Somos Guaicaipuro (Edición Nº 34)

Premio Aníbal Nazoa 2016

DICIEMBRE DE 2016 / AÑO 1 / Nº 34 www.alcaldiadeguaicaipuro.gob.ve guaicaipurosomos@gmail.com

EDICIÓN ESPECIAL foto clarens díaz

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Cronicadas

Somos Guaicaipuro ­— Diciembre de 2016

Los restos simbólicos del indio mayor reposan en el Panteón Nacional desde el 8 de diciembre de 2001. foto mayrin moreno macías

¿Quién le teme a Guaicaipuro?

■ Fue, según la leyenda, un feroz guerrero que defendió a su pueblo. Así parece testificarlo la estatua en la plaza de Los Teques que lleva su nombre.

Fue, sobre todo, temido, aunque hoy no tanto, cuando apenas resiste el despiadado paso del tiempo y los escurridizos misterios de la historia Marlon Zambrano SOMOS GUAICAIPURO

Cuenta Saúl Rivas-Rivas, uno de los más reconocidos expertos en temas indigenistas del país, que el presidente Hugo Chávez lo llamó un día a la trastienda del Teatro Municipal de Caracas antes de comenzar un acto para preguntarle por qué el 8 de diciembre se recuerda a Guaicaipuro. Su respuesta, que a Chávez le habrá sabido a poco, definió el confuso universo sobre el cual se teje la epopeya de tan misterioso personaje de la iconografía heroica venezolana: “Ni nosotros sabemos por qué”.

Tiempo después, en otro acto oficial cargado de simbolismo y martirio, el presidente Chávez anunciaba su retiro médico a Cuba para someterse a una nueva intervención quirúrgica debido al repunte de su enfermedad. Era el

8 de diciembre de 2012 y, tras en tono sereno recomendar la heredad de su mandato a manos del vicepresidente Nicolás Maduro, entonó el hasta entonces desconocido himno del Batallón Bravos de Apure, el “Patria Querida”, que se convirtió en su epitafio musical, un Día de Guaicaipuro.

Tres meses después se inscribió en la historia.

No parece casualidad: “Patria, Patria, Patria querida, tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol, Patria, tuya es mi vida, tuya es mi alma, ¡tuyo es mi amor!”, dice el coro emblemático del canto militar, que perfectamente pudo haber sido interpretado, guardando las distancias históricas, por el “principal” de los indios Teques, nacido bajo el manto del enigma y muerto un día de desconsuelo,

quizás en 1568 o 69. El 8 de diciembre pero de 2001 fueron incorporados sus restos simbólicos al Panteón Nacional, a partir de una muestra de las tierras mirandinas donde reinó y lo mataron con aversión porque era reconocido como un guerrero feroz que defendió a su pueblo a rabiar.

La historiografía lo resume con suficiente énfasis: “Aún después de muerto, infundía temor”, escribió José de Oviedo y Baños en su Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela, uno de los pocos legajos que refieren la épica de un personaje sobre quien no existen pruebas documentales concluyentes y se ha tejido un mito fundacional, bajo la idea de una bravura homérica como principio esencial del ser venezolano.

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Cronicadas

Somos Guaicaipuro ­— Diciembre de 2016

El círculo ritual Rivas-Rivas fue el principal promotor del acto simbólico que incluyó al cacique Guaicaipuro en el Panteón Nacional al dirigir, hace 15 años, la comisión que acometió esta cruzada y tras toda una vida de lucha en torno al reconocimiento de nuestro legado aborigen. Admite que pese a las dificultades biográficas, el trabajo del hermano Nectario María, Indios Teques y el Cacique Guaicaipuro, constituye un documento principal para comprender las causas y consecuencias de la temeridad del héroe, sobre todo para seguirle el rastro al destino de quienes le sobrevivieron después de que Francisco de Infante le diera muerte al amparo de la noche y la sorpresa, tras el empeño de Diego de Losada de pacificar a los nativos de estos territorios en su ánimo de estabilizar la región y hacer productiva la explotación agrícola y minera, después de que Caracas comenzó a tener importancia tras el hallazgo de oro en los alrededores de Los Teques.

“Las minas de oro de Los Teques eran fuerte aliciente para los

pobladores de Caracas y atrajeron poderosamente la atención de Christóbal Cobos, quien obtuvo que el Teniente de Gobernador de Caracas, Francisco Calderón, en 27 de octubre de 1572, le cediera la encomienda de Guaicaipuro…”, relata Nectario María en su obra.

En el salón Krisólogo Bastard, cuarto piso de un vetusto edificio del centro de Caracas donde funciona el Parlamento Indígena, con un ascensor art decó que asciende rugiendo como un mamut, Rivas-Rivas sentó a un grupo de seguidores en un círculo ritual para vernos las caras y hablar de Guaicaipuro. Había bellas representantes del pueblo pemón, jivi y wayúu atendiendo su explicación: “Guaicaipuro era un jefe espiritual, él sabía mandar obedeciendo, tenía formación chamánica”. Ese es un aspecto que explica, según contó, la extensión de su leyenda. “Hay algo que dicen los chamanes —cuenta Rivas-Rivas— que es que la realidad no es sólo la que se ve, la que se huele, la que se siente. Hay algo más profundo y el chamán es ese enlace entre lo visible y lo invisi-

ble, como el científico que usa el microscopio para ver lo pequeño y el telescopio para ver lo lejano”.

“Por las declaraciones de estos aborígenes y por las anteriores de varios testigos españoles es como hemos podido conseguir interesantes informaciones sobre los familiares de Guaicaipuro y el nombre de los demás principales de Los Teques, tribu integrada por numerosos jefes autónomos, sin que ninguno ejerciera dominio directo sobre los demás, aunque Guaicaipuro por sus cualidades, valentía y habilidad hubiese llegado a adquirir una envidiable influencia sobre la mayoría de los otros principales caciques Teques”, concluye Nectario.

La niña wayúu y el hombre incrédulo “Todos los pueblos indígenas pueden saber de nosotros a través de los sueños”, explica RivasRivas para insistir en el aspecto espiritual que ha afianzado el cariz místico de Guaicaipuro en el inconsciente colectivo hasta hoy, cuando se utiliza incluso en el aspecto religioso.

Saúl Rivas-Rivas: "La realidad no es sólo la que se ve, la que se huele, la que se siente. Hay algo más profundo y el chamán es ese enlace entre lo visible y lo invisible, como el científico que usa el microscopio para ver lo pequeño y el telescopio para ver lo lejano”

Pablo Molina, dramaturgo, profesor y poeta, nos refiere, apoltronados sobre unas banquetas de panadería en la esquina El Dato, en Los Teques, que esa razón, la mística, es una de las tres patas de una mesa a la hora de interpretar al héroe aborigen: hay un Guaicaipuro histórico y confuso, uno literario y el de los altares. Molina incluso va más allá: en sus indagaciones para recrear el mito fundacional, ha terminado por creer que Guaicaipuro no existió, al menos como lo han traducido los libros. “Todo tiene que ser revisado, yo no puedo creer casi nada de lo que escribió Oviedo y Baños”, argumenta.

“Se sabe poco del cacique Guaicaipuro, sólo lo que el presidente Chávez hizo referencia sobre él.

Sobre sus restos simbólicos en el Panteón sólo sabemos los que nos identificamos con la causa y militancia indígena y también su imagen aparece en el billete de 10.000 bolívares —y ahora en el de 2.000 según el nuevo cono—, pero tampoco se sabe que es el cacique Guaicaipuro. Igual sucede con los pueblos indígenas y sus verdaderas realidades. Sólo el presidente Chá-

Para Sául Rivas-Rivas, lo espiritual ha afianzado el carácter místico de Guaicaipuro. foto mmm

Guaicaipuro (1935). Pedro Centeno. Sala de Sesiones de la Cámara Municipal

La obra del hermano Nectario María es una de las fuentes más confiables sobre el tema

El más conocido texto de Oviedo y Baños narra episodios fantásticos sobre la conquista

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Cronicadas vez visibilizó a los pueblos indígenas con sinceridad y nos defendió.

