo lo que hoy se mueve a nivel

glocal en torno al universo de la comida y sus dimensiones sociales y culturales, busca marcar rutas de memoria e identidad, y de sentido de pertenencia.

Pero, a su vez, poner en escena “las patrimonializaciones y gastronomizaciones y enrutamientos” de cocinas locales en clave del foráneo. Las comidas de ésta Barranquilla Caribe se viven a través de códigos o símbolos de todos los sentidos el olfato, el gusto, la vista, el tacto y el oído. Desde ahí construye la gente sus universos de la comida y los horizontes culinarios de preferencias en constante resignificación. Una invitación a recorrer Barranquilla, y tras la gran detonación: ¿A qué te sabe Barranquilla?, se tome conciencia de un entramado de esta geografía culinaria caribe; a que se fortalezcan los procesos de vecinos, zonales regionales y rurales que entretejen las redes identitarias de las cocinas local.

Hablar de las cocinas caribeñas, como lo plantee al inicio, es ya de una magnitud y una complejidad inmensa, por las múltiples pluralidades y diversidades de todo tipo, condición y figura – valga la figura, que en sus fogones se condimentan a través del tiempo y del Mar Caribe. Describir Barranquilla en clave culinaria es un reto siempre en tiempo caribe; con un horizonte culinario bastante amplio en costumbres, gustos y maneras de sentir la comida, así como de técnicas, platos y fogones, sazones y olores, que hablan siempre de lo local y lo mundial.

Construir brigadas culinarias de manera autobiográfica, es un ejercicio investigativo; de construcción de valioso conocimiento autónomo; arroja rutas invaluables para fortalecer las cocinas barranquilleras, en contraste con lo familiar, lo íntimo, lo propio con lo de la calle, lo público, lo de restaurar con el comer y beber. A esa geografía de hogar-casa-fogón-padres-calle-publico se le yuxtapone el mapa de los procesos que describe en ella el universo de la comida. Aflora una ciudad tan compleja como la de relaciones íntimas y públicas; evoca la secuencia dinámica e interactiva desde los procesos para la elaboración de ingredientes o platos desde el reino animal, el vegetal o el mineral y quizás el industrial para la comida. Sigue con la circulación, el intercambio, el mercadeo para adquirir estos ingredientes.

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Cocinero de pasteles en Barrio Abajo. Archivo fotográfico MAUA.

Dos nodos tan claves como los anteriores para preparar la comida y comerla. Son procesos relevantes que ofrecen dos aspectos a completar el sistema: lo que no se utiliza cuando se prepara algo, por un lado; y, por el otro, lo que la gente no come de su plato al comer o beber: restos y sobras.

En este ir recogiendo lo expuesto, Barranquilla evoca como ciudad región en clave Caribe un acercamiento investigativo y educativo mas hacia las realidades de ciudad capital importante, desde sus propias demandas como ciudadanos, repensar sus mundos culinarios que la han venido constituyendo entre ires y venires de tradiciones múltiples culinarias, con memorias y arraigos de pertenencia a sus comidas y bebidas.

Barranquilla está en un caldero que hoy se calienta en las plataformas de los patrimonios culturales, de las inmaterialidades que representan las materialidades de las cocinas barranquilleras. Se mueve entre los juegos mercantiles y los capitalismos salvajes neoliberales que consumen usurpaciones simbólicas culinarias para satisfacer a los unos otros que llegan, sin generar en lo local enraizamientos y fortalecimientos, que en clave de cocinas propias y preguntas comunitarias, sociales, políticas y económicas y territoriales deberían ser los primeros de las oleadas globales que piensan lo propio

como de todos, y se diluyen los choques y sentidos de arriesgarnos al destapar un rico arroz apastelado, unos indios de repollo, unos plátanos en tentación, un viudo de pescado, y seguir nuestras huellas caribe en una ciudad que se nos debe develar en su polifonía en clave de etnia y clase social, armando otros mapas y otras cartografías de estas cocinas, para fortalecer, conocer, salvaguardar y difundir ese universo culinario de Barranquilla y sus clave Caribe.

Con una retahíla de otrora, recojo juntas cocinas caribeñas, polifonías de sazones, diversidad de sabores, memorias e identidades y simplemente: que pesco, como pesco, dónde siembro, porque siembro, con quién cazo, qué cazo, cuánto cazo, qué recojo; qué merco, dónde consigo, con quien merco, para qué merco; con quién cocino, con qué cocino, cuánto preparo, qué uso y qué dejo; cómo como, con qué como, qué dejo, porque como.

Una ventana al mar Caribe y al Rio Magdalena. Nos hace sentir un flujo de brisa fresca culinaria en esta Barranquilla marítima y fluvial, de pueblos ancestrales, viajeros, desterrados y migraciones. Invita a reconocernos y conocernos tras una lente diversa y sazonada en unas cocinas en constante ebullición y condimentación caribe.

