El Hotel

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Hotel Escrito por: Enyger Quispe


El día estaba inusualmente frío, un poco demasiado para su gusto. La verdad es que el otoño nunca había sido su estación preferida; demasiadas bebidas calientes, demasiadas decoraciones naranjas y abrigos largos. Se sentía como una eterna espera hasta que llegara la que sí era su estación preferida, el invierno, y si esto fuera una de las comunes mañanas que pasaba en la casa de su madre probablemente la hubiera pasado pintando en la pared de su alcoba, al mismo tiempo que escuchando música o poniendo en la televisión de la sala alguna de sus películas ochenteras favoritas para distraerse a sí misma. Pero esta no era una mañana usual y estaba muy lejos de serlo. Cuando el reloj marcó las diez en punto y ella se encontraba ya bañada y vestida, una anciana de aspecto gentil tocó la puerta de la habitación en la que se encontraba, al mismo tiempo que anunciaba que el desayuno estaba listo. La joven Therasia Duarte le agradeció por avisar y se dispuso a salir para bajar las escaleras, pero antes decidió tomarse unos instantes para apreciar la vista desde su ventana. Frente a ella se encontraba un bosque precioso e inundado en niebla, de color naranja uniforme que era cortado exactamente a la mitad por un camino de tierra, camino cubierto de las hojas caídas de los altos árboles. Se sintió ligeramente decepcionada por el hecho de que la tierra no fuera visible, pero apreció la vista de todos modos y se dispuso a seguir con sus asuntos. Por alguna razón ella era la única en el comedor, lo que le parecía extremadamente extraño considerando de que en la noche había oído a varias personas caminar por los pasillos del hotel en busca de sus respectivas habitaciones. Además, la comida estaba deliciosa, servida en platos de plata,

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cubiertos también de algún metal precioso y el hecho de que todo lo que había en el menú fuera parte de su lista de comidas favoritas no hacía más que aumentar su favor por este tan singular lugar, que se veía tan hogareño y humilde por fuera; con sus ventanas oscuras, sus muros y cimientos de madera, su techo adornado con tejas de acero y esa tan peculiar forma “invertida” que le daba un toque asiático al recinto. Pero que, sin embargo, tenía características tan lujosas y extravagantes por dentro; alfombras de piel, candelabros, su propia biblioteca con chimenea incluida y el mejor trato al huésped que había visto nunca. Al terminar de comer se dirigió a la anciana y le preguntó que cuándo estaría despejado el camino, ya que estaba extremadamente interesada en tomar fotos sin las hojas de otoño regadas por todo el suelo. - El bosque es sabio - contestó tranquilamente la mujer- y cuando tu momento de partir haya llegado la madre naturaleza despejará el camino por ti. No hay necesidad de apresurarse, disfruta tu estancia en nuestro hotel, que aquí tratamos muy bien a todos nuestros huéspedes. Ligeramente extrañada, pero conforme por la respuesta de la señora, Therasia llegó a la conclusión de que no le apetecía salir del hotel por hoy, sino que prefería ir a echar un vistazo a la biblioteca para ver qué libros tenían y qué servicios ofrecen allí. Fue grande su sorpresa al percatarse de que de igual manera que en el comedor, el lugar estaba completamente vacío a pesar de ser tan hermoso y contar con muchísimos más libros de los que habría imaginado, pareciera como si la biblioteca fuera infinita, los libreros llegaban casi hasta el cielo y pudo darse cuenta de que contaban con ejemplares en todos los idiomas conocidos por el hombre; español, inglés, latín, chino y muchísimos más que no pudo siquiera reconocer.

