César Rengifo / Poesía Reunida

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CÉSAR RENGIFO


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Mercedes a Luneta Parroquia Altagracia Apdo. 134. Caracas. 1010. Venezuela Telfs: 0212-562.73.00 / 564.58.30 William Osuna Daniel Molina Ánghela Mendoza ©César Rengifo Caracas, Venezuela 2015 Jennifer Ceballos Ximena Hurtado Yarza Ánghela Mendoza

Fundación Casa Nacional de las Letr as Andrés Bello

Presidente Director Ejecutivo Coord. de prod. Editorial

César Rengifo. Poesía Reunida Diagr amación Corrección de textos Diseño de colección Dep. Legal: lf6052015 ISBN: 978-980-215


CÉSAR RENGIFO Poesía Reunida



Prólogo a la obra poética de César Rengifo Los poemas de César Rengifo son testimoniales, recogen la orfandad de su vida, expresan sus búsquedas y sus desafueros. En su interior habita lo inusitado, se sabe en los caminos del sueño. Sus creaciones residen entre las luces de la transparencia. Sus poemas son confesionales, expresan su interior. El hombre debe marchar hacia aquello que lo exprese y sea cónsono con el raudal de sus pensamientos, debemos romper con las fuerzas interiores que nos dejan truncas las esperanzas y esto implica el temple del valor. Rengifo proviene de lugares que le exigían el riesgo y la lucha con pasión por autenticar las exigencias de su espíritu. Este poeta emergió de la región donde habitan todos los dolores y el desamparo, sobrevivió a la huella honda de perder a sus padres en la niñez. Su condición de huérfano lo adentró en las palabras, sus imaginarios apuntan a la creación, a la indagación y al errar, viaja a Chile y luego a México para trazar su camino y su destino, Venezuela para ese momento era un país atrasado asolado por el autoritarismo que apenas con la muerte de Gómez comenzaba a atisbar ciertas reformas. Rengifo creyó en la perfección de los sueños, la amistad fue para él un baluarte esencial, transitó por el mundo azteca buscando la perfección del socialismo. El

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muralismo mejicano fue su inspiración, en este descubrió las luchas de los pueblos oprimidos, pensó en su tierra nativa y descubrió la orfandad y el olvido a que habían sido sometidos los hombres de este costado del mundo. Sin embargo tenía la certeza de que advendría un amanecer de esperanzas, viviríamos sin odios. Como poeta visionario le hablaba a las consciencias aconsejándoles que nunca rumiaran solas el desencanto, “cúrvate y verás que al lanzar tus pasos firmes adelante / grabarás con tus huellas de infinito a infinito”. La construcción de la vida era un asunto colectivo y esto implicaba una nueva fe y el compromiso revolucionario. El yo poético de este hombre aspira a la luz y a restañar las heridas y los pesares. La vida debe tener la fuerza de hacer a un lado el desconcierto. Las pupilas deben estar prestas a avizorar la infinitud del rumbo, Rengifo en los años cuarenta está consciente de estar viviendo un momento histórico de cambios. “Los surcos están abiertos profundos. Cada semilla es una fecundación al futuro, es una espiga, una siembra… ¡Sembremos!”. Los hombres están persuadidos de que marchan hacia caminos superiores, sus voces internas se lo dicen. Cuando César Rengifo escribe estos poemas, en Venezuela está floreciendo una nueva alborada, el país

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había padecido veintisiete largos años de la bota militar de Juan Vicente Gómez. “Los hombres marchan hacia las auroras”. El país reclama justicia y modernidad. El viejo totalitarismo parece declinar. Los ojos de este poeta están fijados en el rostro de su país, como entes colectivos debemos fraguar la luz y superar las tinieblas. El esfuerzo es enterrar ese pasado sombrío que hemos padecido como pueblo, por ello estamos obligados a sepultar muy hondo todo aquello que nos perturbó. Las raíces del mal debemos erradicarlas y desterrar cualquier posibilidad de que renazca. Eso debe asumirse como un compromiso ético con las venideras generaciones. La voz del poeta que no es otra que la de la redención, finalmente dice que los cadáveres insepultos del mal deben continuar para que se pose sobre ellos el dedo acusador. Los tiempos ya son otros, hombres como Nereo Pacheco y cárceles como La Rotunda no tendrían ninguna utilidad en un universo de justicia que ha accedido a las instituciones democráticas. Sin embargo el mal no termina de finiquitarse, están de nuevo allí los sujetos del odio, los que propician guerras, explotación, sufrimientos y reparto del mundo “¡Ah, ya están de nuevo aquí con uñas y colmillos / con fuegos y aullidos! / Traen los llantos en sus morrales

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de odio”. Para César Rengifo la redención está en la lucha y en la construcción de la patria. Lo dirá en su obra Esa espiga sembrada en Carabobo, no hay amor más fuerte que el del terruño. Cuando suenan los redoblantes se enciende la honda huella cultural de la libertad. Nuestro poeta evocará a la esperanza como norte permanente de los hombres y de la vida, “y la esperanza [es] un barco sin naufragio ni puerto”, será la lucha de las generaciones, esta se fraguará aún en las tempestades más profundas, es la esencia del espíritu que se refracta y vaga por los mares. Un arma fundamental de Rengifo como poeta es su imaginación y su idealismo pleno de romanticismo y de radicalidad. Está persuadido de que la vida renacerá, con ello se refiere al solaz, a la solidaridad. El viaje íntimo por distancias vertiginosas es un recurso del ser que ama a la existencia, que sabe que en su alma no hay recodos para el odio. Como creador aspira a la infinitud, le placen las madrugadas, la lluvia. Los elementos naturales son su todo intemporal, de ellos nunca se desprenderá. La rosa es una sorpresa, un elemento lúdico que macera el interior de nuestra voz y se enreda en los vientos. La poesía de Rengifo se enmaraña con la majestad de los elementos naturales. Las nubes nos cautivan,

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nos hacen presagiar un mundo más pleno. Vivimos en la mundanidad de las cosas, en el espesor y en la holgura de los tiempos interiores y de la subjetividad. El hombre subsiste en plenitud en un mundo que le pertenece y que está construido de vocablos que nos hacen accesible el cosmos. La palabra como tempestad es ente fundado, sin ella no hay creación. El ser es su sentimiento, todo está poblado de sus impulsos y de los deseos del éxodo poético. El espíritu es inquieto, sabio, tiene el privilegio de poder deshacerse del agravio de la voluntad del poder superior que mancilla el alba y los trigales. El hombre está en capacidad de escupirlo todo, puede hipostasiarse más allá de aquel que mancilla el aroma convirtiéndolo en pantanos. Esta poesía pone en mano de la sustancia pensante y moliente el mundo. Todo podemos crearlo con nuestro propio báculo y con nuestras medidas. La riqueza del mundo natural y esplendoroso poblará de acciones vegetales la existencia, esta contará con la acción de aromas conocidos, con las guitarras vegetales, todo será una sinfonía de la naturaleza, la realización y esplendor de la imaginación. La existencia hace que los marineros persigan sus efigies de sal. La palabra todo lo ha vuelto accesible, presto y a la mano. En la vida estamos

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sumergidos en la búsqueda, somos sorprendidos por lo maravilloso, por lo indeclinable. Rengifo en los años sesenta se extasía en los colores, estos emergen de las cosas infinitas. El mar contiene al índigo. Las mañanas al color rojizo de las espigas, todo eso se da como una magia desenfrenada, como un puñado de emociones, de resquicios imperceptibles, vivimos en la riqueza de lo impredecible, el azul es inaccesible en las aguas del mar, en la distancia se le torna lejano al ave que lo persigue, está allí difuminado en lo inaccesible. El violeta posiblemente surja de la última exhalación del crepúsculo y de sus trazas rojizas. Cada color significa una emoción, da estatus a una idea. El negro se presenta como nefasto presentimiento, es la huida de la luz, quizás presagie en el ideario rengifiano lo primigenio. En Rengifo se da un intento de reconciliación con lo primigenio. La riqueza del cosmos atrapa al hombre, este apacienta sus percepciones en las praderas, en todo lo que yace allí para reconfortarlo y apartarlo del vacío. El hombre es un habitante de la reconciliación, es horno de sus percepciones. “¡Al principio fue el silencio! El hombre, / lo que sería el hombre, yacía disperso en el fondo de las cosas”. En el silencio estaba todo contenido, las cosas guardan un momento de invisibilidad, no están

