LA VISITA DE ALFONSO XII A LA LAGUNA CUARTELES Y EL CLUB NAUTICO

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En el centro de la imagen, el Rey Don Alfonso XIII que, desde la terraza del antiguo Club Náutico, presenciaba la regata de botes A las ocho de la mañana del 27 de marzo de 1906, don Alfonso XIII embarcó en una falúa del crucero Carlos V y, con los Infantes y los ministros de la Guerra, Marina y Gobernación, se dirigió a tierra. Desembarcaron por «los platillos» y, tras saludar a las autoridades, Don Alfonso —que llevaba uniforme de los lanceros del Reyrevisto a la compañía de Infantería que le rendía honores. El tiempo estaba lluvioso, pero una gran muchedumbre se había congregado para saludar a aclamar al Rey que, con los Infantes, iba a visitar La Laguna. En el periódico La Opinión se reflejó la visita al día siguiente: «En un tranvía lujosamente adornado partió la regia comitiva hacia La Laguna, siendo, aproximadamente, las ocho y media de la mañana. El tiempo está desapacible; sin embargo, el trayecto se recorre felizmente. Su Majestad admira el precioso cuadro panorámico que presenta Santa Cruz desde La Cuesta. La bahía está admirable. Llegamos a La Laguna. El tren real es recibido con frenéticas ovaciones, como ya tuvimos ocasión de decir ayer. A la entrada de la calle de Santo Domingo se ha levantado un magnífico arco natural que representa una puerta de construcción antigua con sus torrecillas y adornos respectivos. Las calles se presentan admirablemente adornadas».

Santa Cruz de ayer y de hoy

La visita de Alfonso XIII a La Laguna, cuarteles y el Club Náutico Por la calle de Tabares de sos y continuas exclamaciones. Cala, el Rey se dirigió a la igle- El Rey, satisfechísimo, saluda sia de San Francisco, donde durante el recorrido y en la tras orar ante el Cristo recibió plaza de San Cristóbal. No se ha visto ovación más el título de Esclavo Mayor Honorario. Después de visitar el sentida y entusiasta. Se dan viInstituto de Canarias, el mo- vas al alcalde de La Laguna. La narca se dirigió al Obispado. Guardia Civil ha hecho un briPosteriormente recibió a las llante servicio, con prudencia y autoridades civiles y militares exquisito tacto». y, después del almuerzo ofrecido por el Ayuntamiento de La Poco después de las tres de Laguna, el Rey, los Infantes y la tarde, Don Alfonso XIII salió séquito marcharon a San Die- de La Laguna hacia Santa Cruz. «El tranvía real —decía go. Y, dice La Opinión: «A la sali- La Opinión— que es saludado da de S.M., las pensionistas le con grandes aclamaciones desaclaman arrojándole flores y de su entrada en Santa Cruz, palomas. pues un gentío que hacemos suCampúa hace funcionar la bir a veinte mil personas, se exmáquina fotográfica. S.M. y tiende por toda la Rambla de AA. suben al coche real. Don Pulido; para frente al Parque Alfonso va en los respaldos. En de Artillería. S. M. entra en él y continua ovación es acompaña- S. A. la Infanta María Teresa do por todo el trayecto, hasta la marcha a visitar los Asilos de plaza de San Cristóbal donde es Beneficencia». despedido entre vítores, aplauTerminada su visita al Par-

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que de Artillería —ese hermoso edificio que, sencillo, es adorno de la Rambla de Pulido— el Rey se trasladó al cuartel de San Carlos, donde presenció la instrucción de los -soldados en el patio central. Fue luego al fuerte de Almeida visitado por Don Alfonso XII que, desde allí, marchó al Club Náutico —el viejo Club que, construido de madera, se alzaba en la carretera de San Andrés y daba directamente a la playa— donde iba a celebrarse una fiesta en su honor. En La Opinión, unas líneas sobre el aspecto del Club y el puerto en aquella memorable ocasión: «Brillantísima resultó la fiesta que ayer tarde se celebró en el Club Tinerfeño en honor de S.M. y AA. RR. Una hora antes de la señalada para el comienzo del espectáculo, la amplia terraza del

