Libro memorias de Pereira : La casa

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Memorias de Pereira: La casa


Casa Creativa 10 años La Corporación Casa Creativa, es una entidad sin ánimo de lucro, que trabaja por la cultura y el patrimonio de la región Eje Cafetero de Colombia. Fue fundada en el año 2010 con el propósito de: • Fortalecer procesos culturales, educativos y ambientales para el desarrollo social de la Ecorregión Eje Cafetero. • Aportar en el diseño de estrategias para acompañar a organismos de carácter público y privado en la búsqueda de un desarrollo humano sostenible. • Desarrollar acciones amplias en el campo de la cultura en las sociedades locales o nacionales. • Formular, ejecutar y administrar planes, programas y proyectos de desarrollo social en las áreas de investigación, capacitación, producción, educación, cultura, medioambiente y bienestar ciudadano.



Memorias de Pereira: La casa. Proyecto Casa para la memoria-2013 Producción Corporación Casa Creativa Un proyecto concertado con el Ministerio de Cultura: Programa Nacional de Concertación-2013 Coordinación general Carolina Saldarriaga Ramírez Textos Viviana Zuluaga Fotografía César Romero Investigación en campo Carlos Iván Duque Diseño y diagramación Corporación Ciudad Latente Este libro es una producción de la Corporación Casa Creativa en concertación con el Ministerio de Cultura, Programa Nacional de Concertación-2013 para el proyecto Casa para la memoria-2013.

Foto de portada: Finca Llano Grande, barrio Parque Industrial

L ib erta

y O rd e n

MinCultura

Ministerio de Cultura



Finca La Siberia,La Florida/Puente Albán/La María

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Tabla de contenido Presentaci贸n Introducci贸n La ciudad sin puertas Empieza una nueva vida Hacedores de ciudad Un sue帽o hecho realidad Casa a la medida de sus habitantes Herencias inmateriales Agradecimientos Ep铆grafe


Presentación Quizá el vínculo más estrecho que establecen las personas con el entorno sea la casa. Esta no solo oficia como protectora del frío, es sinónimo de hogar, calidez y protección. Allí están los afectos y experiencias más significativas, allí los espacios se transforman para ser portadores de signos y significados; es el lugar de partida y regreso, es la mayor herencia a las nuevas generaciones. Es pertenencia y permanencia, se instala en el paisaje para conectar, para identificar, para contar, para crear. Así, más allá del resguardo que provee la casa, esta es el recinto de la familia, un lugar para dar y recibir, para convivir; es la instancia donde nace el colectivo y se recrea la sociedad. Es íntima y segura, pero además de resguardar, posibilita el intercambio, la expresión de valores, la transmisión de conocimiento, la creación de lazos, el aprendizaje y, sobre todo, constituye la célula de la ciudad. El presente libro, es un homenaje a quienes, desde el anonimato, forjaron parte de la historia e identidad de Pereira. Nos referimos a mujeres y hombres que venidos de diferentes lugares del país arribaron a nuestra ciudad (en las primeras décadas del siglo pasado) en busca de una mejor calidad de vida; se quedaron y se convirtieron en nuestros abuelos, legándonos un cúmulo de riquezas difícil de ponderar. * Es el resultado del proyecto “Casa para la memoria” diseñado y ejecutado por la Corporación Casa Creativa, y en concertación con el Ministerio de Cultura, Programa Nacional de Concertación 2013.

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La llegada de estos hombres y mujeres –en general campesinos– a tierras pereiranas se inaugura con el primer reto que aquellos deberán afrontar: en qué lugar vivir, cómo hacerse a un techo de resguardo, lo que significaba: en dónde establecer y cuidar el hogar. El sueño de estos campesinos de tener una vivienda como lugar primario para emprender una nueva vida, no flaqueó ante las necesidades obvias ni ante la imposibilidad de adquirir materiales de construcción o contratar profesionales para llevar a cabo esta empresa. Por el contrario, el tesón y la esperanza de tener casa los impulsó en su creación, incluso solo con los materiales que proveía la naturaleza (guadua, madera y boñiga de caballo). Las casas elaboradas solo con el conocimiento empírico de los campesinos fue poco a poco instituyéndose en un estilo arquitectónico, ya por los materiales o por el sistema de construcción (bahareque) o por el diseño de estas que, sin planeación alguna, fue marcando unas tendencias (ventanas grandes, ornamentación con plantas floreadas, ausencia de división de cuartos o habitaciones, etc.). De este modo, se entregó a la cultura cafetera en general, y a Pereira en particular, un patrimonio no solo arquitectónico sino también cultural; pues las viviendas fueron paulatinamente instalándose en el paisaje cafetero, hasta ser, hoy por hoy, uno de sus atributos.

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El valor de estas casas, hechas a pulso por sus futuros propietarios, no solo recoge la historia y travesía que hubo que enfrentar en su construcción; además, se reconoce la importancia simbólica que tienen estas, pues como expresamos al inicio, son la representación más fiel del hogar y contienen las experiencias más profundas de la vida de sus habitantes. En este sentido, Memorias de Pereira: La casa, pretende rendir honores a quienes fraguaron ciudad a través del levantamiento de viviendas que se fueron convirtiendo en arte y parte del patrimonio local y regional, y con ello, aportaron a nuestra identidad. Este año Pereira celebró sus 150 años de existencia y la Corporación Casa Creativa con el apoyo del Ministerio de Cultura, Programa Nacional de Concertación-2013 quiso unirse a los cientos de personas que ofrecieron regalos al municipio que amamos. Nuestra humilde dádiva es esta obra, que elaboramos para ustedes y en homenaje al mayor recurso que tiene la capital de Risaralda: su gente. El ciudadano de a pie, los labradores de nuestra historia, los arquitectos de esta hermosa ciudad.

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Finca El Recreo, vereda El Pital, corregimiento de Combia


Introducción La obra que el amable lector tiene entre sus manos posee tres componentes. Uno visual y dos narrativos. Las fotografías que se exponen aquí pretenden exaltar la belleza de las casas cafeteras (todas ubicadas en Pereira) y sus gentes. Es el elemento principal de este libro, pues busca, a través de las imágenes, maravillar y concientizar al observador/ lector de la gran riqueza cultural de nuestro pueblo y sus pobladores. El contenido textual se divide en dos secciones: el primero relata, en tono sin pretensiones académicas pero con información verificable, la llegada de los campesinos a Pereira, el proceso, materiales y construcción de sus casas, y el perfil de los habitantes de tales viviendas, esto es, sus costumbres, tradiciones y simbologías. El segundo, son la voz de los hacedores de esta historia. A través de la metodología de entrevistas semiestructuradas nos acercamos a adultos mayores, quienes con alegría nos contaron la historia de sus casas y familias. En este sentido, extrajimos apartes de sus palabras y las transcribimos aquí sin editarlas, para que el aroma de lo que dijeron y cómo lo dijeron quede intacto. Estas narraciones armonizan con cada capítulo y sirven de cierre. El archivo con las entrevistas completas podrá descargarse próximamente en la página www.casacreativa.org. Esperamos sea de su completo agrado las páginas siguientes. Disfrute, observe, participe y valore el patrimonio de nuestros más cercanos ancestros.