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Galapa: Máscaras, Oficios, Saberes, Identidades y Cultura Por: Johnny Meca Ospina Director Museo Arqueológico de Galapa

Galapa es un pueblo de significativa ascendencia indígena.

Un importante poblado que ya existía cuando llegaron los españoles y aun, hoy día, se caracteriza por ser uno de los del municipios con mayor población Mocaná1 departamento.

Hoy es sinónimo de máscaras, esta población hermana de la trascendente ciudad de Barranquilla, se ha consolidado como un referente cultural gracias a sus saberes tradicionales asociados con la elaboración de máscaras para el Carnaval de Barranquilla.

Los orígenes de éste oficio en Galapa no son muy claros.

Se considera que nació como una práctica libre y común entre sus pobladores para participar activamente en las fiestas de carnaval. Las técnicas para la fabricación de las máscaras son primordialmente la talla en madera y el moldeado en papel maché.

Vale la pena destacar que las fiestas de la época de carnaval en Galapa son de las más tradicionales del departamento, los grupos de danzas y disfraces de la localidad se cuentan entre los más respetados y constituyen un importante aporte en número y calidad a los desfiles del Carnaval de Barranquilla. Producto de esta arraigada tradición carnavalera, en Galapa el oficio artesanal relacionado con las máscaras de carnaval ha encontrado gran eco entre sus habitantes. Según la tradición oral, las primeras máscaras de madera y “barro”2 fueron elaboradas por Andrés Ahumada y los hermanos Cotero, hace más de 80 años. A ellos además se les reconoce como los pioneros en la talla de “máscaras anchas” que reemplazan a las acostumbradas caretas de poca profundidad utilizadas solo por las danzas. Sin duda, ellos podrían considerarse como los precursores del estilo que resalta la talla galapera en la actualidad.

1 Los mocaná fueron el grupo étnico que desde la época pre-hispánica habitó el territorio que hoy ocupa el departamento del Atlántico. El grupo étnico de los Mokaná fue reconocido por el Ministerio del Interior desde el año 2001 y según la Organización Nacional Indígena de Colombia, este pueblo habita actualmente los municipios de Tubará, Malambo, Galapa, Baranoa, Usiacurí, Puerto Colombia y Piojó, en el departamento del Atlántico. En el censo nacional del DANE 2018 aparece con una población de 39.061 en el departamento del Atlántico, y el municipio de Galapa para el año 2018 había registrado 8.706 personas que se autoidentifican como pertenecientes a esta etnia, lo que corresponde a un 17.80% de la población municipal.

2 Se refiere con máscaras de barro a la técnica de molde único hecho en arcilla que luego se utilizaba para empapelar y obtener las máscaras moldeadas en papel. Que hoy se conoce comúnmente como Máscaras de Papel Maché.

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Proceso de creación de máscaras talladas en los talleres de Galapa. Selección de la materia prima (ceiba roja), acabado en talla o talla fina, lijado y primera capa de pintura base. Archivo fotográfico del autor.

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En consecuencia con lo anterior, podemos afirmar que la máscara en Galapa nace de la mano de la celebración de sus carnavales y se consolida como práctica gracias a la influencia de estas celebraciones en el sentir de la población. No obstante solo hasta finales de la década de 1980 cuando se crea un escenario favorable para el florecimiento del oficio.

A finales de la década de 1970, la investigadora Nina S. de Friedemann (1976) habló del peligro que corría el uso de las máscaras en las danzas de tradición del carnaval, pues ya no eran muchos los artesanos dedicados a la fabricación de éstos elementos. Como respuesta a ello, Artesanías de Colombia3 puso en marcha un programa de rescate y fortalecimiento de los oficios artesanales relacionados con el carnaval, ya no sólo como elementos utilitarios de las danzas, sino como objetos artísticos de uso decorativo. Esta especialización y transformación del saber tradicional estuvo abanderada en Galapa por los maestros Francisco Padilla, Abraham Berdugo y José Llanos.

consolidar colectivos en los cuales la fauna es la protagonista: Las Guacamayas, Selva Africana, Mundo Animal, Los Elefantes, Los Primates, Congo Tigre, Los Puercos, Toro Miura, entre otros.

Las máscaras de Galapa, se caracterizaron en sus inicios por una paleta de colores más amplia. Sobre todo, por convertirse en obras artísticas decorativas, que, sin la obligación de responder a medidas estrictas que le permitieran encajar en la cabeza del danzante, les daría la libertad para ser más escultóricas, volumétricas, con formas que se asemejan mucho más a la anatomía de los animales representados. Luego, comenzarán a aparecer diversos materiales4 , usos y tamaños, año tras año la máscara galapera se transforma, se adapta, asombra por su versatilidad y se consolida como muestra del ingenio de sus creadores, y como parte de la identidad del Caribe colombiano.

