Artículo sobre cáceres

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Impreso por Joaquin Pulido Cordero. Prohibida su reproducción.

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EL MUNDO / AÑO VII

VIAJES

Nº 90 / OCTUBRE 2009

ESPECIAL / TURISMO INTERIOR pa con los modernos pies del santo Pedro de Alcántara que refulgen en una de las esquinas del templo con un brillo de besos. La estatua parece ser la última nota que se añadió a la sinfonía de este templo gótico levantado cuando empezaba a caminar la Reconquista y que fue incorporando elementos arquitectónicos en los siglos XV y XVI. Muy, muy de cerca se hace perceptible la impaciencia de la melva brotando de la comisura de la piedra (siempre la piedra). Y es que nadie podrá desterrar jamás a la Naturaleza de su propia casa. Siguiendo la ruta del adarve se puede cruzar la imaginaria Puerta de Mérida. El noble que se quedó prendado de esa parte de la muralla para construir su palacio en el mismo sitio sabrá por qué hoy la puerta, una de las cuatro que habitaban la muralla almohade, es sólo el nombre de una calle. En la Plaza de San Jorge las dos torres blancas de la iglesia jesuítica de San Francisco Javier, vigías del siglo XVIII, relampaguean en el corazón de la parte antigua. Ellas, como el propio edificio al que sirven, nunca terminaron de encajar del todo con la fisonomía cacereña.

La piedra es el elemento característico de la hermosa Ciudad Monumental de Cáceres, gran cruce de caminos. / FOTOGRAFÍAS: AGE FOTOSTOCK

CÁCERES De lejos, esta ciudad Patrimonio de la Humanidad apabulla con sus cruces al viento y ocultando, sin querer, su pasado árabe y judío

La atalaya del tiempo 5

BEATRIZ PULIDO

Pocas ciudades transmiten con tanta intensidad el peso del tiempo como Cáceres. El viajero que se adentra en sus viejas arterias y venas descubre que el tiempo asoma por todas partes como la propia piedra que sostiene a la Ciudad Monumental. Desde lejos, Cáceres apabulla ondeando sus cruces al viento, ocultando, sin querer, su pasado árabe y judío. En aquella silueta di-

bujada en lo alto, uno parece escuchar un solo latido medieval, un solo tiempo pasado, un solo silencio sobrecogedor y, sin embargo, al traspasar el Arco de la Estrella descubre con inquietud que, entre una piedra y otra, hay muchos siglos de diferencia, y que esa armonía temporal, que como un halo revestía la parte antigua, es sólo una apariencia. Para adentrarse en la Ciudad Monumental uno suele buscar la dignidad que le ofrece el

mencionado arco del XVIII sobre la Puerta Nueva. Si al entrar a la ciudad el arco es puerta, al salir se convierte en marco que contiene la modernidad que se intuye más allá de las imaginarias murallas, donde el nuevo Cáceres respira y vive orgulloso de su pasado. Uno puede serpentear sin plano por los estrechos pasillos que una y otra vez le conducen a la plaza de Santa María, donde descansa la concatedral homónima. Allí se to-

TIEMPOS DE CONQUISTA. Desde allí arriba se siente palpitar este otro Cáceres de cúspides y púlpitos, de palacios y templos, de señores y peleas feudales. Saluda de costado la Casa de los Golfines de Abajo que en su fachada muestra orgullosa, como una cicatriz, el único escudo de los Reyes Católicos que asoma en esta ciudad callada. Recuerda que aquella es tierra de los Perero, los Ovando, los Carvajal, los Saavedra, los Vargas o los Solís, a los que la aventura de la conquista americana llenó los bolsillos. Hay hasta un Toledo-Moctezuma, emparentado con el emperador azteca. El eco de aquel antiguo esplendor se aprecia desperdigado por la ciudad monumental en sus casas principales, que no son ni casas, ni palacios, sino casas fuertes: con alma de palacio y vestido de fortaleza. Se percibe ese rumor inconfundible que exhalan las alturas, una especie de ronroneo atemporal proveniente de los tejados. Hay quien cree que son sus torres, desmochadas, ocultas, olvidadas, secuestradas, reconvertidas, cambiadas de nombre, compañeras en el techo de este mundo que habita más allá del tiempo de los hombres. Apenas un puñado de ellas sobrevive hoy y divulga con voz de roca sus más ocultos secretos. La angostura parece ser la nota urbana predominante de esta ciudad que respira, por fin, al llegar a una Plaza Mayor en la que el mercader, el buhonero y el trovador se han transformado en comerciante, músico, paseante, turista y comensal. La última clase de gentío en asomar ha sido la juventud exaltada con cánticos y vasos de calimocho. Allí convive el tiempo de forma pacífica: desde la torre de Bujaco, ataviada con matacanes de piedra, que le otorga desde el siglo XII a la Ciudad Monumental el acento de fortaleza, hasta los restos de la muralla almohade del siglo XIII, un abrevadero plateresco, una

GUÍA CÓMO LLEGAR La forma más cómoda de llegar a Cáceres es en coche. El principal acceso es la A-5 (Autovía de Extremadura entre Madrid y Lisboa). También se puede llegar en autobús desde diferentes puntos de España. La estación se encuentra en la calle Túnez, s/n. (Tfno: 927 232 550. Internet: www.estacionautobuses.com). DÓNDE DORMIR Hotel Albarragena (Pizarro, 10. www.albagarrena.com). Muy cerca de la Ciudad Monumental, se trata de una hermosa casa solariega familiar levantada a finales del siglo XVIII y habilitada como hotel en este 2009. Cuenta con 18 habitaciones repartidas en dos plantas. Una de ellas es una suite. Su restaurante Torre de Albarragena está especializado en cocina tradicional extremeña. De 65 a 110 euros. NH Palacio de Oquendo. (Pza. San Juan, 11. Tfno: 927 215 800. www.nhhoteles.es). Renovado completamente en 2001, este hermoso palacio del siglo XVI está situado junto a las murallas romanas y árabes que rodean la ciudad medieval. Cuenta con 86 habitaciones. El restaurante Las Indias invita a probar los platos regionales basados en productos españoles frescos y de temporada. También ofrece servicio de niñera. Desde 83 euros.

La ciudad exhala un ronroneo atemporal proveniente de los tejados. DÓNDE COMER Los restaurantes La Tahona (Calle de Felipe Uribarri 4), Torre de Sande (Plaza del Conde de Canilleros, 3) y Atrio (Avenida de España, 30). Este último está considerado uno de los mejores restaurantes del país. MÁS INFORMACIÓN Encontrará todo lo necesario en la página web del Patronato de Turismo de Cáceres: www.turismocaceres.org ermita del XVIII... Más cerca de la modernidad, el edificio del ayuntamiento floreció en el siglo XIX, junto con pequeñas imprentas que salpicaban la plaza de conocimiento. Se equivocó el poeta al asumir que la piedra, «con un aroma que a nada recuerda, a nadie espanta, no despierta codicia». Quizá se refería a otra piedra, no a esta de la ciudad de Cáceres que a buena gala ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad.


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