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Corregimiento de Combia Alta

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La ciudad sin puertas En la primera mitad del siglo XX, llegaron a Pereira inmigrantes libaneses y sirios con el ánimo de ejecutar proyectos comerciales, pues aquí se brindaban condiciones para hacer empresa y ciudad como pocos sitios en el país; no es extraño entonces que en los años veinte del mismo centenario, se dijera que Pereira vivía una “década prodigiosa”, gracias al comercio y crecimiento que experimentaba. Libaneses y sirios no fueron los únicos que arribaron al municipio donde “nadie es forastero”. Mujeres, hombres y familias enteras de todo el país –principalmente de Antioquia, Valle y Tolima– llegaron a Pereira para tener mejores oportunidades, iniciar una nueva vida y establecerse en un lugar, que al parecer, ofrecía posibilidades a quien las pretendía. Este es el caso de campesinos humildes y valientes que buscaron en la capital de Risaralda un espacio para construir hogar. Es a ellos a quienes debemos gran parte de nuestra historia.

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Ulloa,Valle


VĂ­a corregimiento La Florida


Sentado y rescatando recuerdos, dice don José Daniel Villa Ramírez, un campesino que vive hace más de treinta años en Pereira: Nosotros veníamos de Sevilla, Valle; mi papá tenía una finquita acá y llegamos más o menos en 1975, eso hace que estamos viviendo acá. Y don Jairo y doña Gloria relatan: La familia mía ha sido cafetera, la familia mía por parte de padre y por parte de madre son antioqueños, papá era de Rionegro y mamá de Itagüí y de Envigado mi abuelo materno, nosotros los hijos sí somos de aquí de Pereira. La familia materna por el lado de mi abuelo, que llegó de Envigado y de Itagüí, llegaron a principios del siglo XX, por ahí en 1910, papá llegó por ahí en 1920-1930 de Rionegro, ellos se demoraron a pie, llegó mi tío abuelo, de once años se vino de Itagüí, demoró diez días para llegar a Manizales a pie y a lomo de indio o sea en silletas, al indio le ponían un taburete de baqueta y ahí sentaban las señoras y andaban con eso y esa es la razón de ser del silletero, entonces eran las mulas de carga, llevaban las personas, las señoras o personas muy pesadas.

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Empieza una nueva vida Personas venidas de diferentes partes del país se asientan, pues, en “La querendona, trasnochadora y morena”, muchos de ellos deberán solucionar primero una necesidad básica: la vivienda. Construir un techo para tener dónde dormir y guardarse, para salir de allí en las mañanas a trabajar el campo –sobre todo recoger café– y ganarse el sustento que ayudaría a mejorar la calidad de vida. Este mejoramiento de la calidad de vida incluía adecuar, ornar y mantener la casa. El diseño y la construcción de la casa era tarea de todos los miembros del hogar. Es la familia la arquitecta de su morada. Los adultos se encargan de recoger el material: guaduas, madera, boñiga, etc.; y de llevar a cabo la ventura de levantar los cimientos del futuro albergue. Mientras tanto, los niños, si los había, colaboraban con tareas menores como cargar la leña para el fogón, ayudar a limpiar y “hacer los mandados”. Formar la casa, el hogar, contó muchas veces con la ayuda de vecinos que esperaban a su vez la colaboración de otros para hacer sus viviendas. Este hecho, creó, con el paso del tiempo, una solidaridad y civismo que poco a poco fue constituyendo la identidad del pereirano, la cual aportó a la identidad de la cultura cafetera.

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La señora María Romelia Betancur nos narra cómo fue la construcción de su casa: A mí sí me tocó ver cuando estaba muy pequeña, [que] cogían la guadua y la rajaban, la picaban y hacían las esterillas y las iban colocando así contra la pared y el techo de pura lata de guadua. Era una casa hecha en bahareque con pura madera y que cuando eso empañetaban las paredes con cagajón de bestia y todo eso y en pura guadua, guadua y maderita por ahí, se sacaba muy artesanalmente porque cuando eso no habían motosierras sino que la sacaban como en serrucho, entonces las maderas las aserraban así. Por su parte, don Luis Evelio Grisales recuerda su infancia y cómo fue la edificación de la casa en la que ahora comparte con su hermana Nidia: Mi papá era el que decía: hágale esto acá, esta pieza más grande, el corredor más grande o hágale esto. Y doña Nidia secunda: Nos poníamos a hacer los planos, a él le gustaba era con muchas puertas. Para la señora Ana la casa que hizo su padre y donde conserva la memoria de sus días de infancia: (…) era de bahareque y él mismo [mi papá] la hizo, y yo sé que cogían es que pasto seco, paja y barro, yo no sé, eso hacían una mezcla y nosotros hasta colaborábamos para cargar eso, para que le echaran ahí a las paredes. 22

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Hacedores de ciudad Los campesinos empiezan la construcción de sus casas de acuerdo con lo que la naturaleza les daba (guadua, tierra y boñiga de caballo) y esto porque su situación económica no les permitía comprar elementos para hacerse un lugar propio en el mundo. Además, su profundo interés en adquirir casa para “darle un techo donde vivir a la familia”, hacía que estos se las ingeniaran para lograr su sueño, por eso, recogiendo los materiales naturales y con ayuda de vecinos se consumaron las nuevas viviendas. Aunque existen diferentes métodos de construcción de tales viviendas, lo cierto es que estas fueron forjadas sobre todo con guadua y madera, amarradas con bejuco –o aseguradas con puntillas, si había con qué comprarlas– y ocasionalmente pintadas y embellecidas con cal. Se les llama arquitectura de bahareque, y es innegable el aporte que ha hecho tanto a la arquitectura de la región como a la cultura cafetera, pues una vez esta casas fueron formando el paisaje de la ciudad, paulatinamente se convirtieron en parte de la identidad de Pereira; por ello no es exagerado afirmar que las casas de bahareque son un patrimonio cultural cafetero.

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Foto 24 (IMG 6329 ollas, platos)

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Frente a la pregunta sobre cómo recuerda las casas de las primeras décadas del siglo XX, doña Romelia Betancur nos cuenta: No, pues prácticamente después [de] que vinimos aquí todo lo que uno veía era bahareque, mucha madera en Pereira y en Armenia y muy buenos talladores de madera. La señora Gloria al lado de su esposo Jairo relata cómo era su vivienda tiempo atrás: (…) una cosa muy sobria y muy aterrizada con los recursos tanto naturales como recursos económicos y técnicos que tenía en el momento, no hay afán de aparecer ni aparentar, de una sobriedad y sencillez únicas que para mí son valores que son propios de lo que son el pueblo antioqueño y lo que nos legaron a nosotros, y que está reflejado en esta arquitectura tan sencilla y en esas técnicas tan acertadas.

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Un sueño hecho realidad Una vez los cimientos de la nueva casa estaban levantados, la familia, en especial el padre, se encargaba de diseñar el interior de esta. Habitaciones sin puerta, ventanas grandes, y una cocina de tamaño considerable, eran parte del estilo que imponían los arquitectos empíricos que abogaban por la funcionalidad. No obstante, las casas no solo cumplían con la satisfacción de la necesidad de techo, se tenía en cuenta que estas fueran agradables a propios y visitantes; de este modo, las mujeres se ocupaban de embellecer la morada con plantas y con telas que ellas mismas cocían para cubrir puertas y ventanas. La alegría de tener vivienda hizo que los campesinos se empeñaran en mantener esta siempre en buen estado sin importar las limitaciones de capital, esta característica colaboró en la creación de los valores del ser pereirano: emprendedor y “echao pa´lante”.