Su lealtad a los pueblos vulnerables fue más allá de la palabra. Ahora nos queda seguir la exigencia de nuestros derechos humanos y un derecho más importante pienso que es el del buen vivir en nuestros territorios sanos, sin presencia de la extracción de la minería, de las religiones y la misma forma de llevar la política sin argumentos sinceros a los pueblos”, nos dijo Gloria Jusayu, activista indígena wayúu y actual encargada de la Dirección de Comunicación y Tecnología del Parlamento Indígena de América, Grupo Parlamentario Venezolano.

Gloria lleva atada por cada muñeca de sus brazos un caminillo de cuentas como amuletos protectores en varias vueltas ajustadas.

Se lo recomendó un sueño. Para la tradición wayúu —comenta—, la vida se signa por la interpretación de los sueños. Coincide con Rivas-Rivas. Fue en uno de esos viajes místicos que algún antepasado le indicó que debía usar esas pulseras como protección.

“A veces siento nostalgia porque no se profundiza el tema indígena en las instituciones públicas, en los ministerios. Por ejemplo, el Ministerio de Comunicación debe ayudar a promocionar por medio de micros de un minuto al menos dos veces a la semana en los medios públicos y privados. Sólo se toma en cuenta a los pueblos cuando es para resaltar su cultura de manera folclórica, seguimos siendo objetos de vitrina. Falta crear conciencia y la conciencia se abre a través del conocimiento de las cosas, los sucesos y todo lo que se mueve para valorarlo, para seguir los ejemplos que marcan la vida de la identidad indígena”.

El profesor Molina, quien leyó a Nectario María, Bolívar Coronado, Oviedo y Baños, José María Cruxent, Tulio Febres Cordero, entre otros, para reconstruir una memoria histórica que se acercara a la verdad y así escribir su pieza teatral ¡Ana karina rote, aunicon paparoto mantoro itoto manto!, encontró que existen muchas inconsistencias en lo que ha contado la historia sobre el personaje, pero cifró esperanzas en el nuevo cronista de Los Teques, Manuel Almeida, para descifrar los puntos de inflexión que lo han llevado a descreer en la argumentación que ha configurado a un Guaicaipuro de heroicidad sobrenatural.

“Las historias de nuestros pueblos indígenas son reales y a veces siento que eso no es ni la cuarta

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parte de los hechos que sucedieron, como las luchas, los espacios sagrados, triunfos y otras características y episodios que estuvieron en la puesta en escena. Lo que sucede es que algunos historiadores o cronistas jamás van a resaltar las fortalezas de los héroes indígenas.

Pero como cada personaje viene ungido por los espíritus de nuestros antepasados, de alguna manera están a la vista las acciones que sucedieron y continúan a través de líderes y lideresas sinceros y leales con su pueblo indígena”, contradice Gloria.

La plaza que se desplaza La imagen de Guaicaipuro que se yergue en la céntrica plaza tequeña resulta amenazante. Desde cualquiera de sus ángulos se observa a un guerrero que te va a atacar de un momento a otro. De alguna manera, es una venganza de la memoria ante el saqueo, el exterminio y el olvido. Es el Indio combatiente, obra del escultor valenciano Andrés Pérez Mujica, fallecido en diciembre de 1920. La pieza —cuentan algunas publicaciones— recibió un reconocimiento durante un evento expositivo en París. “Es la imagen épica de Guaicaipuro, con sus pupilas radiantes de coraje, con la mano diestra alzando un hacha de sílice, mientras la izquierda empuña el arco. Está desnudo, de pie, y cerca de las piernas yace el cuerpo abatido de otro indígena”, relata el libro de Rebeca Martín Los Teques y sus artes plásticas (apuntes para su historia).

De aquella imagen idílica ya no queda el arco, pero sí la mirada encendida del indio y un tributo de altar, bien una fruta y medio vaso de aguardiente, o una flor mustia, que agradece los favores recibidos o quizá la gesta ficcional o real que alguna vez permitió a los habitantes de estos pueblos imponerse al fiero hombre erguido de cuatro patas, pechera de hierro y arcabuz impetuoso que llegó a estas tierras a exterminar, sin temor a dios ni al diablo, aunque Guaicaipuro y sus huestes los combatió con fiereza mortal hasta sumirlos en un terror legendario.

Le pregunto a dos estudiantes de bachillerato si saben quién es ese señor que está en el pedestal de la plaza con cara de bravo y si no les asusta. Me miran de arriba abajo con un poco de asco y hacen gestos impasibles, alzando sus hombros en signo de absoluta indiferencia.

Me temo que hoy no les causa el más mínimo sobresalto. ■

El cronista de Guaicaipuro, Manuel Almeida, participó junto a Garcés en los actos oficiales del Día de Guaicaipuro, el pasado 8 diciembre. foto clarens díaz

Hay un Guaicaipuro histórico y confuso, uno literario y el de los altares.

Pablo Molina incluso va más allá: en sus indagaciones para recrear el mito fundacional, ha terminado por creer que Guaicaipuro no existió, al menos como lo han traducido los libros

Molina: "Yo no puedo creer casi nada de lo que escribió Oviedo y Baños". foto mayrin moreno macías

guaicaipuro Cuauhtemoc (canción) Aquí estoy Soy descendiente de los dueños Del continente Y he venido a reclamar ¡Todo lo que está pendiente!

Saquearon a mi tierra La violaron y asesinaron Y mi oro y mi plata También todo se lo llevaron Oh no No me hablen a mí De colonización Ni santa misión Oh si Yo los descubrí Ahora el mundo sabrá Lo que hicieron aquí Si sumamos Lo que se llevaron En estos 500 años No lo podrían pagar ¡Ni en 500 años más!

Y si además Les calculamos Todo el daño en sangre... ahora Deberían pagar ¡Entregándonos a Europa!

Debería existir Un tribunal mundial Para exigirles Justicia criminal E indemnización Civilización (CORO) Traje mi verdad Traje aquí mi voz ¡Guaica-Cuauhtemoc!

Traje mi verdad Traje aquí mi voz Traje mi verdad ¡Guaicaipuro Cuauhtemoc!

Paul Gillman

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Historia local

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"Guacaipuro" Reinaldo González D. SOMOS GUAICAIPURO

Plaza Guaicaipuro de Los Teques, calle Miquilén. foto víctor márquez

Los Teques no tenía Plaza Bolívar sino Plaza Guaicaipuro, por designio de sus moradores en 1853. Lo que para algunos patriotas, católicos o no, era inaceptable: la imagen del más recio de los caribes y no la del Libertador frente a la Catedral San Felipe Neri, se resolvió en 1927 moviendo la plaza del “guapotori” de “El Pueblo” a “El Llano”, de acuerdo a la sagrada nomenclatura tequeña (quienes han intentado modificarla o siquiera obviarla, han perecido “en extrañas circunstancias”).

Los reordenadores urbanos no fueron tan drásticos con la calle Guaicaipuro, un camino más o menos nivelado a lo largo de cuatro cuadras tradicionales que luego se aparta de la cuadrícula española para amoldarse a las sinuosidades de la montaña. Todavía comienza en la antigua residencia del doctor Matute, apreciado médico general; pasa por donde vivió el caballeroso Victorino Santaella (epónimo del principal hospital de la ciudad); continúa por el colegio Ave María hacia las Cuatro Esquinas (ángulos que surgen del cruce con la calle Ribas); saluda sin lástima ni resentimientos al cine Canaima (relegado a oficina electoral y otras especies), a la Catedral (reducida por el terremoto de 1967) y a la estatua ecuestre de Bolívar (que primero fue pedestre); avanza hacia la esquina El Dato (donde los chismes se pasaban con pan cubanito y café de la Panadería Moderna, en lugar de tequeños y pastelitos de Pasapalos El Dato); traspasa las honduras del sector Punta Brava y los picos de Residencias Miraflores hasta fundirse, acertadamente, con la plaza La India.

