1.- Introducción Nos encontramos inmersos en una situación económica y social extremadamente grave. Transcurridos cinco años desde que estallará la crisis financiera internacional, la situación dista mucho de ir por buen camino, y en nuestro entorno, mes a mes, venimos conociendo datos cada vez más preocupantes sobre la pobreza, la precariedad y el paro que padecemos. La sangrante crisis que actualmente vivimos difiere en gran medida de las que hemos sufrido en otras décadas: ahora, tratan de arrebatarnos los logros conseguidos en el ámbito de los derechos fundamentales y el derecho a una vida digna, logros conseguidos gracias al esfuerzo realizado durante años por la ciudadanía. Aquellos que protagonizan este violento ataque, los poderes financieros económicos constituidos a nivel mundial durante las últimas décadas, se han instalado en los órganos de poder de la Unión Europea y los estados miembros para secuestrar la democracia de la vieja Europa, con la ayuda de sus viejos amigos del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. El comportamiento de esos grupos no es algo nuevo, pero, en esta ocasión, ante la mayor crisis del capitalismo provocada por la burbuja financiera, se despojan de sus caretas y no dudan en saltarse todas las normas básicas de la democracia para convertir a las y los ciudadanos de la periferia de Europa en meros esclavos de sus fondos monetarios. Muestra de todo ello son los “golpes de estado” perpetrados en diversos gobiernos y estados como Grecia, Italia, España, Portugal o Francia: cambios de presidencia sin ningún tipo de proceso electoral, modificación de la constitución de la noche a la mañana, por decreto y sin consulta previa... En definitiva, asistimos a la aplicación de una serie de drásticas medidas neoliberales mediante la imposición. Todo ello, de cara a garantizar que se siga pagando la deuda pública contraída por los distintos estados, en manos de unos pocos bancos europeos. ¿Y qué han hecho los líderes políticos de esos estados periféricos de Europa? En su mayor parte, se han limitado a aplaudir las duras medidas ya mencionadas y han procedido a aplicarlas engañando a la ciudadanía, con la esperanza de poder recibir unas migajas. Por otra parte, quienes han entendido que pese a sus esfuerzo no lograrán engañar a la ciudadanía en lo referente a la aplicación de dichas medidas, en lugar de denunciar la falta de legitimidad de esa imposición, han dado la espalda a la ciudadanía y tratan de hacernos creer que no tenemos otra salida, confiando en que llegaran “tiempos mejores”. Pero no habrá tiempos