Su sombra serena

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YULĂš

(su sombra serena)


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Mercedes a Luneta Parroquia Altagracia Apdo. 134. Caracas. 1010. Venezuela Telfs: 0212-562.73.00 / 564.58.30 William Osuna Daniel Molina

Fundación Casa Nacional de las Letr as Andrés Bello

Presidente Director Ejecutivo

Ánghela Mendoza

Coord. de Prod. Editorial

©Ricardo Piñerua Soto Tenshi Caracas, Venezuela 2015

Yulú (su sombra serena) José R amón Heredia

J. Guillermo H. Chacín Jennifer Ceballos Ximena Hurtado Yarza Ánghela Mendoza

Ilustr ación de portada diagr amación Corrección de textos diseño de colección Dep. Legal: lf60520158001611 ISBN: 978-980-214-343-6


YULÚ

(su sombra serena)

José Ramón Heredia

Prólogo, nota y selección de Ricardo Piñerúa Soto Tenshi



Casa natal de José Ramón Heredia en Niquitao, Trujillo. Fotografía: ©Ricardo Piñerúa Soto


José Ramón Heredia. Dibujo de Durbán 1940


PRÓLOGO Marco histórico Entre las frías montañas de los Andes, se encuentra un pequeño pueblo en el estado Trujillo (Venezuela) llamado Niquitao, en donde las bombillas eléctricas en los albores del siglo XX aún no llegaban; en ese apartado sitio nace bajo un cielo estrellado en la madrugada del día 8 de noviembre de 1900 según la partida de nacimiento el grande poeta venezolano José Ramón Heredia y no el día 10, fecha que se ha generalizado en las biografías. J.R.H. manifiesta en su crónica Yo vi caminar a Bolívar a través de Ño Ricardo Carrillo: “Es oportuno decir, hasta para que los lectores pongan en orden las fechas y las épocas que aquí cito, que cumplí 81 años el 10 de noviembre de este año 1981”. La década de los años veinte se vio repleta de sucesos que marcaron la historia venezolana, tales como “el Reventón”, el fuerte chorro de petróleo que en 1922 se produjo en el Pozo Barroso N.° 2 de Mene Grande, el cual estuvo derramando petróleo por el lapso de una semana, por este motivo todo se llenó de petróleo, desaparecieron los pájaros y hasta las casas fueron desalojadas, este

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suceso más las concesiones otorgadas para las nuevas compañías extranjeras de petróleo y los convenios refrendados, consolidaron la dictadura de Juan Vicente Gómez. Las manifestaciones estudiantiles en febrero de 1928 dieron como resultado el encarcelamiento de estudiantes y escritores. En enero de ese mismo año, aparece el primer y único número de la revista Válvula que recogió poemas, prosa y narrativa, contando con la colaboración de José Nucete Sardi, Miguel Otero Silva, Arturo Uslar Pietri, Gonzalo Carnevali, José Antonio Ramos Sucre, Juan Oropesa, Fernando Paz Castillo e Israel Peña entre otros, agrupando la obra vanguardista de muchos de nuestros más importantes escritores del momento. En narrativa José Rafael Pocaterra publicó Cuentos grotescos (1922); Teresa de la Parra, Ifigenia (1924); Julio Garmendia, La tienda de muñecos (1927); Rómulo Gallegos, Doña Bárbara (1929). En poesía la generación del 18 fue protagonista de una verdadera renovación poética, con una gran influencia francesa, igual que sucedió en el siglo XIX. Antonio Arráiz publicó Áspero (1924), libro que rompió con los poetas del 18 y abrió el camino de la renovación; José Antonio Ramos Sucre, La torre de Timón (1925); Luis Enrique Mármol, La locura del otro (1927).

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Los primeros libros Esa tercera década dio paso al primer libro de José Ramón Heredia, joven poeta de provincia cargado de inquietudes intelectuales que lo indujeron a publicar sus primeros versos. Conocía la poesía de Enriqueta Arvelo Larriva, a quien le dedicó en su primer libro Paisajes y canciones (versos, 1928): ¿Qué puedo yo decirte, Enriqueta? Mi voz no llega a tu grandeza! Poeta, soy un grano de arena en los inmensos campos de tu idea inmensa...

Sus tres primeros libros le sirvieron para dar por cierto el ser poeta (un poeta postromántico en su comienzo), tres libros de su obra iniciática apegados a la tradición que él luego rechazó y para el momento de la publicación de Círculo poético (1956) no quiso que fueran reeditados, por ser esa obra pre-Viernes, fuera del bloque armonioso del trabajo que realizó a partir de Los espejos de más allá (1938) e hizo la siguiente observación: “Se afirma que todos los libros que forman Círculo poético, que todos los poemas, guardan entre sí una gran unidad”.

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Bajo esta perspectiva es obvio que sus tres primeros libros no tendrían cabida en ninguna antología por él aprobada, ahora, con el transcurrir del tiempo y con la necesidad de conocer aún más, el camino recorrido por José Ramón Heredia, se incluyen en esta antología algunos poemas que pertenecen a esos primeros libros. J.R.H. con humildad escribió en la primera línea de su primer libro Paisajes y canciones: “No soy poeta, soy el primero en reconocerlo”. De su segundo libro Por caminos nuevos (1933) se hicieron algunos juicios: Concha Espina: Muy hermosos estos versos: en todos sabe Ud. “recoger la emoción” y dárnosla exquisitamente transformada en pura poesía. Gastón Figueira: Por caminos nuevos es un libro que realiza la bella promesa de los poemas sueltos que de Ud. conocía. José Eugenio Compiani: De ahí, que los poemas de este libro, sean una halagadora afirmación de las altas posibilidades de su autor, pues están presentes en todos ellos su fina sensibilidad y rica fantasía, a la vez que su amplio dominio de la técnica del verso. Rosario Beltrán Núñez: La segunda parte de Por caminos nuevos contiene pequeños y originales poemas

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–“Poemas comprimidos” los titula acertadamente el autor– que en breves y concisas líneas brindan, en la gracia de una metáfora lograda con naturalidad, un sentimiento o un pensamiento o bien envuelven en cristalina forma, la impresión de un paisaje o la sugestión de un momento. Alguna vez, con fácil expresión nos hace sentir, como en “Hay que alzar la mirada” los escozores de una ironía de buena ley. “Poemas comprimidos” merecen una mención honrosa que los señale dentro del alto valor del libro. La primera etapa culminó con su libro Música de silencios (1936), donde se encuentra “Presentimiento”, poema que expresa la percepción de lo que habría de acontecer y “Momento”, que es presagio de la poesía que habría de venir de la mano de J.R.H.; luego comienza una etapa fácilmente reconocible, que se inició con el renombrado grupo Viernes, en la cual se encontró a sí mismo.

La experiencia Viernes Al morir Gómez en diciembre de 1935 hubo grandes cambios en el país en todos los órdenes, y por supuesto, al campo literario llegaron nuevos mensajes (no porque antes no llegaran, sino porque hubo un sentimiento de liberación y aumentó el interés por lo externo), se abrieron

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nuevas puertas al comenzar a llegar mayor cantidad de información de lo que estaba sucediendo en el mundo de la literatura, las nuevas propuestas se hicieron sentir y un grupo de poetas las acogieron, así que se dividieron en dos corrientes, los que seguían las corrientes del romanticismo, del modernismo y postmodernismo, que siguieron fielmente sus moldes tradicionales y los que tomaron el camino de la renovación, la poesía que surgió después de la Primera Guerra Mundial El grupo Viernes (1936) tuvo como sitio de reunión un bar ubicado en la esquina de La Bolsa los días viernes de cada semana, allí se encontraban Luis Fernando Álvarez, Ángel Miguel Queremel, José Ramón Heredia, Vicente Gerbasi, Óscar Rojas Jiménez, Pablo Rojas Guardia, Rafael Olivares Figueroa, Pascual Venegas Filardo, Otto De Sola, y Fernando Cabrices (crítico), poetas de diferentes edades, de diferentes generaciones, quienes se acercaron al surrealismo que le estaba dando un cambio radical a las artes. J.R.H. para los integrantes de Viernes fue la voz de la “escuela Huidobriana” (creacionismo), pero sin embargo, con su propia personalidad y originalidad. El grupo Viernes se alejó de la poesía de provincia, tradicional, personalista (se les tildó de extranjerizantes),

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pero igualmente no tuvieron problemas con los poetas que se destacaron en ella, o eran de otras generaciones, Viernes llevó a su plenitud la renovación tanto en la expresión, como en acento y contenido, y fue firme en su idea de formular un nuevo mensaje poético. La guerra civil de España también los marcó y ese cambio que se produjo en la poesía de Viernes abarcó lo político, lo filosófico y lo científico, pasando incluso por lo místico y una visión amplia del “cosmos”, lo cual los llevó a recibir fuertes ataques de críticos, que no entendieron los cambios producidos tanto en el mundo como en Venezuela. Viernes fue acusado también de hermetista por seguir, entre otras corrientes, la surrealista. El enfrentamiento entre los que siguieron sus moldes tradicionales y los que tomaron el camino de la renovación, duró aproximadamente hasta 1941 y tendía poco a poco a suavizarse, llegando luego cada grupo a tomar las sendas del otro y obtener ambos resultados meritorios. Lo cierto es que el grupo Viernes logró un cambio en la forma de concebir la escritura. Viernes se interesó en poetas como William Blake, los lakistas ingleses, Samuel Taylor Coleridge, William Wordsworth (manifiesto romántico inglés); Tomas Stearns Eliot, Walt Whitman; Rainer Maria Rilke, Friedrich

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Hölderlin, los románticos alemanes, Novalis, Johann Wolfgang von Goethe; Arthur Rimbaud, Comte de Lautréamont, Pierre Reverdy, André Breton (Manifiesto surrealista); así como también, Federico García Lorca, los poetas españoles del exilio, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén; los latinoamericanos Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Juana de Ibarbourou, Juan Marinello, entre otros tantos. Viernes además, creó una revista con el mismo nombre que tenía su oficina de La Palma a Miracielos en el N.° 44, publicando veintidós números de dicha revista en el lapso de dos años, desde mayo de 1939 hasta mayo de 1941, dando oportunidad a nuevos escritores, también se conectaron con poetas de Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Colombia, México, etc. incluyendo poetas de Europa. Dieron a conocer algunos grandes poetas poco difundidos y las características de movimientos estéticos pasados o contemporáneos. La revista abarcó campos fundamentales del ámbito cultural: poesía, crítica, artes plásticas y música. En ese momento de gran actividad cultural se edita Los espejos de más allá (1938) de José Ramón Heredia el cual dedicó de la siguiente manera: “Dedico: Al poeta que ha de venir en alguno de mis hijos o en alguno de

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los hijos de mis hijos y en el cual he de seguir viviendo. Cuando ello sea. Entonces. Mañana”. Este deseo le ha sido concedido en su hijo J. Guillermo H. Chacín, pintor surrealista, científico y poeta, y también, en el hijo de su primogénito, Eduardo Rivero, quien es licenciado en Letras, ensayista y poeta. Antonio Arráiz escribió en su crónica Presentación y valorización de la Peña Viernes de 1939, luego de la publicación de Los espejos de más allá: Heredia es posiblemente el poeta más intelectual del grupo. Su forma es soberbia en su riqueza, en exactitud, en su poder de sugerencia y de emoción. Es un poeta depurado y decantado, que se ofrece como un licor denso, como un elixir cargado de perfume, y que juega con las expresiones en medio de sus versos como si jugara con espadas.

José Ramón Heredia en un artículo suyo divulgado en un periódico de 1946 nos dice que Viernes: “publicó treinta y más libros”. La reseña que le hizo la revista Viernes al libro Gong en el tiempo (1941) escrita por Óscar

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Rojas Jiménez, fue motivada por ser este libro una publicación más de Viernes, y cito: Gong en el tiempo, recién editado por el grupo Viernes, sigue la trayectoria de poesía en ascenso, en superación, iniciada por Heredia en su libro anterior, Los espejos de más allá. El adjetivo, su principal arma estética, adquiere mágica categoría al enfrentarse a esos sustantivos seguros, oportunos, ajustados, que redondean la imagen clara e inimitable, con la que gusta Heredia bordar sus hermosos motivos. Por eso, cualquier tema rozado por la vibración poética del autor de Gong en el tiempo, descubre un mundo poético, es decir el estado de gracia, la poesía, profunda, honda y alta de que habla Juan Ramón Jiménez.

Gong en el tiempo fue el único libro de J.R.H. publicado por Viernes.

Últimos libros En 1944 se publicó Mensajes en siete cantos de la guerra

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y la paz y desde América, un largo poema en siete cantos dedicado a todos los afectados por la guerra y también, a las generaciones siguientes deseando que la repudien. La Editorial Losada de Buenos Aires en la colección Poetas de España y América nos presenta Círculo poético (1956) que reúne los cuatro últimos libros de J.R.H. hasta ese momento. En Círculo poético y en la Antología poética 19381969 (1974) realizada por José Ramón Heredia, se cambia el orden de algunos poemas en ambos libros con respecto a la primera edición en Los espejos de más allá (1938) y Gong en el tiempo (1941); ahora en Yulú (su sombra serena), se ordena igual a la primera edición, esto con el fin de dar a conocer, cómo fue presentado por J.R.H. inicialmente. También se agrega en ambos libros un poema en Maravillado cosmos (1950), intitulado “Contrapunto”, que fue publicado por primera vez en 1952, el cual, para ese entonces, no había pertenecido a ningún libro. En su último libro La noche y siempre la noche (1966) editado en Asunción, Paraguay, J.R.H. presenta “Metafísico”, soneto que da comienzo al libro y se encuentra antes de “Dos palabras a los lectores” que hace las veces de prólogo, en donde leemos lo siguiente:

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Por razón de la unidad a que se ha aludido y queriendo mantenerla igualmente en el presente libro, he dejado fuera de su texto e integrado en página por separado el soneto que así aparece y que pudiera servirle de pórtico. No es el soneto forma en que me exprese, pero por el motivo muy especial de que éste –que por otra parte sí mantiene absoluta unidad de tema con el libro– lo publiqué en El Salvador –ese pequeño gran país eminentemente intelectual y sensible al arte– dedicado al gran poeta chileno Juan Guzmán Cruchaga, en ocasión en que ambos desempeñábamos allí funciones diplomáticas, como homenaje a su poesía, a su maestría en esta clásica forma, a su sincera amistad y a su continua voz aconsejadora para que “reasumiese mi destino poético”, no he querido dejarlo fuera de esta publicación, menos todavía cuando él toca en forma rotunda el tema de la noche, y porque, en el fondo, yo lo pienso, en cierto modo, como el germen que quedó inquietando mi conciencia poética y estimuló la creación de estos poemas de la noche, tan vividos por mí

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en distintas partes del mundo y logrados y escritos en esta hermosa, noble y gloriosa tierra paraguaya. No tiene el mío la limpidez de los sonetos de Guzmán Cruchaga, que me llevaron a escribir y dedicarle en soneto, pero dentro de su imperfección logró hacer impacto emotivo en el espíritu del poeta a quien va dirigido; y en cuanto a su relación con este libro, en él están el trazado y el dibujo, en comprimida escala, de los poemas que lo forman.

El camino recorrido En Yulú (su sombra serena), se recoge parte del largo camino recorrido por José Ramón Heredia, quien fue poeta, ensayista, novelador y crítico literario; cabe así recordar de sus trabajos en diferentes géneros: Justicia bárbara (novelín [1934]); Doce horas por las calles de Caracas “cuadros novelados” (1948); Insolación (novelín, Asunción [Paraguay, 1957]); Caribes y guaraníes una sola y misma raza (Asunción [Paraguay, 1962]); Abecedario para la comprensión de la poesía nueva [1938] (Imagen N.º 100-35 [1987]); En el frente del arte nuevo “polémica

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sobre poesía” inédito; Poetas y poesía “juicios y ensayos estéticos” (1942) inédito; Seis meses por las calles de El Cairo “cuadros novelados”, probablemente sin concluir. Prologó el poemario de Héctor Guillermo Villalobos, Afluencia (1937) y prologó, de Josefina Plá, El polvo enamorado (1968). Insolación (novelín) y Doce horas por las calles de Caracas “cuadros novelados” los firmó con el heterónimo de José Corda. J.R.H. ejerció la Diplomacia desde 1948 en Europa, El Cairo (Egipto), Lima (Perú), La Asunción (Paraguay) y San Salvador (El Salvador). A pesar de su larga ausencia José Ramón Heredia siempre cultivó para él y sus hijos nacidos en Paraguay donde vivió por más de una década, un gran amor por Venezuela. Para acercarnos a la obra que dejó José Ramón Heredia en esos tres primeros libros, que para este momento son prácticamente inaccesibles, esta antología se hace necesaria. Pues entonces, me honra presentarla.

Ricardo Piñerúa Soto Tenshi

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Nota bene Esta antología de José Ramón Heredia está compuesta por ochenta y cuatro poemas, siendo la mayoría correspondiente a la primera etapa de su trabajo poético, más un poema inédito que también pertenece a su primera etapa (diciembre de 1927). En sus tres primeros libros se encuentran signos de interrogación y admiración, los cuales en ocasiones solamente cierra su contenido, en algunos casos es fácil deducir donde comienza la interrogación o admiración, pero en otros es imposible saberlo, esto me llevó a la decisión al momento de realizar la corrección de transcribir estos casos, tal como aparecieron en su primera y única edición, excepto Música de silencios que forma parte de José Ramón Heredia Antología poética. (1973) Caracas: Monte Ávila Editores, Biblioteca Popular El Dorado.

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Partida de nacimiento de Jos茅 Ram贸n Heredia

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Palabras de agradecimiento a la vida Dentro de las cosas que más agradezco a la vida –que no es otra cosa que a Dios– es haber conocido y vivido con el poeta José Ramón Heredia, Heredia fue un individuo como pocos, inmensamente fiel a lo que su conciencia y espíritu le dictaban: rectitud, honestidad, sensibilidad –tanto humana como artística– y un entregado con devoción a sus pasiones, pero antes que todo esto, era POETA, vivió por y para la poesía y nos dejó una obra maravillosa, una obra cargada de amor, de ciencia, de humanidad, de cotidianidad, de cosas sencillas y sobre todo cargada de poesía. Si bien en mi niñez mi imaginación corría con lecturas de Perrault, Andersen, los hermanos Grimm, en mi adolescencia aprendí a volar a través de las imágenes de esos largos y majestuosos poemas de mi padre. Indudablemente su obra se divide en dos partes o etapas claramente definidas y distintas y es en la segunda de ellas, que se inicia con el libro Los espejos de más allá de 1938 y llega hasta el poema Manifiesto del humano amor de 1969, donde logra su madurez y su verdadero verbo; es en esta etapa donde el poeta siempre se sintió satisfecho de su trabajo estético.

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Al igual que muchos otros escritores de valía en Venezuela, José Ramón Heredia nunca ha sido objeto de un estudio exhaustivo que le diera reconocimiento a su obra en su justa dimensión, por el contrario está tristemente olvidado o simplemente desconocido. Afortunadamente apareció un baluarte, baluarte del eco de su poesía, ¡¡alguien que le duele la injusticia, alguien que ama la poesía, alguien que admira al poeta!! Y nos presenta este trabajo, muy a su gusto y criterio pero totalmente válido y valioso, Seguro estoy, y lo deseo, que llegará a muchos corazones.

José Rolando Heredia

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YULĂš

(su sombra serena)


Retrato de Jos茅 Ram贸n Heredia


PAISAJES Y CANCIONES (1928)

Finalizado en mayo de 1928.



A manera de prólogo... No soy poeta, soy el primero en reconocerlo y por lo tanto, no merezco crítica. El motivo de mis versos es tal como yo lo he comprendido y la emoción tal como la he sentido, nadie puede escribir más de lo que comprende y siente. El monótono canto del tordo no puede compararse con el dulce trino del ruiseñor; mas el tordo como el ruiseñor tienen derecho a cantar. Habiendo aprendido de la Naturaleza a comprender esta diferencia en el orden de todas las cosas, pues existen astros de magnitudes decrecientes; aves desde las de ricos y vistosos plumajes hasta las que sólo lo tienen por una sabia ley natural para defender su cuerpo; flores, desde las que llevan sus pétalos de seda matizados de lindos colores y el cáliz pleno de suavísimos aromas, hasta la humilde florecilla silvestre que apenas se asoma tímida entre el verdor del césped, no temo hoy en presentar mis versos basado en este principio natural. Paisajes y canciones es la recopilación de algunos de mis versos, hecha para aquellos a quienes la dedico; mis amigos, a estos no exijo indulgencia para sus defectos pues estoy seguro de ella, pídola sí al lector extraño que engañado piense encontrar belleza donde no existe. José R amón Heredia

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Estoy triste

Estoy triste y a solas, a solas con mis penas, la tarde en su lenguaje me dice cosas buenas. Trinan en el follaje los alados cantores, y la floresta me habla de sueños y de amores. “¡Canta!” Me dice el río con su rumor salvaje; “¡Canta y sueña poeta!” Me repite el boscaje. La brisa que ya ensaya sus claros acordeones, me murmura de versos, de dichas, de ilusiones... En el lejano ocaso tintes me da el celaje, para copiar en vivos colores, un paisaje. Mas, nada me hace alegre ni me da inspiración, el alma tengo triste y mudo el corazón! De mi honda tristeza, sólo ella es el motivo, motivo que me torna doliente y pensativo. ¿Por qué trocar así mi alegría en desencanto? Soy yo sólo el culpable ¡pues que la quiero tanto! por ser ella la causa de mi melancolía, también como que quiero esta tristeza mía! ........................................................................ Ya la tarde tornose triste y descolorida, plagiando con su cambio el cambio de mi vida. ........................................................................... Sigo triste y a solas, a solas con mis penas, la tarde ya no me habla ni dice cosas buenas.

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Pena oculta

Es quieta media noche... Rumor de mandolinas flotando entre las gasas de la argentada luna, y asoma tras la reja de entreabiertas cortinas, de una rubia adorable la silueta oportuna. Tienen huellas de llanto sus azules retinas. ¿Por qué llora la rubia? la de la noble cuna, la de las ricas sedas, la de las manos finas, a quien tantos honores le brindó la fortuna? Es que la de abolengo, la dama de nobleza, ama el músico humilde de apuesta gentileza que le cuenta su amor en notas cristalinas... Luego, cierra la reja, lanza al vuelo un suspiro, y en tanto que solloza en su rico retiro, revolotea en la calle rumor de mandolinas.

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Tarde llanera

Es la tarde luciente y hermosa. Muestra el cielo en su raro decoro, arreboles de pĂşrpura y rosa y celajes de plata y de oro. En la fronda florida y verdosa los turpiales levantan un coro; y se va por la senda arenosa murmurando el arroyo sonoro. Va marchando cimbreante y airosa, la llanera gentil, donairosa, por la fresca quietud del sendero; mientras pone una blanca gaviota en el cielo, la lĂ­mpida nota de su vuelo fugaz y ligero.

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Ante su retrato

Como dos blancos lirios de impecable blancura, se alzan sobre la alfombra Ana y Ana Teresa, siendo las dos rivales en candor y belleza, son un solo prodigio de gracia y de hermosura. Tienen en sus semblantes tanta rica dulzura, y en su aire aristocrático tanta delicadeza, que para ser más bellas ambas se dejaron presa entre sus rojos labios una sonrisa pura. Cual fúlgidas estrellas, serenas y tranquilas brillan bajo sus cejas sus radiantes pupilas, dejando al que las mira el recuerdo más grato... Y son también sus ojos serenos y expresivos, una artística hilera de puntos suspensivos sobre el poema mudo del pequeño retrato.

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Presunción

Sobre el rojo escarlata de la almohadilla que es primoroso adorno de tu ventana, se recuesta indolente, blanca y galana de tu regia belleza la maravilla. La tarde pobre en galas viste sencilla, abunda en tonos claros cual la mañana; mas, la calle se alegra y se engalana con tus ricos encantos linda chiquilla. Yo paso ante tu reja con paso lento: —Señorita, muy buenas...– tus labios rojos —Buenas tardes...– responden con dulce acento. Y al proseguir mi marcha mudo y ligero, sé que me van siguiendo tus negros ojos como siguen dos pajes a un caballero.

