Sincretismo Afr-Religioso

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existían espíritus maléficos capaces de destruir su vida. Hay también seres humanos poseedores de conocimientos y poderes sobrenaturales capaces de luchar contra ellos40. En la sociedad bantú, el exorcismo era un momento muy importante para ver no sólo la manifestación de los espíritus diabólicos sino también para ver el poder de los exorcistas. Durante este rito, si el exorcista no tiene mucha fuerza para expulsar a estos espíritus, podrán salir del cuerpo del enfermo para reencarnarse en él. Entonces, durante esta ceremonia, el exorcista se preparaba muchos días antes porque tendría una lucha contra esos malos espíritus. Durante esta práctica, el exorcista se volvía muy peligroso, cambiaba de voz y de andadura, su mirada se transformaba incluso la atmósfera. Sabía forzosamente que debía salvar a una persona que llevaba meses y a veces años sufriendo. Así, el exorcista hacía el mismo juego que los espíritus, les preguntaba lo que querían y lo que hacían en esta persona que dañaban. Y ellos contestaban a su vez cada uno el por qué de su presencia en el cuerpo del enfermo. Después de este intercambio de preguntas y respuestas, el exorcista les pedía perdón y tomaba el compromiso de cumplir con todo cuanto le iban a pedir. Luego, se despedían y el exorcista aplicaba su tratamiento con las hierbas y otros elementos de la selva. Era una curación típicamente bantú. Sin embargo, para mejor comprender el mecanismo del exorcismo, tenemos que echar un breve vistazo sobre el funcionamiento de los espíritus. De manera general, distinguimos dos tipos de espíritus. Los que salvan y los que matan. Ambos actúan según para el bienestar de la persona que lo lleva o según para perjudicarle o para destruir la armonía y la quietud de la comunidad. Pero, son los malos espíritus quienes constituyen el verdadero problema del exorcismo. De hecho, una persona lleva un espíritu maleante cuando haya confesado a uno de sus padres, abuelos o tíos ciertos pecados sea de manera consciente sea de manera inconsciente. Una vez confesarse así, dichos espíritus empiezan a actuar de manera indirecta en ella. De vez en cuando, estos espíritus maléficos obraban sobre todo para molestar malamente a esta persona. Sea para impedirle que tenga por ejemplo hijos, maridos (para las mujeres) y esposas( para los hombres), sea para pedirle sacrificios humanos cada período del mes o del año. Durante estos momentos, el ser poseído ya no actúa como los demás sino que se vuelve ahora guiado por alguien, es decir la persona que se encuentra encarnada en su cuerpo. 40

DAMMANN, E.: ob. cit., p. 108.

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