Francisco Padilla, reconocido por sus coterráneos como el primer artesano en utilizar su arte, sus habilidades, para convertirlo en un oficio del cual pudiera subsistir. La primera máscara que Padilla fabricó con propósito comercial mantenía algunas características de las máscaras para danzar en los carnavales. A partir de allí, se convirtió en el maestro de la mayoría de los artesanos de Galapa que hoy marcan la pauta a nivel nacional.

Esa transformación, que los artesanos de Galapa relacionan la esencia del carnaval con la máscara, es quizá la que hizo posible que el factor de innovación no represente una amenaza para este oficio tradicional.

Los artesanos galaperos podrían son unos de los que más transforman sus productos. No le temen a experimentar nuevas paletas de colores o usos para sus creaciones, porque entienden que su tradición nació de la transformación de un objeto utilitario, que ahora es considerado en sí mismo como un objeto patrimonial.

Como ya mencionamos, en Galapa, las máscaras fueron elaboradas por iniciativa individual y a petición de los grupos folclóricos para participar en los desfiles o bailes, por lo cual los motivos eran variados. Con el surgimiento de grupos y comparsas surgió la necesidad de crear otras máscaras. Se empezaron a

Las máscaras de Galapa por sí mismas son elementos con gran valor estético, pasaron de ser creaciones elaboradas por los mismos integrantes de las danzas para un uso efímero, a estar en manos de maestros del oficio, encargados de perfeccionar técnicas e innovar en materiales y diseño. Ese proceso de reconocimiento

3 La entidad de economía mixta del orden nacional, vinculada al Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, que tiene como objetivo principal incrementar la participación de los artesanos en el sector productivo nacional.

4 Para elaborar las máscaras de Galapa fundamentalmente se utiliza ceiba roja, pero para productos que no son máscaras como elementos de oficina, artículos del hogar y la cocina, entre otros, trabajan otros maderables como cañaguate morado y amarillo, cedro e incluso MDF, siglas en inglés para Medium Density Fibreboard, un aglomerado elaborado con fibras de madera aglutinadas con resinas sintéticas mediante fuerte presión y calor.

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de ese saber propio, ha logrado que los artesanos de Galapa sean un referente exitoso de adaptabilidad, creación artística y dinamismo cultural. Se fueron produciendo colateralmente, nuevas técnicas y diseños que, a la larga, se han arraigado como una nueva tradición artesanal. Para los galaperos la esencia de la artesanía es esa relación íntima entre la idea y el hecho, no hay una separación entre el que concibe y el objeto, sus modelos están en su cabeza y los materializan con sus manos. Los artesanos de Galapa han logrado posicionar su actividad como una manifestación cultural reconocida como patrimonio cultural de la región5.

Bibliografía Friedemann, N. 1976. “Agonía de las máscaras de madera.

Escultura popular de tradición africana en Colombia”. Magazín Dominical de El Espectador, 25 de abril, 6 -7.

Meca, J. 2017. Talla en madera, moldeado en papel maché de máscaras del carnaval – Galapa (Atlántico). En: Saberes, significados y mercados. Análisis crítico sobre la transformación en el oficio artesanal en Colombia. Manuscrito no publicado, COLCIENCIAS - Artesanías de Colombia, Fundación Erigaie.

5 Los saberes asociados a la elaboración de máscaras del carnaval de Barranquilla en Galapa fueron incluidos en la lista representativa del patrimonio cultural del Atlántico por medio del Decreto 597 de 2013 de la Gobernación del Atlántico.

Proceso de creación de máscaras talladas.

Etapa de pintura, acabados y secado.Archivo fotográfico del autor.

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Aproximaciones a la interpretación del trazado urbano de una ciudad anclada en el mar Por: Álvaro Enrique Martes Ortega Arqueólogo - Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico

Se podría entender que discutir y dialogar sobre arqueología histórica, podría consistir en una simple revisión de fuentes documentales, entre las cuales se encuentran archivos notariales, archivos administrativos, mapas y planos. Sin embargo, esa arqueología, sobrepasa los límites de la mera revisión documental, adentrándonos en un intento por reconstruir pasados procesos socioculturales, a partir de la relación entre las fuentes documentales y el contexto arqueológico.

Basados en una metodología de interpretación de la arqueología histórica y los tipos de análisis y discursos que desde ella se podrían construir, intentamos realizar una serie de aproximaciones interpretativas sobre el desarrollo urbano de la ciudad de Cartagena de Indias a partir del análisis de mapas y planos trazados en el siglo XVII. De la herencia urbana española al Corralito de piedra

Rodeada por las aguas del mar Caribe, la ciudad de Cartagena de Indias goza de una posición estratégica privilegiada desde los albores de su historia. La conformación geofísica de una extensa bahía, descubierta por Rodrigo de Bastidas en 1503, jugó upapel fundamental en el establecimiento y desarrollo

de una ciudad española en costas caribeñas que mantendría contacto a ultramar con la corona.

