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Arte del buen beber el buen comer y

El templo del buen beber y del buen comer en Azcapotzalco… ese es El Dux de Venecia, cantina tradicional, cuyas paredes narran por sí solas más de 100 años de historia de la alcaldía y de nuestra ciudad. Entrar es toda una experiencia, que te transporta al siglo pasado, con toques de modernidad.

Por sus mesas han desfilado políticos, artistas, deportistas, periodistas, que lo mismo han degustado sus tradicionales platillos: caracoles al mole, caldo de oso (res con abundante verdura), para arreglar asuntos vitales, que bebido sus cocteles exclusivos: ‘el limón’ o ‘la prodigiosa’, para curar sus penas.

Cómo olvidar las incontables bohemias protagonizadas por José José o las visitas amistosas de José ‘Mantequilla’ Nápoles que dejó su huella: un guante autografiado, que decora uno de los rincones del recinto, según comenta en entrevista con Ángel Metropolitano, su propietario, Enrique Escandón Valencia.

El Dux de Venecia tiene la licencia número 3 de cantina de la Ciudad de México otorgada en 1918, año en que abrió sus puertas, sin embargo, no inició

El "limón" es una de las bebidas icónicas de esta cantina como tal, sino como tienda de ultramarinos finos, “fundada por un pariente veneciano, de mi abuelo, en 1869 en el Centro de Azcapotzalco”.

En 1900, su abuelo, cuyo nombre también es Enrique Escandón, un asturiano de La Borbolla, aterriza en nuestro país y trabaja en la tienda como mozo, para convertirse durante la Revolución Mexicana en el administrador, pues su familia regresa a Italia, “le dejan el negocio. Hemos seguido la tradición. Soy el tercer Enrique Escandón que está aquí”.

JOSÉ JOSÉ, UN ‘MAL CLIENTE’ Valencia Escandón, presidente de la Canirac (Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Ali- mentos Condimentados) de Azcapotzalco, sostiene que su cantina en 105 años, alberga infinidad de anécdotas, muchas, protagonizadas por ‘El Príncipe de la Canción’.

José José era cliente asiduo en los 70: “Sabemos su gusto por el buen beber. La gente le invitaba tragos a cambio de canciones. Pero era mal cliente, ya que hacía que otros le pagaran y cuando él ya tenía para saldar lo que había bebido al principio, ya no tenía dinero. Seguro quedó a deber muchas cuentas”, comenta en tono bromista.

“También tenemos políticos, no existe presidente municipal o delegado de Azcapotzalco que no haya estado con nosotros”.

– Cuénteme de las bebidas ‘mareadoras’ de su autoría.

– El limón, es el coctel de la casa. En los 60 teníamos un cantinero, Juan Cazarín, quien ya murió, preparaba el agua tradicional de las abuelitas, para los trabajadores: limón, menta, yerbabuena, azúcar y agua de sifón.

“Un cliente, cuyo nombre desconozco, le dice: ‘Ando bien crudo y con mucho calor, dame una de esas agüitas verdes que preparas, pero ponle algo, porque no me va saber igual sin alcohol’, y se lo sirvió con ginebra. Hoy, el limón es nuestra bebida icónica, se disfruta con vodka, ginebra, mezcal, ron o tequila.

“También tenemos ‘la prodigiosa’ se basa en un licor del mismo nombre, vodka, tequila, fernet, anís; excelente para la resaca, una figura muy digestiva, la cruda resbala sabroso, asienta los daños del día siguiente”.

CHELAS ‘CHINTOLOLAS’

Desde sus orígenes, las cantinas, eran exclusivas para caballeros, la entrada de mujeres, menores de edad, uniformados y perros estaba prohibida, sin embargo, en 1982, ya pudimos ingresar para dar gusto a nuestros paladares y gargantas.

Pensando en nosotras y para conmemorar sus 100 años, El Dux en 2018, creó su cerveza artesanal, ‘La Chintolola’, diseñada para la mujer de Azcapotzalco, de sabor afrutado (cilantro, toron- ja, guayaba) y muy buen cuerpo.

– Se dice que lo mejor es la botana…

– Una cantina decente tiene su carta y una botana que satisfaga el paladar. La que nos representa son los caracoles de mole. Tenemos una comida mezcla española con mexicana: paella y chamorros.

“En la semana servimos fabada asturiana, caldo de oso, de camarón, manitas de cerdo, chicharrón. Jugamos con la comida de cantina, que en su origen no es pretensiosa, porque fue hecha con ingredientes que los hombres encontraban en la cocina”.

El Dux es parada obligada cuando se visita Azcapotzalco; aunque hay algunas cantinas más en la demarcación, su propietario dice: “la competencia ayuda, para marcar diferencias, respecto a quién es quién”.

– ¿Es verdad que un borracho no va a una cantina?

– Así es. Un buen bebedor sí, porque toma y come bien, le gusta estar tranquilo, disfrutar la experiencia de visitarnos: buen trato de los meseros, camaradería y cordialidad.

– ¿Qué aporta a nivel cultural El Dux?

– El tener un archivo histórico, nos habla de cómo era el Azcapotzalco de ese entonces. Fuimos de los primeros en 1905 con teléfono y electricidad, la gente se reunía aquí, para escuchar la radio. Tenemos una de las primeras fotos que hay de la Asociación de Charros, mi familia ya era parte desde 1928.

“Nuestra historia está en fotos y lo digo con mucho respeto, el que no entraran mujeres, daba pie a que los hombres hablaran sin tapujos de lo que estaba en boga, la política”.

– ¿Plasmará su historia en un libro?

– Estoy escribiéndolo, con mi amigo, el historiador Julio Arellano. Lo que ha sido alrededor de El Dux, su historia y cómo encaja en la Ciudad de México.

– ¿Qué le diría a quienes que no los ha visitado?

– Que tienen que venir y que conozcan Azcapotzalco, que es muy bonito. No se pierdan esta rica experiencia. <<

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