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Foto 14 (IMG 4196, balc贸n con plantas) Proyecto Casa para la memoria-2013

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Antes de ofrecer un café para continuar con la charla, un campesino relata: Pues, bueno, mi papá cuando llegaba a una casa lo primero que hacía era hacer un baño (…), entonces él hacía un baño y un lavadero bueno; bueno, y que ¿cómo vivíamos todos? Pues cuando eso eran unas piezas grandes, más o menos de cuatro por cuatro, y entonces se acomodaban hasta tres camas en una sola pieza, entonces en una cama dormíamos hasta de a tres, o dos, por ejemplo en una podían dormir tres pequeños, en otra dos y en otra dos; podíamos dormir hasta siete en una sola pieza. Don Rubén Darío, llevando la mirada a lo alto como si así trajera el pasado al presente, dice: (…) en casa de bahareque siempre hay que estar remendando, entonces el barro se pisaba con el pie, siempre de tierra adecuada para eso, hasta que quedara suave y ya, se hacía lo que llaman el embutido y después lo que es el pañete que va con cagajón, entre cagajón y tierra, ese es el trabajo del pañete. Después de que la mezcla está hecha, como eso ya lleva el trabadillo de guadua, entonces usted ya lo mete entre el encajonado y ya queda más o menos al nivel de la guadua como a punto de echarle el pañete, o sea lleva embutido y lleva el pañete.

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Casa a la medida de sus habitantes La estética de la arquitectura vernácula –como también se le llama a aquellas construcciones diseñadas sin el amparo de profesionales en el campo, pero no por ello menos valiosas– ayudó a que la familia y los vecinos pudieran reunirse, compartir, y así estrechar lazos duraderos. Los cuartos unidos entre sí facilitaban las largas conversaciones entre quienes comían y descansaban en la cama o entre visitantes y residentes; el patio en el centro, comunicaba con cada una de las divisiones del hogar y así los padres podían monitorear lo que hacían los pequeños; el extenso corredor que bordeaba era idóneo para recibir visitas; etc. De este modo, y sin planteárselo, las costumbres y tradiciones de los hogares fueron dándose en parte gracias a la distribución de los espacios, pues estos estaban dispuestos más para compartir que para aislarse de los demás miembros del hogar, lo que conllevó una cultura de la solidaridad.

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Foto 7 (3417, camas) Proyecto Casa para la memoria-2013

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Dice doña Aura María Rangel: (…) todos los muchachos y todas las muchachas de todas la veredas mantenían acá porque esta casa era inmensa, era una de las casas más grandes de toda la vereda y entonces todos fuimos creciendo y éramos como familia, casi toda la vereda éramos como familia y se amañaban mucho acá. El señor José William Usma, añora épocas pasadas: La gente era muy unida, muy respetuosa con los padres y los abuelos y a todo el mundo le gustaba mucho el campo, ir a las fincas, era distinto y la gente era muy unida. Y para doña Gloria la casa no es solo importante por lo que fue sino por lo que podrá ser: (…) sabemos que estamos administrando cosas que van para las siguientes generaciones, ojalá se continúen en nuestros hijos, que puedan continuar.

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Herencias inmateriales Reunida al calor de un café, una aguapanela, una comida o tan solo con el interés de compartir, la familia se reúne en casa para dar rienda suelta a largas y fructíferas charlas. El encuentro y el diálogo no se supeditaban a dar cuenta sobre el día a día, se trataba también de relatar historias donde duendes, brujas, fantasmas y ánimas hacían aparición. El duende o el “Coco” que amenaza con llevarse los niños si se portan mal; el espíritu de un familiar muerto que regresa a conminar al padre que deje de beber o las brujas que asustan a las adolescentes cuando se alejan de casa, no son solo un método muy antiguo y efectivo para proteger y conservar a la familia en su unidad, es, a su vez, un aporte a la cultura oral y, por tanto, un patrimonio inmaterial que se lega a las generaciones futuras y que enriquecen la cultura cafetera.

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Para la señora Aura Dori Parra los mitos y leyendas no son tal, sino hechos de los que ella fue testigo: (…) el diablo sí se aparecía por aquí, a una hermana mía, pequeñitica la cogió el duende, no era el diablo sino el duende, y era pequeñita, tenía como cuatro añitos y como la subía a un árbol por ahí de diez metros de altura y la enredó en esos bejucos y después la tuvieron que ir a bajar de allá. El señor Jairo, que de hablar hace un placer, narra: (…) la gente dice que hay asustos (…) y que hay veces que suenan cosas pero a mí no me asustan ni a Gloria tampoco, yo a veces sí me levanto a decirles “haber asústame pues”. De nuevo doña Aura Dori asegura: A mi papá lo perseguía una bruja, yo estaba muy niña y yo recuerdo que nadie más escuchaba sino yo, y una vez tarde de la noche yo oía [a la bruja que decía] “cutu cutu cutu cutu”.

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Agradecimientos Agradecemos a: José Daniel Villa Ramírez de la finca El Diamante; Nidia Valencia Sepúlveda y Luis Evelio Grisales Valencia de la finca La Zulia; María Elena Giraldo González de la finca El Edén; Gustavo Rincón de la finca El Recreo; José William Usma y María Romelia Betancur de la finca La Siberia; Rubén Darío Vergara Flórez y Margarita Molina Grajales de la finca La Herradura; y a Jairo y Gloria de la finca El Jazmín. Todos residentes de diferentes veredas y corregimientos de Pereira. Gracias a que nos abrieron sus puertas y compartieron con nosotros su memoria, fue posible hacer este libro, es por ellos y para ellos este ejemplar.

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Epígrafe Quizá una de las expresiones de mayor calado con que se conoce a Pereira, es la que reza: “Aquí nadie es forastero”, esto se debe a que la calidez de su gente hace sentir a extraños como si no lo fueran. Pereira recibe con las puertas abiertas a aquellos que quieran conocer o instalarse en su territorio. Esta característica de la capital risaraldense no es nueva, está en su génesis, tal como expresa su himno: “Y de mi brazo para este viaje, acepto a todos aquellos que, como mis hijos pregonen siempre paz y trabajo, constancia y fe”. Los campesinos de los que hablamos en este libro “atraídos por el influjo de su amorosa solicitud”, llegaron a Pereira para quedarse y a pesar de las grandes adversidades (esencialmente económicas), alcanzaron su sueño de tener casa propia y, con ella, constituir su tesoro más preciado: la familia. Esto quiere decir, que los campesinos le deben a la ciudad el que haya tenía sus puertas abiertas, pero sobre todo, que Pereira les debe a los inmigrantes nacionales que la habitan hace décadas, el que hayan forjado buena parte de su historia. Por ello, lo que contienen las páginas precedentes es un homenaje a quienes, desde su anonimato, forjaron ciudad. A ellos, que nos abrieron las ventanas y corredores de su memoria es este libro.