Su fundación se remonta a 1533, cuando Pedro de Heredia desembarcó en una zona próxima a la isla de Calamarí (nombre indígena del sitio) y decidió tiempo después fundar un poblado inicial, basado en la figura de las capitulaciones firmadas con la corona española. Es preciso mencionar que la corona española, creó organismos de control y documentación contractual.

Ello, en cierta forma, permitía organizar los procesos de descubrimiento y poblamiento de los territorios americanos (Céspedes del Castillo, 1999).

La corona española, trazó unas pautas para la construcción de ciudades en el nuevo continente.

Obedece, entre otras particularidades, a una ubicación estratégica, una cercanía a sitios de poblamiento indígena. Utilizaba su mano de obra, para distintos tipos de labores, al tiempo que sacaban provecho de los conocimientos ancestrales de estas comunidades sobre el nuevo territorio ocupado por los españoles.

La ciudad fue construida sobre una isla, utilizando como materia prima palma, bareque y bejuco. Sin embargo, el periodo comprendido entre 1570 y 1630, algunas ciudades españolas, presentaron un mayor desarrollo poblacional y urbanístico, gracias al ejercicio de funciones especiales propiciadas por la corona, para activar la maquinaria social, económica y política en el nuevo reino.

Se resalta entonces la labor de los puertos de comercio, los centros mineros y los centros administrativos. (Hardoy y Gutman, 2001).

Desde sus orígenes, Cartagena de Indias, fue concebida como un importante puerto en el nuevo reino. Su bahía gozaba de ciertos privilegios geofísicos, entre otros, su amplitud para el arribo de barcos de la flota española. Al tiempo se consolidó como una importante zona de comercio y transporte de mercancías hacia tierras españolas y viceversa. Recibía los galeones provenientes de Sevilla (Céspedes del Castillo, 1999). Su consolidación como importante puerto y sitio comercial, permitió el vertiginoso desarrollo de la ciudad y, con ello, importantes adelantos urbanísticos.

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Al respecto, Meisel y Aguilera (2009) plantean que: A partir de 1566 el comercio entre España y sus colonias americanas se hizo a través de dos flotas, una que salía de Sevilla y se dirigía a Veracruz, la llamada flota de Nueva España, y la otra que navegaba de Sevilla a Cartagena y Portobelo, la llamada flota de los galeones de Tierra Firme. En Cartagena la flota de galeones permanecía un mes. Luego navegaba hacia Panamá, donde recogía la plata del Perú y regresaba a Cartagena, de donde salía hacia La Habana cargada con el oro del Nuevo Reino de Granada y las perlas de la Guajira. Allí se juntaba con la flota de Nueva España, para emprender la travesía del océano Atlántico en el viaje de retorno a Sevilla (p. 14).

Fiel al modelo medieval, la ciudad diseñó su trazado urbanístico a partir de la ubicación de la plaza central. En este sentido debemos tener en cuenta que: En relación con la forma urbana adoptada se pueden clasificar las ciudades coloniales según distintos modelos. Las más numerosas adoptaron lo que ha sido llamado el modelo clásico, con un trazado en forma de damero y otras tenían un trazado regular pero no llegaban a conformar un damero. Existieron también ciudades con trazados irregulares, lineales, radiales y sin un esquema definido.

La mayoría fueron planeadas aunque otras crecieron espontáneamente (Hardoy y Gutman, 2001, p. 726).

En la ciudad de Cartagena de Indias, construyeron tres plazas, denominadas, Plaza del Mar (plaza real), Plaza de la Yerba y la Plaza Mayor. Alrededor de estos centros se levantaron entonces, los inmuebles destinados a las instituciones gubernamentales, las casas de acaudalados, comerciantes y cabildantes. Es preciso mencionar que el crecimiento urbanístico de la ciudad de Cartagena de Indias, se debió a un trazado uniforme:

El modelo regular tenia las mismas características generales que el modelo clásico, pero era menos rígido tanto en su trazado como en la ubicación de los elementos urbanos… Por lo general tuvieron un crecimiento inicialmente espontáneo y luego, debido a la importancia que adquirieron, se introdujo una mayor regularidad y cierto ordenamiento físico como en Cartagena, La Habana, Veracruz y Callao entre los puertos y Potosí entre los reales de minas (Hardoy y Gutman, 2001, p. 727).

En el diseño urbanístico de la ciudad a mediados del siglo XVI, la figura del gobernador Fernández del Busto jugó un papel fundamental no solo en el ordenamiento de las calles y espacios, sino también, en el empleo de nuevos materiales para la construcción. Se tuvo en cuenta el voraz incendio que la arrasó casi por completo en 1552.

