ANDRÉS CHACÓN URREGO
HELIOGÁBALO, EL SOL EN
EL OCASO

Heliogábalo (203-222).
Emperador Romano.
Desobedecer es el camino a la gloria.
Desobedecer es el camino a la gloria.
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Llenas de pétalos y vestido de mujer.
Amando intensamente, amando
El vino, el ocio, la seducción, amando intensamente.
Ars amandi, eso le enseñaron, Mas temiendo el arte de la soledad,
Ars amandi, eso pretendía, Mas sabiendo que el olvido le esperaba.
Ser hombre, Ser mujer,
Ser ambos y a la vez ser rey y esclavo
De éxtasis sin final
Hombre que solo sirve al placer Pierde su libertad.
Llovieron desde el cielo pétalos, llovieron orgasmos silenciosos,
Llovió de rosa y de satín.
Llovió de vino y de lujuria, Llovió de exceso de besos, Y a todos asfixió con su ternura.
El cielo está rojo, del rojo teñido de los pueblos subyugados
Por la cohorte y por el centurión, Rojo como su capa Y como el esmalte de sus uñas, Como el odre con el que celebran cada holocausto De pueblos inocentes.
A la misma hora de la orgía, a la misma hora en que en las termas se besaban y se reían el emperador, el esclavo y la doncella, Levantándose la fragancia y el olor de cada muslo, otra hecatombe de sangre Sobrevenía sobre Oriente.
La Persia grande, la Persia de Jerjes y Darío caía,
Sus soldados fueron almas que el viento se llevó Junto con el sol de aquellos tiempos, más brillante y refulgente
Solo la sequía permanece.
Los ídus de marzo nunca se equivocan.
Ahora es princesa y no príncipe, Heliogábalo reencarnación de Baco, Ahora decora su palacio con orquídeas e ikebanas
Cada mañana es para preparar la noche que vendrá
Y la gula que todo inundará.
Más tarde, orar a la luna que lo arrulla Siete amantes por noche, ¡Que le lleven a tocar las estrellas!
A la vez que amanecerá solo en su prisión.
Su dorada prisión, Su prisión adiamantada, Donde llora en silencio, Sin saber quién es.
Disfrazará su capa de meretriz
Y su espada cambiará por abanico.
Prefiere ser genuflexo, genuflexo muchas veces Ante la hombría de sus mejores esclavos
Que ejercer su real voluntad
Sobre un pueblo que lo ignora.
Inicia la ceremonia, Ella la ama a ella
La lame, la toca, la adora
Y él es el impávido espectador Ilusionado y extasiado ante tal espectáculo
Belleza, plenitud.
Heliogábalo, remedo del sol,
Es aplaudido por los asistentes
Al verlo vestido como una reina oriental,
Como la fértil Ibis,
Como la luctuosa Nefertiti
La vestal ya no es virgen,
El varón ya no es rey,
Y para qué alhajas si prefiere
Correr desnudo entre la Roma Imperial
Como aquel jovencito que se divertía jugando
Con las espadas de los lictores,
Correr tanto que, cansado, decide Sumergirse entre los brazos de sus hombres
Marco Aureliano Antonino Augusto
Y sobre todo Augusto del sexo y del licor
Y sobre todo Augusto del carpe diem
Y sobre todo Augusto del buscar y no encontrar
Hierocles le espera con la espada sin cinto Su amo, su dominus
Y en la madrugada su espalda jovial arderá
Sirvan más, beban más, bésense más, decía
Soy la reina, amante y esposa de Hierocles, decía Mientras su cuerpo se llenaba de sanguijuelas Los dolores eran homenajes a su alma
Hubo una fiesta de dieciséis días seguidos
El vino hacía las veces de tapete ante el trono, Las ropas caían, caían como esas hojas orientales, Dejando al patricio y al plebeyo en igualdad Igualmente desnudos y sedientos de piel
De carne y de emoción.
El oro de todo el palacio
Reflejaba la esencia de esa verdadera humanidad: Sexual, salvaje, violenta
Cuerpo sobre cuerpo, no es el dibujo de la batalla Es del amor.
Piel contra piel, Erótica orquestación, Algunos fueron de a dos y tres, Otros de a cinco y de a diez.
Evocaron a Onán, le rindieron tributo
La mujer más bella de las siete colinas Adorada y coronada por olivos, a todos tuvo a sus pies,
A su real voluntad
Circe regresó.
Unos caían después del placer
Otros caían de tanto licor, Y algunos, como pocos en el mundo, sabían morir de pie.
No paraba de sonar la cítara, Los bardos hacen homenaje a Dionisio, Las carcajadas de un lado,
Y los ayes del otro.
Nunca quiso ser emperador, Ni Cesar, ni ungido Solo quiso vivirlo todo en los escasos días Que el oráculo le había predicho
Mismo oráculo que desobedeció.
Desobedecer es el camino a la gloria.
La fiesta nunca culminó.
Ni la adoración a los dioses orientales, Ni los pebeteros
Ni los olores a licores sajones pudieron esconder La mancha nefanda.
Vino el Senado una tarde y llamó a la puerta de palacio
Él mismo abrió la puerta, ¿es él o ella?
Su largo cabello, sus joyas Maquillaje, olor a mujer,
La sombra de su barba, el grosor de sus manos y el remedo de la túnica de fémina
El Senador ha quedado con la duda.
Ya toda la Colina se quejaba de esa orgía sin igual, ¿Sería envidia por no poder asistir al homenaje a Dionisio?
Deseo de vivir solo lo que los patricios pueden.
Dice Heliogábalo, dice sin parar, ¿Qué más sublime que querer en exceso?
¿Qué mas sublime que no ser rey sino ser piel y exudación?
Llenarse de pecado y de pesadumbre
Vino el Senado una tarde y lo injurió,
Y al no renunciar a ninguno de sus cargos,
Al no querer renunciar al placer diario sin pausas, Al preferir la muerte que la castidad,
Aferrándose a la túnica, aferrándose a las delicias de este mundo
Aferrándose a la anárquica propensión de ser
joven eternamente
Eternamente bella, eternamente seductor
Aferrándose al recuerdo de mil doncellas y dos mil eunucos Que se pasearon por su espalda Pero que nunca le amaron
Un solo grito en palacio se escuchó.
Ahora ya no es el rojo del vino
La que hace el camino hacia el trono.
2019. Derechos de autor reservados.
“Baco” Simeon Solomon.
Ilustraciones posteriores: Paul Avril (1849 – 1928)
Tomadas de: https://culturainquieta.com/es/erotic/
Ilustración final:
“Las rosas de Heliogábalo” Lawrence Alma Tadema.