El nombre de Guaicaipuro pesa, aunque esté mal escrito según los documentos hallados por el hermano jesuita Nectario María en el Archivo General de Indias, en Sevilla, donde aparece más de 150 veces mencionado como “Guacaipuro”. Léase bien: sin la primera “i”.

Es uno de los tantos desaguisados atribuidos al neogranadino José de Oviedo y Baños, más dado a la escritura fantástica y a la búsqueda de sonoridad que al rigor historiográfico. Los manuscritos dan constancia de que el “indio principal” no vivió en los linderos de la “moderna” ciudad de Los Teques, sino

en Suruapay, lugar enclavado entre los actuales San Diego y San José, a las márgenes de la quebrada Paracotos (antes Paragoto). Tuvo un hijo mayor de nombre Baruta y dos hijas no identificadas; seis hermanos (Epicuro [Blas], Anariguaima, Amesaguar, Apequetene, Campocagua y Cuamacane); dos hermanas (Caycape y Tiaora); al menos seis sobrinos (Taguiarere, Cariguacane, Tacariguane, Caracuriguata [Juanico], Teguarere y Pategueime, todos hijos de Apequetene) y un nieto (Auyareguata, gracias a una de sus hijas). Su presunta esposa, Urquía, a quien amó con fidelidad desde los tempranísimos 17 años, sólo aparece en el libro Los caciques heroicos, publicado en francés, bajo el seudónimo del abate Jean Moulin, por el escritor venezolano Rafael Bolívar Coronado, un cuento desestimado por dos autoridades en la materia: Aníbal Carrasco, quien impulsa La Ruta de Maracapana —buena forma de andar y desandar los relieves por donde transitó la nación Teque— desde el Centro Huellas Karaíve, en Laguneta de la Montaña; y Saúl Rivas-Rivas, uno de los promotores del traslado de los restos simbólicos de Guaicaipuro al Panteón Nacional el 8 de diciembre de 2001, 471 después de su supuesto nacimiento (1530).

Guaicaipuro es también el municipio mirandino conformado por las parroquias Los Teques, Paracotos, San Pedro, Cecilio Acosta, El Jarillo, Tácata y Altagracia de la Montaña; el estadio donde Oswaldo Guillén aprendió casi todo lo que sabe de la mano de Ernesto Aparicio, hermano de Luis “El Grande”; un teatro, y luego cine, degradado a templo evangélico; el edificio más antiguo de la capital mirandina, erigido muy cerca de la esquina La Lucha; el motivo de la figura de bronce que vigila la entrada de Los Teques desde el cerro Pan de Azúcar, El Indio, esculpida por el artista plástico Benito Chapellín; y una cátedra de debate al aire libre que se realiza cada dos semanas en la plaza Danilo Anderson. También es inspiración de este semanario, que para quedar bien con todos, sustituyó la primera “i” por la silueta de la estatua que se levanta en la Plaza —por supuesto— Guaicaipuro. ■

FOTOGALERÍA

El Indio Mayrin Moreno Macías SOMOS GUAICAIPURO

El Indio (1974) Benito Chapellín Cerro Pan de Azúcar

Indio Guaicaipuro (1980) Edgar Corrales Alcaldía de Guaicaipuro

Imagen ubicada en la azotea del edificio Guaicaipuro, cerca de la esquina La Lucha

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Decir “indio” no es una equivocación.

El profesor Saúl Rivas-Rivas lo deja bien claro. Impuesto o no, sería una pérdida de tiempo pasar más de 500 años en una discusión acéfala.

Estos artistas hacen un homenaje perenne a nuestro indio Guaicaipuro y lo han dejado en lugares claves de la ciudad: un cerro, una escuela, una plaza, un edificio y un ente del Estado. ¿Quién en Los Teques no ha pronunciado su nombre?

Guaicaipuro (busto) Haroldo Suárez Escuela Taller. El Vigía El Indio (1974) Arturo Ros Plaza El Indio. Los NuevosTeques

Guaicaipuro (busto) Edgar Corrales Sala de Sesiones de la Cámara Municipal

El indio combatiente (1925) Andrés Pérez Mujica.

Plaza Guaicaipuro

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Opinión

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Guaicaipuro, un nombre del cacique Chávez

Somos Guaicaipuro Francisco Garcés Alcalde del Municipio Guaicaipuro

¡Somos pueblo en resistencia!

iván padilla bravo

E

Nuestro gran Guaicaipuro, insigne jefe guerrero de los pueblos más aguerridos asentados en Los Teques, fue protagonista de numerosas victorias en contra de los españoles que quisieron someter a los nativos en cuanto se hicieron hallazagos minerales en la zona. Hablar de Guaicaipuro es hablar de valentía, bravura, fuerza, liderazgo y convicción por defender su territorio.

Guaicaipuro gobernaba a los indios Caracas y Teques. Él ejercía un control directo sobre seis caseríos que estaban alrededor del cuartel general, en Suruapo o Suruapay, situado en lo que hoy conocemos como San José de los Altos, en nuestra querida parroquia productiva Cecilio Acosta. Como líder, alzó su grito de guerra contra los españoles, quienes para entonces explotaban minas de oro en tierras de los Teques y otras tantas en el país.

Guaicaipuro atacó y obligó a los conquistadores a abandonarlas, pero luego de innumerables batallas en el intento por apoderarse de nuestro suelo, el español Diego de Losada ordenó su captura y muerte. Con lanza en mano luchó hasta el final y antes que humillarse ante los invasores, resistió en su choza, a la cual prendieron fuego.

Un guerrero de tal estirpe fue durante siglos olvidado y casi prohibido. En las escuelas se nos enseñaba que los indios eran ignorantes y salvajes y que los españoles habían llegado a estas tierras para descubrirnos y traer las cosas buenas. Fue en la Revolución Bolivariana que se destacó el papel clave y la importancia en nuestra historia de Guaicaipuro y de toda la larga lista de jefes indígenas, como Baruta, Terepaima, Chacao, Naiguatá, entre otros, quienes dieron su vida por defender este territorio. Incluso, en la IV República, nunca se consideró seriamente honrar a algún aborigen, existía una especie de apartheid criollo, donde se quiso crear una especie de “Panteón” para los aborígenes, pues no existía la posibilidad para la oligarquía de que un indio estuviera bajo el mismo techo de los blancos criollos.

Es por ello que el Comandante Chávez ordena llevar los restos simbólicos de Guaicaipuro al Panteón Nacional el 8 de diciembre de 2001, para honrar su lucha y valentía contra el imperio español, algo inédito en la historia contemporánea de Venezuela, ya que quienes más tenían aceptación del pueblo para entrar al Panteón (Bolívar y Guaicaipuro) fueron quienes encontraron más obstáculos para entrar en aquella época en que la oligarquía gobernaba y la clase dominante decidía.

Como Alcalde del Municipio Guaicaipuro, me siento honrado de tener la responsabilidad de dirigir junto al pueblo de este municipio las políticas transformadoras que lograrán alcanzar la mayor suma de felicidad de todos los que aquí habitamos y hacemos vida. Ha sido y será una de mis mayores satisfacciones trabajar por poner en alto la tierra que vio luchar a nuestro gran Guaicaipuro, tierra de guerreros, de luchadores y de revolucionarios.

Yo me siento más indoamericano y afroamericano, que hispanoamericano, iberoamericano y latinoamericano Hugo Chávez

s gratamente impresionante saber que en pleno siglo XXI, las y los patriotas celebramos en 2016 el nacimiento del camarada cacique Guaicaipuro, quien vio y nos brindó luz desde 1530, mientras nos prometemos ser cada vez más fieles al legado amoroso de Hugo Chávez.

Maitana Caribe y Abya Yala es territorio Guaicaipuro, también Chavista. Ahora y antes se trata de un espacio de resistencia. Una trinchera de amor, pasiones ideas con sudor a pueblo.