Como ya lo hemos mencionado, los poblamientos coloniales se construían a partir de la ubicación plaza central. En el Caso de Cartagena de Indias, se diseñó la plaza Real, como un importante sitio de comercio y de emporio económico. Se tuvo en cuenta que era el sitio que servía como muelle principal para la llegada y salida de carga. A partir de su ubicación se trazó gran parte del lineamiento urbanístico de la ciudad. …alrededor del gran espacio vacío de la plaza se ubican los edificios de las instituciones principales: la catedral o la iglesia mayor, la alcaldía (o cabildo) y en las ciudades administrativas importantes el palacio virreinal o la casa del gobernador. Las dependencias para la administración pública funcionaban en la misma casa del gobernador, en el cabildo o a veces en edificios propios. Sobre la plaza y calles más cercanas se localizaban los comercios más importantes y las viviendas de los vecinos más notables (Hardoy y Gutman, 2001, p. 742).

No obstante, si se tiene en cuenta que la ciudad se encontraba sobre el islote de Calamarí y el espacio de poblamiento empezaba a reducirse, los pobladores se

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vieron en la necesidad de utilizar otro islote vecino, denominado Getsemaní. En sus inicios solo contaba con la edificación del convento de San Francisco, posteriormente fue poblado por artesanos. En algunos mapas de inicios del siglo XVII, el islote de Getsemaní, era denominado como “Arrabal de Getsemaní”, para entrever que se trataba de una zona marginal y periférica.

En ese sentido, y de acuerdo con Amy Turner en su libro titulado: Gates, Patterns and Peripheries (2002), se plantea una división de las jurisdicciones europeas en tres zonas concéntricas, tenemos entonces que el Islote de Calamarí, donde se construyó la ciudad de Cartagena funcionaba como un “ecúmene” o zona de dominio, en la cual se concentraba y reafirmaba todo el poder político y económico de la corona, bajo un fuerte núcleo de poblamiento colonial. Mientas que el islote de Getsemaní, puede relacionarse a una zona periférica, que de cierta manera reconocía la autoridad colonial del islote de Cartagena y que podía fungir inclusive como zona fronteriza del proceso de poblamiento.

Si bien a mediados del siglo XVI, la ciudad, presentaba un desarrollo urbanístico importante debido a su enclave de puerto sobre las aguas del mar Caribe, y al ser a su vez la gran puerta de entrada al territorio de América del Sur (Meisel y Aguilera, 2009), no se consideraba como un sistema de fortaleza militar que le evitara convertirse en blanco permanente de ataques de piratas durante este periodo. Un hecho significativo en la historia de la ciudad fue sin duda el ataque del pirata ingles Francis Drake en 1586. Esto llevó a la corona a diseñar bajo el reinado de Felipe II, una política de defensa y protección de sus flotas y puertos a orillas del mar Caribe. El proceso de fortificación de la ciudad estuvo a cargo del ingeniero militar Bautista Antonelli, quien hacia finales del siglo XVI, empezó a diseñar el esquema de fortificación.

Al analizar un plano de inicios del siglo XVII, la ciudad estaba organizada con un trazado uniforme que ubicado cerca de la plaza central, las instituciones oficiales y a la iglesia mayor. Presentaba una fortificación bastante precaria compuesta por trincheras a lo largo de la costa y un fuerte en la entrada del boquerón de la bahía. Anexo a la

ciudad se puede apreciar una vía que comunicaba con el islote de San Francisco (posteriormente Getsemaní). Allí solo se observan las edificaciones del convento de San Francisco y el matadero. Como defensa natural en ambos islotes, se aprecia una gran cantidad de manglares. Estos jugaron un papel inicial en la conformación de los mecanismos de defensa de las islas.

Por otra parte, resulta bastante particular que se resalte la trinchera que rodea la isla de San Francisco.

Probablemente el plano nos muestra un plan de mejoramiento de la estructura de defensa de la ciudad, a partir de dos hechos: Primero, no se observan indicios de la construcción de un sistema de fortificación de la ciudad; segundo, no es posible apreciar por donde entran las embarcaciones, antes de penetrar el boquerón a la bahía.

Probablemente se trate de un plano de proyección del sistema de defensa inicial de la ciudad.

Un hecho bastante comprometedor en este plano, es la forma como está diseñado el cuadro de convenciones. Nos deja entrever que fue algo netamente subjetivo o con un objetivo específico (probamente de un ingeniero militar), que dejó de lado otras especificidades. Desde análisis de la arqueología histórica, ello permitiría discernir tipo de construcciones con un contexto social. Sin embargo, no se descarta que es un plano que esboza sitios estratégicos para la defensa y ubicación de las instituciones oficiales importantes.

Por otra parte la ausencia de una escala gráfica, ocasiona la pérdida de las proporciones originales: El plano general iguala en tamaño a la isla de Cartagena de Indias con la de San Francisco (Getsemaní). Así mismo, la bahía presenta unas medidas reducidas en relación con ambas islas.