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al alcance de la mano, allí está la potencia que da inicio al movimiento. A César Rengifo en los poemas escritos entre 1968 y 1978 lo abordan las preocupaciones fundamentales que podrían explicar la vida, todo parece emerger de un silencio esencial y profundo. El mundo esperaba aún para manifestarse como existencia, yacían en potencia el grito de los pájaros, de la quietud surge el movimiento esencial e iniciador de la vida. En ese momento de lo desvaído no existía la preocupación, el ser se manifiesta en ella, cuando se siente en derilection sabe que todo está comenzando. De las tinieblas emergen voces, latidos, movimientos, adjunción, un mundo inédito estaría empezando. Desde ese antiguo momento todo comienza a significarse y a tomar importancia. Las ciudades son cuerpos que guardan lo diverso, el eructo, la defecación, la maldad y la bondad, se vive encerrado en ese ente donde las ratas escrutan hasta encontrar la podredumbre, lo inservible. Las ventanas de los edificios ven sobrevolar los zamuros, cada quien se pertenece en una angustia primigenia, esencial. El hombre citadino no es capaz de ver, de testificar. El tiempo todo lo macera y lo arruina, una vida inesencial está en las calles, las piedras parecen dialogar entre ellas. Rengifo

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las escucha maldecir. Los trapos se putrefactan. La ciudad es el ruido de lo insólito. Aquellos comienzos primigenios de la vida son asaltados por la innombrable urbe. Rengifo palpa aquella vida hundida en lo inescrutable. La ciudad se escritura como divorcio de la existencia. El encuentro ya no es posible, una exaltación mayor ha fundado aquellas vidas ausentes, nadie quiere escucharse, ni saberse, los lugares se presentan insólitos, han conquistado la altura del extrañamiento. La industrialización ha hecho de nosotros seres desgarbados, serializados, nada daría certeza de la existencia del hombre, su cotidianidad lo ha volcado hacia el vacío. La etapa de 1970 en Música de un amor, sustancia del recuerdo, le presenta a la poética de Rengifo enormes preocupaciones existenciales. El mundo de la memoria se le acerca para mostrarle la ambigüedad, lo esencial y lo inesencial. El recuerdo nos hunde en lo que jamás podrá ser reeditado, pero a la vez ellos son capaces de retrotraer a nuestras vidas lo más alto, en ese caso encontramos lo insustituible. El amor juega según el autor un papel vital y de fuerza en la vida del hombre, en ese caso el sentimiento es de vitalidad y de fuerza.

Nelson Guzmán

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Carta para César Rengifo

César: Envuelto en música de Armenia que tomé en el aire de un viaje reciente y con el rumor de los mil estanques o de los tres mil surtidores que asoman los ojos de agua hacia el monte de Noé; envuelto en música de los montes bolivianos y desde anoche por un sostenido cuerpo de cuerdas merideño, aquí en la Biblioteca Julián Padrón de la Asociación de Escritores de Venezuela, necesito decirte algunas palabras. Por ejemplo: sucede que Mateo Manaure y un grupo de pintores me pidieron despidiera tus despojos en la Galería de Arte Nacional, aquél del cual tenemos el recuerdo en que como una sombra clara y hermosa que bajaba del Ávila tomabas el rumbo desconocido que en tu caso no sustrae el camino de la belleza y del misterio siempre en un artista previsto y, mucho en ti, por la simple rareza de haber, por las diferentes carátulas o máscaras de la existencia, escogido un sendero no marchitable: el de la humana predilección por los mejores asuntos del señor de la tierra y como tomo el cuento arriba iniciado, yo debía haberte

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despedido y no fue así, porque ese día Cabrujas se empeñó en que yo aparezca en el cuadro final de Gómez Uno, y fui arrebatado de las puertas de la Galería por las manos de los asistentes de dirección y entre esas manos me fui con la dueña del vestuario, Laura Otero. De forma tal, César, que si no hablamos al menos estábamos en una situación que te fue amada, entre planos, colores, marchas y contramarchas. Repeticiones de tomas, de luces y etc., etc., que tú a lo largo de tu vida de pintor y de autor teatral dominaste. Así fue como pasó el día de tu paz y de tu pase al polvo INMATERIAL QUE ES FUENTE DE LA VIDA. Pero, debo decirte que era yo un muchacho de liceo cuando un día vi la primera obra de teatro de autor venezolano y fue, recuerdo bien: en la cercanía de la Iglesia de las Mercedes. Para mis quince años fue suficiente como para salir a imaginarme la vida un poco con nudos y colores de la desesperanza. Camino de los años adolescentes ya sentí el peso de una actualización en campos de esta Castilla tropical. Luego vendrá tu pintura y el conocimiento personal en la Librería Pensamiento Vivo. Luego, y digo

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luego para decir que antes de este luego estaba la Venezuela de la Dictadura; y recuerdo, en los primeros días de febrero del 58 que yo venía de la casa de Carlos Augusto León, precisamente el día de su regreso al país, tus palabras sobre una conversación que sosteníamos algunos jóvenes sobre El capital “Yo, mal que bien tengo veinte años tratando de leerlo”. Te miramos como si fueses un ultraterrestre no por el tiempo, más bien por los años nuestros. Era que nosotros teníamos por ahí esos mismos veinte años. Luego vendrá la década del sesenta. Y un día estás en Roma. Y otro día tú me entregarás los papeles que yo necesitaba para irme a Canadá como representante de Venezuela al Congreso. Para poner fin a la Guerra del Viet Nam. Y así fue. Un día se terminó la guerra. Y... ¿ahora? Ahora son tus poemas que vienen de las manos de tu mujer. Son poemas que se abren en México cuando gateaba en la casa de mi abuelo y no sabía lo complicado que es la obra y la vida del hombre. En estos poemas he estado trabajando acompañado en la lectura del poeta Luis Camilo Guevara. Yo quisiera que el paso de nuestros ojos

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y manos por sobre y entre tus palabras tenga el íntimo galardeo de compañeros juveniles. La palabra siempre está como de quince años. Y a veces la palabra dada, con la cual nuestros amigos poetas de los primeros años de este siglo montaron el tambor batiente de la poesía, es más joven aún. Recordaré algo que, sobre la tumba de Lenin dijo Stalin: “Te juramos, camarada Lenin, defender al partido como la niña de nuestros ojos’’. Cito de memoria poética. Así es César, te juramos defender la vida y la palabra y el compromiso de nuestra patria, así como de bello tiene defender la vida como se defiende la niña de nuestros ojos. Y luego será cuestión del tiempo que tú montes tus “Llamas sobre el llanto”.

Caupolicán Ovalles Caracas, Casa Nacional del Escritor. 10 de octubre de 1986

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Los espacios vacíos de los sueños

Para muchos, este libro habrá de ser una sorpresa: César Rengifo fue siempre conocido fundamentalmente como artista plástico y como dramaturgo. Pero todo artista es un poeta. Lo fortuito, es descubrir de pronto que esa poesía habría de plasmarse no sólo en el lienzo o en la fisonomía de quijotesco personaje, sino también a través de la piel excitante de los versos. Hurgando en viejos baúles (siguiendo el rastro de su obra) un día descubrí manojos de pliegos sobre cuyo lomo el tiempo había calcificado huellas: cartas, notas y papeles de viaje. Fotos del artista en el pico del Ávila o un retrato raído junto a los frailejones andinos. Y de repente, hojas dispersas en cuyo cuerpo blanco todavía, palpitaban palabras, diagramaban sueños los manchones negros: poemas caligrafiados, escritos en letra legible, en verso fluido. Una vez más la búsqueda era recompensada con el hallazgo. En este caso, accidental, inesperado. El viejo Luis Buñuel, ese incansable prestidigitador de imágenes, ya lo había dicho una vez: “me gusta que la vida me sorprenda en cada esquina”. Para nosotros, se trataba no sólo de un invalorable descubrimiento sino de un exquisito obsequio.

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Durante meses exploramos todas las pertenencias del artista intentando encontrar códigos complementarios que nos proporcionaran una visión más completa de su obra: revistas, libros, artículos sueltos, nos habían ofrecido claves, sin duda relevantes. Ahora, sin siquiera proponérnoslo, nos acercábamos a una vertiente de su existencia, (a la cual Rengifo aludió de manera casi anecdótica alguna vez, sin conferirle importancia, considerándola apenas como “intrascendentes sucesos ocurridos en instantes de repliegue espiritual”) que prolongaba su obra y permitía acceder a una dimensión distinta de su creatividad. Porque la vida de César Rengifo no es otra cosa que una incandescente e infatigable persecución del acto creativo. Una luminosa reflexión, una explosión intuitiva incesante en pos de ese aluvión expresivo que a veces se refleja en la tela, otras sobre la escena y algunas otras, las menos públicas, a través de la poesía escrita.

