
10 minute read
COLABORACIONES
1ª Dama de Honor
Advertisement
Reina de las Fiestas
Lidia Sepúlveda Ramos



2ª Dama de Honor
Noemí Ruiz Calero



Reina de las Fiestas Infantil
1ª Dama de Honor Infantil

María Morales Romero

2ª Dama de Honor Infantil

Yelena Barbero Mena
Claudia Grimas Barbero

REPRESENTANTES DE HONOR DE LA FERIA Y FIESTAS
Representantes Primaria


2019
Inés Torrico Juarez Sofía Jaraba Gavilán



Representantes Secundaria


Instantes de Feria
Desfile infantil. Feria 2007. Foto: AME

Viendo pasar la feria en 2007. Felíz Feria 2019 Lola, Virtudes y Micaela Alcaide. Foto: AME
Polígono Industrial “El Caño II” Parcela Nº1, Nº 10 -14220. Es A la caza del lechón. Feria de Espiel, 2008. Foto: AME piel (Córdoba) España Grupo de niños en la feria de 2008. Foto: AME Tlfs: +34 957 36 30 11 - +34 957 36 30 92 - www.faesa.es - comercial@faesa.es
SUBCONTRATACIÓN DE GARANTÍA 14
La magia en los ojos
No hay nada más excitante para los ojos de un niño, que ver aquellas cosas que se producen de forma temporal, pero que acontecen una y otra vez, aunque sea de año en año, para alegrarles sus vidas. Recuerdos, para mí maravillosos, son la llegada de los cacharritos de feria a nuestro pueblo. En Espiel, como bien sabéis, la feria anual era en septiembre y era una feria, en sus orígenes, agroganadera. Con los años se fue llenando con otras atracciones que no eran solo los caballos o los tratos agrícolas y ganaderos. A nuestro pueblo llegaron los tiovivos de feria. Tenían cochecitos de todos los colores,en un material parecido al cartón piedra y caballos que subían y bajaban y que tenían unas campanitas que los niñ@s haciamos sonar, constantemente, cuando paseábamos en ellos al ritmo de la música. También los dueños de los caballitos con sus voces y cánticos continuos pregonaban su negocio y atraían al público infantil. El Paseo Viejo era el lugar donde se situaban las atracciones de la feria y se llenaba de alegría, de color, de risas, de carreras frenéticas, de padres con sus niñ@s de la mano y, a veces, de llantos cuando el dinero se terminaba y teníamos que bajar de la atracción. Pero el tiempo que permanecíamos paseando era algo indescriptible. La familia permanecía abajo, esperando vernos al pasar, para saludarnos mano en alto, durante nuestro viaje por el paraíso de la ilusión. Esa ilusión que, solo los niños pueden disfrutar, después se va perdiendo, diluyéndose cuando cambia nuestra mirada de niño a adulto. Aunque yo me niego dejar perder esa niña que llevo dentro y que gracias a ella ahora puedo mirar dentro de mi para recordar ese pasado que parece sucedió ayer. Recuerdo, con gran precisión, como mi padre, siempre estaba sumamente pendiente de nosotras, mi hermana y yo, y también de mis primo@s, que solían acompañarnos. Y, casi siempre, se veía y se deseaba para convencernos cuando teníamos que bajar del tiovivo. Después, cuando éramos algo mayores ya podíamos campear solas, con nuestras amigas, y nuestra afición se volcó sobre otra atracción que también se convirtió, durante una larga temporada, en la reina de la feria: todos recordarán las barcas ó voladoras de Modesto. Las voladoras de Modesto, que era un señor del pueblo y vivía en la carretera(cerca de la casa de mis abuelos paternos). Consistían, las Voladoras, en unas barcas en las que subíamos todas las amigas y él impulsaba y subían cada vez más alto y más alto. Crecía la excitación y el griterío juvenil, aunque nos sentíamos como transportadas casi hasta las nubes ó las estrellas que lucían en el cielo espeleño (titilantes, brillan

Cati Navas, Manuel Doñas y Manuela Navas


Manoli Doñas
La magia en los ojos
tes en ese cielo limpio y claro, como sólo puede verse en espacios abiertos) y crecía la expectación de los que esperaban, haciendo cola, para subir en ellas. Siempre teníamos muy poco dinero porque la paga, en aquellos tiempos, era muy exigua. Pero hacíamos juegos malabares y ahorrábamos para que se estirara y nos diera para los correspondientes paseos durante la feria. Y pasó el tiempo y un día apareció una noria, grande y llamativa, que se daba la vuelta sobre sí misma y nuestra atención se fijó en ella, aunque yo siempre prefería las Voladoras de Modesto, que me parecían algo menos peligrosas. También, pasado un tiempo, aparecieron los cochecitos de tope. Ese fue el culmen lo esperado. Y todos corrimos a subirnos con amigas o con alguna pareja. Épicas eran las moraduras que se producían por los golpes al chocar los cochecitos, unos con otros. Pero en aquellos años todo nos parecía divertido e inaudito y esperábamos, año tras año, para ver que sería lo nuevo que aparecería en la feria. Ahora hay de todo, pero en aquellos años éramos felices con aquellos pequeños tesoros que solo se producían de año en año: el algodón dulce de azúcar, ”los bichitos con pelos ”, la cocinita que te compraban para jugar, la pequeña muñequita que te tocaba en la tómbola, el tiro en los puestos-Aquellas pequeñas cosas que, a su vez, siempre fueron tan grandes, por eso hoy están aquí en nuestra memoria. Llega nuestra feria, como cada año. Ilusionémonos con ella, como cuando éramos niños. Porque la ilusión mejora la vida y, al parecer ,la alarga.
Feliz feria 2019 para tod@s nuestros vecin@s y aquellos que nos acompañen de cerca o de lejos y también con el corazón y la memoria.
Manuela Doñas Navas


