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DESIERTO DE DANAKIL

Uno De Los Lugares M S Calurosos Del Mundo

El desierto de Danakil, situado dentro de la depresión de Afar, en Etiopía, es uno de los puntos más calientes del planeta con temperaturas diurnas que superan los 40 grados centígrados. Pero esto no es todo.

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La zona del desierto de Danakil, situada a unos 60 metros por debajo del nivel del mar, está salpicada de un paisaje casi inverosímil: la región del volcán Dallol. Este lugar posee numerosos manantiales ardientes de colores en una gama inimaginable, que va de los anaranjados, al verde, blanco o amarillo, a causa del azufre y otros minerales.

Las increíbles formaciones de sulfuro, sal y azufre que brotan de las entrañas de la tierra, generan un panorama que podríamos imaginar con más facilidad en otro planeta.

¿Cómo llegar al desierto de Danalik?

Llegar al desierto de Danakil no es tarea fácil. Partiendo desde el norte de Etiopía, hay que atravesar zonas deshabitadas, ríos secos, paisajes montañosos y escasa vegetación. Pero además, la región es sumamente riesgosa debido al accionar de grupos armados separatistas, por lo que las excursiones para arriesgados, se realizan custodiados por guías armados. Adentrarse en la depresión del desierto de Danakil implica acceder a una zona no exenta de riesgos de todo tipo y poca seguridad. Por ello recomendamos visitar el desierto de Danakil con un grupo organizado.

La depresión, está habitada desde siempre por la etnia Afar, cuya principal actividad es la minería de sal. De hecho, las gigantescas caravanas de sal que cada día cruzan el desierto, son un espectáculo en si mismo.

Muchos aseguran que lo mejor es conocer la zona del desierto de Danakil por fotos, sobre todo por el accionar de comandos separatistas. Sin embargo, no son pocos los que se atreven a adentrarse en una región capaz de sorprender- nos con paisajes que quedarán grabados en nuestra retina. Sin embargo, no son pocos los que se atreven a adentrarse en una región capaz de sorprendernos con paisajes que quedarán grabados en nuestra retina. Las amenazas que asolan la región no son sólo humanas: la depresión, algún día lejano, podría quedar sumergida por las aguas del vecino Mar Rojo, sobre todo si consideramos que existen más de 30 volcanes activos, y es una de las áreas tectónicas más activas de la Tierra.

Si estuviera en Estados Unidos, la depresión del Danakil figuraría entre una de las siete maravillas del mundo. Se exigiría pagar un buen puñado de dólares para poder entrar o solo se permitiría sobrevolar la zona para evitar que la presencia humana destrozase las singulares formaciones de sal.

Unas Temperaturas Altísimas

Catalogada como una de las zonas más inhóspitas del planeta, con temperaturas diurnas que superan ampliamente los 40 grados centígrados, está ubicada en el noreste de Etiopía, entre el Mar Rojo y el Nilo Azul, aunque su extensión se adentra en Etiopía, desdibujando la frontera con la enemiga declarada de Addis Abeba.Para llegar allí desde las montañas del Tigray, en el norte de Etiopía, hay que pasar por cuencas de ríos secos y una zona montañosa poco habitada, que por momentos recuerda al Gran Cañón del Colorado. En otros, remite a un paisaje extraterrestre, con montañas negras de formación volcánica y una escasa vegetación, que se reduce a algunas hierbas que, vistas a lo lejos, pareciera que siguen el curso de un río inexistente.

Ese cambiante paisaje desemboca en una extensa planicie, sin límites en el horizonte, que arranca con la blancura deslumbrante del salar. La impresión hace enarcar las cejas y el calor ralentiza los movimientos. Si sopla, el viento es una lengua de fuego. De repente se comprende la pausada cadencia con la que se mueven decenas de camellos que marchan en fila india.

El único indicio visible de vida en kilómetros y kilómetros a la redonda son estos animales que portan en sus gibas bloques de sal a la caída del sol.

La extracción de esta preciada y sabrosa sal apenas se ha alterado desde tiempos inmemoriables, y ver a los hombres junto a sus camellos es como dar un enorme salto en el tiempo. Los instrumentos son tan rudimentarios como lo pueden ser un bastón y un machete. De ellos se sirven para cortar los bloques que al atardecer colocarán en los camellos para que antes de que se ponga el sol se vuelva a emprender el camino de regreso a un lugar donde una simple sombra es un artículo de lujo. La forma de vida allí permanece inmutable desde hace siglos: un pellejo de cabra para portar agua y unos dátiles siguen siendo el alimento básico de los trabajadores del salar.

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