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Yulú

Hermoso, pulcro y blanco como un montón de nieve, así es Yulú mi perro, mi compañero fiel; pequeñas las orejas, el lindo hocico breve, bajo la suave lana sonrosada la piel. Sin duda que entre canes es en belleza rico, ninguno tiene el garbo de su paso triunfal, su crespa cola finge impoluto abanico o el penacho del casco de un guerrero marcial. Como dos azabaches finos y relucientes, en su cabeza blanca como una piel de armiño sus dos ojitos negros, vivos e inteligentes, reflejan la ternura fiel de su cariño. Yulú es mi compañero de alegrías y fatigas; él adivina sabio todos mis sentimientos; cuando me siento triste, jamás manos amigas como él han consolado mis hondos sufrimientos! Salta a mi lado entonces, procurando alegrarme, y su blanca cabeza posa sobre mis piernas, y moviendo la cola quisiera consolarme con la caricia dulce de sus miradas tiernas.

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Mas, si me ve contento su alegría es indecible; corre, salta, da vueltas como un travieso niño; con el lenguaje mudo de su cola flexible me manifiesta entonces todo su gran cariño. Y si me ve enojado se aleja de mi lado, y echándose, sumiso me mira de reojo, permaneciendo triste, inmóvil, humillado, creyéndose ignorante la causa de mi enojo. Él sólo me comprende, nadie como él me quiere, ni más se alegra al verme alegre y contento, ni mi alegría trasluce, o mi pesar infiere por mi expresión tan sólo, o el tono de mi acento. Nadie ciega obediencia como él me ha rendido; aun bajo el golpe rudo del látigo inclemente, una orden mía, un mandato, jamás lo ha desoído, y atiende a mi reclamo sumiso y obediente. Él, que es sumiso y manso, galante y educado, primor de aristocracia dentro de los salones, es a la vez sereno, indómito, arrojado y valiente al extremo de las ponderaciones. Él ha estado conmigo sobre los ventisqueros de las cumbres andinas, en luchas con los vientos; donde ponen las nieves sobre los altaneros picos de las montañas, sus blancos monumentos.

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Y allí, sueltos al viento los rizos de su cola, fijadas las pupilas y el blanco cuello erguido, ha saludado altivo la vasta extensión sola y muda de los páramos, con su fuerte ladrido. Ha visto confundirse en confusión hermosa, su blancura de armiño con las nieves andinas, y ha sentido la húmeda caricia vaporosa del beso que en el dorso, le han puesto las neblinas. Otras veces, envuelto entre la polvareda que alzaba el pasitrote de mi cabalgadura, bajo un sol de candela que quemaba la seda de su piel, ha cruzado también por la llanura. Y las blancas espumas de las fuertes corrientes, sobre su blanco lomo también han cabalgado, cuando sigue la estela que los remos potentes de mis brazos diestros en los ríos le han marcado. ............................................................................... Yo por esto te quiero, Yulú, porque eres fuerte, sereno y arrojado, valiente y altanero, porque sé que abnegado llegarías a la muerte por seguir a tu amo! por eso es que te quiero. Las gentes se reirán; mas, qué importa!... Supieran lo que vale un cariño como el tuyo, Yulú!

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un cariño sincero ¡oh! ¡si lo comprendieran! pero esto lo sabemos tan sólo yo, y tú. Mas, que se rían las gentes; querámonos nosotros; bastante es mi cariño, tu vida es para mí; ¡ah! si en el mundo hubieran siquiera muchos otros amigos, que sinceros se quisieran así! Yulú, mi blanco paje de la librea de raso, compañero constante de penas y placeres, cuando vas por las calles tras de mi grave paso, ¡cómo te siguen bellos ojazos de mujeres! Cómo te van mirando las bulliciosas filas de gentes, en los parques echado sobre un banco... como si quisieran llevarse en las pupilas, a la impoluta bruma de tu pelaje blanco! Yulú, tú eres la sombra serena de mi vida... tú eres mi inseparable, mi único compañero, eres mi huella limpia, mi estela conocida; eres mi perro y como tal, amigo sincero. Yulú, mi blanco paje de la librea de raso, compañero constante de penas y placeres: te dedico la ofrenda de este poema escaso como tributo pálido, por lo que tú me quieres.

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Frente al mar

Silente estaba el mar, en un amplio silencio de aguas mansas. Con majestad de péndulos isócronos sujetas a las marras mecíanse a la orilla, prisioneras, las barcas; y a lo lejos, muy cerca del azul, del hondo azul del cielo, ponían la albura de su raudo vuelo sobre el paisaje, las gaviotas blancas. ­          ­ Temblar haciendo las tranquilas aguas, su caricia rizante dejaban resbalar por los cristales de la mar en calma las viajeras auras, y arrebujar hacían las velas bajas que caían sobre el casco de las barcas como en noches de invierno caen sobre el cuerpo yerto de las aves, fatigadas las alas; Y a la caricia de la brisa el mar se ponía turbio,

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turbio como un cristal esmerilado del verdoso color de la esmeralda. Yo estaba acá en la playa mudo, inmóvil, con la emoción suprema que al alma imprimen los abismos de agua! Y los brazos cruzados sobre el pecho en actitud de estatua. Absortas mis pupilas parecía que pugnaban por penetrar el diáfano horizonte, lejano y amplio como mi esperanza, por cuya puerta, bajo el llorar de mi mirada, metiose una mañana muy adentro el barco que de mí te separaba... ­          ­ Mudo y emocionado recordaba esa triste mañana –para mí amarga como las marinas aguas, que saben a hierro a yodo y a potasa– en que por vez última, sobre la proa del buque –bisturí que cortaba el vientre de las aguas– yo contemplé tu imagen adorada, viendo el adiós que en un girar doliente, decíame tu pañuelo,

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que en el aire se agitaba como una mano, como un lirio, como un ala, en tanto que pausado el barco de la orilla se alejaba... ¿Y tú? piensas acaso en la contraria playa también en mí? ¿Como yo frente al mar –bajo la amarga pena de estar ausente– recuerdas el amor que un día dichoso, al calor de vívidas miradas ardiente floreciera en nuestras almas? ­           Ligero y raudo, cual la brisa inquieto y más veloz que las gaviotas albas, mi pensamiento era también un ave que sobre el mar humedecía sus alas. ­           El crepúsculo huía. La tarde lentamente desmayaba; sujetas a las marras con el desaire de sus velas bajas, sobre la orilla se mecían las barcas... Lejano vuelo de gaviotas blancas, ledo rumor de fugitivas auras, inmenso temblor de aguas... y en la tristeza de la tarde turbia el mar conmigo hablaba. 44


Mi estilo

Mi estilo es el mismo del viento que viene diciendo canciones que nadie ha aprendido... que hecho auras, susurra y arrulla, y huracĂĄn espanta con su hondo bramido; y puebla las noches calladas de tristes gemidos si es brisa ligera. El mismo del ave que canta sin leer sus notas en el pentagrama; y que, no sabiendo signos de la pauta; ni mide compases, ni toca bemoles, ni da sostenidos, y vierte en la hora rosada del alba sus cĂĄnticos dulces, tiernos y sentidos... canta sus amores, y al morirse el dĂ­a, dice sus rapsodias de melancolĂ­a... El mismo del agua que en las cataratas atruena y espanta... que canta en las fuentes, 45


y en las cristalinas serenas vertientes; y apenas murmura sobre los estanques de azules piscinas; que en los torrentes da rumores vagos, y retrata el cielo hecha espejos amplios en serenos lagos; y que se hace amarga como los pesares, en su forma cumbre de océanos y mares. Mi estilo es el mismo de la piedra inmóvil, de la piedra muda... la eterna callada, la cual dice mucho no diciendo nada... Habla de los palacios, donde forma base, y es labrado escudo, y de las estatuas en el arte mudo; en formas geométricas en la arquitectura, en los santos templos cuando es ara santa, y en el epitafio de la sepultura. Mi estilo es el mismo de la flor, que dice sus versos de aromas, y que brinda su alma en cáliz abierto... su alma perfumada; que es bello y callado lenguaje de amor en los ramilletes de los que se aman, y símbolo blanco sobre las cabezas de las desposadas.

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Y en los cementerios tristes y desiertos es póstuma ofrenda en las tumbas blancas, de los pobres muertos... Yo no tengo estilo, mi estilo es el mismo del viento, del ave, del agua, la piedra y la flor... Mi estilo es el mismo de las cosas; de dos formas solas: alegría y tristeza; mi estilo es el mismo que aprendí con mi única maestra: ¡la Naturaleza!

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A Enriqueta Arvelo Larriva

¿Qué puedo yo decirte, Enriqueta? Mi voz no llega a tu grandeza! Poeta, soy un grano de arena en los inmensos campos de tu idea inmensa... fugaz descendimiento de aerolito en el estrellado infinito de tu pensamiento. Tu verso es voz de violoncelo “El violoncelo sufre más que el violín”, –dijo Rubén Darío– y el canto mío, la voz de mi homenaje, tendrá para tu oído asperezas de timbal salvaje. ¿Qué puedo yo decirte? La belleza de tu verso maestro pasa el límite de lo más... Contigo que hablen, la Ibarbourou, la Maestra Rural –Gabriela Mistral–, Alfonsina, y ahora Raquel Sáenz. Mi barca a la paz de tu puerto no se atreve a llegar. 48


Mi barca es la misma del náufrago, que boga al azar... Poeta, nada puedo decirte; amigo, si te puedo cantar. Enriqueta: tu verso maestro pasa el límite de lo más...

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POR CAMINOS NUEVOS (1933)



Al poeta amigo J. Ramón Heredia

Muchas gracias por su fina carta del 19 de diciembre próximo pasado, y por los poemas que Ud. tuvo la bondad de enviarme y que he leído con simpatía. ¿Me pregunta Ud. si alguno de ellos me agrada? Todos me han agradado, y mucho. Creo que Ud. debería publicar esos bellos poemas en un libro. Es Ud. un verdadero poeta. Si mi palabra lejana pero sincerísima, puede servirle de estímulo, tómela como tal y siga adelante. Le agradezco de todo corazón su generosidad fraternal al dedicarme algunas de sus hermosas poesías. Reciba un saludo cordialísimo de su siempre amigo. Gastón Figueir a

Montevideo: febrero de 1929



Al Poeta Gastón Figueira En Montevideo (Por el envío de su libro)

Me has enviado un libro tuyo, poeta. ¡Mil gracias! ¡valioso regalo! Tu libro ha llegado como algo imprevisto, como algo soñado… Orgulloso, lo miro… lo palpo… y siento que el alma de América vibra entre mis manos. Hermano: –por la raza y por la lengua y por el común ideal: América– Esa rutilante estrella de tu pensamiento que de las constelaciones del Sur echaste hacia mi Venezuela, apenas si deja que entreabra mis párpados a su luz intensa! Con la emoción curiosa del que va a entrar a una pagoda india, me preparo a entrar a tu Templo. 55


Vuelvo las primeras páginas. Abiertos los ojos de mi ensueño, se aprestan a ver maravillas… Poeta: ya he entrado En el templo de la noche cuya harmonía artística, invita a estar de rodillas…

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Consideración

Caminando distraídamente por la calle, de pronto vi en el suelo una bella mariposa, que con las alas tronchadas, sin poder alzar el vuelo, aleteaba. Detuve el paso y me quedé mirando aquella flor viviente, mutilada… ¡Cómo aliviarla!... ¿Y para qué? Rotas las alas, ya no podría volar bajo los cielos claros, ni confundir sus colores con los bellos matices de las flores, y no puede arrastrarse el que ha volado!... De pronto mi pie cayó pesado y rudo sobre ella… De lo que antes fue sólo quedaron huellas tenues de colores sobre el suelo. Y fue mi compasión quién la mató. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ..

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Cuando en nuestro interior, está también nuestra ilusión agónica, con las alas tronchadas, y mustias para el vuelo, como la mariposa que maté sobre el polvo, ¡hubiera quién la matara de pronto!...

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Noche

Noche: Sosiega mi espíritu de las inquietudes del día; pon en él un poco de tu serenidad inmensa, y con tus sombras buenas, como una de tus estrellas, hazlo que brille… Como en cofres abiertos echa en mis pupilas tus pedrerías de luceros, y dile a mi oído por la voz del viento cosas serenas. Sé mi maestra. Enséñame el arte supremo de tu Silencio; y en él –como en un crisol– aprieta a su forma mi espíritu inquieto. Noche: Con tus claridades limpia mi mente de toda idea vaga… y enrúmbala por un camino blanco como tu Vía Láctea…

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Guitarra mía

¡Guitarra mía! ¡guitarra amada! dentro de la cual se mete toda, mi alma para salir desgajada por la caricia de mis dedos ágiles! ¡Cómo siento placer en estrechar tu talle contra mi cuerpo, y recorrer tu mástil en una caricia de ligados maestra y larga!... ¡Cómo hieren mis dedos tus cuerdas dúctiles y afinadas sobre tu boca sabia, para hacer brotar tus sonoras palabras que llenan mi oído y los de otros de una intensa armonía clara!... ¡Guitarra mía, amada! Confidente a quien cuento mis nostalgias para que las digas a los demás en el silencio de las noches calladas, 60


cómo gimes, cómo ríes, cómo lloras, cómo cantas! cómo cambias mis sentimientos en variadas escalas! Novia del poeta nunca olvidada, símbolo armonioso de mi canto! ¡Guitarra mía amada!

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Dualidad

Esta tarde, tendido a largo sobre el césped que orilla el río y abierto ante mis ojos un libro de ciencias, me torturan, en una, dos distintas tristezas! (¡Ha de estar siempre con el poeta alguna pena! aunque el cielo esté azul, el ambiente ligero y la hora serena…) Estudio, y mientras el río discurre y sin llegar a irse se aleja de mí cumpliendo su obligación perpetua de correr, siento la clara tristeza de la tarde que muere, y la oscura tristeza del no saber…

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POEMAS COMPRIMIDOS (a Gast贸n Figueira)



Pronto vendrá Al poeta Gastón Figueira en Montevideo

Crepúsculo de invierno. La ciudad y el paisaje, esfumina la neblina. En la impalpable cárcel gris de la niebla el alma está presa… pero la tarde, que ha abierto el paréntesis de un arcoíris para explicar que el sol no está ausente, dice: ¡Espera! pronto vendrá la primavera!

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Silencio

En la clara noche tropical, mientras las palmeras est谩n suspensas, s贸lo escucho un enorme silencio hecho de luna y de estrellas.

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POEMAS COMPRIMIDOS



Plenilunio

En el papel azul del cielo, con versos hechos de estrellas, se lee un gran poema, cuyo punto final es una luna de oro!...

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Marino

El mar, es una frente rugosa inmensa que sueùa y piensa‌ Como azules ideas, van y vienen, van y vienen las olas inquietas; su pensamiento a lo lejos vuela, bajo el claro del cielo: El blancor de una vela.

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Símbolo

Amada: Dame una flor. Quiero puntuar la elegía de mi flux negro con el punto de nieve de un crisantemo. Y será un símbolo… sobre las sombras de mi alma el punto blanco de tu recuerdo.

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¿Se clavará en alto?

Como una flecha disparada al acaso, solté hoy mi canción al viento… ¿Se clavará en alto en algún blanco encontrado al paso? o caerá vencida en el suelo?...

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Anhelo

En esta maùana de verano tibia y clara, en que siento un hondo frío interno (la ausencia de una llama de amor) he tenido el irrealizable anhelo de extender mi alma como una tela blanca bajo el sol‌

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En el parque

La pianola bañó de música el parque, que se estremeció dulcemente como un nido en que cantara un pájaro… La hora… el sitio… el encanto del valse… todo alienta el ánimo. El Ensueño le prestó sus alas y mi pensamiento en la noche clara tendió un vuelo largo…

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Nadie quiere

Estoy con las manos abiertas dispuesto a la dádiva… De mis arcas repletas, quiero repartir ideales; mas nadie se acerca. La gente dice que son monedas falsas…

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Despedida

Gris el cielo. Triste el alma… Un abrazo… Una sola palabra… Manos que se agitan… Y una lágrima…

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Luctuoso

La tarde estรก de luto. Sobre el paisaje como un gran lazo negro, en la serenidad de un vuelo, abre las alas un zamuro.

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Hay que alzar la mirada

Arcos voltaicos… incandescentes… cien bujías… doscientas… quinientas… Luz… mucha luz… En las calles y en las plazas profusión de bombillas eléctricas. ...Queremos ver claridades y tenemos que mirar las estrellas!...

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Buzos

Mis ojos –buzos con la escafandra de mi afecto– se ahondaron en tus ojos y bajaron al fondo de tu alma… Cuando subieron, traían ricas perlas de amor recogidas en tu mirada…

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Volviendo a pasar

Voy por el camino que un día pasamos juntos y regamos con nuestro diálogo de amor. Tras de cada vuelta y de cada cosa surge una memoria. Y hasta aquel barro negro, donde tu cuerpo se aligeró como el de una mariposa para no ensuciar tu calzado nuevo, me pareció un montón de nieve cuando tiré sobre él la blancura de tu recuerdo…

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POEMAS DE LAS VOCES HONDAS



¿Qué hablas a mi alma?

Ciprés, que como un centinela en la noche, estás junto a mi cuarto, enhiesto, y en mis largas noches de insomnio silbas mi desvelo cuando pasa el viento, dime: ¿Qué hablas a mi alma en tu silabear fresco? ¿Qué le dices cuando en alta noche latigueas el silencio? habla la naturaleza por tu voz que yo, pobre ignorante, no comprendo? Cuando, revolviéndome entre las sábanas oigo como el reloj bota los segundos al abismo del tiempo, las ideas se agolpan en mi cerebro, y a cada instante mi alma forja un sueño nuevo; tú, pertinaz, vuelves a llevar a ti mi pensamiento con tu silbo como si te burlaras de mis sueños… Trato entonces 83


de analizar tu lenguaje, y en vano… no te comprendo. Índice de la tierra que me obligas a alzar la mirada y me señalas el estrellado firmamento: Tú que debes hablar el idioma puro del alma de las cosas, habla claro a la mía! calma mis anhelos! deja que mi ignorancia te comprenda! para que así, en mis largas noches de insomnio dialoguemos!...

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Se ha puesto loco el viento

En esta mañana se ha puesto loco el viento. Silbando viene de los campos y en la ciudad se ha metido corriendo. A su paso, en torbellinos levanta el polvo, tira las puertas con estrépito como un burgués ebrio, deshoja las flores y a los árboles los hace inclinar hacia el suelo. A los chicos les arrebata las gorras, a los grandes los sombreros y a todos tira de los cabellos. Los paseantes, se ajustan los vestidos y caminan desairadamente, bajada la cabeza –el viento ha estropeado la estética– A mi cuarto también se ha metido, me ha tirado las cuartillas al suelo y revuéltome el cabello. Su furia no me molesta.

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Suspendo mi labor y espero. “¡Vaya un viento loco!” dice el vulgo necio. Pero no; no está loco el viento, yo bien lo comprendo –para el vulgo es loco todo aquel que se alza del común nivel y emprende algo grande, algo bueno–. ¿Sabéis lo que hace hoy este loco viento? Recoge en su furia las semillas de las flores mustias que secó el verano, las lleva en sus alas, luego las dispersa por todos los campos en surcos abiertos… ¡Sigue viento loco! ¡yo bien te comprendo! Bien sé que mañana cuando Primavera su vistoso traje de variadas flores nos venga luciendo y se vuelvan verdes los campos hoy secos,

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a ti te lo deben furibundo viento! que entonces serรกs un pomo de esencias a todos abierto!

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Quiero echarme al campo

Quiero echarme al campo a silbar con los pájaros. La mañana invita y hoy debo tener el pecho y la garganta claros. Yo a veces me echo al campo a silbar con los pájaros… Y deben decir ellos al oír mi silbo sonoro –son entonces mis labios un pífano de oro–: “¡Qué dulce cantinela! De qué campos de ensueño vendrá el hermano pájaro que hoy se ha entrado a la selva!”. Yo a veces me echo al campo a silbar con los pájaros… Y entonces entre ellos también me siento un pájaro. Siento como se infiltra en mis venas el frescor de la selva; me extasía el azul del espacio, y en cada árbol coposo miro un rico palacio; me embriaga el olor de las frutas maduras, 88


y en mi ilusión creo que mis brazos son dos alas, formadas de ligeras plumas… Yo a veces me echo al campo a silbar con los pájaros… Y entonces entre ellos también me siento un pájaro; sólo, que cuando siento el ansia del vuelo, comprendo que mi ser, entonces torpe, pesado, quieto, –propiedad perenne de la tierra– no puede desprenderse del suelo!...

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Lluvia

Como una caricia de frescura, ha caído hoy sobre la tierra sofocada por el verano, la primera lluvia. ¡Cómo se han puesto de contentos los árboles! Van a cambiar su vestido sepia por el verde tierno, que en su alforja blanca, hecha de niebla, les trae de regalo el invierno. Los cerros se están lavando la cara; y queriendo limpiar su plumaje, los pájaros, a la fresca lluvia extienden las alas. ¡Y la lluvia canta! y la lluvia al caer, suena sensitiva y fraterna como una guitarra!

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Se fue el verano; se fue el verano aburrido como un turista rico que hubiera derrochado tesoros... Y llega el invierno envuelto en su capote gris, frío, taciturno, callado, sobrio... La tierra sedienta, empieza a hartarse de frescura, y pronto en los surcos abiertos, habrá eclosión de brotes nuevos. A mí me ha alegrado la lluvia, como a los pájaros y a los árboles; el invierno bueno, también ha de traer a mis versos un vestido nuevo! Escribo bajo la música del agua que cae... y que suena sensitiva y fraterna como una guitarra! Sigue cayendo, lluvia, de mis versos grises hermana! sigue cayendo, lluvia amada!

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toda fresca, toda mĂşsica, toda blanca! que hoy le has dado a mis versos un sabroso olor a tierra mojada!

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El pozo vacío

El pozo vacío está como una pupila ciega que nada refleja… Sólo está lleno de tristeza. El pozo vacío donde antes, en las noches serenas, se miraban las estrellas, sólo guarda en su fondo arena, hojas secas, y unas cuantas piedras. El cielo ahora, indiferente pasa de largo a reflejarse en otra parte, sin dejar caer sobre su fondo como una limosna, un pedazo de su azul hondo. El pozo vacío sólo es hoy una herida en la tierra… Hoy he pasado frente a él, y me he detenido largo rato a contemplarlo. A su fondo he tirado con cariño mi mirada, 93


porque comprendo que él con su sed inmensa simboliza mi alma… mi alma siempre sedienta de belleza... ¡Pobrecito el pozo vacío, que se había aprendido toda la canción del agua! ¡Pobrecito el pozo vacío, que está como una pupila ciega, que no refleja nada!...

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Espada y brújula

Yo quisiera sacarle punta a mi verso para que entrara hondo... Quisiera volverlo una espada; mas, no para herir, –la espada antes que arma, es adorno– ¡Un verso aguzado como una fina hoja de Toledo!... Con él –espada y brújula– me marcaría un rumbo en el intenso momento nuevo. ¡Un verso vibrante, elástico, firme y brillante como el acero! 95


ÂĄUn verso movido, inquieto, y que enrumbe como una brĂşjula! Yo quisiera sacarle punta a mi verso... Hacerlo una espada que en el intenso momento nuevo, me diera el prestigio de Caballero del verso moderno.

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Esta alegría Mi torre no es tan resistente (hecha es del agua de mi fuente) y se me puede al fin romper; pero un fracaso de cristales suena en sus timbres musicales como una risa de mujer... Chocano

Me ha amanecido un nuevo día, siento como una algarabía de trinos en el corazón; una alegría fresca y serena una ausencia total de pena y una recóndita emoción. Lo que ayer me era indiferente, hoy lo miro bello y sonriente en una clara mutación. ¿Será que ha vuelto Primavera? o que ha cambiado mi alma entera algún renuevo de ilusión? Hoy que todo me da un sentir, como si fuera un gran safir, he vuelto a ver el claro cielo, y el raudo vuelo de un zamuro 97


que ayer era un borrón oscuro, me simboliza el de un anhelo. Oigo que el viento en la floresta prepara ya su oculta orquesta en una acorde afinación, y cada hoja que suspira es una cuerda que se estira sobre un dormido diapasón. En el ambiente generoso hay un perfume delicioso, que está aromándome todo el ser... y dulcemente ilusionado, todo lo siento perfumado como un pañuelo de mujer. Está sonando bulliciosa música dulce y armoniosa de una indecible melodía... Como en un reír de violoncelos, de aquellas notas en los vuelos viene vibrando Poesía. De esta música fresca y sana de esta música que dimana de un violín mago de Milán, siento que mi alma se rebosa, como una copa en que retoza el oro rubio del champán. 98


Y más allá del horizonte, y de la línea azul del monte, se va a viajar mi fantasía, que está bordando sus motivos con policromos hilos vivos en el telar de Poesía. Y esta alegría honda y secreta, es porque he vuelto a ser poeta y me encuentro ebrio de emoción; y en la mañana que me inspira tengo en mis manos ya la lira y a flor de labio la canción. Hoy está mi alma en primavera, acaso el sol de una quimera la está alumbrando de ilusión, y a su calor, fragante y terso, brota en mi pecho el nuevo verso en una rica floración. Ahora me siento un hombre nuevo porque he vuelto a saber que llevo dentro del pecho un corazón; un corazón robusto y sano, que yo lo muestro a flor de mano y que lo exprimo en mi canción. ¡Oh! ¡qué dichoso es ser poeta! poseer una mina secreta! 99


donde tesoros extraer... Labrar un verso tan sonoro, que vibre más que todo el oro para un oído de mujer... Hoy tengo un alma sensitiva y mente clara, comprensiva para lo bello y lo ideal... ¡Hoy no soy otro del “montón”! puedo decir una canción y vivir vida espiritual. Estoy robusto de alegría, y ya me da mi fantasía frescos ensueños que explotar, y en este temple de mi lira, da cada cuerda que se estira el primer verso de un cantar. ...Y esta alegría de ser poeta es la más bella y más completa que acaso pueda un ser sentir!... pues ser poeta es ser un hombre que piensa y siente, y cuyo nombre es por sí solo ya un decir...