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Finca El Recreo, vereda El Pital,corregimiento de Combia Corregimiento de CombiaAlta Ulloa,Vallle Vía corregimiento La Florida Finca El Recreo, vereda El Pital, corregimiento de Combia Finca El Edén, vereda El Edén, corregimiento de Combia Finca Génova punto 30, vía Armenia Finca La Zulia,veredaSan Vicente, corregimiento deCombiaAlta Vía vereda El Estanquillo, corregimiento de Altagracia Finca El Recreo, vereda El Pital, corregimiento de Combia Finca La Siberia,La Florida/Puente Albán/La María Finca Génova punto 30, vía a Armenia Finca Sincerín, vereda El Estanquillo, corregimiento de Altagracia Finca Llano Grande, barrio Parque Industrial Finca Sincerín, vereda El Estanquillo, corregimiento de Altagracia Finca El Edén, vereda El Edén, corregimiento de Combia Finca Llano Grande, barrio Parque Industrial Finca El Recreo, vereda El Pital, corregimiento de Combia Finca La Herradura, vereda El Estanquillo, corregimiento de Altagracia Finca El Recreo, vereda El Pital, corregimiento de Combia Ulloa, Valle Finca La Herradura, vereda El Estanquillo, corregimiento de Altagracia

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Presentamos a continuación la compilación de los resultados de la investigación del primer año del proyecto Casa para la memoria - 2012–concertado con el Ministerio de Cultura, Programa Nacional de Concertación-2012–, cuyo objetivo fue investigar, documentar y difundir el patrimonio cultural material e inmaterial de los habitantes del Paisaje Cultural Cafetero, en especial de los municipios de Santuario, Marsella y Santa Rosa de Cabal (Risaralda).



CASA PARA LA MEMORIA Este libro es una iniciativa de la Corporación Casa Creativa, en un proyecto concertado con el Ministerio de Cultura –Programa Nacional de Concertación-2012–, para valorar, difundir y proteger la cultura cafetera. Proyecto Casa para la memoria-2012

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Dirección General Carolina Saldarriaga Ramírez Autores Viviana Zuluaga Zuluaga Leidy Dayana Castaño Carlos Iván Duque Salgado Carolina Saldarriaga Ramírez Producción Corporación Casa Creativa Un proyecto concertado con el Ministerio de Cultura: Programa Nacional de Concertación-2012 Investigación en campo y curaduría Carlos Iván Duque Salgado Fotografía Paola Andrea Agudelo Salazar Auxiliares en campo Semillero de Investigación en Gestión Cultural AmbientalUniversidad Tecnológica de Pereira Marcela Castro Vanesa Calderón Juan Martín Maya Daniel Stid Ortiz López Diseño original David Roldán Diseño y diagramación Corporación Ciudad Latente Ilustraciones Daniel Alejandro Ríos

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Tabla de contenido Presentación Introducción Son de bahareque Tipos Bahareque de tierra y cagajón Bahareque de tabla o “entablillado” Bahareque metálico Bahareque encementado Conformación Cimientos o soleras Pisos o entrepisos Muros Techos Una arquitectura heredada Estética de la casa de bahareque Lo feo y lo bonito tienen sus matices Paradigma cafetero: ante la ausencia, creatividad desbordada Historias de bahareque Agradecimientos

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Presentación La transformación de la vida cafetera, la desintegración de la familia por el fenómeno migratorio, la evolución acelerada de la vida social y económica, los riesgos naturales asociados a un medioambiente húmedo, sísmico y propenso a los movimientos en masa, pusieron en riesgo la sobrevivencia de una técnica de construcción que más que una vivienda le entregó a los habitantes de la región un modo particular de convivir con la naturaleza. Cuando una sociedad lee su territorio y lo interpreta para adaptarse a él creativamente, se dice que se construye cultura y cuando esta adaptación se transmite y permanece en el tiempo, se empieza a constituir en patrimonio. Por muchos años la transmisión del saber hacer la casa, restaurarla o reconstruirla fue un privilegio de muchos, que se compartía, estas sociedades tuvieron que pasar la miseria del colapso de sus casas para entender que los materiales o la técnica debían cambiar. Copiaron y reprodujeron una técnica exitosa que se constituyó en la opción de muchos, en tiempos de pobreza. Poco a poco, con el paso del tiempo y las nuevas dinámicas económicas, la apertura de mercados, la posibilidad de viajar y ver a otros en sus propios entornos, la llegada de capitales extranjeros, la “abundancia económica” producto de las remesas, así como la posibilidad creciente de acceder a más recursos económicos, entre otros, generó un proceso de decaimiento de la técnica y de la casa, se descontextualizó el bahareque y llegó a ser solo un material de sobrevivencia a la escasez. Dossier 2012

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Cada vez más se transformaba la casa, inicialmente, el dinero alcanzaba solo para la fachada, luego los pisos, y luego “hacia adentro”, y poco a poco las plazas de los parques centrales, antaño enmarcados en la típica casa de mirador florido, de sócalo, de chambrana o de alero se reemplazó por la arquitectura de material; los parques de los pueblos cafeteros entonces empezaron a entrar aceleradamente a una modernidad marcada principalmente por la pretensión de apariencia de ciudad. Al mismo tiempo, muchas familias empezaron a apropiar elementos decorativos copiados en sus viajes, o de la televisión, cambió la casa, cambió la ornamentación, cambió la familia y el sentido mismo de la casa –cobijar a muchos–, en tanto la ciudad capital empezó a atraer a cantidad de jóvenes que dejaron la caficultura, su casa y su familia y se adentraron a la vida urbana. En la casa diseñada para la abundancia, de miembros, de comida, de niños, de café; se instaló la soledad, el desgaste y la vejez, ya no habían jóvenes y eran ya pocos niños –de esto dan cuenta los índices negativos de crecimiento poblacional que tienen gran parte de los pueblos del Eje Cafetero– ya no había ni café. La pérdida material de la cultura cafetera quedó dispuesta y exhibida para la añoranza y el recuerdo en museos y hogares que decidieron resguardar celosamente el objetuario de la identidad cafetera, en otros casos fue la pobreza, la que obligó su protección. Hoy día, la tendencia a la recuperación de lo tradicional, entre otras cosas impulsado por fenómenos de turismo y en el último año debido a la declaratoria de 47 municipios del Eje Cafetero como patrimonio mundial por parte de la Unesco, plantea el reto de escudriñar lo que queda de la cultura cafetera para rescatarlo, resguardarlo, valorarlo, difundirlo y protegerlo. 60

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De asumir esta labor dan cuenta los intentos por realizar inventarios del patrimonio arquitectónico de la región que diversas instituciones han iniciado con avances importantes pero sin documentos definitivos que proporcionen un análisis de la realidad del tema, la cantidad y estado real de las edificaciones ubicadas tanto en áreas rurales como urbanas; mientras esto sucede, el desgaste de las construcciones y la pérdida del conocimiento popular alrededor de su construcción se pierden cada día. Por lo anterior, las políticas de recuperación del patrimonio que vienen siendo impulsadas entre otras por el Ministerio de Cultura de Colombia en los últimos años, demuestran que es posible reivindicar el patrimonio, dignificando su existencia misma a través de la visualización de sus diversas manifestaciones y de los valores que constituyen su esencia y desarrollo, en todas las esferas de la sociedad. La Corporación Casa Creativa se une a esta labor a través de la publicación de este libro, buscamos disponer nuestros recursos a la tarea de ayudar a activar los valores de la cultura cafetera para que pervivan en la memoria, el texto, producto de la aplicación de técnicas como la entrevista, la historia oral, los estudios de caso, la fotografía y la reunión de expertos, son una invitación a vivir y disfrutar lo propio.

