Revista de la Casa de la Cultura N26

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tradición del teatro popular que se sustenta en una visión de sí mismo con base a la ironía y al humor. El efecto de su propuesta es la formación de un público masivo para este tipo de trabajos y la formación de una serie de nuevos actores que ocupan el espacio público como su espacio de origen, es decir, lo subalterno alcanza su propia voz en el teatro (Vallejo, 2002, p. 183). En un inicio, cuando Carlos Michelena, a cuestas con su experiencia profesional en el teatro, llega al parque El Ejido, es visto como un loco que perturbaba e incomodaba al transeúnte, un ser extraño que captaba la atención por su extravagancia más que por sus habilidades artísticas. El rechazo, al inicio fue el rechazo, igual como yo venía de una mala formación artística. Entonces uno espera que hagan silencio, que la gente sea culta entre comillas, que le entiendan, le atiendan, que respeten, y no hay tal. La calle es eso: la ambulancia, el borracho, los gritos, el robo… Entonces dentro de eso meter un discurso escénico es bien complicado. Uno va con el prejuicio de que tienen que hacerle caso, y no hay tal. A uno se le va la concentración, la respiración, se olvida el texto y no controla nada. Entonces la gente ve eso y lógico no les gustó. Yo tampoco sabía cómo hacer algo bueno en esa época, ahí en la calle, con todas esas dificultades. Entonces lo que la gente me dijo fue «ve, sale, fuera» y si, al inicio yo me pasmé, no hice nada, solo me retiré. Después de eso dije «esto no es para mí, tengo que ir a hacer teatro de sala, esta gente es ignorante». El conflicto

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verdadero era conmigo mismo y con lo que yo había aprendido hasta ese entonces, y tocó volver a intentar y volver a buscar unos apoyos que me sirvan para salir al aire libre, que son parecidos a los que uno busca en los teatros de sala, claro que enfocados en este espacio. Hasta me llegaron a lanzar piedras, y basura, para que me vaya, entonces uno está expuesto a eso. Eso fue lo primero que hizo la gente cuando vio mis primeras actuaciones en el parque (Testimonio, Carlos Michelena, 2015).

Y esta experiencia no es singular, la han vivido todos los artistas que intentan utilizar las plazas, parques y calles por vez primera. En el parque El Ejido, esto ha ido cambiando, con el pasar de los años, la gente lo ha ido asimilando y asumiendo como parte de los atractivos del lugar. El flujo de transeúntes es constante, pero la sorpresa y extrañeza negativa ya no existe, pues el teatro se ha convertido en un elemento familiar. La gente que frecuenta el parque, ya sea de casualidad o por costumbre, hoy en día, reconoce, aprecia y valora el teatro de calle. Carlos Michelena, percibe algo similar: «Ahora me reciben bien, de diez personas habrá uno que no esté de acuerdo, pero por la nota politiquera, la mayoría bien […]» (Testimonio, Carlos Michelena, 2015). Aún en la actualidad, en El Ejido, se puede observar a Michelena. Llega con un atuendo sencillo e informal, por todo maquillaje lleva rostro pintado de color


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