Revista Octava Planta Nº 43

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| INTRO > casilleros

A la caza del galgo

Pérdida de tradiciones

Rocío Carrero

Rodrigo Núñez

Recordando cuando era niña la impresión de ver un galgo abandonado, herido y con miedo a los coches por nunca haber sido paseado en ciudad ni haber pisado ningún asfalto; junto con el comienzo del periodo de la caza menor (liebre, conejo, zorro, perdiz...), se me ha ocurrido escribir sobre este fantástico animal, del que a la mayoría de las personas lo primero que se les ocurriría decir es que es muy “feo”. Y en mi opinión eso es debido a que su aspecto difiere bastante de los perros a los que estamos acostumbrados a ver. También es posible saber que se trata de un gran cazador de liebres por las grandes velocidades que consigue alcanzar, que suele mencionarse en televisión o en cualquier otro medio de comunicación por ser asesinado, y desconocer que es uno de los perros más tranquilos, fieles y manejables para tener de compañía. En España, muy pocas personas los tienen en sus casas puesto que la mayoría son propiedad legal o ilegal (sin microchip) de cazadores; pero también, y ya en un terreno más controlado por la ley, existe el mundo de las carreras y la crianza. Me voy a centrar en los aspectos que más conozco. Uno de ellos es la caza, en la que la suelta de los galgos en campo abierto es el momento más esperado por los galgueros. Generalmente, los perros deben ir sujetos con una misma correa, la cual es capaz de llevarlos juntos además de atados y consta de un mecanismo que los suelta a la vez para que así la carrera sea más justa. Asimismo, y también en justicia con la pobre liebre, se le deja una ventaja desde que se la ve saltar de su cama, ya que las liebres, a diferencia de los conejos, no tienen madrigueras fijas sino que descansan en camas que mudan con frecuencia. Existen personas en el mundo galguero que hacen las cosas como deben; pero, por otro lado, y en el mismo ámbito, muchos galgos que inicialmente son seleccionados -porque en apariencia parecen veloces- acaban condenados después de no pasar las pruebas que se les exigen, siendo los más afortunados esos abandonados que podemos ver por las calles a las afueras de las ciudades y que los coches están continuamente a punto de atropellar. A otros quizá no les espera un futuro en el que alguien los pueda encontrar y, en el mejor de los casos, salvar, sino que serán sacrificados de formas crueles: quemados, lanzados a pozos o, lo más típico y conocido, ahorcándolos de la rama de un árbol. Por todo esto, cuando escribes la palabra “galgo” en un buscador de internet, lo primero, tercero, cuarto… que aparece son protectoras de animales especializadas en galgos y podencos, que también es otra raza que sufre casi los mismos problemas, aunque en menor medida. Es muy sencillo y, a la vez, sufrido por nuestra parte, adoptar un perro de morro largo, cuerpo extraño y rabo largo, de ojos tristes y con secuelas físicas y psíquicas por todos los sucesos que ha podido sufrir. Actualmente, y con la regulación de los microchips obligatorios, estos asesinatos han disminuido, pero no tanto como se preveía, puesto que se los arrancan o directamente no se los ponen. En estos tiempos, estos antiguos lebreles y perros faraónicos mueven mucho dinero pudiéndose llegar a traficar de diferentes maneras con ellos, e igualmente siguen siendo eliminados por muchos cuando no son lo que quieren o ya no dan la talla. Mi intención no es convencer de la adopción de estos desconocidos perros, sino que se conozca su mundo y cruel situación. “De raza le viene al galgo tener el rabo largo”.

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Las fiestas de ACUA ya no son lo que eran, y no hacía falta más que pasarse este viernes por la Sala Miguel Delibes para comprobarlo. Si algún antiguo residente hubiera ido, no podría haber hecho más que sorprenderse de cómo una fiesta que hace apenas tres años era capaz de llenar la cafetería, ahora no conseguía convocar a más de escasas veinte personas. La primera fiesta de ACUA a la que yo fui se hizo en la cafetería, la cual estaba a rebosar. Gente cantando con el Sing Star, jugando al futbolín humano y al Twister, tirando a los dardos y a los monos… ¡En algunas cosas había hasta que esperar un buen rato para poder jugar! Y, por supuesto, el bingo, en el que cantaba los números Killo: todavía hoy recuerdo una gracia que hizo sobre cierto tutor que debía de tener alguna que otra falta grave. En este mismo bingo, hace ya bastantes años, creo que hasta se daba de premio un jamón; con lo que sacan ahora no tendrían ni para pagarlo. Y es que no hay que olvidarse de que la finalidad de la fiesta de ACUA no es ya la de pasar una tarde divertida, sino conseguir dinero para financiar las actividades que luego se realizan a lo largo del año, y de las que todos nos aprovechamos: los viajes, capeas y demás no se pagan solos. Por no hablar de Revista y Teatro, que también se nutren en gran parte del dinero de ACUA y que son dos comisiones básicas en esta Residencia y que la hacen diferente de las demás. Pero poco a poco, cada año ha ido yendo menos gente hasta llegar a un punto en el que realmente daba pena pasar por la Sala Miguel Delibes y, claro, cuanta menos gente hay, menos gente se anima a bajar, y entramos en un círculo vicioso que ha conseguido que al final no vaya casi nadie. En fin, es una pena que una fiesta que estaba tan bien acabe desapareciendo por la simple pasividad de los residentes. Espero que el año que viene se anime más gente y la fiesta de ACUA vuelva a ser lo que era.

Esta foto NO es de la fiesta de ACUA 2010

Octava l a n t a

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