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Las bombillas

En las calles estiradas de soledad, las bombillas son como seres vivos que velan... Parecen luminosas estrellas que sobre la ciudad hubiesen caído del cielo. Cuando todos duermen ellas están con sus ojos abiertos. Le están alumbrando el camino al silencio. Son copas las bombillas en las cuales está bebiendo luz la noche. Son jaulas cuyos pájaros libertará la aurora. Son tantas cosas en las sombras!... Nada son en el día, solo descoloridas pompas... Se parecen a algunos sueños las bombillas...

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Paz infinita

Toda entera la Noche se ha metido en mi cuarto. Se ha entrado en todas partes... colgado de los clavos, mirado en los espejos, y sentado en las sillas. A todas las cosas les ha dado una igualdad hermana... Se ha acostado conmigo en mi cama, y me ha perfumado la almohada de estrellas... Junto a ella soy niño en el regazo de la madre tierna... Me siento en sus sombras como envuelto en un hálito de tranquilidad inmensa... de paz infinita... Estoy como en un ensueño. La noche ahogó la gritería vulgar de los hombres. Ahora oigo palabras nuevas 102


en la voz leda del viento... Por el abierto postigo el dormido azul contemplo. Desde el cielo me envĂ­a Dios su mirada en el fulgor de dos luceros. Lentamente me va invadiendo el sueĂąo... Me hundo en un dulce sopor. Lentamente... Lentamente... me duermo bajo la mirada de Dios.

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Mis espadas

En la pared de mi cuarto en X cruzadas, como se cruzaban en los duelos nobles, están cruzadas mis espadas. Mis espadas son de taza y cruz como las de los caballeros del siglo diez y ocho, como las de los caballeros de capa que por un “quítame allá”, se salían solas de la vaina. Tienen el prestigio de ser hechas en Francia, en París, donde estuvieron las mejores salas de armas y los mejores “maestros”, en París, donde se daban las mejores estocadas... Mis espadas –de hojas fuertes y largas– son para mí símbolo recio de un viejo siglo romántico, que aún vive en mi cuarto, y que en este tiempo de mercantilismo canalla, a despecho de los pisaverdes, yo llevo intacto.

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No han estado nunca ociosas; siempre se esgrimen en mis manos. Ellas y yo –herencias de tiempos mejores– con la práctica de doce años nos hemos aprendido todo el artificio de la esgrima, que ponían en juego los que se batían a orillas del Sena y bajo los balcones del Louvre en la época de los Luises XIV y XV. Mis espadas, no han matado nunca, aunque hay muchas estocadas que dar... pero los canallas y los villanos de hoy usan frac y pumpá, elaborados al último estilo, y llevan una caña de la India en lugar de hoja al cinto. Si llevaran acero yo habría dado tantas estocadas que hubiera perdido la cuenta. Sería el Artagnan o el Lagardere de estos tiempos cínicos, porque también sé hacer quites en tercera “tan estrechos que quepan por un anillo” y dar “un golpe recto... una estocada a fondo” como la de Nevers.

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Estas, mis espadas de taza y cruz como las de los caballeros del siglo diez y ocho, son la salvaguardia y la egida de mi decoro y de mi orgullo. Ellas me defienden del cinismo y de la innobleza de otros y siempre me tienen “en guardia” contra la indignidad. Representan el honor, hecho a punta y a filo, de ese romántico siglo en el cual hubiera querido haber nacido y hacia el que me lleva alguna recta línea ancestral. Yo vengo de allá. En mis espaldas que no se han curvado nunca, siento el cosquilleo brioso del tahalí; en mis piernas el balanceo de la hoja que ritma los pasos dados por los caminos anchos, y cuando doy mi palabra, –imaginariamente– sobre su pomo pongo la mano. “¡Por mi honor y por mi espada!” Mis espadas son de taza y cruz como las de los caballeros del siglo diez y ocho.

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MÚSICA DE SILENCIOS (1936)



POEMA HUMILDE Árbol desnudo Nadie supo cómo fue el milagro; pero es lo cierto que el árbol mísero, desnudo y seco, inútil como una vida sin amor, que estuvo todo el día bajo el sol inmisericorde, en alto los brazos descarnados implorando al cielo plúmbeo, viendo pasar a los viajeros indiferentes camino arriba y camino abajo, sin que se le colgara un canto como un signo de amor, de las ramas inhóspitas, sin recibir una mirada y sin dar una sombra, en la noche lúcida, acariciado de brisa y de luna, estremecido de primavera, bajo el asombro de una palmera estática se floreció de estrellas!

1934

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Confidencia

A la noche impávida henchida de misterio, le dije mi palabra escondida... y sonó tan robusta mi honda voz de silencio, y fue tan profundo mi secreto, que la noche asombrada –posesa de duda– me escrutó con su ojo enorme de Luna...

Octubre de 1934

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Chocano

Como era de bronce, tuvo que morderlo el acero. Le rompieron la carne, su carne de hombre, ya que como poeta no pudieron romperle nada: ni el espíritu fuerte, ni el canto rotundo, ni la gloria integérrima. ¿Vulgar su muerte? ¡No! El puñal crepuscula el manto de los Césares. Él era emperador de América! A plena calle, a plena vida, a pleno sol, el alma entera, robusta la intención, quizá se le escapó en sangre el último poema que maduraba el corazón. Tres golpes torpes de una batuta trágica apagaron la gran Sinfonía del Continente; y donde antes su canto había tomado la forma de una guitarra con un bordón de Atlántico hacia España, el dolor de su muerte 113


–gran dolor– tomó la forma de un doble corazón. Como era de bronce tuvo que morderlo el acero.

Diciembre de 1934

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Monumento de la plaza Ribas

Monumento de la plaza Ribas, monumento enorme. Valor y heroísmo hecho recia pulpa de bronce. Bajo la bota indómita el cañón en silencio; el soldado caído en rebelde gesto, el del levitón académico; el sable en alto que venciendo tiempo se quedó para siempre cortando cielo; y aquella boca abierta de Ribas de donde se escapa la recta inflexible de su grito, de su grito-trueno, que avanza horadando infinito para enlazarse con lo eterno.

Diciembre de 1934

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Romance de la noche negra

Noche oscura y misteriosa, temblorosa de luceros, parece que huye el silencio con el ladrar de los perros. Con el ladrar de los perros parece que huye el silencio. Ya el barrio cerrรณ sus puertas y se hunde en pรกvida calma, asusta un vuelo la noche con una rรกfaga de alas. Con una rรกfaga de alas asusta un vuelo la noche. Como si tuvieran miedo las casitas se apretujan, propicia la noche negra para el vuelo de las brujas. Para el vuelo de las brujas propicia la noche negra. Menuditos los cocuyos encienden sus luminarias, se presienten en las sombras misteriosos los fantasmas. 116


Misteriosos los fantasmas se presienten en las sombras. Hiere el cielo una palmera como un espectro gigante, un reloj gime la hora con un dolor de aquelarre. Con un dolor de aquelarre un reloj gime la hora. Va en puntillas el silencio por las callejas del barrio, con la honda disnea del miedo respira un aire sonámbulo. Respira un aire sonámbulo con la honda disnea del miedo. Fosfoeléctricas pupilas de gatos en los tejados, qui-qui-ri-quí dice el gallo en la angustia de su canto. En la angustia de su canto qui-qui-ri-quí dice el gallo. Con monótona insistencia cantan insomnes los grillos, en fa menor sostenido registran violines mínimos. Registran violines mínimos en fa menor sostenido. 117


Noche miedosa y callada, vagos rumores noctámbulos, sobre la cama del cielo están temblando los astros. Están temblando los astros sobre la cama del cielo. ¿Tú tienes miedo mi niña? La noche está oscura y negra; yo tengo amor en el pecho, tú en las pupilas candela. Tú en las pupilas candela yo tengo amor en el pecho. Para tu miedo yo tengo dentro, encendida una hoguera, tú tienes cien mil caricias para mi sed de ternezas. Para mi sed de ternezas tú tienes cien mil caricias. Cuando hay amor todo es blanco, mi niña no tengas miedo! Cautivo estoy en tus brazos como en la red de un ensueño. Como en la red de un ensueño cautivo estoy en tus brazos. No tengas miedo, mi rubia; pon tu cabeza en mi pecho,

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que ahuyentaremos las sombras con una aurora de besos. Con una aurora de besos ahuyentaremos las sombras. Noche compacta y callada, dulces rumores noctรกmbulos, sobre la cama del cielo se estรกn durmiendo los astros. Se estรกn durmiendo los astros sobre la cama del cielo.

1934

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Momento

Se han puesto en marcha hacia el crepúsculo las palmeras. Se han puesto en marcha. Rosas en el viento. Rosas en el cielo. Rosas en los ojos. Se va la tarde con pasos de oro. Se va la tarde. Mil caminos y uno solo, ancho. Gira el gran torno, gira, gira la gran rueda, gira y la tarde se va poniendo redonda. ¿Quién pule la tarde? Nosotros hacia los árboles. Los árboles hacia nosotros. Savia y sangre enroscando la espiral del ritmo que hiende la altura. Hombres y árboles borrando distancias para salvar /estrellas. Aguas traslúcidas de azul intocable. Aguas salobres de meditaciones. El corazón emerge /verde. Verde. Náufragos: hay donde clavar el instinto. Hay que soltar la palabra límpida para que la clave un /lucero. ¡Que la palabra no caiga en tierra! Soliviantar la intención, rehacer sueños, ser esencia, y mirar con los ojos que están detrás de los ojos. y ahora a acoplarse al ritmo Único, a girar todo ceñido al crepúsculo. 120


Del v茅rtigo de los siete colores ha de surgir un blanco de /emoci贸n. Estamos erguidos sobre la tarde eternos hacia la noche.

Febrero 1935

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Astronomía filial A mi hija Blanca Margarita

La noche en el mundo. Tú en mis brazos. Mi vista en el cielo persiguiendo estrellas. Tú contemplas. Sirio: Alfa del Gran Can. Aldebarán: Alfa del Toro. Escuchas a tu padre astrónomo. Te miro. Sonríes. Enmiendo: Aldebarán y Sirio, tus ojos.

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Romance de brisa y sol A mi hijo José Ramón

Mi niño dame la mano, así... juntitos los dos, que nos iremos al campo por un camino de sol. Dejemos calles adentro, vámonos calles afuera, que dentro quedan cansancios y fuera aguardan promesas. Mi niño vamos al campo que quiero colmar tu anhelo, te daré para que corras un caballito de viento. Tendrás allí mil caminos que seguir a tus caprichos, cobrarán alientos de alas tus rosados piececitos. Y saltarás, que dan ímpetus los horizontes abiertos, y gritarás, que aire libre nos vuelve más ancho el pecho.

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Ideas una travesura, y si no basta tu esfuerzo, pídele auxilio mi niño a tu buen amigo el viento. Y el viento vendrá en tu ayuda, que viento y niño es lo mismo, siempre inquietos sobre el mundo dando frescura y cariño. Cuando te canses, mi hijo, tendrás para tu cansancio, alfombra de césped verde, azul sereno de espacio. Vamos al campo mi niño, para que sientas la vida y oigas un júbilo de hojas estremecidas de brisa. Allí tendrás lo que quieras, que en el campo todo es nuestro: antes florece la espiga, después florece el anhelo. Para tu boquita niña están las frutas henchidas, abiertas están las flores para tus lindas manitas.

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Se te llenarán los ojos de pastoriles visiones, verás sobre los sembrados cómo es que juegan los hombres. Y sabrás que en las casitas al amor de los fogones, suenan mejor las palabras si las dicen labradores. Verás la danza en los pozos de transparentes libélulas, y volarán mariposas para que corras tras ellas. Y si tropiezas qué importa! si vas tras de lo que anhelas! que por caminos de ideales se vuelven rosas las piedras. ¡Al campo! ¡al campo! mi niño, nos repica el corazón, que nos iremos juntitos por un camino de sol.

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Prodigio

¡Quién había de creer! que a la miseria de este pozo sucio ha de llegar la gracia de un lucero.

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Mickey Mouse

Mientras escribo, creyendo burlar mi vigilancia, el ratoncito asoma su inquietud por el agujero, puerta de su vivienda, y móvil como gota de azogue, avanza acercándose a mi mesa. El ratoncito es profesor de cautela. Bonito el animalito: gris claro su pelambre, y en su pupila inquieta y clara se hace negra su astucia, vibrante de nervios atentos. Retrocediendo y reincidiendo luego, porque mi mirada le asusta avanza el ratoncito con inquietud de brújula. Ahora protegido por mi fingida indiferencia llega hasta la violeta que ha poco se cayó de mi ojal y pugna por llevársela. ¡Vaya! ¡El ratón es poeta! porque, indudablemente, llevarse una violeta despreciando migas que dejó mi ración sólo es acción de lírico. Y ha de estar enamorado, sin duda, 127


(así se está cuando se anda con violetas) ¡Ya se la lleva! ¡Buen viaje colega! Pero no te sorprenda si tu amada, la ratoncita novia que te aguarda en la cueva, te riña y se te enfade porque no le llevaste una concha de queso, más bien que una violeta.

Julio de 1935

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Presentimiento

¿De dónde habrá de surgir la voz nueva que llene los ámbitos, profunda? ¿De dónde? ¿Dónde estará escondido como el relámpago en la nube ese acento presentido? ¡Voz de asombros! Ha de ser llena, robusta, entera. Yo sé que ha de venir, y la espero con mi luz en la mano, alta. Será fija, rotunda, total, eterna. ¿En qué pecho americano –Cotopaxi de fuegos sagrados– se estará forjando a golpes de corazón brioso ese Sí tremendo que fije el nuevo tono y afirme esta música balbuciente que está inquietando a América? Se alzará –dominándolo– sobre el dúo magnífico de los dos gigantes 129


que por Panamá se estrecharon las manos, y se irá a todas partes como los vientos. ¡Voz redonda sobre el mundo! Yo sé que ha de llegar, justa, cabal. Ese día a lo largo de América, sobre inútiles ruinas de cantos vencidos, tocarán a muerto las campanas.

Agosto de 1935

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Por fin

¡Por fin estoy como quería!: Decorado de estrellas. Aquí las tengo todas sobre el pecho temblando de emoción a mi contacto. Me brilla una en la frente; muchas palpitan luminosas en mis manos. Por fin estoy como anhelaba, consubstanciado con los astros. ¡Oh! pozo milagrero del agua casta! ¡muy tuyo fue el milagro!

Agosto de 1935

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Dueños

Entre Dios y yo nos hemos repartido el Mundo. Él le dio forma y belleza. Yo lo contemplo y lo siento. ¿De quién es esa estrella que brilla allá arriba?

Diciembre de 1935

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LOS ESPEJOS DE MÁS ALLÁ (1938)

Las dos fechas al pie de cada uno de los poemas corresponden al nacimiento del poema y a su publicación.



Viaje a través de un cilindro A Ángel Miguel Queremel

Entre selvas de sombras y silencios, fluye la hora profunda, cuajada de misterios, sin cifras ni campanas en el Tiempo y en la Eternidad; y lastrados de tierra, los ruidos y las voces, como pájaros ciegos se suicidan sobre un mundo de caucho. Sólo un chirrido leve rompe atmósferas y éteres y superpuestos cielos, y tomo puesto cósmico como la luz, como la sombra /misma, porque él es vibración aun, todavía, de aquel plural /espíritu que estuvo en Scheiner, Newton, Herschel, Gregory. Sólo un chirrido leve. es el chocar de dientes de recíprocos cobres /matemáticos, la voz de lentos discos simultáneos, el resbalar preciso de íntimos eslabones que desperezan sabias geometrías. Una gran flor de ángulos se está abriendo en la Tierra para el milagro inmenso de presenciar lo eterno. 137


Ya los largos cañones se tienden a la altura, los cañones sin algodones envilecidos, sin nitro y sin muerte, sin manos y sin ojos malditos, sin súbitas auroras pavorosas y olor de cataclismo, ni amargos humos de odios y de crímenes. Ya los largos cañones hermosos y bruñidos, con bocas silenciosas de genios y de esfinges, con miradas de dioses y emocionadas manos mojadas de luceros, con santidad de mártires cristales y parabolismo de espejos torturados, apuntan hacia los cielos expectantes, asombrosos de multiplicaciones. Sobre las anchas bocas cazadoras de estrellas se están muriendo las distancias. Cataratas de números y letras muertas caen entre lluvias de luces y mundos desbordados. Abajo, donde la luz se cuenta por velas encendidas y los brazos abiertos mensuran lejanías, todo se ha hecho como de humo y niebla –evasión de lo mínimo ante lo inmensurable–. El mundo ahora es un ángulo, en cuyo vértice un cerebro y un ojo interrogan a Dios. Y más lejos de tierras y de lunas, más lejos de canales y de anillos y sumisos satélites, donde alfabetos griegos definen jerarquías 138


entre la pirotecnia de los astros, –¡Oh, impulso generoso de vidrios y de azogues!–, ya la mirada tiene avances millonarios. Ya se fatigan álgebras en la inmensa parábola, desde las lentas Osas, hasta la balanceante Cruz del Sur. Infinito. Infinito. Infinito. Están girando los Ecuatoriales.

Caracas, mayo de 1937. 15 de agosto de 1937

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El mar se baña en tu cuerpo A Luis Fernando Álvarez

Sin desovillados sueños de gusanos y mariposas, sin realizadas insinuaciones de tenderos, con vestido de sol y de brisa y elementales zapatillas de conchas y de arenas, te irgues en la playa –mástil de un navío de deseos–, y te proyectas sobre telones amplios de mañana, llovidos /de sol. Estás aquí, cercana, espuma en la arena inmóvil, sin viajes, envidiosa de ese ir y venir de aguas y de peces y de buques y de brisas; y estás allá, lejana, perdida entre velas y sacrificados árboles transatlánticos, y flechas de vuelos que te atraviesan de parte a parte. Estás allá, hecha nube perfecta, donde vientos geniales labraron el poema exacto de tu forma. Estás allá, violando el horizonte; te fugas entre vertiginosas pantallas de Machaty hacia helados mares

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y recostada en la borda de fantásticos barcos, incendiada por bengalas polares por entre domesticados rebaños de icebergs, atraviesas el alma lenta de caducas noches boreales. Pero ahora estás hundida en el mar, donde peces artistas se están aprendiendo de memoria /tu cuerpo –tu cuerpo, ladrón de tu cuerpo el mar–. Estás en el mar, donde tus pies premiados entre certámenes de rosados caracoles, ensayan mitologías. Brillantes constelaciones de escamas pasan por tu meridiano, y el agua profunda en conservatorios arranca pianos a tus marfiles decididos. No se sabe si eres tú la que se está bañando de mar, o si es el mar el que se está bañando de ti. Tus senos dan lecciones de curvas a las olas. Estás allá entre cuajados dolores de ostras, con voz verde, con cabellos humildes, olorosa a silbido de sirenas, olorosa a penumbras y a noche de bodas. Estás allí hundida, bañada de mar, de brisa, de sol, de mi mirada buceadora que te seguiría si te hundieras

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hasta donde familiares pulpos manejan el timón de ladeados buques inmóviles. Se hace una gran circunferencia de ti, contigo en todas las cosas, y tú, centro. ¡Qué inútil sería ahora el mar sin tu presencia en las /aguas!

Caracas, noviembre de 1936. 5 de diciembre de 1936

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Fe-rro-ca-rril

Había circulado bajo raíces desecadas, caracoles rotos, y esqueletos de peces ciudadanos de encantadas ciudades de aguas fugadas hace tiempos; por entre venas y arterias blancas de enterrados mapas, caminos perdidos y nubes prisioneras y cielos sin vuelos. Venía de adentro, del pecho mismo de la Tierra, donde se hace la voz de los volcanes, entre retorcimientos de tiempo y lentos laboratorios de siglos sin calendarios. Venía hecho de átomos F. e., moléculas de hullas, marmitas de Papin y máquinas de Watt. Se había sensibilizado en vegetales células y clorofilizado en las antenas de las palmeras victoriosas. Allí estuvo –¿cuánto tiempo?–, alto, verde, el grito; tendido a todos los horizontes, bajo el cielo, sobre la /pampa donde esperaban hombres ansiosos, asidos a hilos de /esperanza. Ya es humo de sueños en la tolvanera; espejismo de ojos visionarios con miradas pintadas de verde 143


ancladas en transparentes lejanías de cielos y llanuras infinitos. Esfera de anhelos girando sobre un eje de voluntades. Geometrías y Matemáticas doctorarán la pampa. ¿Quién se opone a la marcha de las paralelas? Habrá rumbos precisos para esos sueños blancos de plumas errantes, y pausas de asombro en el trote de los rebaños /mugidores. Espesos humos dejados en las manos del viento serán la estela exacta de vertiginosos viajes. Había circulado bajo la piel de la Tierra; y ahora está en boca de los hombres. Mañana estará en el pito de alegres locomotoras. Ya viajamos en sueños concretos, persiguiendo remolinos azules de horizontes /destrozados, entre saludos de palmeras que pasan y lunas fugitivas, y errantes, maravillosos cinemas. Imprevistas estrellas nos gritan en rojo y verde las órdenes de marcha, y hondos mugidos, húmedos de luceros, se asoman a las ventanillas, abiertas a civilizadas brisas. Todo se mueve alrededor de nosotros

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y somos el centro de un vértigo milagroso. Abrimos un gran ángulo hacia la Cruz del Sur. ¡Qué sonoro galope de ruedas y silbidos de sirenas musicalizarán entonces la pampa!

Caracas, octubre de 1936. 25 de octubre de 1936

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Sombras

Espesas tintas chinas, exprimidas de Soles y Lunas /apagados, me borran del mundo. Ya soy substancia negra, indelineada, fundida en la /noche profunda. No existo. Soy sólo un soplo tibio entre el frío de las sombras; un tun tun rítmico que tamborilea sordas pieles de /noche, prensadas en grandes aros de silencio. Las líneas han perdido sus rumbos, todo se hace esférico, sin contornos, y no sé si soy horizonte o si soy cielo, brújula o torre. No sé si esto que creo mi cama, es un bote náufrago, perdido en este mar de aguas negras, sin ruidos, donde navegan pavóricos navíos de hinchadas velas /oscuras, hacia puertos de no se sabe qué costas. Persistentes cucarachas de peludas patas y hambrientas /ratas arañan papelerías en mis paredes internas, por donde trepan gatos de uñas rabiosas que fabrican sus afilados ojos de fuego en mi cerebro. 146


Pasan hombres y mujeres con carnes de luna y agresivos ojos de miradas de vidrio; marchan como cogidos de las manos, y se alejan con inmutables gestos hasta que son tragados por violentos remolinos de /sombras que los acosan y los sepultan en su misma actitud /hierática. Lentas piedras me traspasan, y una lluvia de cigarras muertas me cae sobre las sienes. Siento en mis oídos hervir esa substancia negra que ha derretido el mundo, concreción espantosa de toda vida y de toda forma. ¡Ah! si yo pudiera lanzar un grito, ¡qué horroroso cataclismo se desataría en estos territorios de carbón! De más allá de cobres dispersos en la noche, de más allá de perros alucinados, de radios y violines muertos, de más allá de fronteras de crepúsculos, me llegan gritos y voces, como lobos flacos, escapados, arrastrando cadenas rotas y oteando con largos hocicos húmedos ese pesado olor de cosas muertas que flota en las /tinieblas.