El jueves 8 de diciembre se conserva registrado como el día del año cuando, al parecer, nació nuestro líder indígena. Para esa misma fecha, varios siglos después, y en expresión simbólica, sus restos fueron trasladados al Panteón de los inmortales de

la Patria. En esta misma fecha, las y los patriotas venezolanos optamos por expresar el orgullo y la felicidad de ser leales y amorosos con y por el Comandante Hugo Chávez.

Cuando una misma fecha conjuga a dos nombres históricos, símbolos de resistencia, libertarios, antiimperialistas y libertadores, lo primero que hace nuestro pensamiento es llevarnos a unificarlos en una misma idea, ésta que mueve nuestra militancia en la dirección de construir un mundo nuevo, socialista y posible.

Decir que Guaicaipuro es, entonces, un nombre del cacique Chávez, no resulta en exabrupto sino una metáfora de la misma convicción independentista de nuestros héroes de ayer, de hoy y de siempre.

Sacapuntas Xulio Formoso

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consejo editorial: Francisco Garcés, Yira Coronel, María Mercedes Cobo. dirección: Reinaldo González D. Coordinación editorial: Mayrin Moreno Macías. coordinación de prensa: Yerlis González. redactores: Yurimia Boscán, Marlon Zambrano, Arturo Argotte, Ericka Morian, Henny Argueta. FOTÓGRAFOS: Clarens Díaz, Jonathan Riobueno, Geraldine Galicia, Luis Manrique, Ángela Ramírez. diagramación: Reinaldo González D. colaboraron en esta edición: Víctor Márquez, Iván Padilla Bravo, Xulio Formoso, Aníbal Carrasco, Saúl Rivas-Rivas, Manuel Almeida Rodríguez, Harvey Herrera, Grupo Arwacos, David Urretia, Marcelino Mejías. distribución: Carlos Díaz Rangel. IMPRESO EN: Complejo Editorial Alfredo Maneiro (CEAM). DEPÓSITO LEGAL: MI2016000399

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Opinión

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Ana cariná rote... ¿Un grito de guerra? aníbal carrasco

A

finales del mes de octubre de 2012 llegó a mis manos el libro Costado indio, de Gustavo Pereira, de Biblioteca Ayacucho. Hacía ya mucho tiempo escuchábamos que Los Karive tenían un grito de guerra: “Ana cariná rote Amucón paparoto itóto nantó…” Eso nos gustaba y lo repetíamos muchas veces. La significación de tal grito era cosa poco conocida. Lo importante era el grito que indicaba batalla. Pero con el libro en la mano todo cambió. La cosa era realmente algo distinta. Unos “enfoques en la interpretación” cambiaban todo…

Gustavo Pereira, en el capítulo IV, “Sobre Kari’ñas o Caribes”, nos aclara con gran fundamentación que “Estos kari’ña o kariñako son los mismos caribes que resistieron durante siglos la dominación colonizadora, física y espiritualmente, aislados en las sabanas semidesérticas hasta el descubrimiento y posterior explotación del petróleo”.

Además precisa que “sus antepasados habían sido motejados de caníbales, sanguinarios, desalmados, holgazanes, sibaritas, sodomitas y demás epítetos degradantes”.

Es en ese marco histórico de referencia donde Joseph Gumilla introdujo un calificativo adicional: “Preguntados éstos —escribe en su obra El Orinoco ilustrado— ¿De dónde salieron sus mayores? No saben dar otra respuesta que ésta: Ana cariná rote. Esto es: Nosotros solamente

somos gente. Y esta respuesta nace de la soberbia con que miran al resto de aquellas naciones, como esclavos suyos; y con la misma lisura se lo dicen en su cara, con estas formales palabras: Amucón paparoto itóto nantó, Todas las demás gentes son esclavos nuestros.

Esta es la altivez bárbara de esta nación cariba; y realmente trata con desprecio, y con tiranía a todas aquellas gentes”.

Y como contraste definitorio y definitivo nos señala que Marc de Civrieux, en su libro Los caribes y la conquista de la Guayana española, prueba lo mal que Gumilla “traduce la frase Ana kariná róte (en realidad, según Esteban Emilio Mosonyi, na’na kariña rootema).

La frase significa algo bien distinto a lo difundido por el sacerdote jesuita: Nosotros somos gente de verdad, para demostrar que el gentilicio kari’ña se confundía —y se confunde todavía— con el concepto de ser humano.”

Según lo deja establecido Civrieux: “Se consideraba que la única lengua humana era la de la propia comunidad lingüística”.

Y culmina Gustavo Pereira diciéndonos que “Por lo demás, parece experiencia universal la autoafirmación étnica, que bien puede confundirse, si se abrigan prejuicios de la misma naturaleza, con la autosuficiencia que todo grupo

social homogéneo se atribuye en relación con otros. La propia obra de Gumilla es testimonio de ello.

Justamente una de las tareas primarias del colonialismo y el neocolonialismo fue y es despojar al colonizado de sus referencias espirituales privativas para poder convertirlo en verdadero colonizado. Domesticar su conducta, inferiorizar su cultura, sus costumbres, su organización social antes de imponer el nuevo dominio. “Robar el alma”, dicen los indios” (que desarrolla in extenso en su libro Historias del paraíso).

La interpretación de Gumilla es la que ha prevalecido y sabemos que ésta sirvió para incorporar un nuevo ingrediente a la descalificación de todo el andamiaje de Cultura Karive. Distorsiona el sentido de una de sus expresiones lingüísticas identitarias, para dejar sin asiento una manera de “Estar en la vida”. En un tiempo apelaron al Genocidio, luego le siguió el Etnocidio y para cerrar el ciclo acudieron al Lingüicidio, según siempre lo aclara lo mantiene lo desarrolla el historiador Saúl Rivas-Rivas. Nuestras indagaciones de Cultura Karive nos permiten afirmar que “Ana cariná rote Amucón paparoto itóto nantó” no es un grito de guerra, sino todo lo contrario: aquello que nos muestra con identidad propia y particularidad sólo puede ser un grito de vida: Nosotros (Los Karive) somos gente de verdad…

La hayaca y sus orígenes saúl rivas-rivas

S

i algo caracteriza a la hayaca o hallaca en los orígenes de la nacionalidad es su innegable ancestro indígena, y de esa ancestralidad, su indesligable matriz colectiva: es, por ejemplo, inconcebible que alguien haga hayaca para comerlas sin compartir con la familia y otras familias, con la comunidad y otros vecindarios. El compartir es el humus, el aliento vital del chamanismo comunitario bajo el fuego sagrado de un nuevo espíritu navideño. Tienen su toque celestial y nuestros mártires y libertadores también son llamados a la Mesa Común del poeta Walt Whitman.

Los animales y las plantas. El sapo, la oruga y el guijarro.

Lo viejo y lo nuevo se encuentran con todos los tiempos de nuestra historia. Indígenas, afroamericanos, mujeres y blancos de orilla de Las Islas, hermanados en relaciones de trabajo esclavócratas, patriarcales y semi-feudales, como carne de cañón para abrir caminos al capitalismo.

Le hemos dado a la hayaca en cada navidad, en cada fase de su desarrollo histórico, un nuevo espíritu colectivo, una nueva estética culinaria, nuevos enriquecimientos de presentaciones, aromas, colores y sabores en sus guisos, amarres y envolturas. Luego en la mesa servida y compartida. A pesar de las crisis y las guerras soterradas bajo las amenazas del fascismo, que pretende robarnos la alegría y arrancarnos los sueños y esperanzas, quienes buscan romper la integración bolivariana, continental y caribeña.

Mercosur, Unasur, Petrocaribe, la Celac. Pero el ALBA estará en la resistencia y emancipación.