El registro documental sobre la ciudad de Cartagena de Indias, nos indica que el proceso de construcción del sistema de murallas se inició en el siglo XVII. Por lo tanto, la cartografía sobre la ciudad comenzó a ser mucho más prolija que en el siglo anterior. Ello obedeció precisamente al fortalecimiento del sistema de defensa militar de la ciudad y sus accesos por vía marítima.

Tapa de Urna funeraria Tamalameque

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Plano de la Ciudad de Cartagena de Indias y de sus fortificaciones. Archivo General de Indias, MP-PANAMA,20 1600 Archivo 19816858

Un mapa de 1631, propiedad del Archivo General de Indias de la ciudad de Panamá, evidencia un gran complejo de baterías y organización militar, que protegen la ciudad. Una primera particularidad sobre este mapa, es que resalta una parte del sistema de murallas próximo a la bahía y su zona de desembarcadero. En principio se puede inferir que se optó por reforzar la defensa de esta zona no solamente por ser el punto de acceso a la ciudad, sino también porque en ella se encontraban todas las instituciones oficiales de la corona. Sin embargo, según la información que presenta el mapa, la muralla, no estaba del todo construida. Solo se resalta una parte y la otra muestra proyección alrededor de la ciudad. No obstantes podríamos inferir que ya se contaba con un diseño (boceto) del sistema defensivo amurallado.

Por otra parte, se observa cierto tipo de encerramiento en la isla de San Francisco. Según nuestro criterio, se trata de

una trinchera y no de un sistema de murallas toda vez que las formas que presenta son bastantes irregulares en comparación con lo construido en la ciudad de Cartagena de Indias. El mapa muestra un poblamiento de ambos islotes, más no su distribución organizacional ni urbanística exclusivamente aquellas construcciones pertenecientes a órdenes religiosas, representadas en las grandes torres de los campanarios y las cruces.

En cuanto al resto del mapa, se hace énfasis en construcciones tipos baterías y fuertes que se complementaban formado una zona militar de defensa, que impedía el ataque por parte de piratas y corsarios. En punta Manzanilla se observa un primer fuerte que constituía un primer sistema de artillería justo después de la zona del acceso al puerto. Otro fuerte se ubica en la punta de Manga y se finaliza con el sistema de artillería de San Felipe, el más próximo a la entrada de la ciudad. Los tres puntos, se encuentran ubicados estratégicamente de

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frente a la zona señalada en el mapa como el Surgidero, zona donde los barcos fondean.

Por otro lado, el mapa permite apreciar la disminución del sistema de manglares alrededor de los dos islotes. Se debe probablemente a la deforestación para aprovechamiento de los recursos madereros. Se pueden apreciar edificaciones de órdenes religiosas, en zonas de colinas y serranías próximas, junto con, una serie de caminos que comunicaban otras zonas de desembarco con puntos de acceso a la ciudad.

Finalmente podemos aducir que se trataba de un mapa oficial. Ello permite inferir la nota escrita sobre él, ya que se tratraba de una comunicación del Capitán General y gobernador Francisco de Murgas, remitido al señor Rey, en 1631. Conocedor de la ingeniería Militar, el capitán Murgas, se encargó de terminar el cerramiento de las murallas de la ciudad de Cartagena, se podría entonces inferir que dicho mapa era una especie de informe sobre su gestión al Rey. En un mapa de 1661, se observa que el sistema amurallado de los dos islotes ya se encontraba construido. Sin embargo, el mapa no cuenta con una escala grafica lo que dificulta su lectura en cuanto a la realidad de su tamaño. La bahía de acceso final a la ciudad es bastante pequeña. El mapa conserva la ubicación del sistema de fuertes y baterias militares

Mapa de la bahía de Cartagena de Indias.

Archivo General de Indias, MP-PANAMA,51 1631, Archivo 19816860

que componen la defensa a la ciudad, más especificamenta la zona del fondeadero. No obstante, en comparación con el mapa de 1631, se detecta una diferencia con respecto a la situación de los fuertes de Manzanillo y Manga. Al parecer está invertida en comparación con el anterior que sin embargo, otras fortificaciones se construyeron para probablemente reforzar la defensa militar de la bahía y la ciudad. El primero ubicado en la punta del Judio y el segundo en la entrada a la bahía por Bocagrande.

Las condiciones geofísicas se describen mejor al mostrar el sistema de serranías y elevaciones que corresponden a la parte oriental de la ciudad. También se aprecia la construcción de un templo de la orden de los Agustinos (conocido en la actualidad como cerro de la Popa). Adicionalmente, se referencia otro acceso a la bahía denominado Bocachica, que no aparece en los planos ni mapas citados con anterioridad.

