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La hora del triple impacto

Premio Conciencia

Negocios verdes

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Medir el triple impacto (social, económico y ambiental) será cada vez más la norma. Las empresas que lo hacen se convierten en verdaderos agentes de cambio para la comunidad.

En Davos, a principios de 2021, 61 líderes empresariales de corporaciones como Banco Santander, BBVA, Heineken, IBM, MasterCard, Nestlé, Sony o Unilever anunciaron su compromiso para medir y divulgar información de sus empresas. Lo harán a través de un conjunto de métricas e información ambiental, social y de gobernanza que involucra a las compañías. Así reconocieron que estos factores cobran cada día mayor importancia para la supervivencia, el éxito y la legitimidad de sus grupos empresariales.

Por eso, al acordar cómo medirán su progreso en materia de sustentabilidad, los líderes de las principales corporaciones dejaron en claro que en el nuevo modelo de economía global, y para la viabilidad de sus empresas a largo plazo, no sólo serán las cuestiones financieras las que serán relevadas e informadas a los ejecutivos e inversores, sino también las emisiones de gases de efecto invernadero, la igualdad salarial y la diversidad en los consejos de administración.

Más allá de una mayor cooperación acerca de las normas globales de sustentabilidad y un desarrollo sistémico en este sentido, acordar estas métricas representa un gran avance para que las empresas se comprometan a ofrecer un crecimiento rentable, sostenible y responsable. Además de ser contribuciones positivas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que propone la ONU.

Este conjunto de métricas e indicadores fueron presentadas por el Foro Económico Mundial, donde las Big Four de consultoría y auditoría fueron reconocidas como útiles para esos objetivos.

“Los informes no financieros son un elemento fundamental de la reforma económica que el mundo necesita para abordar cuestiones como el cambio climático y la inclusión social, por eso colaboramos en esta iniciativa. Los grupos de interés, incluidos accionistas, funcionarios públicos, consumidores y empleados, necesitan información más completa, comparable y sólida para tomar decisiones”, sostuvo Santiago Mignone, socio principal de PwC Argentina.

Junto a él, Mariano Tomatis, socio líder de Sustentabilidad de la firma, agregó que el malestar social y las desigualdades exacerbadas por la pandemia de COVID-19 aceleraron la demanda de información empresarial integral y aceptada a nivel mundial. Así se llegó a un sistema global de informes corporativos coherente y completo.

Las métricas ESG se organizaron en función de una serie de principios (Gobierno, Planeta, Personas y Prosperidad) que permitirán nivelar los estándares existentes y lograrán que las empresas informen en conjunto sus reportes no financieros. El primer principio (Gobierno) refleja el propósito, estrategia y responsabilidad de una empresa e incluye criterios que miden el riesgo y el comportamiento ético de la firma. El segundo principio (Planeta), enumera las dependencias e impactos de una empresa con el ambiente. Las métricas incluyen emisiones de gases de efecto invernadero, protección de la tierra y el uso del agua, entre otras. El tercer principio (Personas) expresa el valor de los recursos humanos de una organización y su trato hacia ellos. Miden cuestiones como informes de diversidad, brechas salariales, salud y seguridad. El cuarto y último principio (Prosperidad), pone de manifiesto la huella de una empresa sobre el bienestar financiero de su comunidad con mediciones como empleo y generación de riqueza, impuestos abonados y gastos de investigación y desarrollo.

“Las empresas son cada vez más conscientes de la importancia de los factores sociales, climáticos y otros elementos críticos no financieros para su viabilidad y éxito a largo plazo, y ello se refleja en la creciente consulta que recibimos de nuestros clientes sobre esta temática”, manifestó Diego López, socio de PwC.

El factor de certificación B

En la Argentina las empresas son cada vez más conscientes de estas cuestiones, además de cuidar el negocio. “En los últimos años se aceleró la conciencia a nivel global de que las firmas debían involucrarse en soluciones sociales y de ambiente, además de dar respuestas en lo económico a los inversores, que era la mirada tradicional de las firmas”, sostuvo Francisco Murray, director ejecutivo de Sistema B Argentina, una organización sin fines de lucro que busca adhesiones para un sistema económico inclusivo, equitativo y regenerativo. Esta organización se ofrece a capacitar y auditar empresas para que conozcan en qué estadio se encuentran con respecto al impacto que generan a la sociedad, al ambiente y a la economía.