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Introducción Según la Real Academia Española, bahareque es una “pared de palos entretejidos con cañas y barro”, una acepción más usada por los expertos dice que este es “paredes de caña y tierra”, ambas definiciones apuntan a lo mismo: construcciones hechas con base en materiales extraídos de la naturaleza. El bahareque es usado en varias partes del mundo, aunque su utilización se diferencia dependiendo del tipo de bambú (guadua) que se emplea. Además, en Colombia, en especial en el Eje Cafetero, se convirtió en un tipo de arquitectura regional, propia, que se particularizó tanto en la forma y materiales, como en la distribución y estética de sus espacios. La historia del uso del bahareque en el Eje Cafetero guarda estrecha relación con los sismos que se dan de manera frecuente en esta región del país. Antiguamente, las casas eran elaboradas con tapia pisada y adobe, pero, los daños que ocasionaban los temblores de tierra, hicieron que se optara por un recurso arquitectónico más liviano y que soportara los embates de la naturaleza. Así fue como el bahareque empezó a hacer parte del paisaje cafetero. Para el arquitecto experto en bahareque Jorge Enrique Robledo, este se constituyó en un auténtico “estilo temblorero” (1996: 2). Las ventajas, eran evidentes: sismorresistente y liviano, fácil de reparar y económico. Ahora bien, su proceso de inserción como parte de una cultura cafetera no fue fácil. En la época, se entendía el bahareque como una solución Dossier 2012

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de vivienda ante la ausencia de recursos para acceder a otro tipo de construcción. Era visto como pobre, feo, ausente de la idea de progreso, y por muchos fue llamado “suplefaltas”. Para muchos el bahareque era sinónimo de pobreza y carente de gracia, para otros fue la salida real a sus problemas de vivienda y de seguridad. Los campesinos empezaron a hacer sus propias construcciones con lo que la tierra les daba, esto es, tierra, madera, boñiga de caballo y ocasionalmente cal y cemento. Por supuesto, tales artificios para hacerse un lugar, revelaban la ausencia del Estado para brindar soluciones de vivienda más acordes. Sin embargo, el tiempo dio la razón a las construcciones de bahareque: estas serían el mejor método para resguardarse de los sismos. Tanto, que hoy por hoy es considerado una “cultura sísmica local del mundo” (Robledo, Muñoz y Duque, 1999: 3). Además, el bahareque, por su flexibilidad para ser modificado, era idóneo para su ampliación, una vez la familia crecía. La construcción o modificación de las casas traía consigo un nuevo elemento: generalmente empleaban a los mismos miembros de la familia y a los vecinos de la zona, esto significó una cultura de la colaboración, de las “comitivas”, que estrechó lazos de confraternidad perdurables en el tiempo. Como la arquitectura no depende exclusivamente del medio ambiente, de los materiales de construcción disponibles, de las habilidades de los especialistas y de las tecnologías que se empleen, deben analizarse las influencias culturales que de una u otra manera, en mayor o menor medida, afectaron el desarrollo urbano (Robledo, 1996: 22).

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Es por la posibilidad de entender el bahareque como parte de la cultura cafetera y dar cuenta de su influencia en el desarrollo urbano de la región que se pretende construir este libro. Se busca celebrar la memoria que tienen las casas de bahareque, para recordar, junto con sus protagonistas, cómo fue su elaboración, en qué contexto se dio, qué significa en sus afectos y cómo estas pueden darnos indicios de una cultura pujante, creativa y recursiva, sobre la cultura cafetera. La Corporación Casa Creativa presenta este libro con el apoyo del Ministerio de Cultura, Programa Nacional de Concertación-2012, con el fin de generar alternativas de valoración y difusión de la cultura popular cafetera, aquella que históricamente ha modificado un paisaje y lo ha hecho singular. Este libro trata de dar cuenta del patrimonio cultural que invisten las casas de bahareque. Historias, relatos y paisaje visual lo configuran. La estructura de este libro comprende una parte escrita y otra visual. Los textos corresponden a nociones generales sobre el bahareque (qué es y cuáles son sus técnicas de uso) y a fragmentos de las entrevistas que se realizaron a propietarios, moradores y expertos sobre casas hechas en este tipo de arquitectura.

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La arquitectura de bahareque como parte del Paisaje Cultural Cafetero, fue reconocida como patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco en agosto de 2011.

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Son de bahareque Los materiales básicos y perdurables son la guadua y la madera. Las casas construidas en bahareque están clasificadas según el tipo de recubrimiento de los muros. Para los expertos existen cuatro: con tierra y cagajón, entablillado, metálico y encementado.

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Tipos Bahareque de tierra y cagajón Macizo o relleno El interior de los muros se llena con tierra maciza y con parales, que son cintas de guadua en vertical (entre guadua y guadua se echa la tierra y se pisa). Se coloca una diagonal o riostra en columna de madera para que brinde mayor sostenimiento a la estructura en construcción. En guadua también se hacen las columnas verticales. Se revoca con tierra, cagajón (excremento de caballerías) y cal. Los siguientes gráficos son extraídos de Muñoz (2005).

a.

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Los límites se hacen con el mismo material con que se forjó toda la casa, la guadua, además, no falta el “adorno natural” que embellece los linderos.

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Hueco Se utilizan los elementos mencionados, con la diferencia de que el recubrimiento no se hace con tierra sino con esterillas de guadua. Acci贸n que para algunos moradores de la zona resultaba m谩s costoso.

b.

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Bahareque de tabla o “entablillado” Los entramados de este bahareque se hacen con madera aserrada o guadua y su recubrimiento con tablas de madera. La solera (es decir, “la base” de la construcción) también es de madera.

c.

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Bahareque metálico Todas las construcciones de bahareque, están conformadas por guadua y madera. Como se dijo, son los recubrimientos los que indican una diferenciación arquitectónica. El bahareque metálico está recubierto por láminas metálicas. En general, se utilizaba y se utiliza en las fachadas, con fines más bien estéticos, dejando para otras partes de las casas el uso de alguno de los otros tipos de recubrimiento.

d.

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Bahareque encementado Es quizá el sistema más avanzado de los recubrimientos de bahareque. Aunque no siempre el más idóneo, ya que el peso que da a la construcción puede generar daños de consideración, sobre todo si son sacudidas por movimientos sísmicos. Se trata de aplicar sobre la madera y la guadua (o guadua en esterilla) morteros de cemento y arena.

e.

En el Eje Cafetero, un buen número de casas han sido construidas en bahareque –apreciadas en la actualidad más en zonas rurales que urbanas, o en municipios pequeños–. Las más antiguas tienen rellenos de barro, esterilla de guadua recubiertas con cagajón o latón metálico. En los últimos años, se viene utilizando cemento. Dossier 2012

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Conformación Los materiales con que se construyen las casas de bahareque los da la tierra; el diseño se adapta a las condiciones de linaje y patrimonio de sus habitantes.

Cimientos o soleras De acuerdo con la economía familiar, los cimientos podían ser de hormigón, ladrillos o pilares de guadua. También dependía de si la nueva vivienda estaría ubicada en ladera o en terreno plano.

Pisos o entrepisos Tradicionalmente se usan madera, guaduas o esterillas de este mismo material (en este último caso son recubiertos con morteros de cemento y arena) que descansan en la solera.

Muros Son la razón por la que a las casas de bahareque se les llama así. Parales de guadua ubicados verticalmente sobre los pisos o entrepisos y recubiertos ya sea por tierra y cagajón, tablas, láminas de metal o cemento, se aseguran con alambre galvanizado y puntillas en algunos casos, o con bejuco, en otros.

* Regla delgada y flexible de madera que sirve para hacer superficies con arco.