Los hispano-céntricos la reclaman casi como suya, en las memorias y “los gustos barrocos de la colonia”, dejando a nuestra América sólo “el molde” o la osamenta: su envoltura de la masa del maíz y de las hojas de bijao o de plátano, mientras que la riqueza de sus ingredientes se le atribuyen a “lo barroco y multisápido de Europa” y “lo que trajo el conquistador”. Se refieren a las aceitunas, alcapa-

rras, pasas, almendras, carne de vaca, de cerdo o de pollo, ocultando otros elementos americanos. Preguntamos: ¿son de Europa o son de Egipto las aceitunas? ¿Son de Europa o de Asia Menor las alcaparras o las pasas, hijas del desierto? ¿No son la gallina, el ajo y la cebolla de la India? ¿Y es de Europa la carne de vaca? El pavo, otro ingrediente de nuestra hayaca, ¿no es de Centroamérica?, ¿o vino en el Mayflower de los peregrinos para hacerlo su plato típico? Además de otras carnes autóctonas de cacería o las nueces y almendras tropicales. ¿No son los ajíes y los pimientos, los tomates, cebollines silvestres, la papa y el onoto de América? Dicho sea de paso, siempre es recomendable en cada región simplificar el guiso de sus componentes para hacerla menos compleja y más digestiva, sin desmedro de sus olores, colores y sabores.

Pasando por sus modalidades vegetarianas.

En definitiva, la hayaca o tamal es nuestramericana y de naturaleza intercultural a lo interno y a lo externo del continente en su continuo devenir histórico. Mucho de “lo que el conquistador trajo” no es europeo, sino expropiación y herencia de otros continentes. De África y Asia, luego de América.

Por esa vía es imposible impulsar el diálogo de civilizaciones, sin ignorar los profundos antagonismos sociales de clases, castas y estamentos, con sus racismos y eurocentrismos y la lógica de la razón instrumental del capital y la globalización neoliberal. Hemos denunciado siempre la tendencia de los historiadores de la alimentación de poner el énfasis en la gastronomía y no en nuestra diversidad agroalimentaria, la mayor del planeta, para negarle vitalidad y consistencia a nuestra identidad nacional y cultural, nacional y continental.

Plato ancestral de Abya-Yala, está en las huellas de un pasado y de un florecimiento colectivo este “pastel” de los siglos remotos, con su evolución y desarrollo en los últimos cinco siglos. Hija legítima del legendario maíz americano, con barbas de sol en sus mazorcas. Este tamal llamado

hayaca o hallaca, en cada familia y en cada región del país adquiere un toque especial, una personalidad local. Siempre hay, en cada familia, la sutil pretensión —muy legítima— de que “la mejor hayaca la hace mi mamá”. Lo esencial está en la alquimia de las manos de nuestras mujeres y de una nueva división del trabajo familiar y comunal.

Destaca en nuestra historia una especie de hayaca o de tamal itinerante (hayaca seca, como avío de viajeros). Uno de esos tipos recorría el Orinoco, desde Apure hasta Guayana, para darle aire de viajera en la temporada decembrina. Yendo más lejos, de Mesoamérica se extendió a varios países, incluso al archipiélago filipino, donde se hablaba el castellano además del tagalo, el cebuano y otros idiomas malayo-polinesios. ¿Por qué es “mestiza” o “sincrética” nuestra hayaca, convertida en “catira”, y no lo son los variados ingredientes y multisabores “europeos” o europeizados expropiados a todos los pueblos del mundo?

En síntesis, si algo enseña la hayaca, hallaca o tamal es precisamente lo contrario: que no somos ningún “pueblo nuevo”, que en el decir de Chávez, “somos tan nuevos y tan viejos como Europa”. Que lo esencial de la hallaca no está sólo en sus ingredientes sino en su matriz colectiva, en el encuentro afectivo y en el compartir, en su lucha interna contra el individualismo y el egoísmo, en la comunión en familia y en la comunidad de trabajo. Por tanto, ese plato típico venezolano, en definitiva, no cabrá nunca en el manto estrecho del hispanocentrismo de la “cultura única mestiza” y de un supuesto “sincretismo cultural”, en camino a la “asimilación” por parte del pulpo de la occidentalización compulsiva y unilateral, que ahora pretende anglo-norteamericanizarnos, negando los pesebres franciscanos para imponernos a San Nicolás y la efímera luz de sus arbolitos de navidad dolarizados y de las vidrieras de sus grandes centros comerciales. ¡No cambio la luz de los cocuyos por los avisos de neón!

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Somos la nueva nación Teque Manuel Almeida SOMOS GUAICAIPURO

Si nos preguntamos cuánto de nosotros hoy se lo debemos a Guaicaipuro, la respuesta más común será un rostro dubitativo y una negación en la punta de la lengua. Esto no sólo para personas de recalcitrante afición por lo europeo o foráneo, sino para casi todos los que reivindicamos el valor de nuestros pueblos originarios para la historia presente. Sobrepasando los modismos políticos y la retórica, demostrar en nuestra cultura el ascendente originario se hace cuesta arriba puesto que la herencia se oculta hoy en un velo de más de 500 años de dominio sistemático y eficiente.

Para superar esto, querámoslo o no, el primer reto que debemos asumir es que somos producto y paridura de Occidente, tanto en el statu quo como en la percepción del pasado. Pero ese Occidente no es Europa, a pesar de que muchos sientan un dolor profundo por esto. Así como en el lenguaje, cada región genera formas, relaciones, referentes y símbolos, de acuerdo a las relaciones geohistóricas desarrolladas, es decir, cada localidad y cada región son síntesis de procesos culturales que desarrollan los seres humanos en el tiempo y de esta manera construyen un espíritu que las define.

Así hoy hablamos de una nación Teque, que tiene raíces profundas en nuestros pueblos originarios y se ha alimentado de los procesos históricos vividos en el territorio a lo largo de los años. Mucho de lo que somos hoy se ha construido sobre los cimientos de una noción perdida. Esos cimientos son Europa, sí, pero mucho menos de lo estimado. Esos cimientos también son África y son pueblo Caribe, sí, y también mucho más de lo estimado.

Somos Tierra Caribe La nación Teque ocupó las tierras conocidas hoy como Altos Mirandinos. El sitio predominante fue Suruapo o Suruapay, hoy San Diego y San José de los Altos. Estas eran zonas privilegiadas que se ubicaban en las laderas y afluentes del río Paracotos. Junto a ellos, en el lugar que hoy es Tácata y que pertenece al municipio, vivían los Quiriquires. Ambos eran naciones de la familia Caribe, que tuvieron una vida y una memoria aquí 3.000 años antes de la llegada del conquistador, es decir, 1.500 años antes del nacimiento de Cristo.

Los Teques fueron un pueblo activo y de costumbres sencillas, tanto en la unión de hombres y mujeres como en su divorcio. Tenía buenas tierras para cultivo y animales para la caza, por lo que sembraron yuca y ñame, además de cazar con arcos. El gobierno de esta nación era colectivo y las decisiones eran asumidas por consenso de la asamblea, que era el poder más relevante e inmediato.

No había que coordinar reuniones, simplemente sentarse a comer y conversar. Entre las cabezas de familia se escogía al jefe de la aldea, lo que describe una organización que se comprendería hoy en el concepto de comuna, puesto que el poder está diluido en las decisiones colectivas.

La relación de los Caribes con la tierra no era de posesión, ya que la tierra no era de nadie, es decir, que era de todos. Además se sabe que incineraban a sus muertos y si éste era un guerrero, jefe de grupo o piache, se preservaban los huesos y se colgaban en el techo de la choza como referente simbólico de un período.

Cuando ocurría una amenaza bélica, los jefes de las diferentes aldeas elegían a un jefe guerrero al que, presumiblemente, asesoraban en un consejo de la coalición.

La ciudad de Los Teques vista desde la estatua El indio, en el cerro Pan de Azúcar. foto mayrin moreno macías

Representación del modo de vida de los indios Teques. ilustración édgar corrales

El gobierno de esta nación era colectivo y las decisiones eran asumidas por consenso de la asamblea, que era el poder más relevante e inmediato

Sobre la Lanza de la Montaña Guacaipuro, tal como lo reseñan los testimonios de cronistas y viajeros, fue el líder electo por la nación Teque cuando se supo del arribo de las fuerzas conquistadoras a las tierras venezolanas. Tenía aproximadamente 30 años cuando fue escogido por su pueblo para enfrentar a los españoles, que llegaron al territorio y se interesaron por la explotación del oro. Las expediciones comandadas por Francisco Fajardo, Pedro de Miranda y Juan Rodríguez Suarez fueron rechazadas una y otra vez.