La organización busca contribuir al desarrollo de una clase empresarial que haga foco en el triple impacto como modelo de gestión. “Hasta hace un tiempo, estaban reñidos el valor para la sociedad y el valor para la empresa, y la razón de ser de la empresa era solo la rentabilidad”, señaló Murray.

“Si antes las firmas se ocupaban de lo social y del ambiente con una lógica altruista o de responsabilidad social, eso cambió y ahora forma parte del core de la empresa: cada vez más el impacto forma parte de la propuesta de valor. Si le hace bien a la sociedad y al ambiente, le hace bien al negocio”, sostuvo. Y aclaró que las empresas no ven el impacto como un gasto en concepto de negocio o altruismo, sino que al invertir en la sociedad y el ambiente se invierte a largo plazo en la propia compañía.

Murray señaló tres conceptos clave a la hora de pensar este compromiso. En primer lugar, la innovación, que implica repensar el negocio y la propuesta de valor. “Tiene que generar valor para la empresa y para la sociedad también”, afirmó. En segundo lugar, el propósito, es decir, con qué objetivos sociales y ambientales la compañía se compromete a colaborar. Por último, en tercer lugar, el impacto: cómo se gestiona ese propósito en acciones concretas. Actualmente hay en el mundo 3.600 empresas auditadas según estos criterios y más de 90.000 utilizan la medición de triple impacto.

El proceso de certificación toma en cuenta cinco variables fundamentales: políticas de gobernanza, políticas de trabajadores, impacto en la comunidad, en el ambiente y en los clientes. Estos cinco factores permiten tener una idea de cómo cada empresa genera impacto de manera integral. “Lo importante no es la certificación, que es un estándar muy alto. Iniciar el proceso ya es muy importante”, indicó Murray.

El contexto de pandemia pareció darle más lugar a la mirada de triple impacto en las firmas y hoy hay 130 empresas ya certificadas y otras 40 en proceso de hacerlo. “Pronto, la certificación B va a ser un diferencial competitivo”, sostuvo Murray. Y señaló que hay empresas que dan preferencia a proveedores certificados con estos criterios sobre aquellos que no lo son. “Están cambiando las reglas del juego y las empresas grandes comienzan a ver el valor de este modelo”, añadió Murray. “Los informes no financieros son un elemento fundamental de la reforma económica que el mundo necesita para abordar cuestiones como el cambio climático y la inclusión social.”

“Los informes no financieros son un elemento fundamental de la reforma económica que el mundo necesita para abordar cuestiones como el cambio climático y la inclusión social.”

Más allá del negocio

Unilever es una de las multinacionales comprometidas con hacer crecer el negocio al mismo tiempo que reduce el impacto ambiental y mejora la calidad de vida de las personas. En el caso de Argentina, esto se ve reflejado en una serie de proyectos que buscan proteger la naturaleza, luchar contra el cambio climático y conservar los recursos naturales para las generaciones futuras.

“Nuestros compromisos nos guían en el desarrollo del negocio”, manifestó Mariana Reñe, gerente de Sustentabilidad y Comunicación Interna de la firma.

“El año pasado anunciamos los avances de nuestra iniciativa de reducir a la mitad el plástico virgen de nuestros envases y así eliminar 100.000 toneladas de envases plásticos de nuestro portafolio para 2025. Esta iniciativa se ve reflejada en que nuestras marcas han cambiado sus envases para usar menos y mejores plástico, o dejaron de utilizarlo por completo”, explica.

De esta forma, desarrollaron productos pensando en la sustentabilidad. Por ejemplo, el primer jabón líquido con tecnología diluible bajo las marcas Skip y Ala, que permitió una reducción de 75% de plástico. En tanto, Cif Active Gel utiliza botellas fabricadas con PET 100% reciclado. Para dejar de utilizar plástico, reemplazaron la materia prima por materiales más livianos y reciclables, con impacto 100% positivo en el ambiente.

La compañía continuó sus planes de sustentabilidad a través de la estrategia Futuro limpio, por la cual reemplazarán los ingredientes derivados de combustibles fósiles de sus productos de cuidado del hogar por fuentes de carbono renovables o recicladas para el año 2030. Y lanzaron a nivel global una serie de compromisos y acciones para contribuir al desarrollo de una sociedad más equitativa e inclusiva. Las medidas tomadas en esa dirección estuvieron relacionadas con la promoción del crecimiento de las pymes de su cadena de valor para generar oportunidades a través de la inclusión y capacitación a las personas para el futuro del trabajo.

