Revista AMIA Cultura: Judaísmo y Democracia

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lucha de poder en el mercado de las ideas. Para los fanáticos de la “verdad liberal”, la presencia del judaísmo y en especial el componente religioso en la vida pública, corrompe la política, viola los derechos humanos, reduce el nivel de discurso racional y desvía a Israel de su camino apropiado. Por el contrario, los defensores de la versión religiosa de la herencia judía predican un Estado judío que esté libre de cualquier influencia democrática “extranjera”. Ellos ven las manifestaciones de los valores culturales occidentales en Israel como una pérdida de la identidad nacional, una traición a la historia judía y la anulación de la importancia de la restauración nacional. Cada lado está atrincherado en una sola verdad cultural. La realización del sueño de uno de los lados se produce a expensas de la realidad de la pesadilla del otro. El resultado final es una crisis de identidad colectiva severa y prolongada. Entonces, ¿cuál es la solución? Al abordar esta cuestión, es importante que seamos conscientes de la diferencia entre la verdad y los valores. Uno no puede integrar dos verdades contradictorias, pero sin duda es posible la integración de dos conjuntos diferentes de valores. Para superar esta crisis de identidad, los israelíes deben comenzar a entender que las diferentes preferencias culturales no son necesariamente siempre dos “verdades” contradictorias entre las que deben elegir una en detrimento de la otra. Más bien, deben ver el encuentro en el Estado judío, del mundo tradicional judío y el mundo liberal-occidental, una oportunidad para el diálogo entre las variadas creencias y preferencias. Retroceder al menos un poco, desde el “discurso de la verdad” o del todo-o-nada, de ninguna manera disminuye la importancia y validez que las personas atribuyen a sus valores. Al igual que el compromiso que une a una pareja, o a los padres y sus hijos, puede ser profundo e incondicional, a pesar que no refleja una verdad asertiva o enunciativa impersonal, también el religioso y el secular pueden compro-

meterse incondicionalmente a su visión del mundo [no en lo judío, pero sí en otras áreas] -y basar sus acciones y el comportamiento en ellos- incluso si sus opiniones no reflejan una verdad objetiva. Este análisis nos lleva a sacar una conclusión obvia. Si las partes en el debate israelí ya no están armadas con una verdad objetiva y absoluta, entonces promoverían sus posiciones con humildad y respeto hacia otras. No estarían ninguna de las partes investidas y adoptando una postura de veracidad contra la otra, sino cultural, y deberán entender que la sinceridad y la profundidad que se derivan de la decisión de que una persona sea religiosa o secular también puede alimentar una elección personal en la dirección opuesta. Cuando una parte significativa de la población judía en Israel internalice esta idea, podremos llevar a cabo una discusión sobre una nueva identidad israelí, que se realizará entre los distintos grupos identitarios. Es difícil predecir el resultado de tal discusión, pero un diálogo real podría dar lugar a algunas sorpresas fascinantes. En cualquier caso, creo que es seguro decir que el resultado final potencial de un diálogo sería la creación de una identidad compleja, basándose tanto en la visión del mundo liberal del presente como en la memorial raigambre judía. Los “liberales” deben entender que, sin la tradición judía, Israel perderá su identidad única [como Estado judío] en un mundo global e igualitario, el cual trivializa culturas y busca un denominador común. El “religioso” debe entender que, sin la apertura y la internalización de la cultura occidental, Israel perderá relevancia, y nuestra civilización será reducida a una especie de reserva de nativos americanos sin éxito y destinada al fracaso. En Israel tenemos trabajo por hacer en la configuración de una sustancial identidad judía-israelí, cuyas raíces se plantaron profundamente en el pasado judío, pero cuyas ramas superiores se extienden para incluir todas las realidades de la vida en el presente y en el futuro.


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