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Las construcciones hechas sobre ladera representan un peligro si sus cimientos no están bien estructurados. Este tipo de viviendas se debe a la ausencia de recursos de sus moradores. A pesar de todo, son incluso más resistentes que las hechas en “material”. Dossier 2012

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Techos Se construyen con cerchas de guadua, que reciben otras guaduas de menor grosor ubicadas de manera perpendicular. El espacio entre una y otra es la razón del tamaño de las tejas de barro que terminarán por recubrir el techo. También, a cambio de colocar guaduas perpendiculares, se usan esterillas sobre las que se echará mortero de cemento y arena o barro para pegar las tejas.

* Regla delgada y flexible de madera que sirve para hacer superficies con arco.

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Una arquitectura heredada La colonización antioqueña le heredó al Eje Cafetero parte de su cultura; la tradición en la construcción no es la excepción. Así lo narra el historiador Fernando Buitrago Montes, cuando se le interroga por el arribo de este tipo de arquitectura a la zona. Llegó con la colonización antioqueña. Los colonizadores de estas tierras, encabezados por Fermín López, que era el líder, se asentaron y trajeron esta tipología de Antioquia, la adaptaron a nuestro medio con materiales propios de la región como la guadua, la teja de barro, las chambranas, y se caracteriza, precisamente, por tener amplios corredores, aleros, una altura generosa, el techo en teja de barro, la arquitectura del bahareque. A finales del siglo XIX, comienzos de los años veinte, se empezaron a construir segundas plantas en bahareque, guadua y la cubierta en teja de barro y los amplios corredores y las chambranas. Después se denominó como arquitectura temblorera, porque esta es una zona de alta sismicidad. Era un trabajo de equipo, la comunidad se reunía en torno a la construcción, que duraba una semana o un mes. En ese entonces no había aquí arquitectos, ni ingenieros, ni nada. Eso eran empíricos, es decir, había maestros de obra que eran unos artistas, verdaderamente, eran personas que se dedicaban a la construcción, ellos mismos empezaban por la selección de los materiales, tenían especial cuidado, por ejemplo, en cortar la guadua en buena época, en menguante, y la dejaban curar en el mismo guadual por ahí treinta días, la cortaban a las cinco, cinco y media de la mañana, cuando el agua ya se suponía

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De las casas de bahareque sobre todo se pintan las fachadas, las puertas y las ventanas. Los colores mรกs utilizados para esta tarea son tonos fuertes que reproducen el entorno natural. Dossier 2012

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que había bajado… en fin, ellos tenían muchos conocimientos del manejo tanto de la guadua, como de madera en general, y trabajaban con maderas muy buenas. También tenían especial cuidado del corte de la madera y la época. La edificación era, más que un trabajo, una celebración entre vecinos. Bien lo recuerda Ángel Ramiro Córdoba a sus 71 años de edad, campesino caficultor del municipio de Santuario, Risaralda. En esa época se trabajaba mucho en comunidad, eran las famosas mingas o aguadulceras con la familia. Me acuerdo yo de que mi padre, él comenzaba a cortar guadua desde de las 4:30 de la mañana, se levantaba y se iba para el guadual, cortaba y ya con otras personas o en mingas, o con algunos trabajadores, la iban arrumando donde estaba el sitio donde iban a construir la casa. Lo mismo la piedra, la piedra se buscaba en el río, en las quebradas, las piedras eran la base de la casa, las piedras tenían que ser grandes, y eso le buscaban que tuviera un lado que fuera más o menos plano y las ponían a nivel, el oficial les ponía un hilo para el nivel y encima se ponían las vigas.

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Antaño, los muros de bahareque no se hacían desde la solera. Casi siempre empezaban en el segundo piso. Para el primer piso, la usanza y la bendición de la economía, permitían que se hicieran los cimientos con morteros de cemento y arena. Dossier 2012

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Estética de la casa de bahareque Construir la casa es de por sí un canto de las familias y vecinos, todos participan, todos reciben la buena nueva de tener su propio techo. Hay un orden empírico que se respeta en este tipo de arquitectura. Las casas poco a poco empiezan a tener elementos semejantes en el diseño y en la estética funcional. Las hay en forma de U, de L y horizontales. Con grandes corredores para divisar el paisaje natural, con jardín, sembrado y animales. Caminar una casa de bahareque es participar en una fiesta de colores y flores, los rincones de la casa evidencian los objetos y artefactos asociados a la caficultura, es común ver el diálogo entre una religiosidad apasionada y la convivencia con lo mágico; lo mágico-religioso entonces se constituye en un paradigma de la ornamentación, los afectos familiares y los enseres para elaborar ropa y tejidos, hacen parte del mobiliario de la casa. Nunca faltan las flores que terminan siendo sembradas en particulares adaptaciones de materos, actividad que evidencia el empleo tradicional del reciclaje.

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El diseño arquitectónico en forma de U era determinado por el lugar que ocupaba el patio, en este caso, en todo el centro de la casa. Lo que favorecía aún más la comunicación entre todos los miembros del hogar. Dossier 2012

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Una estética que corresponde al calor de hogar, que facilita el encuentro y el diálogo. Una casa para la familia, una casa “hecha a la medida”. Gustavo Adolfo Echeverry caficultor de Santuario, recuerda el calor de hogar que proporciona el bahareque. Generalmente, la cocina quedaba al lado del comedor y tenía una ventana para no tener que dar la vuelta sino por ahí pasar los alimentos. Se reunían y bendecían los alimentos y era entonces el sitio de unidad familiar. El sitio de reunión era la cocina y al calor del fogón comían y era donde se quedaban hasta tarde porque no había energía en las casas, entonces era el que les proporcionaba algo de luz, el calorcito. Y contaban entonces los quehaceres diarios y lo enriquecían con la vocación oral y el relato que tenían los abuelos para contar todos los mitos y las leyendas. Luego estaban los cuartos principales y eran comunicados los cuartos en el interior para poder darles vuelta a los hijos. Las construcciones eran en bahareque y como los hijos eran muy numerosos, eran amplias y tenían muchas camas en cada dormitorio, porque las familias pasaban de ocho o diez personas. En la parte de atrás del patio tenían unas pequeñas parcelas donde cultivaban café, frutales, tenían la vaca y como el medio de transporte era el caballo, cada casa tenía su pesebrera, por eso las puertas altas. Es como decir tener hoy en día la casa con el garaje, el garaje de ellos era la pesebrera para el caballo. Estas casas eran muy amigables con el transeúnte, tenían el alero generoso para que las personas, cuando lloviera, caminaran y no se mojaran. Estas casas generalmente tenían su patio central donde lo utilizaban para las reuniones familiares y los corredores eran redondos. Una riqueza de espacios, las habitaciones son 84

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Es usual que las divisiones internas de las casas no tengan puertas pero s铆 ventanas, que dan luz, ventilaci贸n y sirven para mantener la comunicaci贸n entre los miembros del hogar. Dossier 2012

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grandes, y la amplitud, porque generalmente las familias eran muy numerosas, era como un patrimonio tener muchos hijos. Decían que cada hijo venía con la arepa debajo del brazo. Era la mano de obra familiar la que enriquecía las fincas y eso, porque todos trabajaban en torno a la unidad familiar. El papá y la mamá y cuando el hijo se casaba, entonces le daban un pedazo de finca, él construía su casa. En algunas casas podemos ver el patio central en el que se conservan las plantas aromáticas, las plantas medicinales y de la buena suerte.

El empeño que los constructores y moradores ponen para mantener sus viviendas en buen estado, se refleja en el énfasis en la limpieza y en los arreglos estilísticos que siempre les imprimen.