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Llegan gestos y palabras con rostros lejanos; vienen de allá de aquel mundo cubierto de cenizas, /olvidado, y apenas si los reconozco, porque estoy a mil leguas de plazas, de campanas y de árboles afirmativos. ¿Serán verdad aquellas calles y aquellos hombres y aquellas mujeres, y aquellos vinos de luz y de colores? ¿Y ésta no será la sola verdad, esta profunda, hirviente, /negra, que me envuelve? ¿Yo existo? Y si existo, ¿tendré al mundo prisionero dentro de la cabeza de un /fósforo?

Caracas, diciembre de 1936. 17 de enero de 1937

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Mi poema a los niños muertos en la guerra de España A Vicente Gerbasi

Como si cayesen podridas todas las estrellas, como si asquerosos insectos deshojasen todas las flores, como si peludas manos retorcieran las gargantas de /todos los pájaros, como si fuesen machacadas todas las hormigas, y arrancados los ojos de todos los muñecos. Como si se quedaran sin alas todas las abejas, como si fuesen devorados todos los peces, como si fuesen triturados todos los caracoles, como si rabiosos hacheros derribasen todos los árboles, y se apagasen todas las canciones y se quedara mudo el mundo. Como si en absurdos almanaques fuesen borradas todas /las Navidades, como si se incendiaran todos los arbolitos, y se perdiera el Tío Nicolás, y se quedaran solos, tristemente solos, debajo de las cunas vacías, todos los zapatitos. ¡Ah, entre terrones y cenizas y hediondos humos, están /ellos! sin bombones, sin mieles, sin teteros, 149


ni estampas, ni barajas, ni pelotas, ni azules bombas, ni inconexas palabras –¡tan conexas!– sin violines de llantos y de risas, junto a caballitos despanzurrados, muñecos mutilados y desesperadas madres que desflecan en el viento angustiado su doloroso grito. ¡Que un pedazo de noche se nos cuaje en los ojos, que pesadas cortinas nos tumben la mirada, que anchas puertas de plomo se cierren tras nosotros, que algodones de muerte nos tapen los oídos, para no ver ni oír ese romperse de alas inaudito, ese abatirse de ángeles bajo cielos atónitos y estupefactas lunas doloridas! ¡Que no les veamos nunca las caras! ¡No, Dios mío! signadas de alacranes y murciélagos, a esos trituradores de huesos, que con furiosas uñas retorcidas arañan a la tierra reseca, que les salta a los ojos /inyectados que chirrían sus desesperadas mandíbulas, y con anchos carrillos soplan frío sobre el mundo. ¡Oh, no, Dios mío! ¡déjanos lejos, lejos! con este viento helado sobre el pecho, y esta piedra metida en la garganta, llorar por los idiomas de azúcar ya perdidos, llorar por las violetas arrancadas, llorar por tantas cuerdas destrozadas, 150


llorar por todo aquello roto, irremediablemente roto. DĂŠjanos, Dios mĂ­o, entre bosques de pinos, diciendo para ellos bajo estrellas humildes, nuestros himnos.

Caracas, julio de 1937. 31 de julio de 1937

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Miedo de tu presencia en mí

Te había buscado en la hora desierta de mis túneles /abandonados y de mis ciudades bombardeadas, cuando relojes de borrosas esferas y fatigados péndulos querían llenar el aire del minuto magnífico de tu /presencia. Te había buscado en la pirotecnia de mis auroras /boreales, en el incendio de los meridianos de mis mundos de /azúcar y música, entre algas, caracoles y sirenas en mis tecnicolores /submarinos, y en las ventanillas de mis trenes regresados de Rusias y de Suizas de opio y niebla. Había buscado tu rostro entre tréboles y violetas, entre sutiles ángeles evadidos de cigarrillos rubios, en espejos de vino y de ginebra, en esas espirales de violines y pianos disparados hacia las constelaciones, y en los blancos cinemas del sueño sincronizados a sublunares músicas. Había buscado tus ojos en el sol madurado en las uvas, y en las vidrieras de las jugueterías; 152


tu pelo en la sombra que destilan los pinos y en las sedas desflecadas con que ciertas brisas nocturnas nos besan en el rostro. Había buscado tus manos entre los lirios desfallecidos frente a las lunas íntimas de íntimas alcobas, en las alas resignadas de las mariposas cautivas, y el ruido de tus pasos en esas rosas desprendidas de los balcones, en el caer de esas plumas ingrávidas sueltas en el destino del viento. Te había llamado erguido sobre mi rosa náutica, con la voz redonda de los marineros. Te había llamado con voz de niño huérfano, de solitario náufrago, con angustia de viajero perdido en la noche a quien de pronto una luz en los ojos le da el alto quien /vive. Pero ya estás aquí, en maravillosa presencia de luz, música y perfume. Aquí junto a mí, tras de mí, frente a mí, envolviéndome como una atmósfera luminosa y tibia, llenándolo todo con tu voz. Qué dicha poder decir ¡ya estás aquí! y qué dicha aun mayor poder llamarte ¡Mía! con palabra /total 153


que rebote de mi boca a tu boca. Te miro y te nombro, con susto ingenuo de muchacho que teme por su /juguete nuevo. ¡Te miro y te nombro, lleno de ese terrible y miedoso miedo de perderte, y no poder buscarte ni llamarte más nunca! Alguna vez, ¿se habrá apagado una estrella?

Caracas, agosto de 1937. 23 de enero de 1938

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Medio día sobre el mundo

Se ha podrido la música de las abejas y un denso fermento de silencio estalla sus burbujas en /mi pulso. Las hojas, resignadas, duermen la fiebre de esa sangre de cielos incendiados que circula en las venas de los árboles. A cada palmera le ha caído al pie su génesis de arenas, inéditas guitarras adhieren sus músicas a las resinas de los pinos estáticos, y ángeles se desploman de las rosas fatigadas de sol. Quiebran sus parábolas los martillos en el abandono de los brazos lacios; rompen sus mecánicas las grúas, y en poleas sorprendidas aletea el postrer impulso de las ruedas detenidas de /pronto. Insectos recién llegados, con agudas estopas, borran hasta las últimas huellas de las máquinas de /escribir; adormiladas hormigas recogen microscópicas migas de /ruidos, y una rueca invisible, lenta, irremediable,

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enrolla el hilo de los sueños, como arrancándolo, como extrayéndolo del fondo /mismo del espíritu. Acaso en alta mar algún velero, con el Sol en la punta del palo mayor, salva la última reliquia de viento. Yo soy el único rebelado en esta hora gruesa de los sonidos estrangulados, de los aniquilamientos profundos, en que los vuelos se dividen en ida y regreso y estúpidos relojes aplauden el fracaso del mundo. Yo soy el único rebelado ante esta quieta inquietud /invasora, ante este desmoronamiento de impulsos, de gestos, de /mensajes, en que uno como soplo de muerte pasa sin pasar sobre los seres y las cosas. Resbalo mis manos apresuradas, angustiosas, torpes –como ciegas–, por pulidas caobas buscando golpear con dedos inconformes y violentos los teclados ocultos de esos encortinados pianos de las doce merídiem. Yo soy el único rebelado, y sin embargo, mi voz tampoco suena. Un peso de milenios gravita sobre ella, ahogándola.

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El peso de una orden secreta, inevadible, cosmogónica, que viene atravesando soles y lunas y hombres y árboles y pájaros e insectos, hasta clavarse en la medula misma de la Tierra. Y mi voz –¡mi pobre voz!– vencida ahora, súmase a ese tremendo ensayo que hace el Mundo para el minuto horrible de su quietud definitiva, cuando ya no haya un hombre despierto que capte su infinito, pavoroso grito de silencio. Yo soy el único rebelado, yo, irreductible, yo baluarte del eco. Aquí estoy con la voz en el puño, arrancada de mi garganta sorda, para lanzarla lejos, fuerte, sonora, cuando me asome de nuevo al mundo a través del triángulo de los relojes arrepentidos.

Caracas, septiembre de 1937. 17 de octubre de 1937

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Tu encuentro en la muerte de los colores Más acá de los vidrios rotos de la tarde, más acá del límite de tu perfume y tu mirada. Aquí donde un grillo toma el tamaño de la noche y podría una flauta hacer estallar los cristales del cielo. Aquí, donde la hoja húmeda lee el mensaje venido de /más allá del Sol, y la hierba busca el contacto con la nube, bajo un silencio dulce de desfile de hormigas estoy conmigo a solas, y contigo sin ti. Y de mi soledad naces de nuevo, blanca y fragante, con tu misma frescura de lirio nocturno y tu sabor de azucarada almendra. Te miro entonces con estos otros ojos míos, que saben encontrarte a través de las torres y los muros y la fina hendedura de la niebla, y contemplo tu cuerpo, hijo de la harina y de la rosa, tu cuerpo donde podría viajar la estrella sin ser vista. Y sobre mi silencio gotean tus palabras. Esas palabras tuyas que bajan a la punta de tus dedos, mientras roza mis sienes ese vuelo de paloma herida que hay en tu corazón. 158


¡Ah, tú, siempre tú, en mí, y en mi mundo! Tú antes de la flor y de la estrella, tú antes del caracol y de la fuente. Presencia anunciadora de todas y cada una de las cosas, golpe de ensueño, y evasión y encuentro sobre mis ojos ávidos buscándote. Te veo fugar de los violines con vestido de música, y desprender tu pie de la violeta, y sonreír sobre el avión azul que alzó su vuelo lento desde mi cigarrillo. ¡Tú!, tú en mí, y tú en mi mundo. Vas adicta a mi ser cual la luz al espejo. Llevo en mi mano el gesto de detener tus pasos, y en mi corazón va siempre el grito de llamarte como el estallido en la dinamita. ¡Ah! si te me fueras lejos, asida al hilo de una estrella, ¡cómo iría mi lamento a estremecer los lirios de la Luna! Te siento –tibia esencia– circulando en mis venas; hasta mi pulso llegas a contar los minutos que te pienso. Ya respiro tu aliento de durazno y de nardo, y por mi oído entra la abeja de tu voz venida del corazón de la manzana.

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¿En qué rincón de sombras estás buscando ahora el fino alambre de aire que ha de traerme tu sollozo? ¿Pero podría yo reír ahora? Despertarían los pájaros, y asustarían la noche con sus alas en fuga. Quiero llorar para llegar a ti sobre cualquier lamento de la noche; en el gemido de una cuerda rota o en un golpe de /viento. Quiero llorar por las cincuenta calles que separan mis ojos de tus ojos, por el dolor desnudo de los tallos que hoy quedaron sin /flores. Quiero llorar mis alegrías nacidas al margen de tus ojos, quiero llorar por mis tristezas rotas sobre la arquitectura de los vinos. Más acá de los vidrios de la tarde, aquí, contigo, yo. Más allá de mi soledad y mi silencio, allí, conmigo, tú.

Caracas, enero de 1938. 30 de enero de 1938

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GONG EN EL TIEMPO (1941)

Las dos fechas al pie de cada uno de los poemas corresponden al nacimiento del poema y a su publicaci贸n.



SUMA DEL BARRO Y LA ESTRELLA



Armonía y visión del destino del poeta A Fernando Cabrices

Si no fuera por nosotros, ¿qué sería del pichón de golondrina muerto en la nieve? ¿qué de la delgada espiga que en el tejado cambia signos con la veleta que en la torre toma el pulso del viento, y de la impercibida florecilla nacida entre la vibración de los telegramas? Si no fuera por nosotros, ¿quién daría geografía e historia del pájaro que cantó una vez sobre esa silla de madera /derruida? ¿Quién oiría la explosión del grano de anís, y vería el ángel que se escapa del lirio que se abre en la /madrugada? Si no fuera por nosotros, ¿quién recordaría el viento que una noche sopló largamente sobre esa guitarra?; ¿qué se sabría de la tímida canción que busca rumbos en /el polo, y de los niños que se murieron en la voz religiosa del /órgano, y de la hojita 31 naciendo y muriendo en el alba primera /de enero,

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y de la estrella que en el basurero le nació a la cacerola /abandonada? ¿Y quién traduciría esos pequeños cables, sin radios ni /periódicos, “se extravió tras el árbol la hormiga embanderada”, “perdió una pata el grillo”, “anoche se murió el /escarabajo”? Si no fuera por nosotros, ¿qué se sabría del cataclismo de la gota de agua, y de los campanarios y las torres en la ciudad de las /estalagmitas? ¿Quién se mojaría los cabellos en la lluvia del humo /hacia los cielos? ¿Quién daría memoria y cuenta del jazminero y del /almendro, y contaría la fábula de la medusa y de la mariposa? Si no fuera por nosotros, ¿quién adivinaría la luna de aquel dedo, y la harina y la miel de aquella garganta en la vidriera de la casa de empeños, y escucharía, con el corazón alto y gimiendo, la cigarra profunda nacida en la máquina de media /noche? Si no fuera por nosotros, ¿quién derretiría la oscura geometría de los cañones y /ametralladoras 168


en el fuego de las maldiciones, imprecaría los índices medrosos que en el verde fraterno /de los mapas marcan rumbos de crimen y conquistas, y lloraría con llanto interminable de limón y de áloe, la negra muerte-muerte, sin flores y sin tumba, de los niños –¡cuánta sombra y horror!–, sacrificados? ¡Oh, nosotros, nosotros!, los desvelados, los /perseguidos, los infatigables, puente tendido para llegar los otros hasta el fondo secreto y profundo de las cosas, hasta esa parte casi humana tan cercana a nuestra propia esencia. Por nosotros rompe el Sol en los cielos sus redomas de /luz y de colores, y gira el mundo entre aire de violetas sobre un eje de música y destinos. ¡Sí, nosotros, nosotros! los del ojo dispuesto y el corazón /alerta, los del soplo de Dios sobre la frente. Las ventanas prismáticas de este palacio amargo, de tierra y mar y cielo y hierro y muerte. ¡Sí, nosotros, nosotros! los que sabemos que la diferencia entre el sol y las /sombras es la rosa; los que descubrimos la ignorada estrella, antes del /logaritmo y de la lente; 169


y hemos oído una tempestad con el oído atento sobre /una bellota; los que tenemos el corazón de pan y miel y seda; los que vamos pasando por la vida como pasan los /astros por la noche. Los que cuando chocamos con la muerte nos rompemos en luces como un cristal lanzado contra /el muro. ¡Venid hacia nosotros! Tú la menuda hierba, tú, el átomo de piedra, tú la brizna de árbol, a tomar nueva vida en nuestras manos, y a ser en ese todo inconmensurable entre cuyas penumbras misteriosas dirigimos la luz.

Caracas, julio de 1938. 17 de julio de 1938

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Matiz y acento de la viva muerte de Luis Fernando Álvarez Estás ahí, centinela de fantasmas, al pie de la torre negra de la muerte. Los pájaros que vuelan de tus ojos quiebran sus alas sobre cielos de plomo, donde angustiadas estrellas palpitan el fatídico oráculo de sus astrologías. Entre agrios terrones se hunden tus pies, raíces sufridas que te atan a la tierra, y creces en tu noche como un árbol solitario cuyas melenas funerarias azotan mentolados vientos de eternidad y de misterio. En actitud de abandonado náufrago, buscando en tu delirio un cable lanzado del trasmundo, agitas en lo alto tus manos y tus brazos desesperados, como las asustadas velas de un navío pirateado navegando al azar con la tripulación asesinada. Lejos del arco iris y de la mariposa, desterrado de la flauta y el nardo, un coro de abejas negras rodea tu cabeza, goteando sus /sustancias para tus densas mieles de silencio y tus cirios de luto.

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La palidez de tu frente rompe la brea de tu soledad, y no es ya la esfera del reloj de tu vida, cancelando minutos de música y de rosas, de huracanes y lágrimas, de mujeres y pájaros, sino la cal de tus huesos triunfantes, el fuego fatuo de tu calavera, venciendo tus tinieblas. Sobre un viento de augurios arrojaste el azúcar de tus /manos, y soltando tus piedras amargas en esas aguas negras que retratan tu abandono, que te amenazan de naufragio, te has puesto a mirar crecer las ondas de los designios como un dios idiota. A tu alrededor giran las corcheas de la muerte; mientras que sobre tu cabeza, sobre los aires fríos de los más altos límites del mundo, oscila esa inmensa campana que llama a los silencios /profundos, soltando como palomas negras sus broncas campanadas /de madera. Hablas entonces con voz ultraterrestre, con idioma escuchado en las cosmopolitas avenidas, /como infinitos túneles, por donde trafican los difuntos con sus violetas verdes y sus coronas congeladas.

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Porque tú echaste al mar tus guitarras, porque tú tronchaste los claveles y las magnolias /celestes, porque tú soplaste sobre la Luna, tu voz se hizo llorosa como órgano nocturno. Y así en tu noche, en la noche del mundo, solo la llama azul de tu corazón como un pino de luz hunde su filo en las constelaciones.

Caracas, octubre de 1938. 6 de noviembre de 1938

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Viaje de ida de Ángel Miguel Queremel Yo sé que de algún árbol, entre un suspiro vertical de /hojas, se desprendió un fruto maduro, llamado por la tierra para pudrir su miel y su perfume. Yo sé que en algún lugar, un pájaro cegado de /improviso, suicidó la parábola del vuelo contra una negra roca. Yo sé que en algún punto del mar, una flauta bajó a ahogar en las profundas aguas su lírica garganta de madera perfecta. Yo sé que en alguna ribera solitaria una caracola desintegró su espiral de dormida música y reintegró a la arena sus nácares pulidos. Estoy seguro que en algún sitio tembló la llama de una /espiga y doblegó, vencido, su inconcluso vuelo hacia los cielos; que en un dormido bosque una cigarra rompió de pronto el hilo de su música creyendo oír latir el corazón del árbol;

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que en algún estrellado marítimo camino, un marinero en soledad nocturna oyó el canto dolido de una sirena desvelada; que en alguna alta torre una campana sintió un impulso /leve, invitándola a soltar su llanto de bronce dolorido. Yo sé que algo dolió en la rosa, que algo brilló en las /sombras, que algo se movió en el silencio. Yo sé que algo debió pasar, que algo debió gemir en el /mundo herido por el soplo de su muerte. ¡Decidme!, vosotros, los de la frente de éter y de fuego, y vosotros los de las manos de anillos y el corazón /descendido: la muerte de un poeta ¿no es el apagarse de un mundo? Por eso cuando digo: ¡Se murió Queremel!, oigo mi propia voz dar tumbos en mi pecho como cuerpo rodando hacia el abismo, y en mi boca las palabras estriden con rumor amargo como si mascase la madera de un violín antiguo. Y cuando Luis Fernando, Óscar, Rafael, Vicente, Pablo, Fernando, Otto, Pascual, poetas, dicen: ¡Se murió /Queremel!

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duele en el pie desnudo de la voz el ácido guijarro, y un anillo de hierro nos cae sobre los hombros. Con las uñas hundidas en el recuerdo, dudando todavía, nos miramos a los ojos deshabitados por su presencia, mientras la mariposa irremediable describe sus círculos /de sombra en derredor de nuestra lámpara afligida. ¡Pero ahí está la oscura verdad hecha de silencio y música petrificada, y caja negra, y lirios yacentes! En este sitio vacío con desolada silla y vaso triste y /número destruido, hay algo como de casa cerrada por fuera, como de piano vuelto a la pared, de oquedad de huella, de libro abierto a media noche sobre una mesa /abandonada, de removida tierra de donde fue desarraigado un árbol. ¡Ah! ¡oscura puerta abierta hacia las sombras y llorando! Venciendo sus nieves, rompiendo grises brumas, por entre verdes y azules convalecientes, vemos cómo nuestro corazón va andando en muletas hacia los horizontes del sueño donde la más alta estrella sigue moviendo sus signos /eternos. Caracas, mayo de 1939. Junio de 1939

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DEL AMOR Y DEL SUEテ前



Tan sólo vienes de regreso y cantando Para Ligia Rojas

Ya tú habías nacido en mi corazón cuando llegaste hasta mí con tus pies de palomas /dormidas y tu frente de violenta estrella. Antes de conocer tus alburas ya había visto tus nardos y tus rosas florecer en todas las auroras del mundo y la alta nube del mediodía fijo me había dado el lácteo color de tu garganta. Cuando aún tu acento no había llegado hasta mi oído, en las nocturnas fuentes, en el agua al agua regresando, ya destrozada su alta sed de constelaciones, y en esos invisibles violines que entre las ramas hieren finos arcos de brisa, había oído tu voz, pura como la flor que nace de la madera de la flauta. Antes de ver tus manos de leve fuego y seda, había sentido tus dedos entre mi pelo en ese viento amigo que a veces en la noche sopla sobre mi cabeza y refresca mis sienes, tratando de apagar la vigilante luz 179


que arde detrás de mi frente, y me ilumina y devora como la llama a la bujía que la alimenta. Y en esa hora grave, transparente de cristales nocturnos, en que el grillo podría ser una estrella vibrando sus /metales, y la hoja caída un rumor ancho de horizonte a horizonte, y un beso de onda en onda podría llenar los ámbitos; cuando el lirio en las sombras esgrime su espada de /perfumes, y desciende el misterio como lluvia u otoño, y yo de torpes cosas me desnudo y arrojo lastre de sonido y polvo, y de mí mismo surjo y me levanto buscando un aire /celeste, tus ojos me habían mirado en las mejores estrellas. Ya habías llegado conmigo al corazón de la piedra donde el amor naciendo en la niñez del mundo dejó su fósil huella de indestructibles nácares; y conmigo habías bajado a la raíz del árbol, profunda en la tierra como la vida en nosotros, a la raíz del árbol, oscura y retorcida, de donde la flor salta en busca de su cielo, y a la ciudad, sin sol y sin estrellas, en que enciende su lámpara de amor la hormiga /infatigable. Y en esa otra hora, lenta,

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rodeada de paredes y de sábanas y de objetos /mirándonos, circundada de empinados relojes creciendo hacia el /silencio, cuando, triste cansado, solitario, golpeo con mis zapatos a la puerta del sueño, tú habías estado a mi lado alentándome a mis tecnicolores y a mis secretas músicas. Antes de estar –¡tan tierna!– así a mi lado, adherida a mis gestos y a mis pasos, atravesada por mis besos, multiplicada por mis espejos, con transparente rostro que va y viene, al libro, al vaso, a la ventana, a la lejana nube, antes de yo poder decirte, como ahora, ¡vida mía! o bien: Péinate como la media noche, o ponte aquel vestido de color de perfume, y píntate los labios con abriles, y poder preguntarte qué horas son en tu sangre, y a cuántos pasos de tu corazón habrá de ser mi encuentro con la rosa, ya tú estabas en mí con tus anillos. Por eso, vida mía, ¡oh, incalculable número de fuego! ¡geometría de mis ansias y mis sueños! no me ha sorprendido tu presencia, cuando ante mí estuviste carne y besos,

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y rosas y jazmines y palabras. Cuando mis ojos te miraron cierta como el sueño del niño, realizado por la magia del hada bondadosa. Apenas si te miro de regreso y sonriendo, como si regresaras de tu pañuelo en alto, o de tus mismos dedos trenzando sobre el aire los signos de tu ausencia, y trajeras violetas y cantos en las manos, y un “imposible ya vivir sin ti” en los labios. Y yo te hubiese dicho: entra a mi corazón, cierra las puertas, y ya no salgas más: afuera hay lluvia, y viento, y hielo, y muerte.