El mapa carece por completo de escala gráfica, de la representación en un sistema de coordenadas. Ello dificulta un poco su interpretación.

Las construcciones relacionadas con a Órdenes religiosas, también jugaron un papel fundamental en la distribución urbana de la ciudad. Ello se debía a que el clero gozaba de un cierto prestigio y prestancia dentro de los procesos sociales del nuevo mundo.

Mapa de Cartagena de Yndias y de sus inmediaciones Archivo General de Indias, MP-PANAMA,76 1665 Archivo 31762183

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Plano de Cartagena de Indias. Archivo General de Indias,MP-PANAMA,96B 1684 Archivo 32691124

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La administración pública indiana estuvo basada en el principio de la existencia de dos jerarquías burocráticas, correspondientes al ejercicio del poder político, desempeñado por el rey y sus delegados (gobierno temporal) y el poder espiritual ejercido por el clero (gobierno temporal), éste por completo independiente a cuestiones de fe, doctrina, moral y disciplina sacerdotal, si tener otra autoridad suprema que el Papa en lo relativo a esta cuestiones (Céspedes del Castillo, 1999, p. 38).

En el plano se presenta una visión amplia y general de la bahía de Cartagena de Indias y su acceso por el mar Caribe. La ciudad se encontraba junto con el islote de Getsemaní completamente amurallada. Sobre este último, salta a la vista, que, a nivel constructivo, se presenta anexado a la isla de Cartagena y que el nombre con el cual se denomina hace referencia a una arrabal, o zona marginal de la ciudad. No se observa el camino donde se construyó el puente de San Francisco y que comunicaba ambas islas.

En un plano de 1684 se señala la ubicación de las Órdenes religiosas dentro de la ciudad de Cartagena y Getsemaní. Se tiene en cuenta además, que los hospitales y las escuelas hacían parte de un manejo administrativo y religioso. Particular atención se presta a la forma como se presentan las construcciones en dicho plano. Algunos inmuebles aparecen boca abajo, otros de costado. Esto podría ser indicio del lugar y la forma de acceso a la construcción, señalando siempre la fachada principal para tal fin. Como construcciones durante ese periodo y presentes en la escasa lectura que se le puede realizar al plano, se destacan en la ciudad de Cartagena de Indias, la Catedral Central. Es una iglesia de la Órden de Santo Domingo, y en la Isla de Getsemaní, la iglesia de San Roque. En la periferia se encuentra el hospital de San Lázaro.

Por otra parte, el área de la ciudad en comparación con el tamaño de la bahía, es sumamente grande. El acceso a la bahía se realizaba por la entrada de Bocachica. La imagen de esta zona es bastante confusa, por lo menos en comparación con los planos y mapas analizados con anterioridad. Se presenta una gran formación de tierra constituida por el sitio donde se ubica el fuerte de Punta Judío que venía por un extremo a la ciudad de Cartagena de Indias y por el otro, al fuerte de San Luis en Bocachica.

A nivel militar, el plano muestra la construcción del sistema de murallas y la ubicación del fuerte de San Felipe. La extensión de la bahía es poco convencional, casi que diseñado como una parte mínima de aguas marinas. Los accesos a la bahía no se aprecian. Es un plano que solo muestra la ubicación de las construcciones relacionadas con las Órdenes religiosas. Ello impide una total lectura e interpretación.

El plano también muestra las zonas en la que se debían atracar las naves enemigas para lograr ángulos de ataques efectivos contra el sistema de artillería y defensa que protegían la bahía y la ciudad. La convención que se presenta en el plano es bastante ilegible. Esto dificulta un poco la lectura y, con ello, la obtención de datos más precisos sobre la fecha de sitio a la ciudad. Es evidente que el plano fue elaborado por líneas enemigas; en este caso francesas. Lo cual nos da indicio de la irregular representación geográfica de la zona, debido al poco conocimiento que se tenía del área.

No cabe duda que durante el siglo XVII, la ciudad creció dentro de los límites impuestos por la construcción del sistema amurallado. En este sentido, más allá de las murallas, la geografía mostraba una zona densa en manglares y bosques. Sin embargo, en alguno de los mapas y planos analizados, se observan ciertas construcciones relacionadas a hospitales o fincas dedicadas probablemente a actividades agrícolas y ganaderas.

Indudablemente la ciudad de Cartagena de Indias constituía un botín apetecido por piratas, corsarios y otros reinos que se disputaban con la corona española el dominio político y económico del Nuevo Mundo. Por tanto, durante gran parte de los siglos XVI, XVII, Cartagena fue blanco de constantes incursiones enemigas, inclusive, fue saqueada en más de una ocasión. En un plano de 1697, se puede constatar la manera como se podía sitiar a la ciudad. Los dos islotes crecieron casi que de forma simultánea.

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Plano de la Ciudad y Puerto de Cartagena de Yndias, con la situación de la Armada Francesa que la saqueó y destruyó en 1697.

