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LA PISCINA DEL DIABLO
Una Ca Da Mortal
Lo encontramos en la frontera entre Zimbabue y Zambia, allí donde, el río Zambeze se precipita con violencia a lo largo de 1,7 kilómetros. Son las Cataratas Victoria, a las que Livingstone rebautizó en 1855 con el nombre de su reina, pese al sugerente título que se le había dado en la lengua local: Mosi-oa-Tunya, que podría traducirse como “el humo que truena”.
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Aquí en uno de los pliegues de las alturas, muy cerca de la línea desde la que se desploman las aguas, se halla esta poza excava- da al borde de un acantilado en la que es posible darse un escalofriante chapuzón sobre un vacío de 103 metros y ante el inigualable espectáculo de los millones y millones de litros que se arrojan al minuto contra el suelo.
Bañarse en la Piscina del Diablo es hacerlo al filo del abismo. Pero para tranquilidad de aquellos valientes que se animen a esta experiencia, existe una pared de roca natural (justo por debajo del agua, en el límite de las cataratas) con la que uno se puede proteger de la corriente, eso sí, cuando las condiciones son óptimas.
S Lo Unos Meses
Y es que no siempre se dan las circunstancias para asegurar que esta aventura esté exenta de peligro. Tanto es así que el baño tan sólo está permitido en la temporada seca: desde finales de septiembre a principios de Navidad. En esta época, el caudal del río es considerablemente más bajo y la fuerza del agua es menor.
Por el contrario, en los meses invernales, cuando el nivel de las aguas aumenta de manera significativa, la pared tal vez no pueda contener a los cuerpos, que podrían precipitarse al vacío. Y las crecidas, que pueden aumentar el caudal del Zambeze en más de un metro en apenas unos pocos minutos, aumentan esta amenaza.