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Es tradici贸n que los hombres labren la tierra y las mujeres administren el hogar. Las se帽oras se encargan de los menesteres de la casa y, por supuesto, de ornamentar cada espacio de la vivienda.

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Lo feo y lo bonito tienen sus matices No hay que olvidar que gracias al esfuerzo que muchos, en diferentes campos, vienen haciendo por revertir la imagen negativa del bahareque, este se constituye en un paradigma de la construcción, por todos los beneficios que presta: sismorresistencia, economía, cuidado del medio ambiente, belleza, facilidad de reparación y características de liviano, entre otros. Aunque saludamos tales esfuerzos por darle su lugar a una arquitectura que hace parte de los valores culturales de la región, no podemos dejar de decir, que los campesinos que elaboraron estas casas por razón de la pobreza y el esfuerzo, no reciben tales favores. Aunque personas en su mayoría feliz, los sigue caracterizando el esfuerzo con que deben asumir el sostenimiento y mantenimiento de sus casas, pues no son partícipes de las nuevas técnicas de conservación ni de los diseños estilizados a la moda.

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Paradigma cafetero: ante la ausencia, creatividad desbordada ¿Por qué, si hoy se celebran las construcciones de bahareque –nótese el auge de instituciones públicas y privadas que usan arquitectura de este tipo, solo por citar un ejemplo– hay necesidad de “reivindicar su imagen”? Porque detrás de ellas hay dos elementos obvios: el primero es que la historia del bahareque en el Eje Cafetero se inicia con la absoluta pobreza e ingenio de campesinos que no tenían cómo suplir su necesidad más básica, la vivienda. De ahí el nombre que se le acuñó: “suplefalta” . El bahareque era feo y de marginales –no es una casualidad que con él se hayan construido miles de casas ilegales en las laderas de los ríos de la región y “tugurios”–, era la pobreza haciéndose un lugar en la tierra y con la tierra. Y justamente este carácter de hay que salir adelante, propio de las comunidades de la región, logró generar un sistema creativo de adaptación al medio que fue exitoso y que les permitió entre otras cosas el desarrollo digno de su familia.

*De hecho, en su arquitectura, al paral vertical de guadua que forma las paredes de las casas, se le llama también así, suplefalta (véase gráficos de tipos de bahareque).

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Entonces, pasadas unas décadas, cuando los frecuentes temblores de tierra corroboraban una y otra vez que las casas de bahareque eran de lejos más seguras que las hechas de cemento, hubo un giro cultural hacia la percepción de la casa de bahareque. Giro que está en ciernes. Cada tanto se escribe y se dice sobre los beneficios de la guadua (elemento principal del bahareque). Así es como ahora la guadua ya no es pobreza, no debería serlo, por ello se intenta “reivindicar su imagen” . El segundo elemento y más importante por el que habría que preservar la casa de bahareque, es de más largo aliento y no se supedita (no del todo), a las leyes del mercado y las tendencias. Una verdad que latió, como ya dijimos, cuando los sismos amenazaban con esta región del país era que los campesinos pobres habían descubierto un modo autóctono de asegurarse en los movimientos telúricos (Robledo, 1996). Esa es la razón de celebrar la casa de bahareque, es signo y símbolo del tesón y emprendimiento de gente que forjó estas tierras, de antepasados fuertes, valientes y vigorosos que tenían por capital el trabajo de sus manos y el deseo enorme de salir adelante. Esa creatividad y empeño son la herencia de los abuelos.

* Vale la pena anotar la resignificación del bahareque que está haciendo el turismo en la región, cada vez más casas son devueltas a su estado original, restauradas o que buscan imitar la arquitectura y ornamentación típica del bahareque, con el fin de prestar servicios turísticos, dado que su atractivo para el visitante nacional e internacional es indiscutible.

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Los expertos afirman que el bahareque es un “bien cultural autóctono”. Las casas construidas así, son versátiles, ya que pesan poco, son flexibles, económicas y fáciles de arreglar y ornar. 92

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Historias de bahareque Doña María Doris es de piel caoba, con un brillo en el rostro que le sube hasta el pelo y se le pierde en los surcos blancos y negros de su cabellera recogida. De sonrisa fácil, tiene en los ojos una humedad que agita con cada parpadeo. Su casa es una de las que más recordamos, no por la casa sino por las lágrimas de doña María Doris al preguntarle por sus papás, sin mucha pausa entre la pregunta y el llanto, nos contó que en esa casa vivió con sus padres, luego en ella “levantó” a sus hijos y ahora vive con su esposo y un hermano. –Esa era la época más buena, vivir con los padres, ellos fueron muy buenos conmigo. Dijo mientras pasaba por su cara un delantal que envolvía su cintura. La casa está ubicada en el Alto Cauca, zona rural de Marsella, en el departamento de Risaralda. El pequeño caserío lo habitan en su mayoría personas adultas que viven de su propia parcela o de trabajar en las fincas de la zona. Los jóvenes de la vereda se fueron a trabajar en otros lugares, a ciudades grandes o al centro urbano de Marsella, los pocos que quedan, también planean marcharse. Don Jairo Loaiza, llegó al Alto Cauca hace treinta años, como llegan los recolectores de café, buscando dónde emplearse y ganar algo de dinero. Encontró trabajo y una compañera; se quedó por la segunda. El proyecto Casa para la memoria, recorrió cafetales y caminos destapados, se metió en la cocina de todas las casas que visitó, y sobre

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Las casas, como c贸mplices, se llenan de las huellas del tiempo. Se fijan en ellas recuerdos de viaja data. Y aunque la austeridad campea, no dejan de ser siempre c谩lidas. 94

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todo, permitió que cada jornada en campo, cada entrevista y cada foto, nos ofreciera relatos cotidianos cargados de simplicidad, narraciones personales, historias de vida y testimonios que nos motivaron a volver, a seguir escuchando sobre el amor por la vivienda, sobre las picardías en los zaguanes y sobre las vidas de generaciones que pasan y casas que permanecen. La familia cambió, en una casa de cinco habitaciones en la que cada cuarto puede albergar con amplitud un par de camas dobles, un armario, un perchero y una silla, ahora solo viven dos personas. Así ocurre en una de las casas visitadas en Santuario, Risaralda, con el tiempo, la numerosa familia García, que nunca le faltaron niños en su patio de ocho metros cuadrados, y sus habitaciones recibían cómodamente a las visitas, ahora ve sus despoblados corredores de madera encerada, únicamente recorridos por los últimos dos hermanos García y una señora que se ocupa de las labores domésticas. Los hogares numerosos de antaño fueron remplazados por núcleos familiares que no superan las cuatro personas, y cuando son más, generalmente es porque viven varias familias en una misma casa: hermanas con sus hijos, el tío que nunca se casó, los hijos del hermano que viajó al exterior, etc., casi siempre conviven en torno a la abuela o a una hermana mayor. La tradición de la casa amplia, con techos altos y miradores con chambrana de macana, se conserva en las construcciones más antiguas, sin embargo, algunas de estas casas han sido parceladas, sacando tres o más viviendas de una sola edificación original.

