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el legado de las torres que armaron bizkaia
Las personas que visiten Bizkaia echarán de menos las grandes fortalezas almenadas que dominan los paisajes de la vieja Europa. Desde Escocia hasta Sicilia, desde Gibraltar hasta los Urales, se conservan castillos medievales que constituyen hoy auténticas atracciones. El de Olite en Navarra, impresionante, o el más modesto de Sajazarra en La Rioja constituyen ejemplos cercanos. En Bizkaia, su lugar lo ocuparon las torres.
La ausencia de frontera con Al Andalus y la lejanía de las marcas de los reinos francos evitaron concentrar los recursos medievales de Bizkaia en la construcción de grandes castillos que protegieran el territorio. Las disputas entre los reinos de Asturias primero, León después y Castilla más tarde con los de Navarra y Aragón se resolvieron siempre en otras tierras y tampoco exigieron enormes fortalezas.
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Así que a lo largo de la Edad Media se fundaron y amurallaron villas y, sobre todo, se levantaron torres. Muchas dentro de las propias villas. La mayoría fuera de ellas, en lo que se llamó Tierra Llana. Siempre relacionadas con molinos de agua, ferrerías, puentes, vados e iglesias de patronazgo. Sólo en la villa de Bermeo se llegaron a contabilizar 30 y conserva la de Ercilla. Bilbao presumió de un buen puñado de ellas de las que solo quedan vestigios. Portugalete aún luce la de los Salazar
Originalmente servían para defender los derechos de las grandes familias del territorio en las pugnas intestinas o en el reflejo de los conflictos dinásticos en Bizkaia. Pasada la Edad Media, estas torres, generalmente cúbicas, almenadas, con acceso en altura y una pequeña muralla exterior en el caso de las que se levantaban fuera de las villas, pasaron a tener una función palaciega y de representación. Muchas se transformaron en grandes casa de labranza. Y otras se han perdido.
Un buen número de ellas, más o menos transformadas, cumplen hoy funciones públicas, como sede de museos,