En sintonía con estos compromisos, también presentó en noviembre del año pasado Alimentos del futuro, un proyecto que tiene por objetivo contribuir a un sistema alimentario más justo, saludable y sustentable. Así, con una inversión de 1.000 millones de euros, desarrollará un negocio de alimentos de origen vegetal para generar un mayor acceso y alcance de productos alternativos a la carne y los lácteos. Además, se compromete a reducir a la mitad el desperdicio de alimentos, a mejorar los niveles nutricionales de todas sus marcas y a duplicar los productos que brindan una nutrición positiva. El propósito es ayudar a las personas en la transición hacia dietas más saludables, que sean accesibles para los consumidores, que estén al alcance de todos y que ayuden a reducir el impacto ambiental de la cadena alimentaria.

Ofrecerán en las góndolas alimentos alternativos a la carne y lácteos, con propuestas vegetarianas y veganas; reducirán a la mitad el desperdicio de alimentos en las operaciones directas de la compañía, desde la fábrica al supermercado para el 2025. También ofrecerán nutrición positiva en sus productos y disminuirán los niveles de calorías, sal y azúcar en todos los productos de manera continua.

“Estos compromisos nos desafían a repensar la industria, a fortalecer nuestro negocio y a contemplar el cuidado de las personas y el planeta”, manifestaron en la firma. En todo el mundo, 1.000 millones de personas padecen hambre, mientras que 2.000 millones son obesas o tienen sobrepeso, y un tercio del total de todos los alimentos producidos se tiran a la basura. En este contexto, la ganadería es el segundo generador de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), después del consumo de combustibles fósiles con fines energéticos y de movilidad, y una de las principales causas de la deforestación, la contaminación del agua y el aire, así como de la pérdida de la biodiversidad.

Las decisiones de Unilever se basan en la ciencia: según el informe de 2019 de la Comisión EAT-Lancet, una dieta rica en alimentos de origen vegetal y con menos alimentos de origen animal ofrece mayores beneficios para la salud y el ambiente. A nivel local, desde 2010, la compañía redujo el sodio de algunos de sus productos y desde 2016 junto a Carrefour y el Ministerio de Agricultura impulsan la concientización sobre la pérdida y el desperdicio de comida.

Los nuevos objetivos refuerzan los compromisos que la empresa asumió anteriormente: lograr una cadena de suministro libre de deforestación; adoptar envases 100% reutilizables, reciclables o transformables en compost para 2025; invertir mil millones de euros en un nuevo Fondo para el Clima y la Naturaleza; y lograr la neutralidad de las emisiones de gases de efecto invernadero netas en la elaboración de todos los productos para el año 2039.

Premio Conciencia

Un problema urgente

Cambio Climático: llegó la hora de actuar

La vuelta de Estados Unidos al Acuerdo de París ayudó a poner al cambio climático en el centro de la agenda. Con el horizonte temporal de 2030 a la vuelta de la esquina, habrá que tomar decisiones firmes si se quiere evitar que la temperatura media del planeta siga en aumento

Una de las primeras medidas que tomó Joe Biden el 20 de enero, pocas horas después de haber asumido como presidente, fue el reingreso de los Estados Unidos al Acuerdo de París sobre cambio climático. La decisión dejaba atrás el alejamiento dispuesto por su predecesor, Donald Trump, y fue entendido por los analistas como una manera de marcar que la política ambiental estaría en el centro de su agenda. Es que no sólo la principal economía del mundo –y el segundo emisor de gases de efecto invernadero (GEI), por detrás de China– retomaba la acción en pos de controlar la emisión de GEI a la atmósfera, sino que al frente de esta política ubicó a John Kerry, ex candidato presidencial demócrata en 2004, ex secretario de Estado de Barack Obama y uno de los hombres más destacados en política internacional dentro del Partido Demócrata.

El mensaje que el propio Biden dio apenas una semana después de llegar a la Casa Blanca fue contundente. La política ambiental y la lucha contra el cambio climático pasarían a ser “elementos esenciales de la política exterior y la seguridad nacional de Estados Unidos”. De esta manera, la urgencia por tomar acciones que mitiguen el aumento de la temperatura promedio del planeta volvió al centro de la escena en la política estadounidense e hizo que los objetivos del Acuerdo de París parecieran, de pronto, más alcanzables.