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Confundida acerca de qué libro debería tomar se sentó en el sofá que había junto a la chimenea y fue descubierta por la misma señora amable que la había atendido anteriormente, quien al darse cuenta de lo que ocurría, sacó un libro que estaba sobre una pequeña mesa junto al sofá y se lo entregó con una enorme sonrisa de oreja a oreja. El escrito parecía nuevo y estaba recubierto por una capa de cuero que le servía como cubierta, el lomo parecía estar cocido a mano. - Les ocurre a muchos - le aseguró, al ver la inseguridad en el rostro de la joven. Después de recibirlo y agachar la cabeza para ojearlo, la chica reparó en que la mujer ya no estaba con ella cuando subió su mirada y asumió que probablemente tuvo que irse muy rápido para continuar con su trabajo. Al comenzar a leer el libro un sudor frío recorrió su frente a medida que las palabras avanzaban en su cabeza, no podía creer lo que veían sus ojos y su respiración comenzó a agitarse. Escritas en las páginas de aquel libro estaban todas sus intimidades, sus secretos y cada suceso importante de su vida; desde el mismísimo instante de su nacimiento (con cada detalle incluido), hasta la desafortunada muerte de su abuelo y su hermana en aquél trágico accidente, minuciosamente escrito estaba el reporte de la autopsia de aquella quién alguna vez compartió sus mismas facciones. Horrorizada, arrojó el texto a la ardiente chimenea sin antes terminar de leerlo y comenzó a correr sin mirar hacia atrás, dispuesta a largarse de ese lugar y volver a casa. Si se hubiera dado el valor de volver la mirada, habría descubierto que el objeto de su asombro y espanto permanecía intacto, a pesar de estar completamente cubierto por las llamas. Los pasillos se sentían más largos que antes y la oscuridad se asomaba, al llegar a la puerta principal y descubrir que estaba cerrada por fuera Therasia entró en pánico.

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Lo único que se le ocurrió fue subir a su habitación, al llegar cerró la puerta rápidamente y volvió a asomarse por la ventana, de la misma manera que lo había hecho anteriormente en la mañana. Al mismo tiempo que la luna salía por sobre el bosque, un hombre caminaba lentamente hacia el hotel, pisando las hojas en el suelo y con la cabeza bien alta, como si estuviera extremadamente orgulloso de lo que hacía. Cuando llegó a la entrada, sacó una llave de su abrigo y abrió la puerta. Al abrirla, el misterioso sujeto subió la mirada y sus ojos se encontraron, la joven cayó desmayada al suelo cuando reconoció en aquel rostro a su difunto abuelo. Despertó con los primeros rayos del sol tocando su rostro, la recamara se sentía cálida y ya no tenía frío. Al incorporarse y recuperar la compostura sintió unas manos callosas agarrarla suavemente por ambos hombros. - ¿Recuerdas cómo llegaste aquí querida?, -inquirió la anciana - ¿Recuerdas siquiera haber llegado? -. Therasia negó con la cabeza, al mismo tiempo que una solitaria lágrima caía por su mejilla derecha. Efectivamente, no tenía ningún recuerdo del cómo o del cuándo había llegado a aquel hotel en medio de la nada. - Les ocurre a muchos - volvió a decir con el mismo tono reconfortante que en la biblioteca - Desearía que aún tuvieras más tiempo-. - ¿A qué se refiere? - dijo muy suavemente la chica, su voz tiritaba. - Mira por la ventana. Las hojas de los árboles del bosque, que antes lucían un color naranja uniforme, ahora estaban completamente pintadas de un verde brillante. La niebla se había disipado del todo y la tierra del suelo estaba totalmente despejada.

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- El bosque es sabio - repitió la abuela-. - Y mi momento ha llegado - sentenció la chica. Ahora sin temor ni rabia, sin pena ni alegría, tan sólo aceptando lo inevitable, una joven chica que alguna vez fue amada por muchas personas camina lentamente hacia su destino. Baja las escaleras y le toma la mano a su abuelo, quien había estado esperándola todos estos años. Juntos, se adentran al bosque y son capaces de oír el sonido de los pájaros que cantan tan solo para ellos. En algún punto su viaje llega al final, ambos al mismo tiempo y sin dolor. Lo que antes era vida, alegría y dolor ahora es silencio. Y en algún lugar del mundo, dos semillas germinan.

Fin

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