Conciencia y existencia La actividad creativa de César Rengifo está signada siempre por un código inalterable: el amor a la vida, la creencia casi patológica de que sólo en este “reino” es posible

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descubrir y realizar el destino último del hombre. De esta manera, la vida se convierte en un suelo fértil sobre el cual, todos los surcos se abren para proporcionarle al hombre el verdadero espejo de su existencia, la textura única de sus formas. La vida, entonces, constituye la materia prima, la masa heterogénea a partir de la cual será posible conformar y ofrecer cauce a todas las expectativas. Desde este punto de vista, la muerte se inserta en un plano secundario donde la posibilidad de realización se desvanece y, en consecuencia, debe ser relegada como objeto inmediato de conocimiento. En obra anterior, hemos destacado la profunda relación existente entre el hombre y el creador: “El hombre y el artista se encuentran y celebran en sus actos vitales y en sus resplandores creativos. No hay posibilidad en caminos paralelos: la vida se diseña sobre las líneas que bosqueja la historia y, al mismo paso, el arte recrea sus códigos en los espejos que nacen a la orilla de la tierra y en los sueños de los hombres que se erigen y sucumben sobre ella”.1 1 Ver: Nunes, Jorge. (1982). César Rengifo: El retorno a las raíces. Caracas, Ediciones GAN (Serie Los Creadores). pp. 21-22.

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La presencia de la historia, como un vector inevitable, le otorga a la vida, de acuerdo a la perspectiva de Rengifo, una condición peculiar: el entorno social, sus ramificaciones, confluyen permanentemente sobre la individualidad para conferirle tonos inconfundibles. La vida habrá de ser un reflejo de este exterior y la recreación espiritual de ese universo, de ese arco permanente de pulsaciones objetivas, no puede estar desligado de su influencia, aunque se exprese a través de un lenguaje pleno de detonantes poéticos. La poesía emerge del medio circundante, aunque sus verdaderas raíces, en apariencia, parezcan “oscuras” y se perciban referidas a motivaciones “existenciales”.

Ríos de níquel fluyendo sobre la piel Al igual que su pintura y su dramaturgia, los poemas de César Rengifo se inscriben dentro de las coordenadas teóricas antes descritas. Irrumpen como reflexiones o intuiciones y se evidencian siempre ligados a la presencia del universo circundante. Apelando a un lenguaje transparente, urdido a través de significantes precisos, el poeta se acerca a proposiciones cuya temática, por lo general, corresponde a elementos cotidianos: la

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ciudad, la naturaleza, el hombre, el amor, etc. Esta aproximación se realiza reiterando una premisa constante: la fe en el porvenir, una inmensa convicción en las posibilidades de transformación del mundo, de la sociedad y, por supuesto del hombre. Versos nítidos, límpidos, donde lo limitante está excluido y cada cosa es nombrada en su acepción más simple, tratando siempre de evitar lo innecesario: la expresión se despoja de manera total y, desnudas, las palabras se sumergen en una danza armónica cuyo resultado es un sobrio equilibrio entre lo que se dice y la forma como se dice. Los poemas de César Rengifo, y esta es otra de sus características más notables, no han sido escritos para nadie, obviamente no existió ninguna intención de publicarlos cuando fueron escritos, se observa apenas un ejercicio personal dirigido hacia una necesidad de comunicarse con la hoja en blanco, un esfuerzo por estrechar vínculos con los espacios vacíos de los sueños, con las voces que se multiplican en su voz y le confieren tonos múltiples a un ojo atento a lo que ocurre afuera o adentro, donde el mundo se convierte en un río de níquel fluyendo sosegado a través de la sangre, vibrando vivo sobre

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la piel. Es en este instante, cuando nos es dable percibir a un hombre en cuyo pulso palpitan los demás hombres, un hombre en cuya sensibilidad se desboca, enternecida, una solidaridad impetuosa, un amor violento y sin tregua por las cosas vivas: De ti nacerá una palabra como una enredadera “Y dijo la voz” (Pág. 52).

Aun en los instantes en que se refugia en sus propios paisajes interiores aparece la imagen que enlaza sentimientos individuales a perspectivas más amplias y hondas: Los recuerdos se hacen con aquello que la vida y el tiempo nos procuran. Pero qué duro a veces el recuerdo ¡Qué oscura mordedura la que trae! ¡Qué finos su puñal y su veneno! ¡Qué áspera su llama cuando quema! ¡Que duro el pedernal cuando golpea!

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“Música de un amor sustancia del recuerdo” (Pág. 115).

La mirada se derrama sobre lo que permanece de la ciudad o sobre los reflejos disgregados entre concreto, vidrio y tierra. Entonces, fracturadas todas las posibilidades de identificación, el poeta acude a la nostalgia para socavar la piedra, para inscribir en sus vetas una protesta ácida, un grito: Mi ciudad tiene ahora un rostro que es de piedra un cuerpo donde gimen motores y tristezas y destilan ausencias los cementos sombríos. “Mi ciudad” (Pág. 122).

Nacido en 1915, coetáneo con el despertar de los acres aromas de la Venezuela petrolera, César Rengifo fue un testigo participante de las oscilaciones de la historia política del país, de sus ondulantes y frágiles sacudidas. El artista, no obstante, auscultó la fibra más humilde de nuestro pueblo y denunció sus carencias, la eterna traición a sus expectativas, a través de una obra densa en proposiciones humanas, vasta en configuraciones sociales. Quizá por eso, a César Rengifo, sin sucumbir

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a las falsas veleidades de los juegos de las etiquetas, habría que ubicarlo –más que vinculado a un realismo social repetitivo y amorfo– inmerso en las estrías siempre impactantes de un arte cuyo verdadero rostro rebasa los límites engañosos de lo próximo, la fugacidad de lo inmediato, para tender hacia luminosos parajes donde la poesía fluye caudalosa diseñando deslumbrantes presencias. César Rengifo muere el 2 de noviembre de 1980. Su dramaturgia, su obra plástica y sus escritos permanecen registrados sobre la memoria de la Venezuela posible: aquélla que reivindicará el trabajo del artista, su humana fisonomía, en la medida en que devele su verdadera imagen y asuma con decisión su reto transformador; el hallazgo definitivo de su extraviada identidad.

Jorge Nunes

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CÉSAR RENGIFO POESÍA



I



ALA Y ALBA (México, 1937)



Voces al compañero Para Rhazes Hernández y Armando Gil

I El compañero llegó en un alba colorida y rumorosa Sus manos extendidas apretaban la inquietud de un /futuro incierto y aún en los ojos se encendía la crisálida infancia. El corazón en calma sostenía la palabra aromada de /sueños. ¡Ah, de cuántos caminos llegaba el compañero de alma /joven! ¡Traje sin color, gestos sin renunciaciones! El compañero venía de sí mismo hacia esos hombres que tienen el alma en crepúsculo y las esperanzas /enlutadas. Hacia los que miran el destierro de sus pensamientos, en ese vacío donde una indiferencia marchita luces y /colores. Sabía el compañero de esos ojos musgosos, negativos e /inútiles, multiplicadores de imágenes y mundos clareados.

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De esas bocas que estiran largos ruegos dolorosos mientras las huellas borran en su desespero los rumbos /imprecisos. ¡De cuántos caminos llegaba el compañero de alma /joven! ¡Lejos la novia, colegiala con timidez de pájaro! Las plazas apretadas de verdes y libres a la escapada. Hoy, allá en los altos árboles no son los nidos un botín /de travesura; su construcción frágil sabe ahora de sueños como brisas, de húmedas palabras y ocasos sin cantos. Aquí está el compañero deletreando en voces y gestos una rebeldía que no cabe en la simplicidad de las /palabras. La espiga íntima de su verdad aroma oídos sordos y refresca pechos sudorosos de opaca resignación El compañero llegó en un alba colorida y rumorosa. Las mujeres y los niños despertaron su asombro /desteñido al sentir en sus carnes tostadas un roce blando de luz. ¡El compañero llegó! ¡Eran los pechos acercándose, comprendiéndose! ¡El compañero era: la armonía total en su regreso! 34


II Compréndeme hoy y ve que mi palabra se ha manchado /de mí mismo para hablarte Soy un hombre que llevo muchas cosas muertas, muchas cosas vivas y otras que nacen ahora. Por eso se enreda en ella lo gris y triste o el alegre /descuido de todas las cosas fantásticas que llevo en mí. Compréndeme hoy que llego a ti palpitante de /inquietudes. Soy el viajero cualquiera que siempre se encuentra en /los caminos del sueño. No traigo nada en mi soledad, como no sea alguna flor /perdida, algún poco de azul salpicándome los ojos dormidos, o los cantos de los cielos, de los arroyos y de los /despiertos trinos. Pero aquí estoy con la voz seca del caminante perdido; con el traje hecho jirones y abierto aún en la boca el verbo optimista como una flor de esperanza.