Antonio Doñas, Manoli Doñas y Paquita Navas.
Espiel en el trayecto a la Córdoba de los sesenta. (Homenaje a Esteban Muñoz de Morales Aguirre)
Esteban fue conductor del autobús de línea, desde Córdoba a Peñarroya- Pueblonuevo en los años sesenta. Parroquiano con los habitantes que todos los días lo veían pasar desde las paradas fijas. Sincero y riguroso con el horario oficial del autocar. Sólo por fuerza mayor inevitable se retrasaba. Cordial en el trato para los pasajeros y conocidos. Persona de bien considerada por sus favores y buenos hechos y hábitos, muy querido por los vecinos de la ruta. Había nacido en Daimiel (Ciudad Real) pero de joven recaló en la provincia de Córdoba, hasta que en los setenta se trasladó a vivir a la capital con sus cinco hijos y esposa.Hombre cabal, metódico, sencillo, prudente, noble; que amaba la vocación profesional de transportista que ejercía. Con una predisposición al servicio al cliente y diligencia para atender el equipaje, darle información pertinente, y todo apoyo necesario durante el trayecto. Resolver dudas, preguntas sobre el itinerario o las poblaciones por las que pasaba. Siempre atento desde su puesto de guía. La conducción no tenía secretos para él. Un carácter de confianza para el público, cercano y tolerante, voluntarioso y pacifico. Trataba de resolver los problemas que surgían de manera ecuánime y resolutoria, nunca dejó a nadie en tierra. Conservaba grandes amigos en todas las compañías y la mayoría de conductores lo conocían. Generoso en todos los cruces con los usuarios de automóviles, consciente de que debía facilitar el tránsito a todo automovilista, y cauto para evitar accidentes, por la precaución que exigía su puesto. Espiel era el penúltimo pueblo antes del final, durante el recorrido por el término municipal se daban las más desiguales cotas alquitranadas, rampas e irregularidades del terreno. Había que ser un experimentado hombre al frente del autobús de López, para llevar a buen puerto los ocupantes. Él subía y bajaba las pendientes del Despeñadero con gran destreza en las estrecheces, mientras las ruedas pasaban por el pavimento con seguridad y firmeza. Las angosturas en las calles espeleñas eran resueltas pasando muy despacio, mirando por los grandes espejos retrovisores, con cuidado de no rozar a las paredes de las casas, aceras y balcones. Muy preciso al encontrarse con otros vehículos en todos los estrechamientos, para detenerse en el Barrero de la villa lo necesario para la subida y bajada de personas. Sin aire acondicionado las ventanillas iban abiertas en el verano. Córdoba, que se distingue por el calor sofocante en agosto, se sentía lejana en las horas y horas de camino. Había tramos sin asfaltar, con chinos muy gordos, pedruscos que hacían que el viaje fuera una aventura por los baches, badenes, orografías empinadas, y desperfectos en cunetas. Esteban le hacia zumbar a los motores diésel a las mil maravillas, con un estruendoso rum- rum, con negruzcas humaredas que despedían los tubos de escape por la carga que llevaban, sin dar volantazos, y sin brusquedades. Los habitantes de estos pueblos solían trasladarse con pesados equipajes, bolsos de mano, incluso animales en cajas de cartón, sacos o jaulas. El utilitario no estaba aún al alcance generalizado de una economía familiar, se veían labradores labrando en las besanas con un par de mulos tirando de un arado. El sistema escolar estaba disperso con las escuelas en aldeas diseminadas, donde vivían gran número de familias, y los servicios públicos centralizados en la urbe, la movilidad de seres humanos era obligatoria. Por ejemplo, para hacerse el carné de identidad había que venir a la metrópolis, o para estudiar en el instituto había que ir a otro poblado que fuera más grande. Nuestro protagonista fue testigo desde su asiento de piloto del hecho trascendental español de la segunda mitad del siglo XX: la emigración, con maletas de madera, talegas y cajas de cartón donde metían lo justo para Alemania, Países Bajos, Francia o Bélgica, Cataluña o País Vasco.... Los campesinos abandonaban el corral de gallinas y el rebaño de ovejas para cambiarlo por el taller industrial, las factorías manufactureras o el empleo en las fábricas en las megalíticas capitales europeas o peninsulares. Inmersos en este cambio vertiginoso socialmente se llegó a los años setenta. Esteban emprendería una nueva vida de camionero, pero el entresijo de relaciones humanas, las postas del pullman que él conduciría durante un prolongado espacio de tiempo, dejaban paso al autobús tras su oficio con los camiones. Pero su vida había sido enriquecida con el trato bondadoso y humano, de los habitantes de Sierra Morena. Murió en 2017, con una ancianidad saludable y llena de felicidad.
