V SEMINARIO INTERNACIONAL DE EDUCACIÓN ARTÍSTICA Aguascalientes, 17 al 20 de abril de 2013
DEL ARTE Y LO SAGRADO SERGIO ESPINOSA PROA Universidad Autónoma de Zacatecas
1. La diferencia esencial entre el arte y la religión es, para empezar, que el primero no exige que creamos en él. La Ilíada no es la Biblia y Gracias por el fuego no es el Corán. Quizás hay algo sagrado en la literatura, en la pintura, en la música, pero no es un sagrado del mismo tipo que el de la religión. Lo sagrado que hay en las religiones no es para disfrutarse sino exactamente para lo contrario, para someterse a él, para sufrirlo. Uno puede decir que las cantatas de Johann Sebastian Bach o la Transfiguración de nuestro Señor Jesucristo de Olivier Messiaen son expresión de lo sagrado, pero si no nos dicen qué hacer no son manifestaciones propiamente religiosas. La religión, su nombre lo delata, es obligatoria: re-ligare es ante todo un ob-ligare. Con esta premisa inicial, que reformularemos o abandonaremos en cuanto sea necesario, se presenta de improviso el problema del llamado arte sacro. La conjunción de estas dos palabras nos remite a otra conjunción que no por ser de uso casi universal se halla exenta de ambigüedad; me refiero a la expresión filosofía científica. La ambigüedad procede en primer lugar del hecho de que damos inmediatamente por descontado que el arte o la filosofía son sustantivos que pueden ser adjetivados. Que exista el arte sacro implica que por otra parte existe un arte profano o secular. Que haya una filosofía científica significa que hay también una filosofía crítica o metafísica. Etcétera. Ahora bien, el caso es que desde cierto punto de vista, que aquí trataré de explicitar y de ser posible defender, todo el arte es sacro, pero no toda la religión lo es. Paralelamente, hay una filosofía que hace de la ciencia su objeto, pero, en rigor, no existe algo así como una “filosofía científica”. He escrito “en rigor”; la ciencia es impensable sin la filosofía, pero no aplica la contraria: la ciencia es una