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Mis manos han palpado muchas cosas: almas que no /eran intangibles sino de barro, carnes de mujer, placer colorido de rosas de luna o de /tierra; aún traen la fragancia de ella y una elasticidad felina. Huellas de dientes y de labios, suavidad de suspiros y /manchas salobres de lágrimas. Por eso mis manos tienen ese dejo de abandono, tienen /movimientos de cansancio. Pero míralas, son como ramas caídas y como ellas tienen /color; es la herencia de los crepúsculos muertos, porque, al /querer irme en las tardes, las hacía agarrar el infinito, como esos árboles sin hojas que estiran y desgarran su dolor entre los cielos. 2 No vengo a pedirte nada, ni siquiera un soplo fresco /sobre una vida que arde. Para el hambre de mi espíritu aún no he encontrado /pan, ni para mis harapos de sueños marchitos, remiendo de /otros sueños. Pero óyeme: hoy soy la claridad que todo inunda. Soy el hombre que llega de esos espacios profundos con /la palabra nueva.

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No me mires a mí, mira la voz: será alegre o triste. Porque la tristeza se nos mete de golpe sin sentirla, ¿y la alegría...? Ah, la alegría, si se pudiese pintar sería /una sola mancha de sol.

3 Jugaba oro en mi frente y un amanecer en mis ojos cuando quise ver –iba perdido– en mí mismo. Entonces, viajero, caminé al azar y jugué un ideal contra /mi vida. Perdía años mientras un fuego prendía angustia en mi /interior. Pero vino el mañana que tanto se espera: mi mañana es /hoy y heme aquí desnudo de todo, contemplando a través de /mí hombres perdidos, doloridos de espera.

4 No sé si voy solo por triste o triste por solo. Soy un hombre transparente; me hizo de cristal la /fantasía. Mas fluyo luz y tengo frescura de campos y fuego de sol. ¡No soy un vencido! ¡No soy un vencido! Sólo soy... Ah, nada...

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Quizás en el ritmo de la vida un movimiento azulado. Porque los años han pisado mis años y aún se estiran /vacíos. Soy pobre de todo, nada tengo que ofrecerte, Mas hoy, al darte mi palabra, abro la válvula de una vida: de mi vida ¡savia de todas las vidas!

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III Aquí están las venas abiertas, compañero: llevan dentro semillas de dudas y pulsación continua de esperanzas. Esos surcos morados saben la tristeza de crepúsculos emblanquecedores de pupilas estáticas y frías, cuando ríos sucios humedecen las huellas amargas. Pueden venir ahora los hombres doloridos, que lleguen hasta aquí los niños pálidos, las mujeres de voz ronca dolida y angustiada. Raíces moradas, los llevarán a ellos mismos y mirarán como un ocaso se desangra en la única /muerte de lirios sin alas y amapolas tristes. ¡Aquí las venas abiertas, compañero, el alma gris y el corazón buscando! ¡Aquí la ausencia de calma y el anhelo de ser petrificado! Árboles de miseria alambrada piden un regreso de hojas en el desespero de una vergüenza inútil. 39


Gritos de campanas se alargan en esos azules dueños de distancias y pensamientos ilusos. Aquí las venas abiertas, compañero, sobre esa avalancha de fusilería, cañones, piedras, voces, carnes, lujuria de odios y paisajes muertos. Aquí las venas abiertas, compañero, y los puños en alto siguiendo la palabra tendida a una justicia cierta.

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IV Porque aún anhelan ver los ojos muertos que no vieron. Por el desconcierto despierto de los corazones, por la voz que queda tras los labios y muere cobarde de /ser oída; por todo eso: cúrvate, compañero, y recoge las palabras que han tenido a su paso los hombres verticales. Abre tu vida hacia donde se ven visiones claras, y deja ya de tender las manos mendigas a la esperanza que no llega porque es prisionera de ti mismo. ¡Ah!, las mendigas manos que se alargan Y rompen la serenidad de una vida que pudo ser serena, que pudo ser humana. Siempre es egoísta la limosna que se da, y es egoísta bajo su humillación, la voz que pide. Mas, si abres los brazos, compañero, verás que la cruz que tú dibujas se copiará más tarde y nacerán mil cruces: mil cruces que serán mil hombres como tú: de brazos y almas abiertos y con vida clara. ¡Cúrvate compañero hacia la tierra y siembra tu vida!

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¡Golpéate en la lucha y despierta tu fe! Porque vendrá un amanecer sin odios y en él será luz y amor el brote de tu semilla. Por lo que es un total y no tú solo. ¡CÚRVATE COMPAÑERO! Nunca rumies en silencio el desencanto, porque va escondida allí, en ti mismo, una luminosidad que no conoces. Y es sólo la vuelta hacia los hombres tronchando incomprensión y acercando las manos que /son alma; cuando salpicará a nuestras vidas la armonía... Por eso, por lo que se espera segando esperanzas: ¡CÚRVATE COMPAÑERO! Cúrvate y verás que al lanzar tus pasos firmes adelante, grabarás con tus huellas de infinito a infinito despertando un eco largo, simple, humano, esta sola palabra: ¡HERMANO! ¡Cúrvate, compañero, y da un sacrificio en tu vida!

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Espacio del sueño A José Fernández y Héctor Poleo

VII Te busco en el aire que trae olor a tierra y a mares. Te busco en las rosas desnudas y castas en tu color. Te busco en el vuelo límpido de las palomas y en el juego azul y blanco de las aguas. Mas, ¿en qué país de sombras y cantos marchitos te quedaste, tú, compañera ilusión? El corazón gira inútilmente su emoción de cariño. No llega al alma su esperanza fresca y un verano amarillo nace de pronto en los ojos. En el aire de agua navegan los colores sin velamen. Mariposas que no saben de luz y flores diurnas van inútilmente al espacio de los sueños. Y esos ríos detienen sus murmullos muertos para copiar la tristeza de un cielo que no existe al hacerse de sombra por tu fuga. ¿Dónde te quedaste, compañera ilusión? Porque te busco en los caminos de tu mundo, entre azules de mar y gris de ausencia. Rompiéndole bandera a esos crepúsculos 43


donde abren sus vuelos los pĂĄjaros tristes y los pechos de frente miran los anhelos. Mas crece la hiedra de piedra y viene una oraciĂłn de alas marinas tejiĂŠndole cadena a la distancia que mira esta espera. Mas, tĂş no llegas: viajera de otras almas.

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XII Cuando me ausento de mí es porque me fugo a tu /recuerdo ¡Ah! qué cálido y tierno es tu recuerdo para mi silencio; allí duermo mis horas de mutismo hilvanando uno a /uno mis deseos alados y húmedos de distancias perdidas. ¡Qué fría es tu ausencia cuando se queda en ella mi /soledad! ¡Y qué blancor de hielo se esconde en los ojos al negarte /tú! Porque retornan delgadas y rotas las palabras cuando piso el horizonte donde comienza nuestro ayer. Y te me vienes de pronto como eres: golondrina de /ausencia. La palabra olvidada que me persigue hundiéndome en /intranquilidad, canta clara como un aplauso de palomas idas. ¡Qué torcidas cintas de cariño cuelgan más allá de estas /horas! ¡Ah! perdida en este día, va tu silueta hacia donde se /apaga el color de todos los anhelos, allí está detenida en espera de que crezca un olvido. 45


Pero los olvidos cantan a veces sin crecer. Y los años deshojan sus días que se pierden secos, /distantes; mas, chirría a veces su hojarasca cuando el pie pisa para /un retorno. ¡Cuántos cantos se han ido a tu busca alargándose más allá de un cariño, y equilibristas precisos rompen con una vertical ese horizonte de distancias! ¡Ah! qué nido cálido y tierno es tu recuerdo para esta fuga breve de mi silencio.

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Voces

3 Escaparse de la vida y llegar a un espacio donde la palabra no necesite sonido. Sentirse aislado en una ausencia infinita, para regresar de nuevo a uno mismo, ligero de las cosas amargas y con brote de bondad; que deje, tras la reja de un olvido, al desconcierto y haga abrir la pupila serena y limpia hacia la claridad que nos encuentra de pie frente al rumbo infinito.