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La bondad de los espacios es uno de los beneficios mĂĄs valorados de las casas, tanto, como la posibilidad de recibir y atender bien a propios y extraĂąos que llegan para ocupar su lugar. 96

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El trabajo de campo se hizo visitando casas en la zona rural y en los centros urbanos de Santa Rosa de Cabal, Marsella y Santuario, todos municipios de Risaralda; algunas personas inicialmente no entendían bien en qué consistía, y preguntaban si las entrevistas y las fotos eran para un auxilio de vivienda, aclarada la confusión, la dificultad radicaba en que todos saben que su casa es lo más importante, y lo afirman con seguridad, pero casi nadie puede expresar con palabras en qué radica esa importancia. Recorríamos la vivienda y conversábamos, casi siempre bebiendo un café brindado por la señora del hogar. Con la olla recién montada en el fogón de leña, doña Martha accedió a conversar, no sin antes advertirnos que de tanto en vez, debía darle vuelta al almuerzo. La falta de al menos tres de sus dientes frontales, le daba a su sonrisa un aspecto dulce que hacía juego con su rostro, insistió en que la casa no estaba ordenada, que sentía pena de atendernos con el oficio a medio hacer. No supimos de ella por unos cinco minutos, al parecer estaba limpiando el “paso de la suegra”. Nos convidó a una sala pequeña. Un televisor de perilla empotrado en un antiguo peinador y dos taburetes, compartían espacio con la humedad fría que se dejaba oler. Los restos de madera que cayeron al abrir las ventanas, indicaban que habían pasado meses desde la última vez que aquellas fueron abiertas.

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Los usos y las prácticas entorno a la arquitectura tradicional y a la manera de habitarla, han tenido permanentes modificaciones. Con distintos argumentos remodelan las casas, porque la pared en material es más higiénica, porque es más segura, porque tiene mejor aspecto. De los maestros de obra entrevistados que construyeron en bahareque, ninguno recuerda la última vez que lo hizo, y las personas que insisten en conservar las edificaciones en sus materiales originales, son gente mayor parada en su nostalgia. En Santa Rosa, como en otros municipios de la zona, varias haciendas cafeteras han migrado al ganado, conservan la infraestructura que en otrora producía café, pero están dedicadas a negocios más rentables. Ahora el centro de acopio almacena equipos de ordeño. En Santuario, los dueños de la Hacienda Naranjal, tienen una de las casas mejor conservadas, no obstante, la piscina de balneario junto a la vivienda, no dialoga con la bella construcción de bahareque. Parte del origen de la construcción en bahareque, según Argemiro Arias, octogenario maestro de obra que aprendió de sus tíos y de su papá el oficio de fabricar casas en bahareque, sale de la recursividad de los mayores, al usar los materiales que la zona les proveía y resolver de esta forma la necesidad de abrigo para ellos y sus familias. En la actualidad, estas casas poseen valor por la memoria regional que conservan y por su significado como patrimonio, características no equiparables con el valor de uso proporcionado por los actuales materiales de construcción.

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El tesón con que las mujeres cafeteras cuidan del hogar, es evidente. La estética de la casa está relacionada con la comodidad y entrada de luz.

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Durante el recorrido se recogieron las voces de las familias que se forjaron dentro de la casa de bahareque. Narraciones que evidencian el proceso de construcción de una vivienda, la conformación de los hogares, las estrategias para conseguir materiales y adaptarlos a una edificación. Relatos de duendes y brujas, de “entierros” (tesoros guardados) en las tapias o bajo el colchón y cuentos de economía familiar. Historias que recrean el arribo a la tierra, la intervención a la naturaleza, los beneficios del diseño de estos lugares en donde todos se reunían al calor del fogón para escuchar, tras un día de jornal y oficio, las palabras de los ancianos y reír con las ocurrencias y juegos de los niños.

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Las casas estĂĄn hechas para que se pueda ver desde cualquier lugar de su interior otra parte de ellas. AsĂ­, las personas se han acostumbrado a hablar en voz alta para que desde otro compartimento se les escuche. Dossier 2012

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Agradecimientos Nuestra estadía en cada hogar participante de Casa para la memoria, estuvo plena de las mejores actitudes, por esta razón y porque gracias a ustedes se desarrolló este proyecto, agradecemos a Gustavo Adolfo Echeverry, Eladio Urrea, Albeiro Villada Vélez, Gloria Elsy Fernández, Arón Rojas, Josefina Rojas y a María Doris Tabares Álvarez, Jaime Fernández, Fernando Buitrago y Argemiro Cárdenas. Por facilitar los espacios necesarios para hacer las Ferias de la memoria y brindarnos las facilidades logísticas para realizarlas, agradecemos al Instituto Educativo Santuario y a la Casa de la Cultura de Santa Rosa de Cabal; y por permitirnos compartir la exposición fotográfica Casa para la memoria, reconocemos el aporte hecho por el Aeropuerto Internacional Matecaña y por la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad Tecnológica de Pereira-UTP. Especialmente, agradecemos a los profesionales del Laboratorio de Ecología Histórica y Patrimonio Cultural por su apoyo constante en los procesos de la corporación.

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Al Semillero de Investigación en Gestión Cultural Ambiental de la UTP toda nuestra gratitud por el apoyo y el acompañamiento técnico durante las fases de campo de los proyectos Casa para la memoria y Gente de café. Quiero dedicar mi trabajo fotográfico a todas las personas que me permitieron entrar a conocer los rincones, misterios, historias de sus hogares, que sin ningún reparo compartieron los momentos más significativos de sus vidas... Gracias por hacerme parte de esta bonita experiencia, en la que conocí, aprendí y disfruté enormemente. Paola Andrea Agudelo Salazar, Fotógrafa

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Referencias Bibliográficas DUQUE ESCOBAR, Gonzalo. (1999). Sismo, bahareque y laderas. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/88664503/bahareque. JARAMILLO JIMÉNEZ, José Óscar. (s. f.) . “La guadua”. En: Ingeniería industrial I. Una introducción a las estructuras. Disponible en: http:// www.virtual.unal.edu.co/cursos/sedes/manizales/4080020/Lecciones/ Capitulo%203/GUADUA.HTM. MUÑOZ ROBLEDO, José Fernando. (2005). Ponencia: De los bahareques patrimoniales al bahareque encementado contemporáneo: arquitecturas sustentables en el Paisaje Cultural Cafetero de Colombia. Encuentro Nacional de Facultades de Arquitectura 2005-ACFA: Arquitectura Sustentable. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/7595036/DE-LOSBAHAREQUES-PATRIMONIALES-AL-BAHAREQUE-ENCEMENTADO. PINZÓN SÁNCHEZ, Gustavo. (2010). Belleza escénica del Paisaje Cultural Cafetero. Armenia: Universidad del Quindío.

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ROBLEDO CASTILLO, Jorge Enrique. (1996). La ciudad en la colonización antioqueña: Manizales. Bogotá: Editorial Universidad Nacional. ____; MUÑOZ, José Fernando; y DUQUE-ESCOBAR, Gonzalo. (1999). Al bahareque le fue muy bien. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu. co/1906/1/al-bahareque.pdf. SANTAMARÍA MOYA, Rafael Alberti. (2001). Guía para el diseño y reparación de viviendas en bahareque de uno y dos pisos. Tesis posgrado de Estructuras, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/100662053/Bahareque-y-Guadua.

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Memorias de Pereira: La casa Este libro es una producciรณn de la Corporaciรณn Casa Creativa en concertaciรณn con el Ministerio de Cultura, Programa Nacional de Concertaciรณn- 2013 para el proyecto Casa para la memoria 2013.

Contacto www.casacreativa.org casacreativaorg@gmail.com

Proyecto apoyado por el Ministerio de Cultura - Programa Nacional de Concertaciรณn Cultural

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