

Como un Lobo


A mi hermosa manada. E.P.
A Joaquín, color de mi vida, luz de todas las luces. S.G.
Como un Lobo
© del texto: Eugenia Perrella, 2025
© de las ilustraciones: Santiago Guevara, 2025
© de esta edición: Editorial Amanuta, 2025 Santiago, Chile www.amanuta.cl
Este es un proyecto de Editorial Amanuta
Edición general: Ana María Pavez y Constanza Recart Corrección de texto: Valeria Araya Diseño: Philippe Petitpas
Primera edición: febrero 2025
ISBN: 978-956-364-361-9
Registro: 2024-A-4353
Impreso en China
Editorial Amanuta Todos los derechos reservados

Perrella, Eugenia Como un lobo / Eugenia Perrella; Ilustraciones de Santiago Guevara.
1o ed. - Santiago: Amanuta, 2025
[4o] p.: il.col.; 29 x 21 cm.
ISBN: 978-956-364-361-9
1. EMOCIONES INFANTILES - LITERATURA INFANTIL
2. FRUSTACIÓN EN NIÑOS - LITERATURA INFANTIL
3. LIBROS ILUSTRADOS PARA NIÑOS
I. Guevara, Santiago, il. II. Título.

Como un Lobo
EugeniA PErreLLA SAnTIAgo GuEvArA

Dicen que me parezco a un lobo.
Que no hago caso, que no escucho y que grito
ASÍ DE FUERTE,
como si fuera un animal feroz.



Es cierto que a veces, cuando me enojo porque no me salen las cosas como quiero, una voz muy potente me sale desde adentro. Parece que no fuera yo.


La verdad es que no sé bien cómo empieza. Hay veces que en la escuela me siento tranquilo. Hago dibujos, aprendo a escribir, juego y también me quedo en silencio.
Pero de repente, algo empieza a salir mal y todo se transforma. No me gusta cuando me equivoco, o cuando no me entienden, o cuando se ríen de mí.
Entonces
GRITO.
Me enfado. Y todo se vuelve mucho peor.
–¡Otra vez! Ya está aullando como un lobo.

–¡Abre tanto la boca que va a comerte!
–¡Claro, si es como un lobo!
En esos momentos lo único que quisiera es ser un lobo de verdad, así al menos todos correrían al verme y no se atreverían a decirme cosas tan horribles.

Siempre termina todo igual. Vienen mamá y papá a buscarme con cara de «¡otra vez lo mismo!».
Mi hermana mayor, que siempre hace cosas buenas y la felicitan a menudo, me abraza y me pregunta: –¿De nuevo estuviste gritando?
Yo no contesto.

Los lobos no hablan.
Al llegar a casa, sigo de muy mal humor. Dejo tirada mi ropa, arrojo mis zapatos y no ordeno nada. Agarro una botella de leche y la agito hasta que hace espuma. Después derramo un poco en la mesa y desparramo las migas de las galletas al piso.
¡ESTOY TAN ENOJADO!

Me gustaría saber si es cierto que tengo un lobo dentro de mí. Así, al menos le pediría que se calme.


Mamá y papá tratan de hacerme sentir mejor. Jugamos, leemos un libro, salimos a caminar. También me hace bien tomar un baño y escuchar música. De a poco todo mejora. Pero al rato, por una cosa o por otra, vuelvo a recordar aquello de que soy como un lobo y empiezo a pensar en eso sin parar.


Algo tengo que hacer, quizás la solución es ser un lobo de verdad. Claro que no para siempre, pero aunque sea por un ratito, para saber si así me siento mejor. Me miro de cerca y busco si me ha comenzado a crecer algún bigote de lobo. Pero nada...
Esta noche habrá luna llena. Un día escuché una historia que decía que ese era el momento ideal para convertirse en lobo.
–¡Tiene que ser hoy! ¡Sí o sí!

Escribo en una caja:
«PARA SER UN LOBO»
Y guardo allí las cosas importantes para que se cumpla mi plan:

Un pedazo de la hoja que arranqué de mi cuaderno un día que me salió mal la letra.
Un naipe que me llevé a escondidas de la casa de mi tía cuando perdí por tercera vez con mi hermana. Lo había arrugado tanto que no quería que lo vieran. Chocolates. Los lobos también podemos comer dulces.
¿Qué más? ¿Qué más?...

Esta pelota blanday pequeña que me dicen que apriete cuando me siento enojado.
La rueda de un autito de colección que le rompí a mi primo.

Dejo todo frente a la ventana para que lo ilumine la luz de la luna. A mí no me asustan los lobos, así que les pido a todos, al de los tres cerditos, al de Caperucita, a los que existan por ahí, que me conviertan en uno de ellos. Cierro los ojos bien fuerte y aprieto los dientes esperando que suceda. Y de repente...


–¡A dormir! ¡Mañana tienes que ir a la escuela!
–¡Ayyy, mamá! Justo cuando iba a ser un lobo... –digo bien bajito, así no me escucha.
Me enojo. Pero esta vez no grito, me escondo bajo las sábanas en silencio. Estoy tan cansado que me duermo.


Sueño que soy un lobo bueno y tranquilo. Y que todos también se han transformado en animales. Mamá es una osa que me abraza. Papá es un gorila, peludo y calentito. Mi hermana, una suricata que me cuida. Mi tío es un tigre de voz gruesa. Mi abuela canta como un ave. Mi abuelo es un oso polar, porque su cabello es parecido. Mi prima bebé es un gatito pequeño que ronronea el día entero. También están mis amigos. Hay leones, liebres, loros, conejos, perros, gatos, palomas.


Me da tanta risa mi sueño que casi me hago pipí encima. Por suerte me despierto justo a tiempo y voy corriendo al baño. Antes de salir, me miro rápido en el espejo para comprobar que sigo siendo yo mismo. Y no me enojo.
Fue tan divertido ser bueno y tranquilo que hoy iré disfrazado a la escuela. Voy a imaginar a todos como en mi sueño para que así sean animales, igual que yo.
Usaré las pinturas de mamá y quedaré genial.

–Este negro es ideal para los bigotes; este, para los ojos y este, para la boca. ¡Ya sé! La gorra de orejitas que mi hermana ya no usa me viene de maravillas.

–¡Tarán! ¡Hola a todos, llegó el lobo! Llevaré pasteles para compartir en la escuela.




–¡¡¡Grrrrr!!! ¡Soy un lobo! ¡Y traje unos pasteles riquísimos!
Por primera vez,
TODOS SONRÍEN
cuando llego a la escuela.

Creo que les gusta verme así. Y a mí me encanta verlos de esa manera.


Pensándolo bien, no sé si hace falta convertirme en un lobo de verdad.
Si al final, todos somos un poco animales. ¿No es cierto?



Con total sinceridad y gran ocurrencia, el protagonista de esta historia nos cuenta cómo es su enojo. Porque él se enfada tanto que parece un lobo... o al menos eso le dicen. Aunque la furia es difícil de describir, intenta contarnos cómo se siente y cómo trata de superarla. Y sin quererlo, de una manera disparatada, descubre una solución.