Archivo General de Indias, MP-PANAMA,117 Archivo 19816865

Mientras que en la ciudad de Cartagena de Indias, se aglomeraban alrededor de la plaza las edificaciones asociadas al poder político y económico, las casas de los gobernantes, ricos comerciantes y burócratas provenientes de España; en Getsemaní convivía la construcción de la orden de San Francisco, con todo un esquema social complejo, producto del poblamiento de artesanos, albañiles, curtidores entre otros. Esos trabajos eran considerados en ese entonces como oficios de baja jerarquía, realizados por mestizos, mulatos y toda una conformación multiracial, producto de la amalgama social de esa zona.

No cabe duda que la aglomeración urbana, por la construcción del sistema amurallado, creó cierta presión y asfixia en el trazado de la ciudad. Ello generó en siglos venideros, al poblamiento de zonas próximas a la construida históricamente. Cabe señalar entonces, que ciertas modificaciones geomorfológicas que se presentan en la actualidad, son producto de la sedimentación de terrenos, sobre la zona de la bahía, así como también del poblamiento de zonas próximas a la Popa, Bocachica, Bocagrande, Manga y Tierra Bomba. En el caso de estos últimos pasaron de ser grandes playones a albergar grandes construcciones hoteleras.

El intenso y extensísimo mestizaje racial que caracterizo a la sociedad indiana originó distintas castas de mezcla que, en lo esencial, fueron tres: mestizos, o mezcal de español e indio; mulatos, o mezcla de español y negro; y zambo, o mezcla de negro e indio, grupo éste de aparición relativamente tardía que en no pocos lugares concluye por asimilarse al de los mulatos. Adviértase que esas clasificaciones, expresadas en términos raciales, posee sin embargo un contenido predominante cultural (Céspedes del Castillo, 1999, p. 72).

Se proponen entonces dos lecturas del entramado urbanístico de la ciudad. Por una parte, todo el sistema constructivo histórico que hace parte de la antigua ciudad y que hoy en día es denominado por algunos “el corralito de piedra”. Este conserva la forma de un trazado uniforme como parte de la herencia colonial. Inclusive las construcciones oficiales relacionadas con los poderes políticos y económicos representativos del gobierno, aun se erigen dentro del sistema amurallado. Y por otra parte tenemos la nueva ciudad, cuyo crecimiento hacia la parte oriental, manifiesta un poblamiento que responde a las necesidades urbanas modernas.

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Mapa actual de la ciudad de Cartagena. Tomado de Google Maps 2018

Resalto en rojo parte del sistema amurallado de la ciudad en comparación al crecimiento urbanístico actual. Tomado de Google Maps y modificado por el autor.

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Fotografía de muralla cortada para habilitar rutas de vehículos. Tomado de Google Maps 2018

Por consiguiente podríamos afirmar que la clasificación de Cartagena como ciudad, presenta un contraste, entre lo histórico y lo moderno. Sus edificaciones han permanecido inmunes al paso del tiempo; se entremezclan con los grandes edificios de las cadenas hoteleras. Tampoco se puede olvidar que todas aquellas dinámicas socioculturales encuentran asidero en los barrios populares situados por fuera del sector amurallado.

Su valor histórico, arquitectónico y cultural ha legado con el tiempo que la ciudad sea considerada, uno de los destinos turísticos más importantes del país, inclusive de la cuenca del gran Caribe. Su elección de Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1984, probablemente propició un flujo masivo de turistas y personas que buscaban y buscan la Cartagena anclada e inmune al paso del tiempo. Una demanda de lo cultural, lo festivo y recreativo, producida por el concepto de lo patrimonial, propició probablemente algunas reformas en el diseño original en el Corralito de Piedra, producto de la demanda hotelera, nuevas residencias y amplios centros comerciales.

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Bibliografía Céspedes del Castillo, G. (1999). La organización del espacio físico y social. En A, Castillero Calvo y A, Kuethe (Coords.), Historia general de América Latina.

Consolidación del orden colonial, (Vol. 3, Tomo 1, pp. 57-74). Ediciones UNESCO, Trotta Editorial.

Céspedes del Castillo, G. (1999). La organización institucional. En A, Castillero Calvo y A, Kuethe (Coords.), Historia General de América Latina. Consolidación del orden colonial, (Vol. 3, Tomo 1, pp. 29-46). Ediciones UNESCO, Trotta Editorial.

Hardoy, J. E. y Gutman, M. (2001). Construcción urbana y rural: sus aspectos ideológicos, sociales y económicos. En A, Castillero Calvo y A, Kuethe (Coords.), Historia General de América Latina. El primer contacto y la formación de nuevas sociedades, (Vol. 3, T. 2, pp. 719-772). Ediciones UNESCO, Trotta Editorial.

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Cuadernillo de divulgación académica - No.2