corte posmoderno. Pero Javier es, además, un buen tejedor de historias y narraciones, y ahí están sus dos novelas publicadas, que dan cuenta de su talento y buenos registros con la pluma en la mano. Tres son los vectores creativos que inciden en la narrativa de Llamazares: el pasado familiar y personal, el sentimiento de pertenencia a la tierra de origen y la imaginación, que todo lo trastoca o reconvierte. Temática amplia, géneros híbridos, estilística funcional y bien organizada… Pero todo ello se maneja desde la perspectiva de un narrador que controla al detalle las evoluciones de la trama y que nunca la deja caer ni en el marasmo ni en el descontrol discursivo. Por ello los textos de Llamazares son tan agradecidos para la lectura y mantienen la atención del lector hasta el final. El sentido del humor, el descreimiento irónico, el suave sentimentalismo y el pragmatismo elocutivo tienen bastante que ver con ello. A Javier le gusta decir que tiene una propensión innata por “meterse en todos los charcos”. Y de “charco en charco” parece que va siempre este escritor polifacético, contumaz observador de la vida y sus contradicciones. Un escritor, que siempre tiene reservado un comentario original y chispeante ante cualquier manifestación del espíritu humano, allá donde se produzca: en los estadios de fútbol, en las editoriales, en la prensa escrita, en las tertulias radiofónicas o en los blogs de prensa. Cronista deportivo y literario, narrador, poeta, editor… Muchos charcos, mucha tinta y muchas salpicaduras las que lleva este leonés de buena conversación, de espíritu abierto y que disfruta con la buena literatura y los buenos libros.
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