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LLAMAS SOBRE EL LLANTO (Mérida-Caracas 1940-1942)



Inicial Y no es verdad, dolor, yo le conozco; tú eres nostalgia de la vida buena A. Machado

Velocidad, dinamismo, fuerzas impetuosas que destruyen y crean; rápida sucesión de trágicos y terribles acontecimientos. Risas, risas... y, un vértigo de locura suspendido en todos los espacios, ¡he ahí nuestra época! Angustia, angustia de querer hallarse a sí misma –como quien persigue la voz en una profunda oscuridad–; angustia por encontrarle el más limpio y creador sentido a sus sacrificios. Angustia, angustia total: he ahí nuestra generación: paréntesis, torturado paréntesis entre dos épocas. ¡Démonos como un abono propicio a ellas; a la que se va y a la que llega...! Los surcos ya están abiertos Cada semilla es una fecundación al futuro, es una espiga, una siembra... ¡Sembremos!

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Y dijo la voz

I ¡Espera! De ti nacerá una palabra como una enredadera. Y serás tú, música florida cuando algún soplo cálido del humano dolor pase y te mueva II ¡Espera! Ya enciende la luz sobre el camino Y tu luz se conmueve a su contacto. Gira un rumor de círculos confusos. Sobre las cumbres agítanse banderas. Los hombres marchan hacia las auroras y con ellos va la dulce llamarada del perfume de tu enredadera.

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Miedo y deseo

¡Enterrad a esos muertos tan hondo que no puedan volver ni en los retoños de yedras y arbustos...! ¡Enterradlos tan hondo que ni sus huesos sepan de torcidas raíces y subterráneos ríos! ¡Enterradlos muy hondo pues podrían volver disueltos en las savias o vueltos negros peces bajo aguas sombrías! ¡Y entonces, ah, entonces...! ¡Qué silencios preñados de preguntas, qué de acusaciones hiriéndonos; cortándonos...! ¡Cuánta visión muda por campos y ciudades! ¡Cuánta llorosa ruina bajo quietos relojes! ¡Qué de vivos recuerdos quemando los silencios, qué rabia suelta y loca por mares y caminos! ¡Enterradlos tan hondo, sí tan hondo Que ni la rosa pueda decirnos sus lamentos, ni podamos gustar sus tierras y sus cales al masticar tubérculos o beber manantiales!

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¡Pero no, dejadlos sobre el mundo terribles y desnudos! ¡Dejadlos como árboles de cortezas frías! Sí, dejadlos para que acusen siempre con huesos y silbidos a los grandes culpables ¡Dejadlos así perennemente quietos acusándolos siempre con sus cuencas vacías!

1940

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De la soledad vine a tu encuentro

Llegaba de la muerte. Todo había naufragado en un mar de miserias. Era la soledad incierta y despiadada siguiéndome, rodeándome, queriendo hacerme suyo para el resto del viaje. Yo venía de lejos con los ojos cansados, con la boca dolida y las manos tan rotas que no había ni pétalos, ni aceites, ni rosas para ungir las ardientes heridas sollamadas. ¡Llegaba de la muerte! Trashumaba tristeza como un jardín reseco bajo un sol implacable. Era un ciego olvidado entre gritos y espantos. Lejos de mí los ríos huían lentamente y un concierto incesante de pájaros siniestros hería junto al cielo a la voz que clamaba ¡Para la soledad el mundo era un vasto pedregal sin abrigo…! ¡Y te hallé silenciosa! ¡Venías de tu vida con las manos abiertas y una esperanza inmensa alumbrándote el pecho! 55


Algo de palma y cáliz brotaba de tu imagen. Yo fui un pequeño musgo en tu regazo puro. ¡Una hoja pequeña en tu césped tranquilo! Como un pañuelo limpio rodeaste mi tristeza, enjugaste el dolor y aplacaste la angustia. ¡Y con la voz hiciste la más dulce madeja para hilarme de nuevo un alba de canciones!

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Nido

Abre tu corazón como una leve rosa y acoge mi dolor que ahora no tiene asilo. Hasta la brisa trae olorosa retama y un amargor total sacrifica a las cosas. Hasta la risa lleva entonación de llanto y el Universo huele a hospital y a sombra. Con tu voz haz un tenue susurro de caricia, –quiero quedarme en ella acurrucado y triste como un barquito roto que algún niño dio al río bajo la lluvia inmensa en tarde sin colores– Abre tu corazón y deja que me esconda tras su amor cariñoso de uva limpia y dulce. ¡Después me iré a luchar, a volver a luchar por lo que ya he luchado! Me verás ir muy lejos pensando en el regreso, y seré un largo amor perdido en tus pupilas. Volverás más resuelta y callada Combatirás también por los hijos de otras que serán ya tus hijos.

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Y ante nuevos dolores –dolores de esos niños– tu corazón siempre estará abierto como un pequeño nido.

Mérida, 1940

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Ahora

Los traficantes de todas las guerras. Los que han vivido siempre amasando la sangre, el sudor, las angustias. Los que han pisoteado violentos e impasibles el derecho a la vida de todos los de abajo. ¡Los cuervos, los pulpos, los vampiros! ¡Ah, ya están de nuevo aquí con uñas y colmillos con fuegos y aullidos! Traen todos los llantos en sus morrales de odio. Traen sed insaciable y ansias de reparto. Desprecio por las penas y los pechos curvados. Displicentes miradas a la tragedia inmensa y un profundo gozar por lo que habrán ganado! Y es por eso, es por eso que ahora, con el dolor quemando al verso y la palabra. Con el dolor encajando en la voz su ascua violenta, tendremos que decir: ¡HAY QUE LUCHAR! ¡Luchar sí, por el hombre, por lo que es el hombre, por lo que será el hombre!

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¡Con el dolor naciendo más allá de la calma y la esperanza, con el dolor prendido como una flor inmensa al corazón de las angustias! ¡Con el dolor por ver la tierra herida y oír gritar la sangre en los más claros ecos! Con el dolor, en fin, de hombres elementales y humanos, tendremos que decir ¡HAY QUE LUCHAR! ¡Luchar por nuestra tierra, por nuestro pan, por nuestro hijo; luchar para vivir con la paz y en la paz de los hombres!

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CÁLAMO, DÉCIMAS Y GLOSAS (Caracas, 1945)



Capa de largas querencias sobre la playa se tiende; el horario juega y pierde luz de marinas esencias. Buscando otra vez ausencias la tarde parte en un grillo, y el crepĂşsculo sin brillo, anclado ya en el paisaje, le regala para el viaje, su monedero amarillo.

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La tarde sola y sin ecos dobla un torso de azafrĂĄn y entre columpios se van los aires de finos flecos. Cardos y aromas resecos dramatizan la distancia: ÂĄbreve tristeza me escancia! y en el tiempo retenido deja algĂşn verso perdido su dardo y su resonancia.

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Nostalgia de breve raso abre en mi pecho su flor mientras deja su rumor la lluvia sobre el ocaso. Sigue tu nombre mi paso bajo la noche que embiste: por la pena que persiste anda la muerte callada, y en la calma desolada tristezas me ponen triste.

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Agrio reloj silencioso ausencias ciñó a mi horario y eres tú en el calendario sueño de perfil brumoso. Hoy mi dolor caprichoso entre querer y olvidar tu cifra logró borrar, y ahora que ya no te espero sin cariño y sin sombrero tristezas salgo a buscar.

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Creyendo que con favores favores puedo lograr, a tu jardĂ­n fui a sembrar ensueĂąos y cundeamores. Vanos fueron los fervores y vanas las sutilezas; mas queriendo con tristezas blanda la tierra tomar seguĂ­ arando en tu solar: para ver si con tristezas.

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P叩jaros, lluvia, maleza, tarde que gris se deshace mientras la nostalgia nace al borde de la tristeza. Prolongando tu pureza de ti reto単a un cantar, y yo sue単o en mi so単ar el romero dolorido si en los rumbos del olvido tristezas puedo olvidar.

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MÚSICA Y TIEMPO (1945-1956)



Meridiano del canto

¡Gira la voz! A lo lejos caen madrugadas y ocasos. Tuercen vuelos oscuros tibias aves sombrías. Huye una barca gris y el viento casi aullido quiebra juncos de olor en la quieta ribera. ¡Gira la voz! ¡Gira el amor, la duda, la esperanza: y una espiral se eleva para dejar caer surtidores de cantos! En la sombra oigo el eco de una música en vela. Inquiero rostro, cuerpo, gesto, mas sólo llega el aire perfumado de luz y de sonido y una estrella sonora ¡llorando su cristal sobre la vida! Repica el dolor su campana de angustia Madura el corazón su capullo de trinos. ¡Anuncia la ilusión su alborada pequeña y arroyuelos de amor se filtran en las venas! ¡Gira la voz! Gira la voz bajo el ámbito claro.