“Es fundamental que Estados Unidos haya vuelto al Acuerdo. Ahora tenemos que ver a ver cómo juega la fuerza que tiene el país en las negociaciones para lograr una reducción

de sus emisiones. Porque estaba claro que si ellos, que son uno de los principales emisores, no hacían nada, los demás países iban a ser reacios a cumplir lo pactado”, sostuvo Lourdes Manrique, cofundadora de la iniciativa Hablamos por el Cambio Climático.

La especialista agregó, además, que la decisión de Biden puede ser de ayuda para concientizar sobre la urgencia de actuar sobre el problema y para que la sociedad sea la que reclame políticas ambiciosas para evitar el continuo aumento de la temperatura media global.

En ese sentido, Manrique destacó que hay acciones que pueden tomar las personas para ayudar a disminuir los efectos de la actividad humana. Cambiar hábitos de consumo, usar menos el auto y preferir el transporte público o la bicicleta. Sin embargo, reconoció que son limitados y que el poder más fuerte que tiene la gente es el de presionar para que las políticas públicas se orienten a pedir un cambio de matriz de producción y consumo que sea amigable con el planeta.

“La principal acción que puede tomar una persona es reclamarles a los políticos que cumplan los compromisos asumidos en el Acuerdo de París. Que las decisiones sean ambiciosas y eviten que la temperatura aumente más de 2 °C con respecto a los niveles anteriores a la Revolución Industrial. E, idealmente, que las acciones aseguren que el incremento no supere 1,5 °C”, explicó Manrique.

Efecto pandemia

La pandemia de COVID-19 hizo que en la primera mitad de 2020 las emisiones de gases de efecto invernadero se desplomaran. Las cuarentenas impuestas alrededor del mundo para combatir la pandemia redujeron considerablemente el uso de combustibles fósiles y demostraron que acelerar el cambio hacia la movilidad eléctrica y las energías renovables es la clave para lograr cumplir con las metas propuestas.

“Si algo aprendimos en 2020 es que la forma de vivir tiene que ser repensada. Por ejemplo, el transporte es hoy un fuerte consumidor de combustibles fósiles, pero la solución ya empieza a aparecer con los autos eléctricos y la decisión de algunas compañías de abandonar la producción de motores de combustión interna en los próximos años.

Hay que repensar cómo nos movilizamos, porque se trata de uno de los cambios de hábito en el día a día que más impacto pueden tener. Y mucho más si reclamamos que se conviertan en política pública”, razonó.

Una de las trampas que tiene el cambio climático es que los efectos se ven en el largo plazo, lo que hace más difícil entender la urgencia de actuar ya mismo. Además, en algunos casos, las consecuencias parecen ser contradictorias con la noción del calentamiento global. Ese es el caso de las intensas olas de frío que se vieron este año en América del Norte, que incluyeron nevadas inéditas tan al sur como en Texas.

Los especialistas concuerdan en que hay que remarcar que el cambio climático no implica sólo mayor temperatura, sino que contribuye a hacer más extremos los fenómenos meteorológicos.

Olas polares, canículas, inundaciones y sequías ya empiezan a aparecer con más frecuencia e intensidad de lo que aparecían en los registros históricos.

“El cambio no impacta igual a todo el planeta. Incluso se pueden ver diferencias dentro de un mismo país. Y para responder a las dudas que surjan hay que tener un conocimiento científico de lo que está pasando. Relevar los fenómenos, temperaturas promedio y prevalencia mayor o menor de olas de calor, lluvias, sequías”, sostuvo Luz Falivene, cofundadora de la Fundación Sustentabilidad Sin Fronteras.

Diagnóstico

En la Argentina, los últimos estudios para tener un diagnóstico de la situación fueron realizados entre 2010 y 2015. Allí se identificaron las variaciones que se produjeron en el clima, tanto las antropogénicas como las naturales.

En promedio, en el país hubo un incremento de 0,5 °C entre 1960 y 2010, aunque se mantuvieron por debajo del aumento del promedio mundial, de acuerdo con la Tercera Comunicación Nacional de Cambio Climático. Sin embargo, en algunas zonas de la Patagonia el incremento fue superior a 1 °C.

De seguir este camino se espera que las precipitaciones en el Litoral sean mayores a las habituales y que se incremente la posibilidad de inundaciones. En Cuyo, en tanto, el clima tenderá a ser más seco todavía. En la región metropolitana de Buenos Aires las olas de calor serán cada vez más largas y frecuentes. En el sur se puede observar el retroceso de los glaciares.

“Tarde o temprano estos fenómenos afectarán a la actividad económica. Por ejemplo, si cambia el régimen de lluvias y se incrementan las temperaturas, un pequeño agricultor ten-

drá que cambiar la época de siembra o, incluso, el tipo de cultivos.

