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A MARÍA EN EL DÍA DE LA MUJER
Por Pbro. Cango. Francisco Escobar Mireles
En 1977, la ONU declaró Día de la Mujer el 8 de marzo, promovido desde 1910 por Clara Zetkin, coronando esfuerzos de tantas mujeres en busca de igualdad, justicia, protección, paz, desarrollo, derecho a trabajo y participación social; y recordando acontecimientos como la muerte de 146 costureras por el incendio en que terminó su manifestación en la fábrica textil exigiendo igualdad de salarios y jornada laboral de 10 horas en 1857 en Nueva York. Pero el tema se ideologizó, y acciones como un feminismo radical, la revolución sexual, la ideología de género, han confundido la identidad de la mujer.
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Dios, cuando quiso curar a los humanos de sus heridas, soñó con una mujer nueva: la primera curada de amarguras, rencores, envidias, impurezas; sin rastro de malicia, para que fuera su cuna, alimento y abrazo. Y regaló al mundo una nueva Eva llamada María, a imagen de la feminidad de Dios en la que todo era bueno. Es la llena de gracia, que formó en su seno virginal al Hijo de Dios hecho hombre para salvarnos. Ella encarna la Novedad de Dios, recibida de la fuente inagotable del ser y de la vida que es Dios: “Sin María no hay Jesús” (Teresa de Calcuta).
“La Madre” por excelencia, con un corazón inmenso, que, a toda cuida, para que ninguno de sus hijos se pierda, que no se cansa de esperar.
Tres dimensiones revelan la identidad y vocación de mujer: madre, esposa, formadora de hogar. La maternidad implica una apertura especial a la nueva persona que comienza a gestarse en sus entrañas, realizando el don sincero de sí misma. Su misma constitución física y su organismo tienen una disposición natural para la maternidad: una comunión especial con el misterio de la vida que madura en su seno. Acepta en el embarazo al hijo que lleva en su seno como persona, y a todo ser humano.
Por el amor conyugal, la esposa es la compañera que da sentido al varón (Gn 2,18-25), unen sus vidas para constituir un hogar, en reciprocidad de amor, ayuda mutua, y realización personal en la comunión de ambos: cada uno imagen de Dios, con igual dignidad, y diversidad en cuanto al género, jugando un rol diverso pero complementario. Su acompañamiento es decisivo en la formación de la persona a nivel humano, moral, intelectual y espiritual, poniendo en la familia humanismo, amor, calor de hogar, comprensión.
Cuántas son cabeza de familia, proveen las necesidades de su hogar, trabajan, crían sus hijos sin respaldo de autoridad paterna: viudas, madres solas, divorciadas, abandonadas. Jesús reconoce su dignidad en sus distintas condiciones: enfermedad (Mc 5,27), duelo por un hijo (Lc 7,13), viudas (Lc 21,1-4), pecadoras (Lc 7,36; Jn 8,1-11). Pedimos a Dios que bendiga, cuide, proteja y acompañe a todas las mujeres de México y del Mundo.