Aquí se expone la influencia, puesto que los conquistadores seguían rutas, sendas y picas que

habían sido creadas por los nativos. De tal modo que la ocupación del territorio dependía casi exclusivamente de los pasos dados por los originales y poco hubiesen avanzado los españoles en estas tierras sin esas rutas previas y esos pasos dados sobre la memoria Caribe.

Los Caribe, con Guacaipuro al mando, mantuvieron en jaque la conquista. A pesar de ser un pueblo belicoso y aguerrido, no desarrollaron armas para la guerra y usaban sus implementos normales de cacería, de modo que no tenían a la guerra como prioridad, como sí era el caso de los conquistadores. A pesar de esto,

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La ruta de Fajardo

los conocimientos del terreno, un estilo de furtividad y guerra de guerrillas evitaron por años la penetración y la toma de las tierras.

Luego de siete años, la coalición Caribe, liderada por Guacaypuro, intentó grandes combates y fue derrotada en San Pedro (1567) y en Maracapana (1568, hoy Catia). En ambas el gran enemigo fue Diego de Losada, que gustaba de hacer empalar a los pueblos conquistados.

Ya desde que Bartolomé de las Casas (1484-1566) publicara su Brevísima Relación de la destrucción de las Indias (1552), la Corona se planteó un problema ético sobre el trato a los naturales. Este problema no lo tenían los conquistadores que, lejos de la metrópoli, se permitían diversos atropellos. Sin embargo, en la mayoría de los casos construían coartadas fiables para las leyes vigentes. Esto fue lo que hizo Diego de Losada.

El nombre de cacique fue un cargo de pompa y jerarquía social que fue adoptado por los conquistadores y dado a los líderes de los pueblos hechos súbditos de la Corona. Cuando Diego de Losada nombró cacique a Guacaipuro, lo hizo como una estratagema para: a) hacerlo inconsultamente un funcionario real; b) establecer la resistencia como traición; c) justificar un proceso sumario hecho en ausencia y sentenciar su asesinato con un artilugio legal que salvaguardaba a los ejecutantes.

El líder Teque fue asesinado por Francisco Infante y Sancho de Villar con la ayuda de nativos conocedores del lugar en fecha imprecisa de 1568, tal como lo ates-

tiguaron Almere, Arue y Epicuro, habitantes de Suruapo para la fecha. Los sucesores no tuvieron la fuerza para continuar la lucha, de modo que Los Teques se desperdigaron hacia los valles de Aragua o hacia el sur para mantener su estirpe. Parte del pueblo, sin embargo, se quedó y se confinó en sectores de la ciudad que se fundaría posteriormente, como San Corniels.

Los nativos fueron adaptándose al conquistador y atestiguaron la llegada de hombres y mujeres de otras naciones y culturas que construirían y consolidarían las diversas culturas, entre las que se encuentra nuestra nación.

Cuando se concreta la muerte de Guacaipuro a finales de 1568 (¿o principio de 1569?), los principales de la nación Teque eran Querequepano, Curutayma, Aguaramare, Popure, Piaqueima, Epoyma, Popuy, Topeco, Chadayma, Guayamate, Pamara, Guariscate y Pacuare. Éstos no tuvieron la fuerza para continuar la guerra y fueron dados en diversas encomiendas por el teniente de gobernador Juan de Guevara. El pueblo de Guacaipuro y el de Guayamate fueron encomendados a Andrés González el 3 de febrero de 1571.

Posteriormente, Christóbal Cobos, en su ambición por las minas de Los Teques, ideó una estratagema en la que convenció al entonces teniente de gobernador de Caracas, Francisco Calderón, para otorgar la encomienda de Guacaipuro a Ambrosio Hernández, un aliado cercano que la recibió el 27 de septiembre de 1572, y luego, el 27 de octubre siguiente, se la cedería a Cobos.

Hijo de una guaiquerí y un español, Francisco Fajardo armó tienda del lado de la Conquista

Los conquistadores seguían rutas, sendas y picas que habían sido creadas por los nativos.

De tal modo que la ocupación del territorio dependía casi exclusivamente de los pasos dados por los originales y poco hubiesen avanzado los españoles en estas tierras sin esas rutas previas y esos pasos dados sobre la memoria Caribe

Las imágenes de las páginas 11 y 12 fueron tomadas del libro Historia de la conquista y fundación de Caracas, Hermano Nectario María, 1979

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Historia local La Encomienda El régimen de la Encomienda fue una creación de la Corona española en la que se otorgaba el territorio de un pueblo conquistado, como el Teque, a una persona “encomendada” de instruir a los nativos, la que recibía en “retribución” el trabajo de los nativos para la sustentación propia y de sus familiares. Éste era un cargo muy apetecido, pues se perfilaba en los primeros años como un nuevo sistema feudal.

Se asume que muchas ciudades, incluida la capital mirandina, tuvo sus orígenes en estos asentamientos españoles mantenidos por los que serían llamados luego “pueblos de encomienda”. Pero se olvida en tal caso que estos asentamientos tenían su origen, precisamente, en las tierras originarias, es decir, que este sistema parasitaba en los lugares de los nativos y de ellos extraía su esencia. Tiempo después los uno y los otros se

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fueron diluyendo, dejando vestigios de un pasado ancestral, sobre todo en la alimentación adoptada, en el uso de la tierra, en la unión familiar y en el desarrollo de una cultura diversa.

Más allá del Sistema hay una cultura Para los españoles, era parte de su estrategia demonizar al pueblo Teque y a su principal guerrero, al que convirtieron en la representación del Mal, frente a su disciplinado y experimentado ejército apertrechado con lanzas, espadas y sables, armaduras, cotas de malla, cascos, guantes de hierro. Ellos, “los buenos”, traían una cultura del asesinato muy avanzada.

Por fortuna, esta demonización no prosperó en la memoria y a Guacaipuro se le vio como representación de la fuerzas y el coraje de la nación Teque.

El guerrero se mantendría en

La serranía de Terepaima, donde hoy se encuentra Laguneta de la Montaña

la memoria, apareciendo en la obra de José de Oviedo y Baños: Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela (1721), una novela histórica que destaca una narración fecunda sobre el pueblo Teque y su principal guerrero. En ese momento la obra de Oviedo y Baños sirvió para realzar el papel del español a través de la conquista. Tiempo después (1835) sería reeditado por el gobierno de José Antonio Páez como parte de su proyecto de constitución identitaria de la nación venezolana. Con la reedición de este libro surgieron diferentes proyectos editoriales que realzaron la imagen del líder Teque. Y su influencia ha sido enorme. Como ejemplo está que algunos de sus pasajes son asumidos como historia oficial, el nombre dado por Oviedo al guerrero se adoptó para la posteridad, siendo distinto del histórico (Guaicaipuro por Guacai-

El 26 de abril de 1938, el Concejo Municipal nombró el 8 de diciembre como el Día de Guaicaipuro.

Aunque no se encuentra en la ordenanza, es probable que para el momento de su promulgación se manejara esta fecha como el momento del asesinato

puro). Esto último valió incluso para que en 1853 se constituyera el cantón de Guaicaipuro, formado por los pueblos de San Diego, San Antonio, San Pedro, Paracotos, Carrizal y Macarao, cuya cabecera se encontraba en Los Teques. Ahí comenzaron a bautizarse, como es natural, las calles principales, la plaza mayor, los edificios más altos y los lugares más emblemáticos de la oficialidad con el nombre del guerrero, que superó la demonización inicial para constituirse en la representación de la oficialidad local.