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¡Alguien llega a buscar su camino en el verso y a inundarse de luz bajo su meridiano! Alguien canta en la bruma. ¿Eres tú? ¿Soy yo? ¡Alguien canta! ¡Y un sol surge tranquilo por detrás de las nubes altas! En la sombra del canto va el cauce de la vida, y retorna por él la gracia de la muerte. Su música es la misma que por el mar se fuga con bitácora azul de tiempo y madrugada. ¡Gira la voz! ¡A lo lejos un río sin formas se ha perdido! Leves niños se mueren bajo negras guitarras y la bondad pequeña se ovilla entre los libros. ¡Gira la voz del hombre y de la tierra! ¡Sinfonía de sangre y soles reprimida bajo el torvo velamen de llamas y de angustias! ¡Gira la voz! ¡Meridiano de amor y goce prometido donde la rosa oculta jugos e itinerarios y un lento río de curvas sin álamos ni voces se torna sobria garza de ojos afligidos!

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¡Cordaje de la noche sobre los humos lentos, sobre la carne ebria por violentos alcoholes, sobre la dulce alcoba y la hierba nocturna y el tránsito delgado de la flauta en la niebla! Equitativo sol para el musgo y la estrella. Manantial prevenido para la sed inmensa; mañana de mi canto. ¡Tierra y luz! ¡Peregrina cabellera de amor sobre el cráneo del mundo! Entusiasmada flor naciendo del costado con su aquarium solar de nortes y arterias. ¡Gira la voz! A lo lejos el agua solloza entre metales y por los surcos marchan hienas y escarabajos... ¡Pero la dicha es cierta... y la esperanza un barco sin naufragio ni puerto! En el canto la voz del alba está naciendo. ¡Aún está naciendo bajo el lodo y la rabia el fuego y el espanto! ¡Gira la voz... y en ella está su sangre como una torre ardiendo!

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Tu forma musical

Junto a ti suena, resuena la música del mundo... El aire de los astros y las constelaciones, el que conoce rumbos más allá de la imagen y vuelve de planetas oscuros y apacibles es el mismo que toma tu limpia cabellera y la torna en palpable y suelta melodía. Es el mismo que ahora se escapa de tus manos y hace crujir la hierba y cantar los maizales, y el que ondula el arroyo y escribe con los pájaros poemas espaciales. ¡En ti vibra la música del átomo y la estrella en ti vive muriendo y naciendo cada día; de tus pies a tu vientre, a tu espalda, a tu frente; desde la impenetrable noche que te hiere hasta la claridad de tu fiel alegría! ¡Tiempo en el tiempo eres! ¡Arpegio planetario! Árbol de constante raíz en el poniente y frutos sobre el alba fraternal e infinita. ¡Todo adviene en la música! ¡Hasta el silencio es ella estática y profunda! 74


¡Hasta la sangre es ella! ¡Hasta el mar es ella! ¡Hasta la muerte es ella! Miro a un niño que canta. Oigo a un niño que canta y comprendo el sonoro himno de los astros. Por eso de tus huesos perdurables y cósmicos retoña como un rojo laurel la poesía.

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III ¡Viva espiga de amor aproximada a esta sangre solar que me alimenta: arco donde se inclina y se violenta la sola soledad desconcertada! ¡Fuego multicolor de voz amada! Cariño musical de alga sedienta ¡Árbol que en plenitud se representa con íntima verdad necesitada! Arpegio sustancial que da la vida es sangre de la sangre verdadera y aroma terrenal de puro acento Sangre donde la angustia estremecida alza su corazón de enredadera para inundar de luz al sentimiento.

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IV ¡A veces me transformo en un recuerdo, y soy la dimensión de lo olvidado! Espíritu del tiempo desatado hacia una latitud donde me pierdo! Allí la plenitud logra su verbo Y el pájaro es el aire precisado ¡Y la distancia todo lo inhallado y la locura el ritmo de lo cuerdo! ¡Lugar del rumoroso aturdimiento donde confluyen música y acento de un sinfónico fondo de alborada! ¡Pradera de alegría entusiasmada con su límite propio y verdadero más allá de la calma y del lucero!

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V ¡Alta de saludable arquitectura de torso primordial y verdadero, de aroma que se inicia en el romero y llega hasta el rumor de la frescura! Sibila de la gracia y la ventura, perfecta y fraternal de aire y lucero. Vastísimo bajel de alto madero y clara y terrenal arboladura. Creciente de la sangre que se inclina es esta ardida fe que me sustenta es esta noble fe que ahora levanto. ¡Que es ella carrillón en la neblina, flamígero zarzal de luz atenta que al norte de la sangre riego y planto!

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El sendero apasionado (Caracas, 1957-1964)



V Crepúsculo fugaz, tibio, sonoro, sobre esta pena azul, inconfundible, que va desde la frente a la invisible espiga de dolor donde te añoro. Dulcísimo querer íntimo azoro, con humo de nostalgia ya visible. Ausencia de tu imagen inasible para la soledad de donde moro. Qué duro padecer sobre esta hora, sin trigos, ni violetas, ni pañuelos, ni paisajes de luz y golondrinas. Y si mi corazón gris te avizora: ¡Huye lejana, tras morados cielos, tu sombra de jacintos y neblinas!

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VII ¡Clamores del amor: voces perdidas frente a un atardecer de jazminero! ¡Misteriosa pasión, yo marinero por mares de violetas encendidas! ¡Campanas que se agitan confundidas en un cielo de sombras prisionero! Para qué la esperanza si yo espero: ¡sólo noche de noches desprendida! Tú eres mi naufragio. ¡La partida! ¡El jamás en la nada convocado! ¡La vastedad sin límites ni peso! ¡Y por más que te busco en mis heridas, apenas hallo mi dolor ahogado en un índigo turbio, duro, espeso!

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II



Circulo hacia el alba

¡Quiero encontrar la sombra de mis brazos, y hallar la fe resuelta en amarguras: el hondo corazón de dulce llanto perdido en el secreto de las brumas! Volver hacia la tierna madrugada, y al ademán tranquilo y a la lluvia que con la luz del sur llegaba en mayo seguida por la brisa de mi amiga. Regresar sin cansancio hasta la nube trazadora de anhelos; y a la rosa que ya sobre los vientos me jugaba como a un dado de fuegos y sorpresas. Tornar y ver nomás cómo era antes: ¡Cómo la angustia y al anhelo verde! ¡Cómo la tarde del amor saciado! ¡Cómo la aurora del amor remoto! Y luego estar aquí, junto a mis cosas junto a las mismas cosas que me sufren; creciendo de mi sangre hasta la altura ecuatorial y simple de las voces.

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¡Y gritar junto al hombre con mis huesos, con mis arterias firmes y mi canto, por la rosa agraviada y por el agua y por la misma noche que levanto! ¡Y escupir a la risa del eterno triturador de albas y trigales; al que ahoga los sueños con letrinas y fustiga al aroma con pantanos! Exterminar las tardes de retamas, y acabar con los miedos desbocados, deteniendo la sangre que en los ríos martiriza hasta el sexo de los peces. Y volver a escupir sobre la espalda del oscuro asesino y del pequeño capataz de la muerte que a la tierra hizo llorar con lágrimas de niño. Mas, la ternura suave y necesaria –luego del alarido y de la rabia– descenderá tranquila por el sueño desde la oculta noche hasta las venas. Otra vez estaré en la propia altura, y desde allí la canción llegará al alba donde niños y espigas sin dogales serán mi propio canto bajo el aire.

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Y por mi voz irás niño de niebla con flauta de probado sentimiento. Una estrella del sur cantará el vuelo y un álamo de sueño tu trayecto. Y para que nada te falte habrá un granado con música de aromas conocidos. Guitarras vegetales y sonidos de rojos girasoles y sonar pausado. Velamen de morado crisantemo vigila por un mar que es todo cielo donde la rosa es viaje y tú el lucero. Niño de soledad que hasta mí llegas y un norte encuentras de almendrado hielo. Norte donde ya soy solo y resuelto para viajar ceñido por tu rosa y desde su aroma mi secreto.

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Y retorno en el arco de mi perenne vida, desmantelando el barco que no ha de naufragar. ¡Bitácora de angustias! ¡Bajo las firmes anclas persiguen los marinos sus efigies de sal! Quizás entre la huella fidedigna del canto se empinan las raíces de una angustia ancestral. ¡Ayer gritaba al hombre que perdió su sendero... hoy me encuentro en sus pasos con la fe de buscar! Una rosa en el aire sus aromas dispuso y un arco silencioso sus saetas envió indescriptible buzo en el alba encantada el ancla de la vida reciamente clavó... Viajero de velamen cruzado por canciones. Mi carne es esta tierra que huele a colmenar un Orinoco lleva mi barquichuelo roto y el Ávila mi estrella que ayuda a navegar...

