( H is torias con autos )
Autos con colores
L 26
a mañana del sábado transcurría aburrida y gris. Lo mismo que todos los días, en un barrio gris. Hasta el Bar La Amistad se había vuelto gris, como los autos que pasaban por la esquina. Estaba envuelto en pensamientos y mirando por la ventana del bar cuando entró corriendo Juan. “¡Lo vi, lo vi!”, grito como un desaforado, era medio dramático en sus expresiones. Así que lo tomé con calma. “¿Qué viste, Juan?”, le pregunté, mientras mojaba la última medialuna que me sirvió, Sabrina, la nueva moza que contrató Don
Manolo. Me miró como si me constara comprender lo que me había gritado. “Vi un auto amarillo”, me dijo con cara de desesperación. Lo miré y le dije, “ya no hay autos amarillos. Te habrá parecido”. Puso cara de enojado. Sonamos, pensé, ahora arma una escena dentro del bar. Solía explotar cada tanto, y había que bancárselo. “Te digo que lo vi. Y no es la primera vez. Ayer a la tarde me lo crucé mientras volvía de