Revista Alfolí Nº 16

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Lucifer se retiró, sabia que Mariano, era Capricornio y de Aragón, y cuando se ponía tozudo lo mejor era esperar mejor ocasión. --Señor Dios ¿Qué hago?: dijo el fraile. De repente encima de la palangana, una luz cegadora se posó, el triangulo con el ojo divino relucía como el oro. La voz de Dios llenó la celda: --Hijo mío, mira que eres rarito. El vino esta buenísimo, y mucho más el de la misa que lo hacen con uvas escogidas. --Ya lo se jefe, pero te recuerdo que cuando nací le dijiste a mi santa madre: “Mariana, como tu marido Bonifacio se ha bebido la cosecha de muchos años, tu nuevo hijo será abstemio y por si tuviera tentaciones una alergia terrible le convertiría en un pimiento morrón”. La culpa de mi problema, vino del cielo. San Pedro-, llamo Dios-, tráeme la ficha de Mariano. La mano derecha del jefe del cielo fue rauda

y veloz al fichero etéreo y buscando en la “M” saco la carpeta del buen aspirante. --Tomad Señor la documentación que habéis solicitado. Dios abrió la carpeta y moviendo de forma pausada su cabeza, asentía con benevolencia a lo que estaba escrito en los papiros celestiales. --No está mal, no está mal,- repetía el buen Dios-, tendré que echarle una mano al muchacho. --Mira hijo mío, no te preocupes por nada, disfruta de tu consagración y te prometo que cuando ingieras el vino sentirás una enorme felicidad. --¡Gracias Dios mío!. Exclamó el monje con lágrimas en los ojos. El domingo por la mañana se celebró la magnífica ceremonia. Fray Mariano cubierto con el alba, cíngulo y manípulo se arrodilló delante del obispo y recibió su bendición. Le pusieron la casulla y se dirigió al altar para celebrar su primera misa. Cantos gregorianos con el deje de Solesme llenaban de fervor el templo. El olor a incienso embriagaba el ambiente. En la primera fila, los familiares emocionados. En un reclinatorio solitario, la madre contemplaba con admiración a su Marianín. La mano del fraile levantó el cáliz y se acerco a la boca. Estaba nervioso. ¿Se acordará Dios de la promesa ?,-se preguntaba. Pudo mas su infinita fe, que la duda y de un trago vacío la copa dorada. !Esta muy rico!, se miró y vio que ningún problema se presentaba. Se volvió al público para impartir la bendición y al mirar a su madre vio a esta con la mirada fija en el retablo del altar, donde el triangulo con el ojo divino, se mostraba con todo su esplendor. En sus labios leyó “Gracias buen Dios por quitarle el problema, pero el pago es muy fuerte ¿Qué hacemos con la cosecha?” 13


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