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Poemas

(1968-1978)



IX Sandro Botticelli, ¡hermano mío! Tuve ayer para mí tu Primavera... Vino de la región donde tu mano la tomó para hacerla carne y sueño –Desnudos pies, ropaje transparente teñido con el verde que inventaste. Talle de fresca palma iluminada, y erguido el corazón que le donaste– Descendió de tus prados luminosos, trayéndome el perfume de sus rosas y el mago amanecer de las florestas. ¡Y nuestro fue el amor y la ternura! ¡Nuestra por instantes fue la dicha! ¡Y el tiempo todo cupo entre los brazos y un solo corazón fue la esperanza! ¡Te recordé en su luz, pintor de sueños! ¡Mago sutil de ondas y de nubes! Inventor de corolas matutinas, de conchas, y guirnaldas y estrellas.

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ÂĄPorque fue para mĂ­ tu Primavera, por un instante, Sandro, tu pintura no tuvo sobre el prado a su doncella!

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Pongo al frente mi corazón para buscarte, y sólo encuentro la magia del azul de la mañana y el rosa casi nube de una espiga, donde quedó tu voz cuando llamabas. Pongo al frente mi corazón y sólo hallo una imagen de ti que no es recuerdo, ni es olvido, ni es presencia… Imagen de ti donde no estás, y estás… ¡Cómo quisiera retenerte siempre!

1968

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Colores

AZUL: El ave te persigue y te le alejas. Quien en el mar hunde su mano para hallarte, no te encuentra. Cobalto, ultramarino, índigo, cerúleo, son nombres que procuran en vano retenerte. ¡Sólo el jacinto sabe en su armónica forma de la sustancia pura que alumbra tu presencia! VIOLETA: Zumo de algún crepúsculo, donde el azul y el rojo presintiendo la noche cambiaron sus reflejos. OCRE: Cuando la tierra apenas iniciaba su presencia de formas y relieves, desde la luz llegaste para dar a su piel tu cálida sustancia. 96


VERDE: No es amarillo de brillos esenciales, ni el azul engañoso de cielos y marinas. Pero es ellos, el verde, y es otro, que acaso los recuerda cuando en los dulces tallos inventa la frescura. ROJO: ¡Fue el primero y el único! Cuando sólo existían el tiempo con sus fraguas de soles y abismos, y el polvo sideral tendía sus galaxias, él lanzó su estallido entre luces y sombras y se integró en banderas para anunciar las albas. NEGRO: ¡Todos callen! Ahora es el silencio... Han huido las luces... ¿Qué colores han muerto?

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Desnuda en otra forma

Desnuda eres la hierba, la amapola; y el fuego y el silencio y la alegría... Eres la tierra en su expresión de sueño uniendo en tu figura su armonía. ¡Eres flor de la luz, frutal y pura! Germen todo de amor estremecido. ¡Crepitante clavel de dulce llama y apagada y sutil melancolía! Desnuda llevas el alba y la granada, y es luz tu piel y llamas y rocío... ¡Territorio de encanto para el riego de dura tempestad y amargo fuego! Pradera toda para amar y amarte... ¡Lugar callado de visible luna donde el beso se torna rosa pura y el tacto apenas se reduce al vuelo de dorada libélula apagada! ¡Desnuda, eres, amor, tormenta y nube!

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La primera presencia Solamente había inmovilidad y silencio

Popol Vuh

¡Al principio fue el silencio! El hombre, lo que sería el hombre, yacía disperso en el fondo de las cosas. El fuego, el agua el musgo, inmóviles estaban. ¡Por eso al principio fue el silencio! Y en el silencio, en ese vastísimo, sordo, gris, silencio, dormían también las voces y todas las palabras que habrían de pronunciarse ¡Por eso al principio fue el silencio! No había árboles ni pájaros, ni peces había, ni espigas había, ni escorpiones había… 99


Sólo estaban el mar, quieto, sin olas, y arriba el cielo, cielo, cielo... Solamente el cielo... El cielo arriba solamente estaba. Entonces ningún ruido existía. ni en el agua ni en las sombras. Nada se agitaba. Ninguna cosa tenía su sonido. Sólo el silencio abarcaba toda la oscuridad, y la oscuridad misma era el silencio. ¡Todo estaba inmóvil, callado, en suspenso! Pero la oscuridad y el cielo, y la vasta tierra solitaria, y las aguas tranquilas, desearon el amor... ¡El amor de la luz! ¡De las tormentas! ¡Del germen! Y todo comenzó a agitarse. ¡Y el cielo y la tierra y las aguas se conmovieron! ¡Y vino la claridad! Una inmensa claridad vino, y en el centro de ella,

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caminaba lento, sobre la tierra ya, el hombre... Y el hombre dijo su palabra, y proclamรณ su grito... ยกY nunca mรกs fue el silencio sobre la vastedad del mundo! ยกPero el hombre recuerda, a veces, que al principio fue el silencio!

1968

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Vital unidad

Somos de la sustancia que puebla el universo. Entre nosotros brilla la esencia de la estrella y cantan las galaxias y sueña la materia. Adquieren su conciencia el polvo y las espigas y se hacen pensamientos el átomo y la rosa. Somos el agua, el fuego, la mariposa, el ave; el metal y la roca, el caracol, el musgo. El sonido, el color, las luces y las sombras. Somos el alba a veces y a veces el crepúsculo. Somos e1 medio día de brillo indefinido y la noche con soles y vientos apagados. Estamos en el perro que aúlla sus misterios; en el capullo breve que se abre hacia la vida; en la ola que salta para alcanzar la tierra; en la absorta lechuza bajo la noche móvil, y en la oruga que apenas se forma en una hoja. ¡Somos el todo y nada… al pensar en la muerte! ¡Somos el todo eterno si se piensa en la vida! 102


¡Por eso el hombre canta, y sueña! ¡Sueña! ¡Sueña!

1970

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Muerta ciudad nocturna

La ciudad es un monstruo de vientre pegajoso que por la noche ruge, eructa, se defeca, y avienta sus azufres y pálidos monóxidos entre nieblas que exhalan orines y sudores. ¡Sobre sus edificios vuelan ávidos buitres que arañan durante los rectángulos fríos de ventanas inmóviles y pétreos esqueletos! En los vientres cuadrados callan los ascensores detenidos en sótanos; donde las ratas buscan la fruta ennegrecida por oscuros hollines, y el agua turbia moja el trapo y las botellas. Ando tras de mis pasos entre calles sin formas que la noche se traga bajo un raudal de luces. Sobre el eco presiento las piedras que bostezan, que muerden, que maldicen, que escupen y revuelcan los antiguos detritus donde envejece el tiempo. Son piedras cuya historia multiplican las ruedas de automóviles ciegos, negros tubos de escape, aceites y bencinas.

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Por la ciudad resbala el zumo de la noche con un silencio lleno de venenos espesos. Cada ruido transita sobre su resonancia y los ecos regresan por un cono de sombra. Los pasos siguen ciegos bajo sombras y espejos... Una sirena loca corta las avenidas ¿Ambulancia? ¡Bomberos! ¿Una mujer parida? Pero nadie se inquieta. ¡En la ciudad no hay nadie! ¡Nadie entre los cuadrados apartamentos fríos! ¡Nadie bajo los humos de la noche asfixiada! ¡Nadie en las avenidas de neón y mesas muertas! ¡Nadie por los derruidos silencios de las bocas! ¡Nadie sobre las camas ni bajo regaderas! ¡Nadie tras de los perros ni junto a los borrachos dormidos sobre aceras! ¡Nadie en los escalones de acero apresurado! ni en las yertas pupilas negadas de horizontes. Quiero indagar un rostro procurar un latido quiero tocar la firme presencia de un resuello. Hallar la certidumbre de un corazón presente. Pero... Ni siquiera mis pasos hiriéndome en sus ecos aseguran que existo. ¡El viento ciego y solo grita contra las sombras que la ciudad se ha muerto!

1970

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Una herida

Duéleme el corazón como la noche. ¡Duéleme nuestro amor y mi tristeza! ¡Duéleme presumir ya los adioses y duélenme mis pasos y el regreso a esa soledad de hielo y niebla que amarga, y sacrifica, y nos devasta! ¡Duéleme mi sangre como duelen esos bosques oscuros y quemados, negados para el pájaro y la niebla para la flor azul y el nido breve, para el canto del aire o del rocío! ¡Duéleme esta noche y tu palabra amor, que ya me ha herido! ¡Y quisiera olvidarla, mas, no puedo y con ella prosigo como un ciego que no mira el camino ni sus huellas!

