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Carta primera

Hay algo que siempre se rebela, que siempre se comporta con especial iniquidad respecto a nuestra oscura y fácil esperanza. Pero aún esto –como decía Onetti-, se desgasta en su trato con los hombres. En consecuencia, la vida -una vez limada toda aspereza-, es como una bola echada a andar… ¡Yo hago parte de los paralíticos!

Cioran tenía razón cuando afirmó que más vale ver pasar las horas que intentar llenarlas. La consolación moral que dimana de todo esfuerzo humano cae en las postrimerías de los siglos como ante un altar presidido por la ruina, pero nada sabe nuestro corazón de esto. Ignorante prefiere arrepentirse, no de querer el bien o el mal sino de quererlo en vano, como dilucidaba Séneca…

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Al irme haciendo viejo, comprendo mejor a Léautaud, cuando anotaba en su diario que al leer había escapado por unas cuantas horas a lo indecible y mediocre de la vida, pero más importante aún, que le había dado un sentido a sus sueños inútiles.

Ha pasado un largo tiempo desde que la Revista Noche Laberinto vio la luz por primera vez. La vigilia constante que supone esclarecer un dictamen, abarcar los originales recibidos, leer lo que cada autor tiene que decir, amar profundamente la libertad sagrada de escapar… es a veces irreparable. La soledad es su consecuencia más terrible; la tenue felicidad su fruto más dulce.

Sé que quienes han recorrido ésta senda conmigo y los demás miembros de la Revista, comprenden el hecho de la quietud, la cercanía de lo imposible y la inercia creativa de la lucidez. Carezco de palabras para agradecer por el milagro mismo de presentar una edición en la que mora la poesía, la plástica, la narrativa y la reflexión con vitalidad y transparencia… Gracias a nuestros lectores, colaboradores y miembros. Como decía Barbusse “…que Dios bendiga el poco placer que nos da…”.

Arturo Hernández González Director Revista Noche Laberinto

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