Caracas, abril de 1940. Abril de 1940

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ECOS INAUDITOS



Preguntas desesperadas en la honda vigilia A Óscar Rojas Jiménez

¿De dónde este oscuro rumor que toca en las paredes de /la noche como viajero perdido, no escuchado, que hubiera caminado interminables días e /interminables noches para llegar ahora hasta nosotros? ¿De dónde este denso rumor, como colmena ardiendo, que nos detiene la respiración, y pone en nuestro pulso la evidencia de una vida cobarde, sin relieves, pesando en nuestro pecho, en nuestras piernas, en nuestras manos, en nuestros ojos, con gravedad tremenda de conciencia de pronto /rebelada? ¿De dónde este ruido de balcones y cúpulas desechas, este estruendo de torre cercenada, y ese clamor desafinado de campana descendida, regresada a la tierra, como buscando de nuevo sus oscuros orígenes /profundos? ¿De dónde, y por qué, este tric-trac del aire mordido por /fusiles, 185


ese agudo rumor de bala en marcha el estallar de huesos como cañas partidas por el viento, y ese último, delgado gemido del soldado que contempla la muerte en las estrellas mientras llueve en sus botas y en su pelo? ¿De dónde este rumor apocalíptico que escala el eco como ronco trueno cuando sueltan sus buitres los cañones, florece la granada su violencia, y el apócrifo pez tiembla y avanza, detiene su traición, choca y estalla entre una maldición de aguas violadas? ¿De dónde, por dónde, y hacia dónde, este lento rumor /de pasos lentos sincrónicos al llanto y al quejido, dejando en los caminos, interminablemente dolorosos, zapatos rotos, trajes destrozados, teteros sin destino, muñecos huérfanos, lágrimas y sangre, huyendo de la furia y de la muerte? ¿De dónde este rumor de aguas bíblicas, desenfrenadas, locas –como potros huyendo con candela en la cola–, que saltan las represas, y hunden verdes, y sepultan aldeas, chozas y nidos? ¿De dónde este rumor de ahogado llanto de los que están muriendo nuevamente, sordamente, /como antes, 186


con un dolor de siglos destrozados, en el rasgado lienzo, el mármol roto y el incendiado /libro, que da su última imagen en afligida lluvia de cenizas? ¡Y nosotros, Dios mío, no oímos este sordo rumor, que llega, y pasa, y sigue, inundando la noche con sus aguas de crecido río de dolor, espeso, negro, dándole vuelta al mundo como cinta de angustia /torturante! ¿Y a su contacto, por qué no nos estallan los oídos, como el maldito acero de la bomba, para quedarnos sordos, sordos para siempre, y no escuchar después ni nuestra propia voz acusadora? Y las ciudades lentas, alejadas del fuego y la metralla, los que están más acá de los paralelos incendiados, más acá del grito y de la sangre, más acá del frío, más acá del hambre, más acá de los huesos calcinados, regresadas, apenas, de pálidos países de pantallas, duermen en indolencia, sordas, mudas, olvidadas, mientras que el cielo pasa, palpitando, sus caravanas de constelaciones. ¿Y nosotros, pobres indiferentes, por qué dormimos? o desvelamos, hundiendo nuestros sueños entre difuntas plumas y rumorosas sábanas,

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¿por qué reímos, por qué cantamos, por qué danzamos, por qué tenemos pan y miel y vino, y un violín para la hora desolada, y un pino en el jardín, y una ventana al mar, o al cielo, o al horizonte, y un amor allí enfrente, al lado, o tras la esquina? Pero dentro del pecho indiferente, el corazón llamándonos, golpea incesantemente, como el preso que quiere hacerse oír del carcelero. Pongámonos de pie, gritemos, gritemos furiosamente, /dolorosamente. Alcemos nuestros brazos al cielo, hacia ese mismo cielo que viene de los campos de /batalla. Arañemos el suelo, las paredes, los muros, corramos con desnudos pies sobre desnudas piedras, mordamos el acero de las rejas, rompamos nuestra frente contra el helado hierro de los /postes, contra las puertas cerradas, contra las ventanas cerradas, para que así sepamos que es la hora de la sangre y de las /lágrimas, y que allá, detrás de estas cortinas, allá donde el mundo se derrumba, entre aquella muerte, está naciendo nuestra muerte.

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Pero desde algĂşn punto, la vida nos llama sonando su trompeta de cobres /magnĂ­ficos.

Caracas, diciembre de 1938. 15 de enero de 1939

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Voz y mensaje con estática de la guerra Otra vez la muerte a horcajadas sobre el mundo como fatal jinete de dolor y de espanto, regando su espeso betún de sangre indisculpable y su lluvia de huesos inocentes. Otra vez la guerra soplando su aliento furioso de dinamita y pólvora y su frío de alambradas y agudas bayonetas, y desde duros cielos, sin pájaros ni cantos, donde hélices malditas mortifican el aire con su ruido perverso de moscas infinitas, otra vez la muerte cayendo en goterones, sobre las ciudades con amores y anhelos, con muñecos y anillos, con poemas y mármoles, sobre las ciudades temerosas, huyendo dentro de sí /mismas como el caracol dentro de sus nácares. En la entraña profunda del agua bajo el agua, donde la vida sus alegres legiones multiplica, otra vez la muerte entre jardines submarinos y transparentes nupcias de peces y medusas, mientras espía con su ojo de cristal violentado, arriba, donde el mar sus azules colinas desenvuelve. 190


Otra vez la muerte avanzando en el giro de la rueda, en donde el estampido su pie de fuego afirma, y en el fiero engranaje de esos monstruos de acero en que marcha blindada incontenible y loca. Otra vez tableteando los días de truenos vívidos e incendiando la noche de relámpagos sordos. ¡Oh, catarata horrible de la muerte, sonando! ¡Maldita la voz negra que despertó la muerte, y maldita la garra que la azuza y la guía! Hay sangre derramada como inútiles vinos, vinagres dilatando sus ácidos vapores, ojos empapados y tristes como cristal con lluvia, gritos iracundos cruzando por los aires, y dolorosos gritos lloviendo hacia los cielos su helada agua de angustia. Hay hospitales, amarillos de amaneceres trágicos, en donde gimen niños con fábulas destruidas, hay inocentes ojos retrocediendo hacia las sombras perseguidos por la visión siniestra de un mundo horrible /y malo, con ogros y con lobos, con uñas y colmillos, con bombas /y candela. Hay cabelleras de mujer quemadas, y niñas, dando la flor del seno al mordisco del hierro,

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estaciones donde es amargo el beso y trenes con urgentes sirenas que hieren como balas. Hay noches con alcoba nupcial y cama intacta y reloj inexorable con inflexibles números ardiendo y uniforme todavía no estrenado que espera el alba lívida que había de abotonarlo. Y hay cuerpos destrozados, y signos horribles hechos por brazos solitarios, y horizontales botas, hartas de piernas mútilas, intestinos colgando y vísceras expuestas como amapolas cárdenas. Pero no es eso sólo, espesas nubes trénzanse y avanzan, y grandes círculos de sombras se compactan y estrechan amenazándonos de impenetrable noche, pretendiendo fundirnos en su materia ausente. Nuestro corazón es una calle a media noche, y sentimos que algo nos hiere con aguda violencia, como la espada que ciega su fulgor en la entraña. Cerca nuestro, como naciendo de nosotros mismos, oímos un cierto sonido de muerte como el reloj que sigue andando en el bolsillo de un /asesinado. Somos unos desterrados, unos empujados a oscuros /socavones,

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unos perseguidos por la furia y la sombra, mirándonos las caras a la luz de nuestras lámparas /vacilantes. Yo no sé por qué pasa todo esto, ni qué fiebre de infierno acelera las sienes y quema los pulsos de los hombres, donde las razas ladran como perros furiosos. No son ya ni el algodón, ni el electrón, ni el mármol, sino son el petróleo, el acero, el cemento. El petróleo bulle. El petróleo crece las ansias, y amplía los abdómenes y los corazones disminuyen. El petróleo ordena. El petróleo enciende las fuerzas. El petróleo mueve la /muerte. El acero brilla. El acero vibra. El acero marcha, el acero salta, el acero vuela, el acero ruge. Por el acero grita la muerte. El cemento se alza. El cemento baja. El cemento se hunde. El cemento corre, y en largos corredores subterráneos sus mortuorios /recibos edifica. Con el cemento pacta la muerte. Y a espaldas de nosotros, lejos de nuestra voz cargada de palomas,

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los locos, los morbosos, los grandes asesinos, con inhumanas manos los resortes del mundo mueven y sus altos destinos hacia oscuros abismos precipitan. ¡Pero no! ¡No habrán de ser destruidos ni la sal ni el /azúcar! Sabedlo, hombres y mujeres de todo el mundo, compañeros en la intención y los brazos abiertos: en vano soplarán sobre las luces que sostienen nuestros brazos sin crimen y con /músculos. Y como de los grandes cataclismos surgen las nuevas /tierras, de la hora tremenda vendrán los nuevos hombres, que marcharán a encontrarse, con las manos tendidas, y el corazón hecho una llama blanca y palpitante dentro del pecho vertical y puro, como una torre /habitada de palomas.

Caracas, octubre de 1939. 8 de octubre de 1939

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INVITACIÓN A LA LUZ



Canto al hombre biológico A Ramón Martín Durbán

Hay un mundo extraño, en sí mismo profundo, y externo y por la luz tocado como la piel de la /manzana, en el cual es el ojo la más alta potencia y la gracia infinita que todo lo aprisiona. Ni redondez ni pulso de planeta le superan en armonía ni aliento, en su perfecta homografía la línea desenvuelve sus más audaces curvas y su perfil más puro crea; ni éter, ni calóricos rayos, ni solar energía, mayor nobleza cósmica no tienen que sus sagrados /fuegos. Ningún mar bate mejor sus olas que ese incansable mar por celulares peces traficado, con su oculto color inigualable en que coral-clavel-rubí/amapola copiaron su detonante grito, mar de secretas músicas que en los graves silencios hasta el oído arrastra su rumor misterioso, que el corazón alienta y su marea levanta hasta la idea.

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Como un gran bosque inmenso, ¡más, mucho más!, como vegetaciones planetarias, exuberantes, pródigas, que bajo sol y viento expanden su ramazón vibrando, los sistemas simpático y central su ramazón extienden, y todo lo creado cae en sus sensibles redes. Más que fuego central, más que núcleo energético, son las glándulas-sexo, orígenes –¡tan nobles!– de nuevos mundos, moldes donde la vida su más perfecta forma multiplica. Y más que magnetismos, que imponderables fluidos, son las quíntuples glándulas, de vitales influencias, las raíces primeras donde nutre su flor el pensamiento. ¡Oh, cerebro, mágico mecanismo! que tu alfiler de metal indefinible clavas aun donde la espada de la luz no alcanza; cámara de milagro donde toma su oxígeno la música y su parte de cielo; el rayo equis es tu hijo y tu símbolo justo, penetrándolo /todo. Vórtice de delirios; regocijado fruto que goteas el poema; paleta en que el color doma sus filos; ¡oh, exaltado chispero forjador de destellos! ¡oh, creador de relámpagos!

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¡Oh, brazos, oh, columnas, oh, modelos del mármol! amorosos caminos tendidos hacia los otros hombres; síntesis del impulso donde la fuerza se hace inteligente, tu materia flexible dio vida al bronce y en vosotros la polea nace y el timón y la hélice. Sois los cauces por los que el hombre, en el útil /esfuerzo, como un recién nacido desemboca en el mundo. ¡Oh, manos, constelación magnífica!; alas del gesto en vuelo hecho palabra; rostro otra vez donde también se asoma lo que dentro del hombre brilla, se mueve y permanece; afluencia de tendones cargados de prodigios, con tus dedos de números, de bisturí, de piano, de /violín, ¡con tus dedos tocando la llave del misterio! ¡Oh, pies, dulce contacto de un mundo y otro mundo! pacto de carne y tierra, soporte en que se apoya la escultura viva para buscar con su cabeza el cielo, ¡oh, mágico engranaje!, ¡oh, suma de equilibrios! ¡Corazón! núcleo ardiendo, motor de tibio ruido; rosa de crecientes fuegos; cargada de designios y presagios; vaso de rojo vino por donde la vida pasa temblando cerrado puño sobre el tiempo golpeando, con su caudal /de amores. 199


¡Oh, huesos, oh, marfiles sagrados, vínculo que a la tierra el cuerpo unes en la unidad /mineral! ¡en vuestra detenida blancura ya se asoma lo eterno! Maravilloso mundo, tu humanidad de células en ciudades perfectas distribuyes. Órganos surgen como capitales, con preciso gobierno; y hasta tú, ¡oh, hígado! (¿Quién dijo que tu nombre sonaba a cosa torpe?) eres una metrópoli, tu interna primavera dilatando. Todo es en ti perfecto, ¡oh, hombre! desde el duro resplandor del cabello hasta el pie comienzo de tu llama sobre la tierra /ardiendo. ¡Oh, total universo dentro del universo! tu múltiple materia ungida está de vivas maravillas. ¡Oh, estatua en movimiento! ¡Oh, número caliente! sagrado vaso lleno de alta esencia; ¡oh, cazador soberbio, que todo lo aprisionas menos tu verdad misma, eres completo y absoluto y puro, igual que el mejor mundo!

Caracas, octubre de 1940

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MENSAJE EN SIETE CANTOS DE LA GUERRA Y LA PAZ Y DESDE AMÉRICA (1944)

Este poema fue terminado totalmente el día 10 de marzo del año 1943.



Canto II

Todo es negro y sombrío como en los malos sinos; el caos ha desatado su desorden, y en la tierra humillada y en el alma del hombre sueltas andan las furias y las oscuras fuerzas. Dolor, horror, furor, marchando y encendido. Tragedia, muerte, luto, confusión y pavura. Redoblan los tambores roncos del sacrificio. La tierra se estremece, la humanidad vacila. Algo sordo dilata su sonido de espanto como una campana golpeada bajo el agua o como una corneta largamente tocada desde el fondo de muerte de una cerrada tumba. Todo es obra del hombre y de su bestia olvidado de Dios y de sí mismo. ¡Qué mar de negras furias derramado! ¡qué subida marea de odios y violencias tremendas! ¡qué huracán de maldades creciendo como pestes o /como malas sombras! ¡qué terrible fermento de destrucción y crimen! Levadura bullente de cuanto había podrido rompiendo sus espumas para manchar el mundo.

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Y el mundo está podrido como vieja manzana, lleno de negra herrumbre como olvidada espada, del sideral racimo pende como uva llena de agrio mosto. En medio del concierto maravilloso de soles y de /estrellas que se mueven exactos, armoniosos, solemnes, en el espacio infinitamente infinito donde la tierra corre como animal herido, el horrible espectáculo del hombre contra el hombre con antihumana furia es la vergüenza horrenda que gravita en el Cosmos. ¿Por qué he dicho antihumana? ¡Perdonadme, pequeñas y grandes criaturas de la tierra! ¡animales de Dios, vida creciendo! Porque, decidme, amigos, vosotros los del núcleo de luz y creador fuego, ¿qué ser que vive y ama en la faz del planeta se degrada en tal forma destruyéndose, violando hasta las leyes del instinto los principios y fines sagrados de la especie? ¡Ah!, si imitásemos la rugidora comunidad del tigre o del /leopardo, la unidad protectora del búfalo o del rinoceronte, el amor y el trabajo de la abeja o la hormiga, o siquiera las egoístas sombras del termitas, ¡más claras aún que nuestras claridades!

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Pero somos menos que todo eso, menos nobles que las /salvajes fieras. Mas, ¿por qué digo somos? ¿pertenezco yo a las minoritarias castas hacedoras de /guerras? ¿Soy yo acaso de los que alimentó la pavorosa hoguera? ¿Qué privilegio mío, qué ambición, qué moneda, qué pérfida escritura con tinta de abogado, se convirtió en viruta o en ardoroso leño? ¿Qué piedra con sangre de mineros, o esperanza destrozada en los derrumbamientos, o luz de ojos cegados dentro de los socavones alumbra entre mis dedos mi inercia y mi molicie? ¿Soy de los que ha gozado alguna cosa arrebatada a /alguien? ¿o comprado alegrías con sufrires ajenos y con lágrimas? ¿o diciendo “mi patria”, “mi pueblo”, “mi gobierno”, lucro, vivo y engordo y levanto palacios? ¿o entre bancos, acciones y chequeras sordo estoy a pobrezas y a clamores, metido en mi miseria mental y en mi egoísmo? ¿o alguna de esas balas de presurosa muerte lanzada fue hacia el crimen por la explosión de mi odio? Yo lloraría mil días, largos e interminables, con un sol de carbón en la conciencia, lloraría hasta secárseme el corazón, si yo, hombre, y artista, un átomo de culpa tuviese en esta universal tragedia.

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Pero no soy yo solo el puro, el inocente, el anhelante, sobre esta hermosa tierra ofendida de incendios y explosiones. ¡Yo tan sólo soy uno conforme, igual, presente! ¡Uno de inmensas mayorías, que agitan en el mundo sus puros ideales! Y porque todo este horror, este desquiciamiento de materia y espíritu, este crujir de tablas como anunciando naufragio /irremediable, esta muerte tronando su incontenible furia, no llegó inevitable como huracán, ciclón o terremoto, han de existir, y existen, los culpables, lejanos e /inmediatos.

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Canto III

Los culpables no son los labradores ingenuos y sencillos de corazón de trigo y manos próvidas, que poblaron los campos del canto de la espiga, pulieron la redonda madurez de los frutos, y entre siembras, vendimias y cosechas el amor cultivaron entre el hombre y la tierra. Los culpables no son los pescadores de piel de sol y sal que echan al mar sus redes de amor y de esperanza, mientras cantan canciones de peces y de olas, con intensas guitarras de remos y de vientos. Los culpables no son los pastores que sus ganados mueven por sobre las colinas con canto y flauta y perro de ojos fieles. Los culpables no son los graves mineros estoicos de lentos pasos y mirada oscura, sin cielos, ni horizontes ni verdores, ni música en el pecho sin oxígeno, que bajan con sus lámparas al fondo de la tierra para minar de muerte sus vidas silenciosas; ni los que dentro fábricas de agudos pitos y humos y martillos a los metales dan formas heroicas, 209


construyendo artilugios y mecánicas, ni aquellos que entre planos y cálculos y números, como pequeños dioses crean prodigiosas máquinas para restar al hombre fatiga y sufrimiento. Ni los que entre retortas y filtros y cristales, y microscopios y vivisecciones, dignifican sus vidas combatiendo la muerte; ni los que con los fijos cortes del bisturí, sabio en /anatomías, corrigen los tortuosos errores de la vida. Los culpables no son los ilustres viajeros del infinito centinelas de constelaciones en el sueño del mundo, vigilantes nocturnos, sublimes desvelados, acercándose a Dios en su creación magnífica y eterna en la hora del ancho silencio palpitante de estrellas; que pasean por el cielo, con lentitud de aguda, matemática búsqueda, el ojo milagroso de los telescopios profundos buscando mundos nuevos como en los campos buscan margaritas las niñas, siguiendo en los espacios los millonarios viajes de los /cometas. Los culpables no son aquellos hombres llenos de audacia /y ciencia que en globos de aluminium y corazón alado, entre oxígenos, lastres y barómetros,

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más allá de las nubes van a la estratosfera, como quien sube en busca de una estrella; ni los que dentro de esferas de ennoblecido acero bajan a las profundas maravillas del mar, para asomarse por cristal sorprendido, al oceánico /acuario, con blancas, desordenadas melenas de locos sublimes a ver los misteriosos prodigios de la vida. Los culpables no son los que persiguen –¡con cuánta /luz!– la honda verdad del hombre viajando en su espiral y hacia su Dios marchando, ni los poetas, vates del mundo en los que el verbo se hace luminoso y profundo agudo vértice de corazón-cerebro, ángulo armónico, ni los artistas todos, hijos de la belleza, en los que el alma universal se muestra y vibra.

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Canto V

Pero sabed, amigos, compañeros!: No andabais vosotros con blancura de nube o de /paloma. Con vosotros, estoy en verbo, corazón y espíritu, y estaré con vosotros con espada y fusil y hasta con muerte. Pero en esta hora de grave prueba, de sombras y /fulgores, de grandes, duros, múltiples, sublimes heroísmos, yo he de decir, sonora, la verdad, ¡sabedlo! ¡La verdad, pura, concisa, exacta, fuerte! Que la oiga como una campanada anunciadora, vibrando, percutiendo, penetrando con agudo sonido, quien quiera oírla con oído dispuesto y corazón abierto, que quien arrugue el ceño habrá de recibirla, como pedrada o bofetón o herida, estocada, balazo o dinamita porque yo no he venido a la sangre y al combate del /verso a ahogar mi voz en complacientes corchos de mentira. ¡Ah! que si tal hiciera, traicionaría mi corazón, que la justicia ordena y manda. ¡Y es la hora de la justicia! ¡Vosotros mismos lo decís, /compañeros!

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Es también la hora de la verdad, sagrada y esperada. Junto con los que mueren en las grandes batallas, junto con los que mueren en las ciudades, en las aldeas, en los campos, en el mar, en el aire, se están muriendo todas las mentiras; las tremendas mentiras que apretaban cual hierros, y en los hombros del mundo pesaban /insoportablemente. Por cada hueso roto saltará una cadena, por cada bala que haga estallar un cráneo una idea de justicia se hará realidad viva. Al campo del poema yo he venido para decir a todos mi /mensaje, para gritar con alta voz resuelta mi verdad, la verdad de los hombres y la de las naciones, la verdad de la guerra, la verdad de la paz. Aquí está mi cañón fijo y exacto, aquí está mi rama de /oliva. Compañeros que combatimos las oscuras fuerzas, que guerreamos al bárbaro que desató la muerte y el desbordado dique contenemos: como enorme tesoro magnífico y eterno los ideales y valores humanos teníais en vuestras manos; pero basuras y gravosas piedras habíais metido dentro /de esos tesoros y la verdad –justicia, libertad, igualdad–, en vuestros cofres de traicionadas llaves llegó a eclipsar sus deslumbrantes brillos.

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¡Y fue sobre esas piedras, sabedlo! ¡Sí, ya es hora! que las fieras hoy sueltas afilaron sus garras. Pero ese torpe lastre va a ser echado fuera, por vuestras propias manos, por mis manos, por las manos de todos los hombres y mujeres del /mundo; toda esa apolillada madera de patíbulos tercos de /ideales, ha de ser convertida en polvo, en humo, como la pólvora de los cañones actuales, tal vez los /últimos que bramen su furor sobre la tierra. Todo cuanto estorbe a la ascendente marcha a la mano que se acerca a la espiga, a la flor, a la /antorcha, ha de caer al mar junto con los destroyers y los /acorazados heridos de torpedos o de bombas; ha de ser hundido, enterrado, con lo que cae vencido, /desechado, porque un solo clarín recorre el mundo y una sola llamada suena en la grande hora. La paz que ya esperamos, –¡que llegará como aurora serena con rosas sobre el mar tras de azarosa noche de aguas y viento y trueno y rayo /sueltos!–

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tiene que ser, ¡será, oídlo, hombres todos del mundo!: paz de igualdad, fraternidad, justicia. Paz de trigo, algodón y libre acceso; paz de naciones libres y determinar libre. Una sola es la raza de amor sobre la tierra. Una, grande, es la tierra plena de maravillas, en la que –¡hermosa paradoja, amigos!– con anchos corazones caben todos los hombres. Una grande es la tierra de esperanza y prodigios para que todos vivan sin llaves ni pontazgos; los mares son caminos para todos los barcos, los campos son graneros para todos los hombres; para todos se irisan los peces en las aguas; para todos, los árboles dan sombra, ramazón, fruto y /flores, y para todos por la mano de Dios el Sol alumbra. ¡No haya naciones fuertes crecidas por el hierro o por el /oro; no haya naciones débiles; haya sólo naciones libres, autónomas, fraternas! Sólo un nivel de alto metal mida estas dimensiones. Que las fronteras sean brazos abiertos tendidos al /vecino, y que todo sea vida, palpitación y ascenso. ¡Hay que vivir en paz gozando de la tierra pleno de amor el alma y el corazón cantando!

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Todas las sueltas fuerzas tienden al equilibrio y el hombre a hallar su puesto de paz y de sosiego con Dios en lo m谩s alto y firme del coraz贸n.

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Canto VII

Combatientes, sufridos combatientes de todo el mundo: aún perdura la noche en que caísteis luchando y /malheridos; mas, se acerca la aurora con nuevos resplandores. Hombres de todas partes, mujeres compañeras: esperad el día nuevo, con alto firme espíritu, con la mano dispuesta al gesto universal y humano y el corazón henchido como una semilla en trance de ser /árbol. ¡La tierra, el hombre, el cosmos, Dios nos llama! y ya hemos aprendido, inolvidablemente, que solo hay /que ser hombres ¡y que no ha de ser de odio sino de amor el mundo!

Caracas, 10 de marzo de 1943

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MARAVILLADO COSMOS (1950)

Las dos fechas al pie de cada uno de los poemas corresponden al nacimiento del poema y a su publicaci贸n.



