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POLÍTICA / Valor civil

Política criminal en Arabia Saudita

Arabia Saudita es un país de 2,149,690 km², que se encuentra en Asia occidental, en la Península Arábiga. Goza de un alto nivel económico, gracias al petróleo, que le ha permitido ingresos sorprendentes, debidamente orientados al progreso. Sus principales ciudades son Riad, la capital, con un impactante desarrollo urbano en avenidas, vías rápidas y arquitectura sinigual, donde la comodidad se respira en todos los ámbitos; por su parte Jeddah, es la metrópoli más cercana a La Meca.

Buena parte de su población proviene del exterior, acuden por los excelentes sueldos, aunque todo ello con la grave problemática de un clima hostil, con temperaturas superiores a los 50°C, por lo que las jornadas laborales se efectúan entre las 4 de la tarde y 12 de la noche.

Al recorrer las ciudades y campos de este país, se observa seguridad, se tiene la impresión de no sufrir riesgos; platicar con los ciudadanos sauditas constituye una grata experiencia y al final, la tranquilidad y solidaridad se muestran en todo momento.

Como ya se mencionó, Jeddah tiene la característica de estar muy cerca de La Meca (centro religioso más importante del Islam), lugar en el que todos los musulmanes deben peregrinar al menos una vez en su vida, además de rezar en la Mezquita.

Lo interesante es que, Arabia Saudita mantiene un sistema político con una monarquía de impactante influencia y poderío, que minimiza, pero al mismo tiempo, favorece circunstancias bastante moderadas de eventos democráticos, siendo el hecho de que hay una mayoritaria satisfacción por tener de gobernante al Rey Salmán bin Abdulaziz.

En el Reino hay un estricto control sobre el alcoholismo y la drogadicción; ambos fe-

Dr. Eduardo López Betancourt elb@unam.mx

nómenos subsisten, pero en condiciones mínimas, la población mantiene un abstencionismo impactante, así, conseguir bebidas etílicas no es fácil, existe un rechazo social para quienes las ingieren; el tema de las drogas es semejante al del alcohol.

Al margen de tantas condiciones sociales, tengamos en cuenta que Arabia Saudita tiene una influencia importante en el Medio Oriente y en todos los países árabes. Su respetabilidad es absoluta, al igual que su actitud de hermandad, en buena medida por encontrarse dentro de su territorio el importante y fundamental santuario islámico de La Meca.

Por cierto, este lugar solo puede ser visitado por creyentes, evitando el ingreso a quien no practique el islamismo. Esta política para muchos tal vez sea incorrecta, pero en buena medida evita la curiosidad y mantiene el máximo respeto a sus creencias, las cuales pueden ser motivo de crítica, sobre todo para los grupos del Islam que mantienen costumbres poligámicas, pero los mismos no reflejan conflicto alguno, originan una convivencia satisfactoria donde el respeto es su principal eje; en el mismo renglón entendemos que las mujeres mantengan cubierto todo su cuerpo, incluyendo su rostro. Esta circunstancia debe ser marginada de cualquier discusión, sobre todo si proviene de quien no está involucrado en los principios del Libro Sagrado del Corán. Esto es, nuestras opiniones occidentales deben ser prudentes y entender las circunstancias y creencias con que han nacido, mismas que, insistimos, son motivo de respeto.

Volviendo al tema de las drogas y el alcoholismo, aceptemos, estas medidas drásticas deben ser analizadas; para muchos podrán considerarse atentados a la libertad y al concepto jurídico social del libre albedrío, pero también es indispensable tomar en cuenta que la colectividad tiene la plena facultad de imponer sus reglas y de crear marcos jurídicos, acordes a la voluntad mayoritaria. Este hecho es indiscutible y después de visitar y convivir en el Reino de Arabia Saudita, queda una impresión de satisfacción y rechazo natural hacia los terribles males del alcoholismo y la drogadicción. Debemos subrayar que, quien violenta las reglas, se hace acreedor a sanciones sumamente duras, más aún para quienes propician la venta y distribución. Dejemos en claro que esta política criminal de carácter radical, es una forma de combatir los cada vez más intensos fenómenos sociales. Hay también que dejar en claro que la educación que reciben, sustentada en el Corán, es esencial para el rechazo a la dependencia del alcohol y la droga. <<

* Dr. Eduardo López Betancourt es Licenciado en Derecho, Maestro en Educación Cívica y Social, Maestro en Historia, Doctor en Pedagogía, Doctor en Historia, Doctor en Derecho, además de máster universitario en justicia criminal por la Universidad Carlos III de Madrid. Obtuvo mención honorífica en todos sus exámenes de grado y sus trabajos recepcionales tanto en la licenciatura en derecho como en historia fueron en el campo del derecho constitucional. Cuenta con una actividad docente de 54 años ininterrumpidos. Imparte clases en la licenciatura en Derecho y en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es autor de 79 obras jurídicas, 39 jurídicas y 40 de crítica socia, además de ser un crítico asiduo de los malos sistemas políticos. Su valor civil ha sido motivo de persecuciones y descalificaciones. Expresidente del Tribunal Universitario de la UNAM.

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