Club estaba ocupado por bellísimas señoras y señoritas. En la bahía, cerca del Club había infinidad de embarcado nes, entre ellas las dos canoas preparadas para la regata y los botes de los cruceros españoles y portugués, que así mismo estaban preparados para tomar parte en la fiesta. Desde la terraza, la bahía presentaba un panorama magnífico. Al frente tenemos al Alfonso XII, Giralda y demás buques que acompañan a D. Alfonso. También, por detrás del dique Sur, aparece el crucero francés Conde, que fondeó en puerto a las cuatro y media de la tarde, haciendo las salvas de ordenanza a la insignia real. El Conde es un hermoso buque de cuatro chimeneas que llama la atención por su porte elegante. En todas direcciones cruzan por la bahía embarcaciones a remo y a vapor. En la falúa de

Sanidad, el corresponsal de la Ilustración Española y varios fotógrafos más, enfocan la terraza, que está lindísima. En los muros de contención próximos al Club, en la calle de Eduardo Cobián, en las playas próximas y en ventanas y azoteas, la multitud se agolpa y confunde, deseosa de presenciar el espectáculo». A las cinco de la tarde, la Infanta llegó al Club y, en la entrada, unas señoritas le entregaron un ramo de flores. Luego —ya en la terraza— Doña María Teresa tomó asiento entre las señoras del capitán general de Canarias y el gobernador civil de la provincia. «En la sala del Club —dice La Opinión— la Infanta habló largo rato con la distinguida señora del Excmo. Sr. Don Pedro Schwartz, Alcalde de esta capital. En derredor de la Infanta están el Ministro de la Gobernación y el de Marina, el Gobernador Civil y otros personajes palatinos. Entre la concurrencia brillan los uniformes de gran número de jefes y oficiales de Marina. La Infanta viste con irreprochable sencillez falda de paño azul y abrigo del mismo color. El sombrero es también sencillísimo y del mismo color, con una pequeña pluma verde». Una hora después de la llegada de la Infanta Doña María Teresa, el Rey, que había finalizado su revista a las tropas de Artillería en Almeida, se trasladó al Club. El coche iba seguido por una gran multitud y, a la llegada a la citada sociedad, la banda de música interpretó la , Marcha Real. El Rey saludó militarmente y, luego, saludó a los directivos y entró en el Club. Allí su hermana, Doña María Teresa, «le entregó un pliego, que después vimos era un telegrama, que D. Alfonso leyó en la terraza». Poco después comenzó la primera de las regatas programadas. En ella participaron dos embarcaciones del Club que, patroneadas por Juan Fabre y Juan V. Mandillo, partieron a boga arrancada y, la primera de ellas, logró el triunfo. Luego, Don Alfonso XIII entregó a los vencedores unas medallas de plata adornadas con los colores nacionales. La siguiente regata estaba programada para que participasen en ella cinco embarcaciones de los buques de guerra españoles fondeados en puerto y, también, una del crucero portugués Sao Rafael. Decía «La Opinión» sobre esta segunda parte del programa: «Verificándose esta regata se oye a bordo de los buques españoles la Marcha Real. La insignia de la patria desciende de los topes. Don Alfonso permanece de pie saludando militarmente el tiempo que tarda en arriarse las banderas». La segunda regata la efectúan seis botes de guerra, cinco españoles y uno del crucero portugués. El primer premio lo obtuvo el bote del Extremadura, el segundo el del Princesa de Asturias y el tercero el del Pelayo. Estos premios eran en metálico». Una vez fueron entregados los premios, Don Alfonso pasó al salón y, más tarde, volvió a la terraza. Posteriormente atracó un bote a vapor en el que, con la Infanta y ministros, el Rey marchó al Alfonso XII. Así terminó el segundo día de estancia de Don Alfonso XIII en Tenerife.- Juan A. Padrón Albornoz

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