Trastos Chatarrero, ha llegado el chatarrero. Todos los domingos la misma cantinela. Oiga, se compra hierro. El sonsonete que se escuchaba sin variaciones en cualquier pueblo. Neveras, lavadoras. Nunca se le hubiera ocurrido. Radiadores, muebles viejos. << Fue sin querer >>, diría después. Oiga. Dejó fuera la mecedora con el abuelo sentado. Tan hueco con esos huesos livianos. La furgoneta blanca ya daba vuelta a la esquina y su voz se perdía entre los se recogen toda clase de cachivaches, el chatarrero. << Volverán >>, susurró. El vecino del chalet contiguo lo observaba desde el jardín. Cerró la puerta. No regresaron hasta el domingo siguiente, en las aceras, delante de cada casa, había butacones, sillones de orejas y alguna silla de cocina. Todos ocupados, todos con su carga deslucida y transparente.
Kumiko Kasahara Madrid 51