En términos de infraestructura, si hay mayores lluvias, se deberá hacer refacciones con mayor frecuencia, con el consiguiente incremento de costos”, señaló.

Falivene agregó que hay que lograr que el sector privado se involucre en la lucha contra el cambio climático. Para ello, es necesario identificar y estudiar cuáles son los efectos en el negocio. Pero no sólo eso, sino también encontrar las oportunidades que se abren.

“Ahora aparecen los seguros por eventos climáticos. En el Ministerio de Agricultura se está avanzando para sensibilizar al sector privado sobre este tema. Es una discusión que se tiene que profundizar en el país”, destacó.

En su opinión, las condiciones para que los objetivos del Acuerdo de París se cumplan están dadas. Y el hecho de que los Estados Unidos y China hayan acordado trabajar de manera conjunta en la agenda climática es importante: “Hay convicción, pero la cuestión es traducirlo a acciones concretas y ver cómo se van a generar las transformaciones necesarias. Porque 2030, el primer plazo fijado en París, está a la vuelta de la esquina”, remarcó.

Hora de actuar

Stefania D’Annibali, cofundadora de la iniciativa Hablamos por el Cambio Climático junto con Manrique, afirmó que el problema principal es que no se lo toma con la urgencia que correspondería dada su gravedad. Y agregó que no queda tanto tiempo para actuar.

“Los reportes advierten que esta década es fundamental para ver cuán ‘al horno’ estamos para mantener la temperatura media del planeta dentro de niveles seguros. Hay que implementar políticas y tomar decisiones que será disruptivas”, opinó.

Y aunque insistió en que los efectos del calentamiento global tardan en hacerse notar, la realidad muestra que son cada vez más visibles. Y es esa mala noticia la que ayuda a incrementar la conciencia sobre el problema.

“Hasta ahora los gobiernos no lo destacaban como un tema central porque no les resultaba rentable desde el punto de vista electoral. Pero si la demanda se hace cada vez más fuerte, se verán obligados a actuar”, afirmó.

Entre las acciones que D’Annibali cree que deberían tomarse cuanto antes se encuentra “un drástico” cambio en la matriz energética. Y como se trata de una política que lleva años de trabajo y que no tiene el resultado inmediato que la política partidaria requiere, muchas veces es dejado de lado.

En la Argentina, el 70% de la matriz está compuesta por combustibles fósiles. Y si bien es cierto que la generación se hace mayormente con gas natural –que libera menos carbono que el gasoil o el carbón–, habría que plantear un mayor crecimiento de las fuentes renovables no convencionales, como la fotovoltaica y la eólica.

“Se necesita una fuerte inversión en infraestructura y para que eso suceda, se necesita seguridad jurídica, algo que falta en el país. El poco dinero disponible hoy se está dirigiendo a Vaca Muerta. ¿Por qué no destinar eso a incrementar las renovables?”, manifestó. Y señaló que, de seguir así, no se llegará a cumplir con las metas establecidas en la ley, que preveía alcanzar el 2025 con un 20% de energías renovables en la matriz y un 25% en 2030.

El sector privado, en tanto, puede aportar a este cambio de conciencia a la hora de armar sus cadenas de valor. Si se mide la huella de carbono propia, la de proveedores y clientes, con metas realizables, se ayudará a descarbonizar la economía.

Aporte privado

En la Argentina todavía queda mucho por realizar en materia de sustentabilidad en las empresas. El movimiento comenzó a aparecer tímidamente hace unos años liderado por grandes compañías multinacionales que tuvieron que adaptarse a lo que se les pedía desde las casas matrices.

“De a poco fue creciendo el número de firmas con reporte de sustentabilidad. El siguiente paso es que ese reporte se haga con estándares internacionales sobre cambio climático. Hay que elevar la vara”, señaló Stefania D’Annibali.

Las grandes empresas tienen la responsabilidad de liderar este cambio y sentar el precedente para que las pymes sigan su ejemplo. Y aunque parezca que el impacto de una pyme sea chico, hay que pensar en lo que esa compañía puede hacer por la comunidad en la que está inserta.

“Uno podría decir que es hora de dejar de analizar el impacto económico como única variable. Pero lo cierto es que el cambio climático producirá un aumento de costos a largo plazo. Sin embargo, es más barato actuar con anticipación que tratar de solucionar el problema una vez que ya esté entre nosotros, concluyó D’Annibali.

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