Barrio

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Ella, Media vuelta o El Rey. Pero vive también el músico de mariachi que día a día espera paciente, mientras la noche avanza, a que llegue el cliente que pretenda llevar serenata, aunque no salga la Luna. La música de José Alfredo todavía produce ingresos para los miembros del trío que, en restaurantes y cantinas, entonan, a tres voces, esas canciones que los comensales solicitan, para seguir disfrutando de la vida; para gozarse en su dolor, a salud de aquella ingrata; para recordar, con dolor, esas cosas de amores que a todos nos duelen, pero que sólo José Alfredo pudo expresar. El cantinero sabe que, todavía, la interpretación de música de José Alfredo en el interior de su establecimiento aumenta los ingresos, ya sea que se escuchen sus canciones en la sinfonola del rincón, o que permita a los músicos proponer, mesa por mesa, su repertorio, en el que no deben faltar las canciones clásicas del compositor de Dolores Hidalgo. Escuchamos las canciones de José Alfredo en el camión o en el taxi; los choferes se identifican con el compositor o con sus intérpretes, y, mientras las manos se preocupan por evadir los peligros del tráfico, las mentes vuelan a otra parte, y reconstruyen la situación (dolorosa o de dicha) con la persona amada. No faltará el solitario trovador que, haciendo vibrar una maltratada guitarra, nos deleite con interpretaciones de la música de José Alfredo en el propio camión o, junto a los jitomates, en el mercado. Y no faltará quien, repentinamente asaltado por un recuerdo, una ilusión o un sentimiento, generosamente dé al cantante unas monedas, mientras reconoce, tácitamente, que se identifica con José Alfredo; que hace tiempo el compositor supo decir lo que ahora siente; que por eso el pueblo lo quiere; que por eso es el rey. Con frecuencia se dice que el público es ingrato. Pero no siempre es así: claro que se olvida del impostor; del simulador; del falso artista prefabricado, lanzado al mercado para satisfacer una moda pasajera (por desgracia nos encontramos cada vez con más frecuencia con este tipo de “artistas”). Pero el público reconoce al artista auténtico; al que hunde sus raíces en el terreno popular; al que tiene inspiración y facultades. Pese a las estrategias de mercadeo, cada vez

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