Pero más allá, Guaicaipuro tiene un lugar destacado en nuestra cultura popular, pues se incorporó a los panteones espirituales de los pueblos y barriadas. Junto con él se encuentran Bolívar, el negro Felipe, María Lionza y otras “materias” que mantuvieron una vela encendida por la memoria de nuestro guerrero.

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Tal vez para los más puristas, esta sea una razón desdeñable, pero no es poca cosa el hecho cierto de mantener a una figura como referente simbólico en el transcurso de los años con mayor eficiencia que muchos libros de historia.

El 26 de abril de 1938, el Concejo Municipal nombró el 8 de diciembre como el Día de Guaicaipuro. Aunque no se encuentra en la ordenanza, es probable que para el momento de su promulgación se manejara esta fecha como el momento del asesinato.

Lo cierto es que a partir de ese 8 de diciembre de 1938 la municipalidad recuerda al guerrero y celebra su gesta.

A esta epopeya íntima por la memoria de nuestra nación Teque se suma la patrimonial lectura de las piedras de la plaza que, año tras año, Salvador “Chito” Aguilar realizaba para deleite de los asistentes.

El 8 de diciembre del año 2001, el presidente Hugo Chávez elevó a Guaicaipuro al Panteón Nacional, haciendo así un reconocimiento al valor de la cultura Caribe, puesto que fue esa cultura la que motivó a nuestro guerrero a su lucha.

De esta manera se reconocen todos los procesos generados en el continente por la defensa y resistencia de los pueblos originarios.

Luego de siglos de dominación y sometimiento cultural sobre nuestro continente, se reivindica a los sectores invisibilizados en el gran discurso histórico nacional, latinoamericano y mundial.

Es imperante recordar a Guaicaipuro como un gran hombre que plantó cara contra el dominio y la desaparición de su gente y su forma de vida solidaria. Debemos verlo como un líder carismático que sembró afecto en su gente e infundió temor en sus enemigos.

Sobre todo, debemos apreciarlo como la representación de un mundo que puede vivir por milenios en armonía con la tierra y con los otros; una muestra de eso que queremos y podemos ser como sociedad.

Guaicaipuro vive en la sangre nuestra, vive en los pasos recorridos hoy, que son los mismos que recorrieron los antiguos Teques; vive en las casas alzadas en cayapa; vive en la tierra que da frutos, vive en la memoria de los ancestros, vive en la esperanza de un futuro mejor. Guaicaipuro vive en el corazón que late por la vida de nuestros hijos e hijas.

Vive en nosotros. ■

Guaicaipuro sembró afecto en su gente e infundió temor en sus enemigos

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Guaicaipuro: un guerrero inven Considerado el más grande líder indígena que enfrentaron los colonizadores españoles, fue un estratega natural, con un don de mando legitimado, que agrupó a todos los caciques y guerreros de la época

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Infografía: Harvey Herrera

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CRONOLOGÍA

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Los Lirios

Guacaipuro fue, sin duda alguna, el más firme guerrero que encontraron los conquistadores españoles en las recién invadidas tierras venezolanas (1498).

Cacique de los indios Teques y Caracas, lideró la resistencia a la penetración europea en la zona norcentral de Venezuela a partir de 1560. Asumió el cacicazgo cuando tenía 20 años.

El área que actualmente ocupa la ciudad de Los Teques fue poblada por varios grupos indígenas, que contaban cada uno con su propio cacique. El pueblo de Guaicaipuro era uno de los más grandes.

Su hijo mayor, Baruta, se convirtió en cacique y dominó el área del municipio que hoy lleva su nombre.

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El Cacique Guaicaipuro

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Defensor del pueblo indígena

Guaicaipuro vivió en Suruapo o Suruapay, lugar enclavado entre los actuales San Diego y San José, a las márgenes de la quebrada Paracotos

Hacia 1560, los españoles encuentran oro en el área de Los Teques y comienzan a poblar la zona para extraerlo. El cacique Guaicaipuro ve sus tierras invadidas y junto a otros caciques aliados, como Terepaima, atacan a los españoles y los obligan a abandonar el lugar.

Guaicaipuro, indio inteligente y aguerrido, opuesto hasta su muerte a que los extranjeros ocuparan su suelo, co

1560

1561

1562

1564

1566

Fajardo funda El Collado en el puerto de Caraballeda.

Toma fuerza considerable la resistencia de Guaicaipuro y sus aliados.

Levantamiento en armas del cacique de los Taramainas, Paramaconi, quien ya era aliado de Guaicaipuro, destruyendo el hato de San Francisco fundado por Fajardo en el sitio denominado Catuchacuao (quebrada del Guanábano).

Tropas de Guaicaipuro obligan a Juan Rodríguez Suárez a replegarse en El Collado, donde estaba Fajardo.

En junio sale el capitán Luis de Narváez, con 70 a 80 españoles, algunos indios y unos esclavos para enfrentar la resistencia indígena del centro del país. Al llegar al sitio donde está hoy El Consejo, estado Aragua, se encuentra con las fuerzas de Guaicaipuro dirigidas porTerepaima.

Muere Narváez junto con su tropa.

El gobernador de Cumaná, Alonso Cobos, condena a la horca al mestizo Francisco Fajardo. Un hijo de Cobos va a ser posteriormente nombrado encomendero de los indios Teques.

Muere en Madrid Fray Bartolomé de las Casas, religioso dominico nacido en Sevilla, destacado en su defensa de los pueblo indígenas desde su propio punto de vista religioso.

Guaicaipuro, el principal de los indios Teques, destruye el Real de Minas fundado por Juan Rodríguez Suárez, dando muerte a todos los que estaban en el lugar. Antes había corrido del mismo lugar a Pedro de Miranda, otro conquistador enviado por el Gobernador.

Rodríguez Suárez sale para Borburata a enfrentar a Lope de Aguirre. Al llegar cerca de Los Teques, a la loma de Las Cocuizas, en Laguneta de la Montaña, es víctima de un cerco militar que le tienden Guaicaipuro y Terepaima, donde encuentra la muerte con todos sus acompañantes.

Guaicaipuro y Guaicamacuto desalojan a los españoles de su territorio en el litoral.

1563 El pueblo del cacique Guanauguta da muerte en Catia La Mar a Diego García de Paredes, uno de los conquistadores más temidos de la época, quien había fundado Trujillo y con Diego de Losada redujo a los esclavos e indios alzados con el negro Miguel en 1552.

1565 1565–1566. Diego de Losada prepara su ejército en Occidente.

Guaicaipuro mantiene la defensa del territorio, que se extendía desde Cúpira hasta el Lago de Valencia.

Atacan Cumaná y Borburata corsarios ingleses al mando de John Hawkins.

Juan de Buen Tiempo, pirata francés, ataca Borburata.

A finales de 1566 o inicios de 1567, Losada emprendió su marcha desde Barquisimeto hacia Valencia, pasando por Villa Rica (Nirgua), donde estaban las minas de Buría en pleno rendimiento.

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ncible Datos sobre Guaicaipuro y los indios Teques Cacique aliados de Guaicaipuro

amiliares Hijos

Nieto

Baruta

Auyareguata

Hija 1

Guaicaipuro

Hija 2

Hermanas Tiaora

Amesaguar

Sobrinos Cariguacane Tacariguane

Diego de Losada

Guaicaipuro es derrotado por Diego de Losada en la batalla de San Pedro de los Altos (25 de marzo de 1567).

Luego avanza hacia Caracas.

Ver Los indios Teques y el Cacique Guaicaipuro.

Hermano Nectario María. Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos. Los Teques. 1987.

Otros Caciques Teques Querequepano Terequepano Curutayma Aguaramare Popure Piaqueima Epoyma

Curacuriguata Epicuro

Pedro Matheos Marcos Gómez de Cascajales Agustín de Ancona Francisco Román Hernando de la Cerda Francisco Maldonado Francisco Maestre

Suruapo o Suruapay, lugar donde vivió Guaicaipuro y donde lo mataron.