Invitación de amor a la extranjera

Me gustan tus ojos verdes, mujer, verdeazules como el /mar, tus ojos de horizontes con velas y con viajes, tus ojos traficados por gaviotas y peces, en los cuales yo miro ansiosamente lo que jamás he /visto: verdes bosques de pinos y abedules y llanuras de nieve por las que pasan veloces trineos bajo árticas luces /cinemáticas; me gustan esos ojos tuyos donde muere la brújula /suspensa sobre el Norte y surgen pescadores cantando entre la bruma, porque mis ojos son negros y profundos como apretada /noche, como noche del trópico con estrellas y grillos, henchida de misterios y de fulguraciones, ¡y habría que ver, cómo mirarían los ojos que nacieran de tus ojos y mis /ojos, si tú quisieras y me amaras, mujer! Me gusta tu pelo rubio, mujer, tu pelo de aurora /desplegándose, tu pelo color de luna grande iniciando su altura, tu pelo de cebada brillando hasta las hoces,

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o de brisa doradamente suelta sobre un lago en /crepúsculo y temblando, porque mi pelo es negro como carbón minero, mi pelo huracanado, color de tempestad o tormenta /bravía, mi pelo que empenacha como una llama negra mi /rebeldía indómita, ¡y habría que ver, el resplandor del cabello que naciera de tu pelo y mi /pelo, si tú quisieras y me amaras, mujer! Me gustan tus manos finas, mujer, lirios ruborizados, tus manos de estrellas crecidas en el agua, tus manos de coger frescos brezos y exprimir dulces /uvas, tus musicales manos de octava sinfonía, pues son fuertes mis manos, amplias y ejercitadas; manos para empuñar el remo que hace cantar el agua, la /espada fulminante, el timón, o la brida de un potro corriendo hacia el /ocaso; manos para hacer saltar chispas del hierro o destrozar la /roca, ¡y habría que ver, cómo serían de nobles las manos que nacieran de tus /manos y mis manos, si tú quisieras y me amaras, mujer!

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Me gustan tus medianos y erectos senos blancos, mujer, tus senos de magnolias teñidas por la tarde, tus senos en donde los almendros cantan su primavera y perfumadamente luchan el jazmín y la rosa, tus senos donde baten sus alas las palomas; aunque también es blanco mi pecho en el que oscura /cruz de pelo, signa el escudo de mi varonía; mi pecho en donde agolpo mis fogosos caballos y sus parches de aliento arrebatadamente tocan mi /corazón, ¡y habría que ver, cómo palpitaría el pecho que naciera de mi pecho y tu /pecho, si tú quisieras y me amaras, mujer! Me gustan tus hermosos y sonrosados muslos con su /dorado vello naciendo de tu vientre con audacia de arcos dispuestos /a la flecha (tu vientre de manzana con su oculta semilla) pues mis muslos son fuertes, recios y musculosos, mis muslos de discóbolo o jinete aguerrido, para atravesar ríos y apretar el caballo en la gracia del /salto, ¡y habría que ver, cómo serían de firmes las piernas que nacieran de tus /piernas y mis piernas, si tú quisieras y me amaras, mujer!

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Si tú quisieras y me amaras una vida de amores y de /besos, una órbita terrestre con sus cuatro estaciones, un abril de perfumes y de cielos azules, un día de mar y sol y caracoles, una enerina noche surcada de aerolitos, una hora de relojes estallando en campanas, ¡un minuto no más, un hondo instante, una rosa de /tiempo, una violeta! Pero tú has de querer, mujer, ya lo presiento. No ha de ser vano habernos encontrado más acá de /bálticos azules; por algo nos miramos a los ojos interminablemente en el primer encuentro; por algo los caballos de mi sangre se fueron hacia ti /galope abierto. Pero tú has de querer, mujer. Ya tú me amas a fuerza de saber que yo te quiero, a fuerza de saber que te deseo, con deseo incontenible /vivo y hondo, vital y jubiloso, en que la especie mueve su espejo /alucinante. Amor arde en nosotros y encendida tenemos ya la /lámpara para encender con ella una luz nueva. Yo sé que has de ser mía. Algo como un destino habrá /de unirnos. 224


Hay cosas en nosotros que no nos pertenecen, palpitaciones, sueños, ancestros, esperanzas, raíces, /ideales, que están buscando unirse para fijar sus rumbos. Yo sé que has de ser mía; me lo dice todo tu cuerpo de /maduro fruto, y lo adivino yo cuando a mi lado apresuras tu perfume. No dudes más, mujer joven y bella llegada hasta mi /mundo. Démonos al destino de una raza prometedora y nueva. Dame todas tus nieves, tus verdes y tus brumas y tus /dulces canciones, que yo en cambio he de darte mis deslumbrantes soles y /mis brisas, rumor hondo de ríos que canta entre mis venas y este estremecimiento creador y esplendoroso en que encendido tiéneme mi América, esta América hispana tan llena de potencias. Date rendida a mí llena de estrellas como la noche al /mar que la estremece. Yo soy el que tú anhelas y te estaba esperando. ¡Ven ahora!

Caracas, 3 de septiembre de 1944

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Poema de las cosas y las voces sencillas Yo no sé si vosotros, amigos, alguna vez en las noches de /cielos metálicos y estrellas límpidas y luna derramada, habéis subido a las altas azoteas donde duerme el olvido /de las casas, entre cuerdas y alambres tendidos como abstrusas /telegrafías y lavadas colgantes ropas –entre las cuales las camisas, /sin su caliente corazón, hacen signos y ademanes vacíos, mutilados e /inexpresivos– y uno que otro trasto viejo de silenciosa y estática /ruindad que cobran como humano dolor y triste resignación de /abandonados, (por ejemplo –aquí–, una cama nupcial con su historia /de amores y de sueños y sus resortes, antes de deleitoso hundirse, desatados y /rotos y una pata inválida que la hace inclinar de costado como /navío destimonado o como nido descendido y tirado a un lado sin calor y /sin vida) y alguna aljofaina con el agua olvidada en el fondo, a /donde baja la luna 226


y se hace humilde, casera y cotidiana como una paloma /aclocada, y se muestra tan sumisa y cercana que la vemos en /trance de poder llevárnosla dentro y guardarla en nuestra alcoba como una gran flor /nocturna. Yo no sé si vosotros habéis llegado hasta allí, desterrados /de los espejos, de los mullidos sofás y las lámparas de rosada pantalla, fugitivos del radio y del libro aplazado y os habéis acodado en el muro y puesto a mirar la /ciudad por arriba y por dentro en su geografía de tejados, de terrazas, de torres, de /balcones y cúpulas, de rascacielos alucinados con sus cientos de ventanas /abiertas a la noche; en su jardinería de luces titilantes, de semáforos y avisos /luminosos parpadeando intermitentemente sus mágicos colores. Yo no sé si habéis visto entonces cruzar por las entrañas /de las casas, por las galerías, por los balcones descubiertos y las /ventanas desprevenidas, mujeres presurosas de extraños y despreocupados /quehaceres, con movimiento de sombras esmeriladas o de siluetas de /antiguas linternas mágicas;

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y si habéis oído variados y familiares ruidos, entre los que no falta el rumor sibilante del grifo de /agua abierto y detenido, el chirrido de los escaparates que echan afuera sus /guardadas galas nocturnas, la catarata tintineante de tenedores y cuchillos /precipitados, y el canto de campana de la sartén golpeada para su /doméstico brillo del día siguiente. Yo no sé si habéis mirado desde allí, aéreos y /atalayantes, hacia abajo, hacia las calles que corren como ríos de luz, y visto pasar los automóviles en largas colas, como /gigantescos coleópteros, en cuyos dorsos metálicos se quiebran las luces en /caprichosos reflejos, y los tranvías con sus cargas humanas engalanadas y /alegres y sus perchas rozando los cables y haciendo saltar de /ellos a intervalos luminosos meteoros y cometas de fugaz parábola que /mueren con su azul relámpago, y gentes que van y vienen buscando afanosamente su /pedazo de noche aventurera. Yo no sé si vosotros habéis visto y oído todo eso, como /yo ahora solitario y absorto. Dejo vagar mi vista por la ciudad tendida, la detengo en /un punto y digo: 228


aquella es la Estación del Este, de donde parten en la mañana los trenes musicales /corriendo hacia la aurora y adonde regresan en el crepúsculo, todos encendidos /del rojizo cobre del sol poniente, con sus alegres pitos y sus humos y su olor a alquitrán y /su pasaje de día de vacaciones. Y aquella otra (la que más nos inquieta) es la de los /trenes que parten hacia el mar, hacia los anchos puertos convergidos de invitadoras /rutas. Y aquél es el hipódromo, donde sueltan sus nervios los /caballos en su galope elíptico. Y ese otro el aeropuerto, del que despegan como /palomas mensajeras los aviones para su ancha aventura de viento y cielo y nubes y /espejismos. Y aquel resplandor rojo que incendia el horizonte, es el /Coney Island, bullente y bullicioso, con sus caballitos y su música /antigua y su rueda de vértigos y su montaña rusa, y su humilde /secreto de tornarnos pueriles. Y aquella mancha verde de árboles copudos y de /enlunados pinos, es el gran parque, por donde debe andar ahora la luna deshilvanando sus /blancos algodones sobre las huellas de los niños que esta tarde fatigaron su /alegría candorosa. 229


Y aquellas son las torres de radio, con sus estrellas rojas /en la punta, por donde pasa el mundo hecho sonido y música en un /minuto de ondas milagrosas. Y aquella, es la chimenea de una gran fábrica, que /todavía fuma su retrasada pipa, y su humo, gris y lento, me guía la mirada hacia el /espacio abierto. Y veo colgar del cielo la noche innumerable, misteriosa y /solemne como la eternidad. Me embarga entonces un misticismo cósmico y un viento /sideral sopla sobre mis sienes. Súmome como en un éxtasis de abismos azules y de /constelaciones fulgurantes. Se me dilata el alma como un aire ligero, o como un /perfume de su vaso escapado. Ingrávido me siento y como desprendido del terrestre /calor, del humano coloquio, sumado al Universo, diluido en el Cosmos magnífico y /grandioso. Allá está la Osa Mayor (digo ahora); allá la Cruz del Sur /relumbrante y suspensa. Orión caminadora, el Toro, la Corona, la brillante /Cabellera de Berenice. Allá está la estrella polar vigilante y eterna sobre la /cabeza del mundo; allá está la flor azulosa de Sirio, fulgurando su /inmarcesible autógeno;

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allá va la Vía Láctea, río celeste donde hierven los /mundos como en el mar los peces. Sólo átomo es la tierra. Sólo grano de arena. Partícula. /Mentira. Germen de polvo. Nada. La inmensidad nos hace perder en sus océanos, su /incomprensible enigma despliega el infinito. ¿Qué se hizo mi tibio mundo, con sus mares azules, sus /grandes continentes; sus islas con palmeras, exuberante flora, y pájaros y /ciervos; sus países donde los pueblos viven, luchan, trabajan, /sufren, y se alegran y cantan; sus ciudades de ensueño y de placeres; sus puertos de /ida y vuelta? ¿Dónde están mis amigos con sus buenas palabras, con /su pan, con su vino, sus cigarros cordiales; mis mujeres amadas, con sus ojos profundos, sus /cabelleras frescas, sus amorosas manos, sus labios perfumados, y esa sabiduría de embellecer las /horas; mi alcoba con mi lecho abrigador, puerto de mis /cansancios con su barca de sueño; mis libros, mis papeles, mi lápiz fugitivo, juguetón y /maligno; mis espadas antiguas, mi bastón y pistola, mi clavel /cotidiano, mi corbata celeste, mi atrevido sombrero de las doce merídiem, mis /sencillos zapatos inquietos y andariegos

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con su forma tan mía, sus herrados tacones y su polvo /terrestre? Una música gira en su dulce aire, desenvuelve sus ondas /y sube de la tierra, de esta tierra de la sangre y el pulso, del reloj y el /cuadrado, amorosa y caliente; de la ciudad tendida bajo el cielo, de la calle corriendo /hacia su ocaso, y quizás de esta casa con su azotea elevada. Vuelvo ahora a mirar la ciudad y en ella los colores en /que se enciende el lienzo. Una mujer que surge de su recreada piedra me hace un /signo hondo y mudo. Como lluvia celeste empieza blandamente a gotear el /poema. Sé entonces que existimos, que somos verdad cierta, /sustancia ilimitada, parte precisa, exacta, del Cosmos infinito, acorde imprescindible de la gran sinfonía que se mueve /bajo la varilla de Dios.

Caracas, septiembre de 1946. Caracas, 14 de septiembre de 1946

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Sinfonía en colores de tu sueño y la noche Amada, ahora que te tengo tibiamente estrechada a mí, con tu blanco busto rendido al dulce cansancio bajo mi /brazo, y tu pelo derramado en oscuros fulgores sobre mi pecho /desnudo, como la noche brillante de estrellas sobre el mundo /palpitante, todavía agitándose, ahora que duermes a mi lado, junto a mí, pegada /amorosamente, y es tu respiración un susurro de amor rítmico y cálido, un hálito de apagada música naciendo de mi costado /izquierdo en el silencio de la alcoba dorada de penumbrosa /lámpara, y toda tú una tersa caricia de amoroso fuego a un lado /de mi cuerpo al que estás adherida como la orquídea de vegetal /perfume a su árbol cariñoso; y yo estoy recto, fijo, inmóvil, hecho de contenido /aliento, de quietud solícita y embeleso y vigilia para la /tranquilidad de tu sueño; de tu sueño con que viajas ahora –¡estoy viéndote!– de /hada maravillante por encantadas comarcas de tecnicolor,

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con vestido de vaporosa gasa y un pájaro azul posado en /tu hombro de desnudas rosas; por entre parques y jardines de pulido verdor y flores /opulentas de mil vivos colores donde a tu paso vuelven lentamente su cara de oro los /grandes girasoles y se empinan los lirios sobre sus altos tallos para verte /pasar, y repican sonatas campánulas azules y corolas, y alzan los tulipanes sus copas escarlata por tu viva /hermosura. Mientras que vas así por claras sendas abiertas sobre /campos floridos, cruzados por arroyuelos de musical rumor y azules /aguas transparentes en que se miran cervatos de temblante lustrosa piel y /ojos mansos de niño; por entre estrellas que palpitan como bengalas sus /fulgores diamantinos y giran alrededor de ti como si fueras su sol central /brillando; ahora que vas así, con paso de nube descendida o de /rayo de luna caminante, precedida de vuelos de palomas cuyas alas teclean el /piano de la brisa; seguida de libélulas de laminadas alas y de policromadas /inquietas mariposas; mientras que vas así llena de hechizos bailando tu ballet /de magia y maravilla, 234


dirigida por ocultos violines, flautas trémulas y /esplendorosos pianos, oigo yo –¡con qué oídos!– todos los sonidos de la alta /noche circundante, decantada afuera como un espeso vino embriagador para el delirio y la quietud de nuestro amor sin límites y /ardiendo. Oigo la escala que recorren los perros desde la lejanía /hasta cerca nuestro, con sus ladridos matizados de distancias agoreras y /presagios, y el cri-cri de plata del grillo desvelado, transmitiendo su /incansable mensaje de misterio y de nocturno encanto, venido desde las /primeras noches del mundo. Oigo cómo se desata en profundos murmullos, /creciendo hasta los cielos, el agua que se liberta de los tubos hacia los estanques /cotidianos sobre las azoteas y las terrazas humedecidas de estrellas. Oigo el rumor del árbol futuro en el rasgado raso de un /fruto desprendido bajando hacia la tierra maternal y creadora, hacia la tierra cuyo hondo corazón también escucho /palpitar como mar subterráneo, en esta hora universal y cósmica de la que nosotros, ¡oh, /amada mía dormida!, también somos vibración y sonido.

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Oigo el silbato de los guardias horadando la noche con /sus balas de alertas y la perdida bocina del auto lejano, derrochando su /carrera de vinos nocturnos. Oigo los relojes soltando al lento vuelo sus pájaros de /cobre, extendiendo sus ondas sonoras en el tiempo y anunciando el paso innumerable de las constelaciones. Oigo una suave mano de viento tocando con llamada de /gran amigo a la ventana de la alcoba donde nuestro amor se /resguarda entre caobas y entre cedros íntimos y entre espejos y /sedas y perfumes, nuestro amor encerrado y sin embargo derramado en el /cosmos infinito y magnífico como luz que hacia él vuelve porque vino de él en /devenir de creación y de vida. Oigo cómo el silencio madura sus manzanas, porque /afuera todo se hace pulpa de sonido, y hasta allá arriba suenan las estrellas su música /inaudita, y todo es armonía en la armoniosa soledad nocturna /hechizada de luces y de voces. ¡Oh, amada mía, dormida entre mis brazos, quisiera que /escucharas conmigo todo esto! ¡Pero, cómo romper el hilo de tu confiado sueño,

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ni destruir tu amorosa actitud de estatua desfallecida, /bordeada por el oro de la lámpara! ¿Y no estás tú acaso escuchando en tu mundo, toda esta /misma música, mientras andas, a tu lado llevándome, por esas /encantadas regiones de luz y maravilla, en tanto te vigilo dulcemente dormida, blanda como un /nenúfar en el agua del sueño? ¡Oh, sueño-realidad, realidad-sueño, unidad armoniosa, /indisoluble todo, en la que somos siempre, amada, una misma sustancia /de amor y poesía!

Caracas, marzo de 1945. Caracas, 16 de marzo de 1947

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Así llegaste tú para mi vida

Así como quien dice, “ya amanece”, y mira el horizonte por donde la luz viene empujando sus ángeles, y la aurora volcando sus tempraneras rosas, y ve como del alba el mundo nace nuevo y se despierta y /canta; así como quien dice, “ya llegamos al mar”, y baja hasta la orilla, y circundado por marinos vientos que pasan sacudiendo /sus pañuelos, contempla azul, azul por todas partes, y ve cómo se juntan y forman uno solo el del cielo y el /mar (como en tus ojos) y ve espumas y velas y gaviotas y largas teorías de olas, y detenidos barcos que se mecen como pausados /péndulos, y algún vapor de presurosos humos y de aguda sirena, que nos invita a irnos hacia extraños países, hacia /puertos lejanos, y oye cantar las aguas con su profunda voz de órgano oceánico; así como quien dice, “la luna está saliendo”, y ve cómo la noche perfumada y nupcial 238


se echa su blanco velo y se corona de azahares celestes y /violetas, y afilarse los pinos y las torres en el metal lunar, y tomar todo un dulce tinte mágico como en los cuentos /cinematográficos, y siente henchirse el alma y fundirse en lo cósmico y hacerse soñadora y melancólica; así como quien dice, “es 21 de marzo y acaba de llegar la /primavera”, y mira verde, verde, en todo sitio vegetal, y en cada rama un pájaro y una flor y un renuevo; cuando todo es color y luz y cantos, y hasta el terrestre polvo se sublima dorándose, y la tierra se torna tibia y acariciante como mimosa /amada, y hay una transparencia azul, como de vidrio, y anda el Amor en su caballo de aire con su espada, su espejo y con su vino; así como quien dice, “la orquesta va a empezar”, y se hace un gran silencio ya cargado de música, y luego escucha cómo estallan en cielo los violines; las flautas sueltan sus canarios tiernos; por las novias perdidas lloran los violoncelos; los largos clarinetes con sus gargantas trémulas, dicen la exacta gloria de sus dulces maderas; las cornetas disparan sus armoniosos fuegos; con alegres tacones de alegres cenicientas

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van saltando las arpas sobre el aire ligero; con martillos de amores los pianos estructuran en sonoros metales sus vastos rascacielos; dejan oír los bajos sus voces submarinas; los timbales fustigan sus rítmicos caballos, y sus nocturnos grillos hacen saltar los triángulos; y el torbellino musical, gira y vibra y se expande, y lo arrebata y alza en la espiral sublime que lo conduce dulcemente al éxtasis; así como quien dice, “la aurora boreal brilla”, y ve cómo las tierras y los cielos polares se transfiguran en una sola, hermosa, vívida maravilla, en chispeante, fantástica bengala en la que la luz viste sus más variadas y preciosas galas, y mira como el hielo en su sereno imperio de silencio y blancura entre brillos desviste sus inmensos espejos; así como quien dice, “has llegado tú misma”, tú misma, sí, tú misma que tanto tienes de todas esas /cosas, así, sencillamente, levemente, esplendorosamente, como llega el prodigio, la luz, la maravilla, así llegaste tú, para mi vida. Y ahora ya estás aquí frente a mis ansias, a mis anhelos puros, a mis versos; a este afán de extraer de toda cosa como un pez de las /aguas la belleza;

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frente a mi vida luchadora y tensa –tensa como el acero de la espada que en el combate su /fulgor agranda, tensa como el acero de la cuerda que al ser herida se /estremece y canta–. Te tengo frente a mí, tan bella y clara como otra vez te tuve, estrella blanca. Dije otra vez. Y es cierto. Fue una noche astronómica en que el espacio era un /denso viñedo. El telescopio daba paso a mi ojo hacia el misterio, y enfocaba su lente milagrosa la estrella más hermosa /del cielo. Todo era luz entonces, y puro resplandor, blancura /inmensa. Todo era como tu presencia. Pero ahora estás más cercana y más cierta, con tus ojos azules y tus palabras buenas, con tu dorado pelo y con tu risa, con tus tempranos años, con tu leve perfume amanecido y tu frutal frescura de /durazno, con tu candor y con tus blancas manos, con tu amor puro y tímido, con tu amor manso y dulce como un cervato niño, con todas esas cosas que hacen de ti mi anhelo más /querido. Sin embargo, no sé que permanezcas.

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Mi corazón como una brújula que busca rumbos, /tiembla. El tiempo sus graves signos mueve y su reloj espera. Todo mi ser, como un ingenuo niño, gritaría si te fueras. Todo pudiera ser. También aquella noche dejé de ver la /estrella.

Caracas, diciembre de 1947. Caracas, 28 de diciembre de 1947

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Saludo a Vicente Huidobro

Vicente, amigo mío, compañero lejano, desde aquí te saludo (y al decir desde aquí digo desde la vida), desde aquí te saludo en tu partida, que no es muerte, ni fuga, ni siquiera es ausencia; es sólo un alejarse de tus manos, de tu estatura limpia, de tu pelo llameante y tu frente anchurosa de poeta; algo así como un echarse a andar hacia el crepúsculo mientras la noche avanza, y perderse en las sombras /lentamente; algo como ocultarse tras cortinas y no ser visto, pero poder decir “¡estoy aquí!”, si alguien le llama, /afirmativamente. Desde aquí te saludo en tu marcha, en tu marcha escoltada de vuelos de palomas y trote de /caballos, en tu marcha tocada por cornetas azules, en tu marcha golpeada por tambores celestes, en tu marcha que pasa bajo del arco iris. En tu marcha que es un irse despreocupado, como el que un día cualquiera toma un tren o se /embarca, y entre abrazos y adioses y efusivos pañuelos, dice con voz sencilla, ligeramente trémula: 243


“¡Amada!”, compañeros: ¡me voy!, ¡es el momento!”. Y luego, por decir algo, agrega: “El aire está ligero. Hay un olor a lirios. La mañana está azul como de fiesta”. Así debes haberte ido tú, Vicente, con tu desenfadado /aire turista, de pies sobre la borda o asomado a la ventanilla, fumando tu último cigarro de dolida ceniza. Desde aquí te saludo, ¡oh, gran mago barajador de /estrellas!, de globo visionario y sortilegios claros que un día con tu varilla tocaste la gran diosa, dormida /y ya senecta, que se estaba volviendo rígida como estatua de piedra, y se alzó, nuevamente renovada y despierta. Desde aquí te saludo, ¡oh, gran mago de azulosos planetas! faquir de la flauta de luna, encantador de serpientes, de las ágiles y caprichosas del /verso; alquimista de las milagrosas retortas y las redomas finas, que en lo alto de tu torre en vigilia, mantenías encendida tu trasmutadora llama de alquimia; gran brujo de los filtros vitales y la mágica escoba, para los tendidos altos vuelos audaces por entre nubes y cielos de Walt Disney y de Alexander /Korda.

