En el umbral que separa el bosque del pueblo, vuelven a
de la tabla cromática. Luego sobre él se hace de noche y
brillar en el camino las losas de una vía romana; encon-
vuelve a hacerse de día. Con el tiempo, el temblor de los
tramos otra vez un montón de leña, cubierto con un toldo
animales unicelulares; un sistema solar desconocido; una
de plástico. El montón, de ángulos rectos, con los círculos
muralla de Babilonia. Tiene lugar el vuelo que lo abraza
de los troncos aserrados es la única claridad que se ve
todo, con chorros de reactor formando haces; y, finalmen-
ante un fondo crepuscular. Uno se yergue delante de él y
te, en un centelleo único, los colores, transversalmente por
lo observa hasta que en él sólo hay los colores: las formas
encima de todo el montón de leña, revelan la pisada del
vienen después. Son caminos que señalan hacia el obser-
primer hombre.
vador, pero que en detalle, vistos uno por uno, apuntan
siempre a lugares distintos. Soltar el aire de los pulmones.
de hoy; volver a la ciudad; volver a las plazas y puentes;
Mirando de un modo determinado, abismamiento y aten-
volver a los andenes y pasadizos; volver a los campos de
ción extrema, se oscurecen los espacios intermedios de la
deportes y a las noticias; volver al brillo del oro y a los
madera, y en la pila empieza a producirse un movimiento
pliegues de una tela. ¿Los dos ojos en casa?
Luego, inspirar y salir del bosque. Volver al hombre
de rotación. Al principio el montón se parece a una piedra de malaquita abierta. Luego aparecen los números del test
La doctrina de Sainte-Victoire, Peter Handke