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QUIEN ERES DEFINE TU HERENCIA/ Rolando García


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Y sí, es extraña, porque en quienes menos pensaríamos que califican para recibir una gran herencia son precisamente las personas que tradicionalmente calificamos como pasivas, indolentes y, hasta quizás tontas.
Nada más lejos de la realidad. Dame la oportunidad de trazar unas líneas a fin de abrir este camino al entendimiento de una verdad poderosa.
Lo primero por anotar es lo relativo al término “bienaventuranza”, que implica un estado de vida plena, no sólo tres veces feliz, como se ha venido interpretando. Esta plenitud de vida es, de hecho, accesible a las personas que se acercan a la fuente de vida, que se llama Jesús de Nazareth, quien trajo la felicidad del cielo a la tierra, y la puso al alcance del ser humano. El contexto histórico en que se da a conocer esta verdad del cielo, es Jesús, sentado en el monte, donde expresa lo que se ha calificado como El Sermón del Monte o Sermón de la Montaña. Lo menos que es, me parece, es que sea un sermón, pues nada tiene de religioso. Su mayor parecido es al de un manifiesto revolucionario que, en la medida que se cree, entiende y se vive, tiene el efecto de producir un cambio reformador, de dentro hacia afuera, del interior al exterior, pues sólo de esa manera se logra afectar para bien a la gente, a la sociedad, a la ciudad, a la nación.
Lo segundo por entender y aceptar es que la bienaventuranza está dirigida a una categoría de personas, “los mansos”, que nada tiene que ver con falta de carácter o con un carácter débil y manipulable; por lo contrario, la mansedumbre se refiere a una persona con carácter de sobra, un carácter violento y valiente, capaz, por lo mismo, de trascender la bienaventuranza al prójimo.
Dicha palabra es impresionante, pues se aplicaba a los caballos controlados por el freno en su boca. ¿Te imaginas? ¿Pensarías tú, estimada/o lector, que un caballo es débil, frágil o tonto? Absolutamente ¡no! El caballo por naturaleza es fuerza explosiva, poder avasallante; encierra la capacidad de correr con una velocidad poderosa y alcanzar límites inimaginables, y lograr proezas de alto nivel. El caballo, además, nunca piensa o duda si es caballo. Sencillamente lo sabe y sabe también que puede, que tiene poder, potencia y capacidades inherentes, si bien controladas por el timón que tiene en su boca. “Praus” podría también entenderse como gobierno interior, o en palabras más contemporáneas, victoria privada. ¡Claro! Aquí hay toda una verdad universal, “para que haya victoria pública, antes debe haber victoria privada”. Otra forma de decirlo es que “tu gobierno interior define tu gobierno exterior”, ya que, si no hemos salido vencedores de nuestras luchas o debilidades internas, las del carácter, las de nuestra identidad, las de nuestras pasiones humanas; será prácticamente difícil o quizás imposible, que alcancemos las metas deseadas, los emprendimientos deseados, los éxitos soñados, los triunfos que nos apasionan, o la felicidad y satisfacción personal y familiar.
Una persona sin timón, sin control, sin gobierno interior, no es confiable, no es competente. Recordemos que confianza y competencia van de la mano. Mientras más confiables seamos, más confianza nos tendrán las demás personas, pues sabrán que somos capaces de lograr las metas propuestas. Esto último nos conduce a una ley intemporal: la persona con gobierno interior, la persona que ha ganado su victoria privada, es confiable y, por lo mismo, se le puede entregar su herencia. De esta manera, se le confían bienes, recursos, experiencias, conocimiento, secretos, nuevas capacidades, información, etc., es decir, todo lo inimaginable, lo impensable, lo nunca oído. El autor de la herencia sabe porque sabe, que su visión, su trabajo, sus logros, sus capacidades, su conocimiento alcanzado en su generación, no lo tirarán sus herederos por la borda, no malgastarán lo que tanto costó, no tirarán y destruirán sus activos en cosas vanas. ¡Sí! Quien entrega la herencia parte confiado de que su heredero “praus” continuará su obra, y aumentará los niveles de gracia, unción, visión y revelación, que entregó vía herencia al heredero.
O, ¿no seremos iguales que el hijo pródigo, que exigió su herencia y la fue a tirar en deleites y vanidades? ¿No terminaremos en la inmundicia del chiquero sin ningún centavo ni recurso alguno? Espero que seamos herederos exitosos, pues hay otro entendimiento que deseo compartir contigo, estimado lector. Se trata del límite de nuestra herencia, pues “lo que somos y pensamos define la clase de herencia que recibiremos”. En palabras de Jesucristo, la persona “praus” hereda la tierra, y creo que no se refiere solamente a un pedazo físico de tierra o terreno. Me parece que su intención es decirnos que esta clase de personas, confiables, competentes, con victoria privada y gobierno interior, son capaces de recibir todo lo creado como herencia, por tener carácter probado y temperamento controlado. No se dejarán llevar por las voces seductoras de las sirenas, ni por las falsas e interesadas amistades, ni por intereses egoístas de los que quieran aprovechar su herencia. Es seguro que los “mansos”, las personas “praus” heredarán la tierra. ¡Te lo digo porque te lo digo! Y si de tierra hablamos, hablamos de todas las áreas de la cultura, bien sea gobierno, o educación, quizás medios de comunicación, o acaso la religión, o las bellas artes, o hasta puede ser que la familia, o probablemente la economía.