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Desde aquí te saludo, ¡oh, gran disparatero! creador del nuevo verbo, alterador del orden de los arquitectos del verso, que le pusiste alas a las palabras y de variante azufre les rellenaste el alma. Y las palabras volaron, vivas, multicolores, inquietas, /como mariposas, y alumbraron con cambiantes luces como bengalas. Audaz explorador de un nuevo oculto mundo, dinamitero de la lógica, dulce pastor de gerundios. Decidido decidor de locuras maravillosas, impropias /para gentes burguesas, que decían entre líneas: “sólo para poetas”. Denodado ventrílocuo que recitabas hacia dentro y dejaste gritando en los tablados a los comediantes del /verso. Desde aquí te saludo, desde esta blanca mesa, desde este bar alegre en donde la cebada ha vuelto a ser canción como en la /siega. Desde aquí te saludo, desde el color del vino y su /inspirado trance, desde mi copa llena que me dilata el mundo y me ayuda /a pensarte. Desde aquí te saludo, de pies sobre la escala que me tiende este piano para alcanzar tu nombre. Huidobro de sonido de ajenjo y de ginebra. Ginebra, mar, marino. ¡Ginebra marinera! ¡Y tú, gran capitán de azules travesías! ¡pescador de /sirenas! 245


Lobo de mar coronado de rayos, altivo dominador de /tempestades, con timón en la diestra y voz ordenadora, con capote de truenos y con barbas pluviales. Botero de serenas bahías, cancionero del agua, perseguidor de espumas, rey de gaviotas blancas. Por el mar siempre andabas, Vicente, como también yo /ando. En su fondo fantástico de gigantesco acuario, más de una vez nos encontramos, y entre peces y conchas y medusas y algas, buzos de iguales búsquedas, nos miramos las caras. Desde el multicolor de esta alargada calle, alumbrada de anuncios comerciales, en los que –¿y por qué no?– también ha hecho su /milagro el arte, que es como un verso tuyo mágica y sugerente, caliente, con la vida pasando como un río, llena de claras voces, de signos, de señales, desde aquí te saludo, amigo mío. Cercano a ese gran puente que alza su arquitectura de /cemento y acero contra el fondo del cielo, cercano a ese gran puente constelado de luces que /desde aquí yo miro tendido entre esta parte de la ciudad y la otra que brilla /en lejanía, como tú entre dos tiempos de poesía, te saludo, mi /amigo.

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Cercano al río que pasa (como un día tu poética) creando lo que él no tiene pero lleva en potencia; pinos, árboles, torres, palacios invertidos, de blandas luces tiernas temblando bajo el agua, albos cisnes de nubes, peces de vivo brillo, formados con estrellas, y hasta alguna desdibujada, imprecisa silueta, te saludo, Vicente. Desde aquí te saludo, desde el amor Huidobro; ¡desde el amor que es siempre la más creadora fuerza! en el que siempre he estado cautivo y siempre libre, como el mar en su cuenca, como el aire en la tierra, desde la fresca risa de esta mujer balcánica, que es también un dorado vino de Yugoeslavia, desde su suelto pelo de cita entre trigales, desde sus bellos ojos de menta amaneciendo, desde sus blancas manos, tibias entre las mías, desde sus frescas carnes de florecido almendro, desde sus rojos labios que me besan la frente y repiten mi nombre sin saber pronunciarlo, desde aquí te saludo Huidobro americano. Desde aquí te saludo, Huidobro universal, desde el poema, que es la vida corriendo como un río; desde el poema, que es el espejo en que quedamos fijos para que nos miren siempre el rostro; desde el poema, nuestra voz perdurando para que en él /dialoguen con nosotros;

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desde el poema, nuestro existir perenne, nuestra mĂĄs /pura esencia; desde el poema, en que sigues permaneciendo, viviendo, /soĂąando, cantando. Desde el poema.

Caracas, 20 de febrero de 1948. Caracas, 29 de febrero de 1948

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Poema de la dulce soledad y del recuerdo Toco mi arpa, y de sus cuerdas saltan estrellas, a ocupar cada una su sitio exacto en el cielo. Amigos, dadme fuego, dadme fuego que necesito encender un cigarrillo. Alguna estrella quiere permanecer a mi lado, alguna estrella quiere estar conmigo. Dadme fuego, amigos, de ese mismo sagrado fuego que /un viejo día ya lejano yo descubrí, cuando dentro de mí brilló la primera /chispa; de ese mismo sagrado fuego con que alumbré mis /grutas, mientras afuera rugían las grandes bestias, y se escuchaba a lo lejos el galope de los rebaños de /búfalos pasar como un asombro por el túnel nocturno; de ese mismo sagrado fuego que me anunció en el /mundo como un terreno dios, creador y dominante; de ese mismo sagrado fuego con que asé mis corderos y alumbré mis vivac las vísperas de mis grandes batallas; de ese mismo sagrado fuego con que alumbré mi rostro /en el lienzo

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desde mi lámpara de lecturas nocturnas, desde mi chimenea de historias y leyendas, desde el resplandor de mi pipa encendida, desde la llama del fósforo acunada entre mis manos /como un pájaro de luz. Dadme fuego, amigos de generoso corazón, o amigas de /alma rendida y de amorosas manos, de ese que lleváis prisionero en vuestros bolsillos o en la intimidad perfumada de vuestras carteras, con vestigios de los grandes bosques de pinos olorosos a resinas y llenos de misterioso encantamiento. Dadme fuego, que necesito encender un cigarrillo, romper otra vez las sombras en sencillo prodigio, tener una estrella de mi dominio. Pero nadie me responde, porque estoy solo en un rincón /de sombras, en una isla de soledad, como el que se dispone a hablar /con Dios. Me rodea un jardín y sus altos muros, como si fuera un prisionero de las flores. Palomas de luna vuelan por los espacios y ágiles ciervos de luz saltan por entre el follaje de los /árboles. Perfumes se escapan en puntillas de las rosas dormidas, y un grillo adelantado saltó ya sobre la tecla más aguda /de la noche.

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Me llegan reflejos de todas las ciudades del mundo en que posé mi pie audaz y caminador. Por dulces ventanas de reminiscencias empiezan a /asomarse bellos y variados rostros de mujeres de todas las razas. Remiro una estrella que me mostró sus brillos desde la /punta de una pirámide, y altas constelaciones fulgurar sobre las torres de las /mezquitas orientales. Recuerdo cierta luna hecha mar detenido e inmóvil sobre la extensión serena del desierto, y cierto mar hecho luna diluida al pie de una ciudad de /encanto y maravilla. Vuelvo a bajar y a subir, bajo el cielo de la madrugada, las escalinatas de las calles de una antigua ciudad /soberbia, y alguna estatua de mármol perfecto me invita a /sentarme a su pie. Siento correr lentamente, dulcemente, como si corriesen /por dentro de mí, los ríos, llenos de luces y reflejos, de las grandes /ciudades, y vuelvo a oír las sirenas de sus barcos nocturnos llegando hasta mis lechos de amores a alertar mi /amorosa vigilia. Toco mi arpa, mi dulce arpa de silencio, y miro moverse mis manos en la sombra, como dos /llamas que revuelan.

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Mis manos blancas, mis manos fuertes, mis manos recias /y trabajadoras. Mis incansables manos heroicas. Pero detrás de los muros está la ciudad con su marejada /de brillos y de voces, con su temblor de vida y su combate. Por sobre de los muros, hasta mí llegan ecos de su bullir /humano. Allí está la ciudad con sus riquezas y sus miserias, con sus alegres y sus tristes, con sus ancianos y sus /niños, con sus poderosos y sus desvalidos. Allí está palpitando, combatiendo, soñando, esperando. Allí está como todas las ciudades del mundo. Mi corazón escucha. Salta el muro y se va con aquellos con quienes siempre ha estado. Y ahora yo quedo solo, solo con mis manos, con mis blancas manos heroicas, que tocan mi arpa, mi dulce arpa de silencio, mientras piensan qué irán a hacer mañana por todas /esas gentes del mundo, cuando, bajo el dorado sol del trabajo, se vayan tras de /mi corazón.

Caracas, 30 de abril de 1950. Caracas, abril de 1950

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CÍRCULO POÉTICO (1956)



Contrapunto

El tren de la aurora llegó a las cinco y cuarenta. Vino por el camino del Este, por el camino del Sol. Venus le dio paso encendiéndole su blanco semáforo. Anunció su llegada con un largo pitazo de estrellas /desvaídas, y con sus humos, llenó el cielo de nubes rosidoradas. El maquinista gritó: “¡Apagad ese grillo que olvidó la /noche!”. A lo lejos cantó un pájaro, y hacia otra distancia, otro pájaro reanudó la melodía que dejó inconclusa la flauta que expiró a las doce /postmerídiem. De la tierra tibia se alzaron lentamente las grandes /bestias, y miraron hacia los horizontes lejanos y extendidos. Sobre el mundo la luz temblaba como una mariposa /recién nacida. Entonces los hombres salieron de sus vagones de sueño; lavaron sus rostros con agua fresca y mojaron y peinaron /sus cabellos. Después remangáronse lentamente; y después empuñaron sus herramientas y sus /instrumentos; y después entonaron una canción. 257


Y la canción fue extendiéndose, extendiéndose, /extendiéndose, creciendo como un mar y derramando sus ondas por /todo el mundo. Crecía y subía como si buscase las alturas celestes. Y debajo de la canción empezó a surgir otro universo, un universo creado por el hombre a imagen y semejanza del Universo creado por Dios. Ahora todo se movía como al impulso de una gran rueda /invisible. El genio creador del hombre esparcía sus prodigios. Arriba, alguien gritó al piloto: “¡Atraviesa esa nube!” “¡Penetra su corazón como si fueras una flecha!” Y alguien le advirtió: “Dentro de esa nube está la /tempestad. Dentro de esa nube hay relámpagos y rayos que no son /de tu dominio”. El piloto pensó en la inteligencia de Dios y pensó en la /nube. Pensó en su propia inteligencia y en su máquina /milagrosa. Después su voluntad y sus dedos moviéronse sobre las /palancas. Más allá de la nube había nuevos y bellos paisajes y el mundo continuaba su espectáculo maravilloso.

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Abajo, en un acuario marino, un pez giró en su /tecnicolor, y una cauda de peces le siguió en su ascensión. Eran como un trozo de arco iris despedazado que /subiese a buscar su luz. Iban hacia la superficie del mar, donde flotaba el sol como un fino velo de oro caído /sobre las aguas. Y más abajo, en una profundidad oceánica, otro pez giró /en negro. Pero a su alrededor hubo luz porque él mismo era un /resplandor. Como islas fosforescentes otras luces brillaron en las /tinieblas marinas anunciando la vida, la luz y el movimiento. Entonces pareció que una ancha voz dijese: “¡Dios sabe /lo que hace!” Arriba, sobre la tierra, otra voz que salió de una boca que se movía en un rostro de barbas hirsutas, dijo: “Dios no existe. Sólo existe lo que vemos. Después de lo /que estaba hecho sólo es cierto lo que sale de las manos del hombre.” Entonces otra voz dijo: “Detrás de esa voz oscura /también está Dios”.

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Y la canción seguía creciendo, como una marea, y el espíritu de Dios y el espíritu del hombre flotaban /sobre la canción. A veces de la canción surgía un grito, un lamento, un /alarido, un llanto. Pero la canción volvía a cerrar sus ondas y seguía /subiendo, subiendo cada vez más liviana, como un humo, como un /resplandor. A veces entre las herramientas y los instrumentos saltaba un chorro de sangre, una rosa de tragedia deshojaba sus rojos pétalos; pero las herramientas y los instrumentos seguían /golpeando, puliendo; y la sangre se borraba, y se convertía en un brillo. Así fue cuando el día abrió su ancho abanico dorado. Así fue a las siete, y así fue a las ocho, y así fue a las diez. Y así fue a las dos, y así fue a las tres. Así fue mientras los relojes cerraban su círculo de sudor y esfuerzo, de lucha y combate, de sangre y de /muerte, de idas y regresos, de alegrías y penas, de llantos y /cantos. Y así fue hasta cuando las sirenas llenaron el aire y el cielo de tranquilo reposo.

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Entonces los hombres apagaron su canción. Dejaron sus herramientas y sus instrumentos. Soltaron lentamente sus mangas y fuéronse a sus casas. Allí estaban el pan y el amor. Y allí volvieron a cantar. Pero cantaron hacia adentro, hacia dentro de sí mismos, la canción íntima de las /ensoñaciones. Después las constelaciones marcaron la hora del sueño. Y los hombres se fueron a sus lechos y abrigaron su /cansancio. Entonces Dios con su dedo celeste empujó dulcemente /el universo, y el universo empezó a mecerse como una cuna para (que los hombres durmiesen. Y los hombres se durmieron recostados sobre su /corazón.

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LA NOCHE Y SIEMPRE LA NOCHE (1966)



Metafísico A Juan Guzmán Cruchaga

La noche estableció su arquitectura vaga de sombras, cúpulas, palacios, al extender por todos los espacios su misteriosa transparencia oscura. Desentrañó de la celeste hondura, temblando en luz, diamantes y topacios, y de terrenos pensamientos reacios el alma separó, dándole altura. En la palpitación innumerable, en el cósmico hervor interminable, también el hombre de su enigma en pos. Y en la hora plena que a pensar lo invita, en tanto que contempla y que medita, casi percibe el respirar de Dios.

San Salvador, El Salvador, abril de 1960

J.R.H. explicó la presencia de este soneto en su libro, y ésta se reproduce en el prólogo.

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Poema con paréntesis, interrogaciones y asonancias A Juan Calzadilla

Vigilante solitario y atento en la alta noche enlunada, miro cómo el mundo me circunda, cómo el mundo me rodea y acompaña. En mi vigilia, mi soledad y mi silencio, todo viene a mi /encuentro: la ciudad ya vencida por las horas, muda y adormilada; el monte, la llanura, el bosque, el río, la tierra, el cielo, el /Universo. De uno a otro extremo, y por igual manera, lo grande y /lo pequeño: la multimillonaria nebulosa tendida en el medio de los /cielos, enjambre innumerable, opulento viñedo, gran rebaño de Dios del Norte al Sur disperso; la magnolia celeste, pomposa y desbordada, que da a la noche un dulce encanto con la ternura de su /plata y la flor y su aroma y el insecto agudísimo y la gota de /agua. Desde la onda esfera temblorosa de estrellas, desde los horizontes perdidos en la azul lejanía, desde la tierra creadora, de intimidad materna,

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los seres y las cosas me invitan al coloquio y la /convivencia, me instan y me apremian, y es una incitación hasta el mínimo flash de la /luciérnaga. He aquí que no estoy solo, que la que creo mi soledad /no es cierta. Seres y cosas me acompañan, me atisban y me observan y con misteriosos hilos a ellos me sujetan. (Soy un cautivo pez entre la red del mundo). Todo se enfrenta a mí, todo me impulsa y alerta. ¡Y mi silencio! ¡Tampoco es cierto mi silencio! Mi silencio es un grandioso, inquietante rumor interno. El tiempo gotea sus minutos como una lluvia lenta, y mide su transcurso con una geométrica marcha de /estrellas. Gravita cargado de misterio como una insinuación de la /Eternidad. La mente gotea sus interrogaciones, sus enigmas y sus /problemas. Yo me ahondo en mí mismo, y en tanto que medito me /pregunto: ¿Soy sólo un prisionero dominado y pasivo? ¿Nimiedad constreñida, brizna estrechada entre la /inmensidad? ¿Partícula perdida entre el cósmico abismo?

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Sobre sí se recoge el espíritu. Pero he aquí que me repongo, que me rehago, que me /rehabilito, que encuentro de nuevo mi puesto en el Cosmos, que me constituyo en centro del infinito círculo. Pero he aquí que pienso que también el mundo está /sujeto a mí, que también el mundo es sumiso a mis hilos. ¿Qué sería de esta maravilla que me rodea y anonada, si no la miro yo, y la contemplo y siento? Sólo una interminable soledad, un infinito y callado /desierto. Sin mi voz todo sería mudo, sin mis ojos todo sería /ciego, sin mi oído no vibraría nada. Sin mi mente, mi alma, mi espíritu –humano triángulo /decisivo– (y los de otros en alguna cósmica distancia), todo sería extensión muerta, sin objeto y sin sentido. ¡Y es que yo soy el Hombre! ¡La ardiente cifra 2 de la existencia! Yo soy el singular, lo trascendental y enteramente vivo. No hay presencia total sin mi presencia. En mí es donde las cosas toman brillo, resplandor y /sonido.

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Arriba, a años luz, esa galaxia, ese albo copo de sidérea nieve, esa espuma de mundos, esa gardenia abierta en la penumbra sideral: no es más que este ojo mío que la mira y la alcanza. Soy el grandioso espejo, la poderosa antena, la infinita y sonora caja de resonancia. Cede Orión, la magnífica, ante el prodigio de mis manos (diez vívidas estrellas y diez mágicos dedos), que hacen nacer del bosque flauta, violín y piano, y de estos, guiados por mi fuego, múltiples universos. (Una, dos, tres y cuatro fulgurantes estrellas, y otra tímidamente retirada a un costado, áncora de los cielos en que anclan las miradas, metáfora celeste, primor de joyería en el espacio alzada). La Cruz del Sur no sabe que yo la estoy mirando. (También la mira el perro, mas sin contar sus astros). Heme aquí ahora, erguido en mi dimensión exacta. Admiro lo que me rodea pero no me pasma. Me maravilla el Universo, mas su grandeza no me /arredra. No es menor la del que lo comprende y piensa. ¡Qué poderoso arco poseo y qué penetrante y aguda /flecha! ¡Dueño soy de una muy alta potencia!

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¡Ah! ¡Que no es mérito mío, que no es prodigio mío, que /no es acto mío! Cierto. Y he ahí la cuestión. Sencillamente así lo quiso Dios, que al pensar mi existencia me infundió de su /resplandor. Y he aquí, también sencillamente como sencillas son las cosas del /Creador, que Dios, el Mundo y Yo, somos la solución. Termino así, en la noche enlunada y dulcemente /melancólica, pensando en estas cosas no sé si filosóficas, en la mágica noche en que escucho y percibo el cric-cric de los astros y la luz de los grillos.

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Poema de la noche una y múltiple A Marcial Nass

La noche abrió su vasto planetario, su ilímite espectáculo, sus inmensos jardines de delineadas sombras y de /dormidos brillos, su lento cinerama de asombros y prodigios. Y yo estoy frente a ella, frente a sus profundas y azules /canteras, dentro de su ancho ámbito de difundida transparencia, de flotante polvo estelar, inmerso en su impalpable materia alucinante, el alma y la mirada abiertas a sus portentos y primores, atento a sus secretos y a sus revelaciones. (La noche es la ventana por la que Dios nos muestra sus /lejanas comarcas, la pizarra en que vemos su grandioso poema cruzado de /metáforas, de fúlgidas imágenes y limpias sugerencias, su variado poema de estructura a la vez arbitraria y /metódica, en el que todo está en su puesto preciso –se diría en /afinada retórica–.

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Y es que antes fue el caos oscuro y disforme; y en el principio fue el verbo, y el verbo estableció el /orden. Antes del verbo organizado también era oscuro el /pensamiento del hombre). Esta noche que hoy miro es la misma de ayer, la misma /de mañana. Es la noche perenne, siempre igual y diversa. La que torna bella, apacible y en estado de gracia la /tierra. La que con vehemente anhelo el corazón y el alma /esperan. Yo he visto la noche en la selva, trenzada entre los árboles, entonces más oscura y más /densa, penetrando las cúpulas de las catedrales arbóreas, con saetas de estrellas, por entre altos temblores de /hojas; embriagante de vahos vegetales, henchida de /germinaciones, desgajando los agrestes frutos hacia las multiplicaciones. Yo he visto la noche en las cúspides de las montañas, desde los fríos ventisqueros, inquieta de presurosas neblinas, silbante de agudos /vientos,

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motivadora de sobrecogimientos, sugerente de /cataclismos, bajo las vivas pirotecnias de los volcanes encendidos. Yo he visto la noche en el desierto, donde la voz del hombre se hace más ancha y grave, y el rumor por insólito trae un estremecimiento, y dilata su onda de miedo hasta los bordes mismos del /cielo. La noche en el desierto, crecida hasta infinita por la soledad y el silencio. Yo he visto la noche en los extensos campos propicios, extendida su carpa celeste sobre la paz de los cultivos, haciendo ondear bajo la luna los dorados mares de trigo, los golfos de madura avena, los verdes lagos de cebada, donde el hombre estuvo en el día con su sudor y con su /escarda. Yo he visto la noche meciéndose sobre las aguas /marinas, alrededor de un transatlántico toda entera ceñida (en el transatlántico quien en la vasta extensión la oye y /la mira). llena de músicas recónditas, de graves y serenos cantos, trémula de fagotes y oboes, profunda de órganos /oceánicos. Yo he visto la noche, redonda, desde las ventanillas de /los aviones, 273


con cielo y estrellas arriba, con cielo y estrellas delante, con cielo y estrellas detrás, a los lados; con nubes, con ríos, con mares, con campos y collares de ciudades iluminadas debajo; ronca y sorda de urgidos motores que el aire límpido /estremecen cuando van apartando la muerte a cada giro de sus /hélices. Yo veo la noche en las ciudades al llegar acallando sirenas, paralizando máquinas, enjugando sudores, sosegando respiraciones, desvaneciendo sus reflejos entre los eléctricos /resplandores; llevando después las multitudes, hacia los bares y los cines, hacia los dancings y clubes. (El hombre buscando resarcirse de sus cotidianas fatigas, el hombre buscando anheloso su esquiva ración de /alegría). Yo veo la noche en las ciudades desde las terrazas y las /atalayas, llena de músicas y encantos, de resplandores y de galas. Yo he visto la noche antes, y veo la noche ahora (ésta es ya la noche mía, la noche familiar e íntima), a través de las ventanas de mi alcoba de sueño o de /tranquila vigilia, junto a mis hijos niños, trayéndoles sus alfombras mágicas para sus maravillosos /vuelos oníricos,

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y sus densas felpas y negros terciopelos para el silencio de mis pasos de centinela de su inocente /sueño. La noche ahora y siempre, pasajera y eterna. En el combate cotidiano ella es como una recompensa. La noche una y múltiple, nueva en cada ocasión. Sus hondas voces oigo, atiendo su llamado mágico y /misterioso, y así soy su constante y atento espectador. Por ello he visto arder en los cielos en sorprendentes /ocasiones, la rauda rosa de bengala de los platillos voladores. Y surgir como nuevos astros de entre la penumbra /recóndita a las estrellas caminantes de los satélites en órbita. (Los platillos, de otros lejanos mundos, los satélites, de /la Tierra, mas unos y otros anticipan el inicio de una nueva era. ¡Prodigio! un hombre flotó ya en el espacio cósmico, /¡eureka! ingrávido, solo, solo con su corazón y una cuerda. Él es como el primer heraldo de esa época que se acerca, que el Hombre está preparando con su inteligencia y su /poder creador, que son reflejo microscópico del Poder y la Inteligencia /de Dios).

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Cuando solitarios y pensativos contemplamos la noche, ella también nos muestra en el recuerdo como una /colorida película, reestrenadora de nuestra vida, con ventanas abiertas al pasado, plena de cosas y sucesos /lejanos, en la que volvemos a vivir momentos y a andar caminos /que pasamos. Para el diálogo de la soledad y el silencio, la noche convoca nuestros cariños, y así volvemos a ver y a oír rostros y voces amados, rostros y voces amigos, que de nosotros se hallan lejanos o que hacia la luz ya se /han ido. Nos llegan con gestos y acentos precisos, que en nuestra memoria emocionados reconstruimos. Alguno cordial y optimista recita su jocundo lema: “¡No hay que estar nunca tristes, la vida es un hermoso /poema! Bellos son el amor y el arte, bellos son el trabajo, la cerveza y sus cantos, las /vendimias y el vino. Y como estamos en el mundo, alegremente hay que /vivirlos”. Y otro, al igual que yo además de optimista metafísico: “¡Verdad es que hemos de tornarnos graves, hundirnos /en nosotros mismos, cuando en las claras noches serenas contemplamos el /infinito!”. 276


Visiones y mutaciones en la noche A Pascual Venegas Filardo

Esta nocturna brisa, delgada y tibia, que estremece levemente tallos y hojas y roza rostro y /cabello con caricia voluptuosa de fina mano de mujer, parece que también moviera arriba las maduras espigas /celestes y pusiera en la cúpula numerosa como un transparente temblor de azorada libélula. Parece, pero, ¿y qué? Bien puede ser. ¿Acaso esas altas estrellas no hacen temblar el agua del /estanque con sus inquietos peces de coloreada luz que llegaron nadando desde los lejanos núcleos encendidos, desde los arcoíris /siderales? “Arriba es como abajo”, los astrónomos dicen (los astrónomos son unos poetas que nunca escriben /versos), y decimos lo mismo, por razones distintas, los poetas (los poetas somos unos astrónomos que nunca hacemos /cálculos).