12 de abril de 1978

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Música de un amor Sustancia del recuerdo Los recuerdos se hacen con aquello que la vida y el tiempo nos procuran. ¡Los recuerdos son sangre suspendida en la íntima comarca de los sueños! ¡Los recuerdos son látigo y cuchillo, y amarga sal y espinos y retamas! ¡Pero también a veces son sustancia de un sol que nos saluda nuevamente, de algo que nos mueve y resucita! ¡Y traen entre sus nubes apacibles imágenes e instantes retenidos en esos territorios interiores donde sólo el amor abre las alas y todo el corazón es huerto y prado! ¡Pero qué duro a veces el recuerdo! ¡Qué oscura mordedura la que trae! ¡Qué finos su puñal y su veneno! ¡Qué áspera su llama cuando quema! ¡Qué duro el pedernal con que golpea! ¡Por eso es que abrazamos el olvido! y se borra con hielos lo pasado… 107


Y se grita en el alba, y se renace de nuevo en el minuto que nos llega. ยกPero siempre, emboscado, hay un recuerdo!

25 de mayo 1978

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Enigma de tu nombre

Hay un país lejano de nieves y de rosas, con campos y praderas de verdes encantados, donde un río y un valle tienen tu nombre claro y lo dicen al aire, al verano al estío. Pero tú no has nacido del frío y de la nieve. Tú vienes de una tierra de tormenta y selvas donde los huracanes desvisten las montañas para que luzcan puros sus granitos y arcillas. Eres nacida donde las orquídeas se forman con todos los colores teñidos por las albas. País de Amalivaca, el viajero que puso a vivir a los hombres venidos del moriche, y conjuró las aguas y ordenó territorios y coloreó al jaguar y dio flauta a los pájaros. Tierra de tempestades y ríos infinitos, de chubascos y fuego de nocturnos misterios, de metales y cantos construidos entre siglos duras lianas y humus, tepuyes y raudales. Eres en tu sustancia lo que guarda esa tierra, y en tu presencia viven sus savias esenciales. Tu cabellera oscura, tu piel de orquídea leve, 109


tu voz de agua y arena, tu pie de breve signo, tu corazón que siempre se da sobre tus ojos, la luz de tus caderas, la flor pura del seno; y la maravillada mañana que te anima, vienen del fondo mismo del territorio verde, luminoso y regado por sinfónicas luces. Allí en los petroglifos encantados y herméticos debe hallarse el origen de cuanto te define. Niña de la floresta, soñadora de lluvias. Peregrina perenne por albas de silencio. Noche dulce de amor, mariposa silvestre. ¡Tienes todos los nombres nacidos en mis labios cuando mi corazón te ilumina y te canta!

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La extraña lluvia

¡Desciende ahora la amarga lluvia del recuerdo! Se ha derrumbado el sueño que construimos. ¡No eran posibles tanto amor y tanta dicha para seres pequeños como nada! ¡Anda suelta en los ojos la tristeza! ¡y vamos ya camino del olvido que es no estar donde antes estuvimos y no ser sino nieblas y escombros! ¡Y sentina, hojarasca, humos perdidos! ¡Es amarga la lluvia del recuerdo y saber que en la vida no hay regresos!

Martes, 11 de abril de 1978

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El alba, ese ir hacia el alba

Estoy frente a la tarde y voy hacia mi infancia, absorto en una nube que el aire desmadeja, alguien toma mi mano; a lo lejos la noche derrama sobre el aire sus morados misterios. Qué extraño que esté ahora buscando ese remoto, ese perdido niño de ojos maravillados, que a veces se extasiaba junto a una rosa inmóvil y amaba hasta el secreto del polen y el aroma. Estoy frente a la tarde, no hay humos ni campanas; sólo un cántico leve estremece las luces que están dulcificando el alma del paisaje. En los verdes serenos la sombra está creciendo. Un rumor impreciso vaga por los espacios, y siéntese que el tiempo sobre las vastedades se doblega, cansado. A lo lejos un niño quizás está mirando los espejos remotos donde ya se reflejan solo musgos y olvidos y flores apagadas. Tras sus huellas hay nieblas, y riscos, y retamas, 112


y un río con serenas orillas musicales. Estoy frente a la tarde: aún retienes mi mano. Y en mi pulso ritma un solo latido. ¡Por eso clara amiga, tu palabra, tu frente, tu mirada, tu calma, transitan en mi sangre y con ella regresas hacia el niño que aún busca, taciturno y perdido, el alba donde un día puso su corazón mientras él caminaba!

1978

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Mi ciudad Vedla tendida

J. A. Pérez Bonalde

Esta ciudad de humo emponzoñado y extraños escorpiones detenidos en todas las ventanas y las puertas; cuya alma se requema con petróleos y equívocos metales febricentes, de aristas alevosas y heridoras... ¡Ya no es mi ciudad! ¡Ni siquiera ha de ser la ciudad de los otros! ¡Esas calles ardidas por jadeantes vehículos y rostros angustiados, donde bajo las frentes hay ojos que no miran y bocas indecisas que para nadie hablan; no son aquellas calles en las cuales los pasos de quienes caminaban eran humanidad!

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Mi ciudad tiene ahora un rostro que es de piedra un cuerpo donde gimen motores y tristezas y destilan ausencias los cementos sombríos. No bajan hacia ella, ahora, desde el aire, las grises golondrinas. Ni sus bucares queman la música de un bosque. ni transitan sus cielos perfumes y neblinas. Nadie recuerda ahora que una vez tuvo héroes, y jardines y pájaros y plazas con retretas, y endomingados niños de globo y remolinos y pedazos de calma para tender los sueños. ¡Mi ciudad es, lo digo! Un cuervo disecado... Un ave ya caída en un desierto... ¡Y sola! Pero has de renacer alguna vez, cuerpo sin muros y con esperanzas; y han de retornar tus cabañuelas... y el verde casi azul de tus sauces. Y has de copiarte en las miradas limpias de otros hijos que sueñen y que canten y pongan ramos sobre tus crepúsculos y versos puros en tus madrugadas.

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Y han de mirarse en tus nocturnos mágicos, –fábula de secretes donde brilla la magia casi sueños de tus luces– otros hombres capaces de quererte y donarte la imagen que hoy te falta. Y has de ser otra vez ciudad de niños. ¡Ciudad de flores y de golondrinas! ¡Con pasos de hombres en aceras limpias entre horarios de tréboles y risas! Y yo te aspiraré bajo las hierbas, o en las raíces de tus apamates, o llegaré hasta ti sobre las lluvias que bajan desde el este a refrescarte. ¡Y miraré tu luz de espiga nueva, y otra paz abriéndose en tus puertas! Y de nuevo serás: Quiero decirlo para que lo oigan el tiempo y las mañanas: ¡Mi ciudad!

1969

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ÍNDICE



Prólogo a la obra poética de César Rengifo. Nelsón Guzmán Carta para César Rengifo. Caupolicán Ovalles Los espacios vacíos de los sueños. Jorge Nunes

7 15 19

I

ALA Y ALBA (1937)

Voces al compañero I II III IV Espacio del sueño VII XII Voces

LLAMAS SOBRE EL LLANTO (1940-1942) Inicial Y dijo la voz Miedo y deseo De la soledad vine a tu encuentro Nido Ahora

33 35 39 41 43 45 47

51 52 53 55 57 59


CÁLAMO, DÉCIMAS Y GLOSAS (1945) Capa de largas querencias... La tarde sola y sin ecos... Nostalgia de breve raso... Agrio reloj silencioso... Creyendo que con favores... Pájaros, lluvia, maleza...

MÚSICA Y TIEMPO (1945-1956) Meridiano del canto Tu forma musical III IV V

EL SENDERO APASIONADO (1957-1964)

II

63 64 65 66 67 68

71 74 76 77 78

V VII

81 82

Circulo hacia el alba Y por mi voz irás niño de niebla... Y retorno en el arco de mi perenne vida...

87 89 90


POEMAS (1968-1978)

IX Pongo al frente mi corazón... Colores Desnuda en otra forma La primera presencia Vital unidad Muerta ciudad nocturna Una herida Música de un amor Sustancia del recuerdo Enigma de tu nombre La extraña lluvia El alba ese ir hacia el alba Mi ciudad

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Este libro fue editado por la Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. Está compuesto con la familia tipográfica Apple Garamond. Se terminó de imprimir en la Fundación Imprenta de la Cultura en los meses mayo-junio de 2015, año de la conmemoración del centenario del nacimiento de César Rengifo, quien manejó la idea bolivariana de la fuerza de los pueblos para el cambio.

1000 ejemplares



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