es que se dejan atadas para siempre, olvidadas y desvencijadas por el paso del tiempo y las sucesivas mareas. Es muy habitual nada, o marisma al abrigo de las olas.
sus reflejos dorados sobre la marisma, con una luz tenue, para transmitir la sensación de silencio, tranquilidad y del paso del ada con su acompañante más pequeña, que me ayudo a equilibrar todo el peso que tenía el barco grande en la escena.