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Arriba es como abajo: galaxia, sol, planeta, nebulosa y estrella, cometa y /aerolito; jardín, rosal, clavel, orquídea y azahar, violeta y amapola. Polvo cósmico o polen, todo es uno y lo mismo. Constelación florida o encendida flor. Tan sólo es otra cosa, entre arriba y abajo, el corazón. Esta brisa nocturna, delgada y tibia, de tan pura, desechó los desvirtuados olores urbanos, y llevada por la Primavera, que anda plena de estímulos y potencias creadoras, fue a buscar sus aromas a los campos abiertos. Por eso trae ahora fresco olor a pradera, a frutecidos /huertos, a naranjos en flor con su nupcial perfume, y también (¿por qué no?, pasó por la bahía) un cierto olor a puerto, que es un olor a viaje. Llena así de perfumes suavemente la noche; esta noche tersa, empavonada de azulinos brillos, que es como una rosa de finos terciopelos abierta en el /silencio; esta noche de mansas sombras que también es cortina que separa de las luces hirientes del día y sus miserias. Las duras claridades son como rayos equis que muestran al desnudo los dolores del mundo. Visiones lastimosas del día revívense en la noche

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y llegan asediantes hasta los dulces rincones de sombra en los que el alma /se recoge, como pesadillas de miedo, de inculpación, de espanto. Se recuerdan entonces aquellos ancianos y niños /desvalidos, que deambulan por las calles rogando sus pequeñas /limosnas, se recuerdan sus semblantes afligidos, los gestos de rechazo de los transeúntes indiferentes; aquel mutilado de guerra, tan callado y humilde, apoyado en el mundo al favor de su muleta de triste /madera, que entre fuego y metralla dejó su pierna en la /trinchera, y quedó a medio andar, a medio vivir, a medio soñar, porque también sus sueños le fueron cercenados. Se recuerda aquel perro famélico y astroso de aullido lastimero y suplicantes ojos casi humanos /¿humanos? habitando su esquina de abandono, su desierto entre las /multitudes. Aquella flaca pareja de caballos tirando de su pesado carro por las soleadas calles /presurosas, trotando sus pieles adheridas, sus huesos afilados, sus despobladas crines, sus vencidas /orejas;

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caballos de ojos turbios de miedo y carencia de campos, con la vida en el hilo de su cansado aliento, bajo la fusta airada de aquel verdugo, hambriento él mismo, y cruel, porque detrás suyo hay otra fusta airada, otro látigo, y otro detrás de éste, y otros más todavía (cadena miserable que hay que romper a golpes de /corazón). Y detrás de todo eso una voz de altos ecos que nadie /quiere oír. ¡El hombre no es único en la tierra, y no sólo su sangre pide clamor y grito! Desde atrás, desde el lejano día de las cavernas, aún antes del relámpago permanente del fuego, él, superior, más débil –criatura que se inicia–, cerró pacto de ayuda y amistad y cariño con otros seres, con otros seres cercanos al amor y al sagrado destello, a los que también roza en el mundo la sombra del dolor. ................................................................................................ Hay un momento en que esta nocturna brisa, delgada y /tibia, que estremece levemente tallos y hojas y roza rostro y /cabello con caricia voluptuosa de fina mano de mujer, se llena de arpas y guitarras y hace una ronda musical.

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Parece entonces que la noche tambiĂŠn vibrara como /pulsada cuerda y fuera toda ella un solo inmenso temblor armonioso.

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Media-luz del anochecer A Luis Pastori

Venida de los lejanos abismos azules está llegando la /noche. Quemó ya las rojas rosas crepusculares trocando su encendida violencia en desvaídos oros y en /azules cenizas, y estrechó más la puerta todavía iluminada de /Occidente, por donde se fue el Sol a encender otras tardes y otros /amaneceres. Avanza la sombra nocturna como inmensa falena de /transparentes alas, opacando reflejos, suavizando colores, apagando /estridencias, y el mundo va tomando un aire nuevo envuelto en un claror zodiacal, en un boreal matiz como /de ensueño, dentro del cual las cosas destacan su encantada /presencia. Aves de lento vuelo van pasando en silencio buscando /sus abrigos, bajo el cielo plomizo de la menguada tarde; fabriles chimeneas dejan sus ya delgados humos en el /viento cansino; 282


y en una cigarra retrasada parpadea el último canto como una llama vacilante. Las sirenas anuncian el final de los obreros afanes con sus largos mugidos de toro salvaje, que se van de eco en eco como haciendo zigzag, hasta ir a perderse a lo lejos contra los cerrados /horizontes, en la región por donde la tempestad empuja el bronco tropel de los truenos entre /fulguraciones. Las grandes margaritas de los altos molinos que bucean en lo hondo de la tierra el agua oculta de su /entraña (se entrega el agua y sube, y se baña de luz, y se /estremece y canta) despiden cadenciosas al día fugitivo, hilan un aire leve tan de seda y de oro, tan de rosa y de /nardo, que apenas si se las ve mover en su girar pausado. Todo tiende al regreso y al descanso. Ciérrase la parábola que abrió el amanecer, de acción y /de trabajo. Encuentro y beso de la sombra y la luz de la noche y el /día dan esta nueva luz dulce y tranquila,

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bajo de cuyo hechizo la vida detiene su marea violenta, y se remansa y se hace tersa. Luz de mirar con más amor las cosas y sentirlas más /íntimas, más comprensibles y sencillas. Y las cosas a solas con nosotros muestran nuevos /aspectos, se nos revelan ellas y entonces nos entregan sus /secretos. ¡Mansa luz del anochecer!, penumbra de las seis post /merídiem! Luz, media-luz, que recorre la escala de todos los /matices, luz serena y sin brillos, que es como retirarse algunos pasos y entrecerrar los /ojos, que así se ve el objeto en sus perfiles limpios. Luz, media-luz del anochecer, en la que cisnes imprecisos bogan en el agua de los /espejos. Luz, media-luz de foto estereoscópica, de discretos vitrales, de film panorámico, de paisaje de /sueños. Luz, media-luz cambiante de pompa de jabón, que mide el tiempo urgido hacia la sombra de color en /color. Media-luz que prologa la ya cercana noche, que afina el /sentimiento, y nos prepara el alma y pone a punto el corazón. 284


Luz, media-luz de gruta entre pinares, como la de los ojos en deliquio de la mujer que amamos. Luz, media-luz trasmutadora y mágica, a cuyo influjo todo cuanto miramos cambia. Luz, media-luz dormida del nácar o la perla, propicia para encontrarse el hombre con su alma y /dialogar con ella. Luz, media-luz del alma del topacio, del alma del zafiro, coloreada penumbra para las claridades del espíritu. Media-luz del anochecer, que es como un /encantamiento, que al fin se apaga lentamente como un dulce recuerdo. Densa avanza la noche sonando su gran cuerno de /silencio, llamando a la quietud y al apacible recogimiento. Hombres y bestias comienzan a atender su llamado al /sosiego. Hay como un extenso desfallecimiento y todo queda en /suspenso. Se diría que un nuevo mundo está naciendo y va a /manifestarse. El alma henchida espera el maravilloso acontecer. Múltiples y dispersos pronto vendrán los signos: el silbido aún tímido de algún oculto pájaro noctívago que despierta a su aurora nocturna; el precursor mercurio de Venus y de Sirio;

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el límpido teclear de plata de las ranas minúsculas; el encenderse en parques y florestas de los primeros /grillos. Un instante después será la noche.

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ANTOLOGÍA POÉTICA 1938-1969 (1974)



Manifiesto del humano amor

Desde arriba, desde abajo, desde atrás, desde enfrente, desde la plenitud que me rodea, me llega una llovizna de perfumada miel, que endulza y sosiega mi sangre y la dispone para el /total amor. Hasta el sitio en que estoy en la vida, ante el mundo, y que mantengo limpio y barrido como patio de bodas, no llegan leones ni panteras, ni la parábola constelada del tigre trae el espanto a mis /ojos. Lejos de mi suelo pasan sinuosas las serpientes, con sus pieles de calofrío y sus traidores venenos, a ocultarse en oscuros escondrijos. Cadáver ni despojo atraen a mi alrededor el aullido /inmundo de las hienas, y ni buitres ni cuervos trazan sus negros círculos en el azul del cielo que me abriga. Ni garra, ni colmillo, ni corvo pico, ni alevoso veneno me asedian ni amenazan de infortunada muerte. Mi corazón está libre de angustia y de turbadora duda /mi espíritu.

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Donde nublados ojos ven barrera final, muro /infranqueable, abismal vacío, yo solamente miro una ancha puerta iluminada. No está hecho mi ser sólo de materia deleznable. Devolveré mis minerales, pagaré mi deuda de polvo al /polvo, pero mi alada llama, mi puro resplandor y mi entero /sonido, perdurarán por siempre, eternos en la eternidad de la infinita Llama creadora, del Resplandor sin término y del alto Sonido incesable. Cierto es que me duele todo lo que en la tierra de dolor /es herido. Me duele el cervato que apaga su mirada de niño en las /fauces del lobo, la sedosa gacela en las garras del tigre (me duele el propio tigre cuando se dobla herido de bala /vengadora), me duele la hormiga aplastada en el afán de su caravana /provisora, el ratoncito en el juego de muerte que le hace el gato en su único negro instante malévolo; me duele esa desaforada innumerable guerra que /mancilla las aguas, en la que el pez más grande devora al más pequeño.

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Me duele esta batalla cotidiana con heridas y desgarramientos, con gemidos y ayes; me duele esta agonía, este clamor constante y este correr de llanto inacabable. Me duele todo eso. Me duele el Hombre. Me duele el hombre por los cuatro costados; me duele hondo, hondo, con hondura de herida que llega hasta la entraña. Y me duelo yo mismo, en mi unidad humana y en mi /pluralidad. Me duelo en mi sufrir y en las extrañas penas. Me duelo de imposible, me duelo de impotencia. Pero oigo la llamada. La humana llamada imperativa, y puntual concurro a la cita. Con voluntad dispuesta, con manos y brazos fraternos y /hacedores. Con fervorosa sangre que espontánea se brinda a la tarea unánime de rescate y de búsqueda. Voy también a la lucha con la palabra, que es pan, semilla, bálsamo, palanca, escudo, espada. Con la palabra que es la gracia suprema, que es el don /multiforme; creadora fuerza, poder altivo y recio. (La palabra es la flor del espíritu, y el espíritu la flor del Hombre y el Hombre la flor de la /Tierra. 293


Algo nace o algo muere, o algo se transforma cuando una palabra rompe su /sagrada cáscara. Nombro la rosa y se perfuman mis labios, nombro el sol /y se ilumina mi alma. Y palabra mata palabra como en mágica virtud de /abracadabra. Cuando yo digo iris disuélvese la ostra y aparece la /perla, y cuando digo orquídea se muere una alimaña. ¡Ah! si unánimemente dijéramos AMOR con sincera /pasión humana!). Para que diese memoria y cuenta de lo que veo sobre la /tierra, y aún más allá, más allá de la Tierra, a mí me fue dada la palabra. Actor, testigo, soy. Y cumplo mi destino. No permanezco /mudo. Desde el fondo del tiempo fui convocado para el /espectáculo del mundo.

Asunción, Paraguay, junio de 1969

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Evocación sensitiva de Venezuela

Ausente y lejos de ella, como ahora, como antes tantas /veces, cuando yo digo, u oigo decir a alguien, Venezuela, mi corazón se hincha de impulsos como vela con /presuroso marino viento, los caballos de mi sangre sueltan su galope ardoroso, y en mi pecho bate su pleamar una marea de generosas /ansias. Es como si al influjo de la plena palabra quisiera ir en su nombre a realizar nobles y humanas /hazañas. Pienso entonces en el mundo, tan colmado de /invitaciones, de anchas rutas y alegres caminos (el mundo está lleno de maravillas y es bello y lo /amamos y es nuestro), y ahora, se me antoja pequeño para contener la armonía /de este nombre. Cuando yo digo, u oigo decir a alguien, Venezuela, la visión se me llena de cuadros prodigiosos y mágicas /diapositivas, de cineramas y tecnicolores, que muestran en sucesión magnífica

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las llanuras inmensas con tropas de ganados y grupos de /palmeras, anchos ríos de pausado correr y esteros y caños como /espejos, en cuya azul quietud refléjase el ballet colorido de /garzas y flamencos; cadenas de montañas de matizados verdes y lejanos /azules, con rebaños paciendo, con casas y caseríos humeantes, y en sus cumbres más altas picachos y planicies con /nieves perpetuas; extensísimos valles con vastas plantaciones, arboledas y /encantados parajes; lagos azules con sus verdes de islas, golfos serenos como lagos y lagos grandes como mares; desiertos de finísimas arenas, dunas movientes, viento y /espejismos; selvas de recios árboles –compactos como legiones– que dilatan su duro mar vegetal de oscuro verde de /obsidiana; extensos litorales de coloreada luz, con playas de /muelles arenas, y horizontes de redes, de remos y gaviotas, de velas y /alcatraces; y detrás el mar, el policromo mar, el mar de los caribes. Y en todo el panorámico desfile, sobre la clara luz de los paisajes ponen su pincelada /cálida los grandes, criollos árboles floridos:

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el purpúreo algarrobo, el apamate lila, la vera de /violento amarillo, el azul guayacán, el áureo araguaney, el bucare /encendido. Bucare, guayacán, araguaney –rojo, azul, amarillo–, /hacen el grave símbolo: la primaria Bandera del vuelo portentoso, del amor y la /gloria, la tricolor, la libertaria enseña. ¡Qué gama de colores el color Venezuela! Cuando yo digo, u oigo decir a alguien, su nombre, el alma se me llena de resonante música, como una concha acústica con sinfónica orquesta /numerosa. Siento que todo vibra, que todo suena y canta en “la /tierra de gracia”: pájaros flautas, pájaros violines, pájaros violas, pájaros /flautines; ríos cornos, ríos oboes, ríos fagotes, arroyos ocarinas, torrentes violoncelos, cataratas /violones (y el gigante río padre que empuja el mar con mano /poderosa y ancha ¿no es como el bombo que apoya el compás fuerte del /ritmo de la patria?) y timbales marinos percutiendo su piel azul de /extendido temblor sonoro.

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¡Cuánta música viva, cuánta música de agua, de cocales /y viento para la beethoveana sinfonía Venezuela! Cuando yo digo, u oigo decir a alguien, su nombre, todo mi ser se inunda de múltiples fragancias. El cedro y la sarrapia traen su familiar perfume de /intimidad casera. El samán, el jabillo, el urape, el merey, la ceiba, la caoba, el suyo, agreste y limpio. La caña desde el aire tibio de los ingenios su agrario y /denso aroma. El cacaotero de generosos péndulos, al floreciente abrigo /de bucares y jobos, El vaho caliente y lleno de las maduraciones. El cafeto florido, que es decir estrellado, multiplicado bajo la dulce sombra de los copudos /guamos y aguacates, su jazmíneo perfume de leguas y distancias. Y las flores nativas de las varias regiones sus indianas /fragancias. ¡Qué suma de perfumes el olor Venezuela! Cuando yo digo, u oigo decir a alguien, su nombre, se penetran mis labios de exquisitos dulzores. Dulzura de la caña –alta, rubia, cargada–, de los áureos /panales, del mango, del caimito, la níspola, la parcha, el zapote, /el mamey,

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la guayaba y la poma, del pecoso titiaro y la punteada /tuna, el vegetal milagro que de la arena ríspida se colora y /enmiela. ¡Qué suma de dulzuras el sabor Venezuela! Cuando yo digo, u oigo decir a alguien, su nombre, siento en mi mano el roce de finos terciopelos y sedas /primorosas: la nutria nadadora y el zorro lavador de orillas de los /ríos, el venado bicorne y el conejo silvestre; la criolla paraulata (la soprano llanera de la nívea /garganta), la garza, el corocoro (ibis venezolano que es ibis /escarlata), el bailador gallito de las rocas encendido en su rojo, y entre otros miles pájaros de plumajes finísimos el /turupial simbólico; las grandes mariposas de rasos impalpables y alas como /vitrales que vienen de las selvas como sueños volátiles; la incomparable perla de pulido irisado y de radiante /oriente, los grandes caracoles de rosa evanescente, las pequeñas conchas marinas de vivos colores y /tornasolados nácares; la noble Flor de Mayo, ensueño indescriptible, y otras bellas orquídeas, por cientos y por miles. ¡Qué tersura en mi pluma si escribo Venezuela!

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Ausente y lejos de ella, como ahora, como antes tantas /veces, cuando la nombro o la oigo nombrar, mis sentidos se encienden y mi espĂ­ritu vibra y se dilata. Digo Venezuela, y el alma se me queda prendida de la entraĂąable palabra.

AsunciĂłn, Paraguay, julio de 1969

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INÉDITO (1927)


Partida de nacimiento de Jos茅 Ram贸n Heredia

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Yo quise darte un verso... A Olimpia López

Yo quise darte un verso pulido y primoroso, como un diamante pulcro de nítidas facetas, un verso raro y ágil, algo maravilloso, que fuera literaria joya entre los poetas. Soñé un rojo crepúsculo fugaz y esplendoroso; pensé en la luna pálida sobre las ondas quietas de los lagos serenos... En busca de lo hermoso cansó mi pensamiento sus dos alas inquietas. Y sordas a mis ruegos las musas no me oyeron, ni fantasías ni sueños nacer el verso hicieron, el verso raro y ágil, de forma nueva y limpia... Mas, vaciando a tus plantas mi alforja de poeta, te brindo las catorce flores de esta maceta, la que formé al recuerdo de tu belleza, Olimpia.

Barinitas, 21 de diciembre de 1927

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Bibliografía y cronología Poesía Paisajes y canciones(versos) (1928). Caracas: Lit. Tip. Taller Gráfico. Por caminos nuevos (1933). Valencia, Venezuela: Litografía Branger. Música de silencios (1936). Caracas: Cooperativa de Artes Gráficas. Los espejos de más allá (1938). Caracas: Asociación de Escritores Venezolanos, Tipografía La Nación. Gong en el tiempo (1941). Caracas: Ediciones Grupo Viernes, Tipografía La Nación. Mensajes en siete cantos de la guerra y la paz y desde América (1944). Caracas: Tipografía La Nación. Maravillado cosmos (1950). Caracas: Tipografía La Nación. La noche y siempre la noche (1966). Asunción: Editorial El Arte.

Antologías Círculo poético (1956). Buenos Aires: Editorial Losada, colección Poetas de España y América. José Ramón Heredia Antología poética (1973). Caracas: Monte Ávila Editores, Biblioteca Popular El Dorado N.° 90. Antología poética José Ramón Heredia 1938-1969 (1974). Caracas: Litofotos Prieto. Maravillado cosmos Antología poética (1990). Prólogo: Eleazar León. Caracas: Monte Ávila Editores, colección Altazor. 306


El enigma sutil de lo perfecto antología poética (2012). Selección y prólogo: Octavio González. Trujillo, Venezuela: Fondo Editorial Arturo Cardozo, colección Poesía.

Novelas Justicia bárbara. (novelín) (1934). Caracas, Venezuela. Doce horas por las calles de Caracas “cuadros novelados” (1948). (Heterónimo, José Corda), Caracas: Editorial Ávila Gráfica. Insolación (novelín) (1957). (Heterónimo, José Corda), Asunción: Editorial La Colmena. Seis meses por las calles de El Cairo “cuadros novelados”. Inédita.

Ensayos, Crónicas, Artículos y Estudios* Abecedario para la comprensión de la poesía nueva (1938). ¿Debemos regresar a los ritmos clásicos? (1940). Poetas y poesía “juicios y ensayos estéticos” (1942). Caribes y guaraníes una sola y misma raza (1962). Asunción, Paraguay: Emasa. La libertad del Perú (julio de 1971). Asunción: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. ¿Te acuerdas de Ángel Miguel Queremel? (1980). “Yo vi caminar a Bolívar a través de Ño Ricardo Carrillo” (1981). Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. “Abecedario para la comprensión de la poesía nueva”. (1938). Caracas: Imagen (N.° 100-35) [1987]. Estudio por la muerte del poeta Rosamel del Valle.

307


En el frente del arte nuevo “polémica sobre poesía” inédito. *Su obra en ensayos, crónicas artículos y estudios es más extensa, y se encuentra diseminada en periódicos y revistas de diferentes países.

Prólogos Héctor Guillermo Villalobos, Afluencia (1937). Caracas: Editorial F.E.V, Editorial Bolívar, Venezuela. Josefina Plá El polvo enamorado (diálogo) (1968). Asunción: Cuadernos del Colibrí N.° 11.

308


Cronología 1900 (8 de noviembre) nace en Niquitao, Edo. Trujillo, Venezuela. 1951 Recibe el Premio Municipal de Poesía. (Maravillado cosmos). 1965 La Academia de la Historia de Venezuela lo nombra Individuo Correspondiente. 1973-74 Se le otorga y recibe el Premio Nacional de Literatura, mención Poesía. 1984 Recibe la Orden Andrés Bello en su Primera Clase, Banda de Honor. 1987 (9 de julio) muere en Caracas, Venezuela.

R.P.S. Tenshi

309



ÍNDICE



PRÓLOGO

Nota Bene Palabras de agradecimiento a la vida

9 23 25

PAISAJES Y CANCIONES (1928) A manera de prólogo... Estoy triste Pena oculta Tarde llanera Ante su retrato Presunción Yulú Frente al mar Mi estilo A Enriqueta Arvelo Larriva

31 33 34 35 36 37 38 42 45 48

POR CAMINOS NUEVOS (1933) Carta del poeta Gastón Figueira Al poeta Gastón Figueira Consideración Noche Guitarra mía Dualidad

53 55 57 59 60 62


POEMAS COMPRIMIDOS (a Gastón Figueira) Pronto vendrá Silencio

65 66

POEMAS COMPRIMIDOS Plenilunio Marino Símbolo ¿Se clavará en alto? Anhelo En el parque Nadie quiere Despedida Luctuoso Hay que alzar la mirada Buzos Volviendo a pasar

69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80

POEMAS DE LAS VOCES HONDAS ¿Qué hablas a mi alma? Se ha puesto loco el viento Quiero echarme al campo Lluvia El pozo vacío Espada y brújula Esta alegría Las bombillas

83 85 88 90 93 95 97 101


Paz infinita Mis espadas

102 104

MÚSICA DE SILENCIOS (1936) Poema humilde. Árbol desnudo Confidencia Chocano Monumento de la plaza Ribas Romance de la noche negra Momento Astronomía filial Romance de brisa y sol Prodigio Mickey Mouse Presentimiento Por fin Dueños

111 112 113 115 116 120 122 123 126 127 129 131 132

LOS ESPEJOS DE MÁS ALLÁ (1938) Viaje a través de un cilindro El mar se baña en tu cuerpo Fe-rro-ca-rril Sombras Mi poema a los niños muertos en la guerra de España Miedo de tu presencia en mí Medio día sobre el mundo Tu encuentro en la muerte de los colores

137 140 143 146 149 152 155 158


GONG EN EL TIEMPO (1941) Armonía y visión del destino del poeta Matiz y acento de la viva muerte de Luis Fernando Álvarez Viaje de ida de Ángel Miguel Queremel

167 171 174

DEL AMOR Y DEL SUEÑO Tan sólo vienes de regreso y cantando Preguntas desesperadas en la honda vigilia Voz y mensaje con estática de la guerra Canto al hombre biológico

179 185 190 197

MENSAJE EN SIETE CANTOS DE LA GUERRA Y LA PAZ Y DESDE AMÉRICA (1944) Canto II Canto III Canto V Canto VII

205 209 212 217

MARAVILLADO COSMOS (1950) Invitación de amor a la extranjera Poema de las cosas y las voces sencillas Sinfonía en colores de tu sueño y la noche Así llegaste tú para mi vida Saludo a Vicente Huidobro Poema de la dulce soledad y del recuerdo

221 226 233 238 243 249


CÍRCULO POÉTICO (1956) Contrapunto

257

LA NOCHE Y SIEMPRE LA NOCHE (1966) Metafísico Poema con paréntesis, interrogaciones y asonancias Poema de la noche una y múltiple Visiones y mutaciones en la noche Media-luz del anochecer

265 266 271 277 282

ANTOLOGÍA POÉTICA 1938-1969 (1974) Manifiesto del humano amor Evocación sensitiva de Venezuela

291 295

INÉDITO (1927) Yo quise darte un verso... Bibliografía y cronología

305 306



Este libro fue editado por la Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. Está compuesto con la familia tipográfica Apple Garamond Fue impreso por la Fundación Imprenta de la Cultura, durante el mes de junio del 2015. Año de la conmemoración del centenario del nacimiento de César Rengifo, quien manejó la idea bolivariana de la fuerza de los pueblos para el cambio.

1000 ejemplares



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