Turbapo o Turba Camayacana, junto a Turba Capuricano o Capiacano Guaraguacano Guarairacano

Hermanos

Anariguaima

Francisco Fajardo, el mestizo (1555-1560) Pedro de Miranda Juan Rodríguez Suárez Luis de Narváez Diego García de Paredes El gobernador Bernáldez

Encomenderos de los indios Teques

Principales asentamientos de Los Teques

Caycape

Apequetene

Naiguatá Uripatá Guaicamacuto Anarigua Mamacuri Aricabacuto Aramaipuro Baruta (hijo mayor de Guaicaipuro) Querequemare Prepocunate Araguaire Guanauguta (mató a García de Paredes) Urimare Parnamacay Chacao

Conquistadores derrotados

Teguarere

Campocagua

Patagueime

Cuamacane

Barita

Pacuare Tucucuay Topeco Chadayma Guayamate Guariscate Yaremo

ombatió a aquellos hombres que sobre bestias enarbolaban el acero contra sus desnudos cuerpos

1567 Encuentro de las tropas de Diego de Losada con los Arbacos y Teques en la cuesta de Las Cocuizas. Las tropas de Losada prosiguen su marcha en medio de emboscadas de indios.

25 de marzo: Batalla de San Pedro Al llegar al sitio donde después se fundó el pueblo de San Pedro de Los Altos, un ejército de 10.000 indios, bajo la dirección del principal Guaicaipuro ataja el paso a Losada.

Los indios Teques sufren pérdidas cuantiosas, pero reanimados por los Tarmas y Mariches, retoman el combate.

Guaicaipuro es atacado de nuevo por la retaguardia, lo que produce la desorganización de sus fuerzas.

Con sus fuerzas diezmadas Guaicaipuro ordena la retirada, dejando el campo de batalla sembrado de cadáveres.

El historiador Telasco Mac Pherson califica esta batalla como el más reñido encuentro de la conquista librado en territorio venezolano.

Avanza hacia Caracas Diego de Losada, consolidando su proyecto de conquista. La resistencia india no se da por derrotada y concibe nuevos planes de defensa.

El capitán Jacques de Sores recibe 1000 pesos en Borburata para que no queme la ciudad.

1568 La estrategia de los pueblos y caciques aliados al mando de Guaicaipuro estaba lista para caer sobre Caracas por sorpresa, pero se interrumpe por el encuentro inesperado de las tropas de Los Teques con 60 españoles al mando de Pedro Alonso Galeas, quienes buscaban alimentos que eran escasos en la ciudad. Guaicaipuro creyó descubierta la estrategia, disipó su ejército e inició la prudente retirada.

Algunos caciques aliados, al ver que Guaicaipuro no llegaba, atacan en forma aislada y son derrotados (Batalla de Maracapana).

Al final de ese año, Guaicaipuro es considerado un peligro público por ser el cacique con más prestigio para levantar a los pueblos indígenas del centro del país.

Un día de diciembre, en horas de la noche, 40 españoles bien armados (otros dicen que 80 y hasta 150) salen por sorpresa desde Caracas hacia el sitio llamado Suruapo o Suruapay, en los márgenes de la quebrada Paracotos o Paragoto, lugar secreto donde vivía el cacique Guaicaipuro.

Allí encuentran al cacique durmiendo en su bohío y optan por incendiar la casa y hacerle un cerco militar.

Guaicaipuro armado con la espada que había sido de Juan Rodríguez Suárez trata con sus 23 flecheros de romper el anillo y muere peleando entre las llamas.

1570 La muerte de Guaicaipuro constituye un serio golpe para los indios de la región, pero no significó una pacificación inmediata del valle de Caracas y sus alrededores.

Paramaconi, cacique de los Taramainas y miembro de la alianza de Guaicaipuro, es reducido por Garci González de Silva en combate cuerpo a cuerpo. Creyéndolo muerto, el colonizador español se va y lo deja.

Paramaconi entendió que éste le había respetado su vida y un tiempo después va a Caracas a solicitar la paz, que le es concedida. Paramaconi fue el personaje indígena más importante después de Guaicaipuro durante esa época.

D

esde mediados del siglo XIX, en 1853, Los Teques comenzó a honrar la memoria del Cacique Guaicaipuro, feroz combatiente de las huestes conquistadoras españolas.

Con su nombre se bautizó la calle principal del pueblo, colocando su imagen en el salón de sesiones de Concejo Municipal y construyéndole frente al templo de San Felipe Neri (hoy Catedral) una amplia y enorme plaza.

Esto significa que los tequeños rindieron primero culto a su valiente indio nativo que a Simón Bolívar. Tarde, muy tarde, en la tercera década del siglo XX, es cuado los vecinos comprendieron que la ciudad carecía de una plaza Bolívar. Fue en 1926 cuando se enmendó este olvido, al darse cuenta que se acercaba la conmemoración del centenario de la muerte del Libertador.

Guaicaipuro es, sin duda, el símbolo emblemático de Los Teques. Él representa al altivo guerrero de la colina, el defensor del territorio, el rechazo al dominio extranjero, la exaltación de lo vernáculo, el custodio de la identidad. Para afianzar el culto, urgía erigir una estatua a este legendario cacique. El Gobierno nacional seleccionó El indio combatiente, obra del notable escultor valenciano Andrés Pérez Mujica, fallecido el 19 de diciembre de 1920. Esta imagen combativa mereció justicieros aplausos y mención de honor en el salón del Gran Palais de París.

Es la imagen épica de Guaicaipuro, con sus pupilas radiantes de coraje, con la mano diestra alzando un hacha de sílice, mientras la izquierda empuña el arco (*). Está desnudo, de pie, y cerca de las piernas yace el cuerpo abatido de otro indígena.

En 1924 la viuda de Pérez Mujica, doña Tatiana, se encargó de la fundición en bronce de la estatua en París y se convino que la obra mediría 2 metros y 28 centímetros de altura; y el pedestal 2 metros y 30 centímetros. Se entregaría la obra a los siete meses y se pagaría 30 mil bolívares por la fundición. Quedó terminada en los talleres Barbediene de París y fue inaugurada solemnemente en Los Teques el primero de enero de 1927 y no en 1924, como equivocadamente aparece inscrito en el monumento.

La Plaza Guaicaipuro, con su magnífica estatua, estaba ahora en otro lugar de la ciudad: en la calle Miquilén, en el sitio ocupado antiguamente por un modesto hospital y asilo de enajenados.

Precisamente ahí se efectuó el acto de inauguración con asistencia del presidente de la República, Juan Vicente Gómez, y un brillante discurso de orden pronunciado por el médico Enrique Díaz Vargas. Aquella primera mañana de 1927 todo fue alegría y regocijo en Los Teques.

Ildefonso Leal, “La estatua del cacique Guaicaipuro” Últimas Noticias, 29 de agosto de 2004

* El arco fue tomado prestado. Algunos ansiamos que sea repuesto

foto clarens díaz

II

¡Anakarina rote!

Selección: Yurimia Boscán

Fueros de Guaicaipuro I Piernas de araguaney, pecho de mangle, brazos de bosque antiguo.

Tu rostro de tabaco y de metales sacudía relámpagos de vidrio.

Flecha y arco y el grito delgado de tu flecha silenciosa.

Flecha y arco midiendo territorios, cobrando y recobrando tierra y sueños.

Flecha y arco y el odio “lamiéndose las huellas” y el miedo.

Espadas, cruces, cascos, llagaron la epidermis de tu suelo.

Y llamaste al hermano y al hermano tus súbditos caciques colosales.

Nervio con nervio reunidos, pulso con pulso atados.

De tu frente saltaron los caminos.

Huyeron de tu brazo guerreros y caballos.

De sol a sol el músculo encendido.

Noche a noche pensando, noche a noche sintiendo que la tierra y la sangre son el mismo desvelo. y hubo noche cobarde de cobardes, sombra de mal agüero. hiel de aceite las babas asesinas levantaron su lengua innumerable. y batallaste ardiendo hasta la frente y flecha y arco ardieron, y te quedaste antorcha para siempre. tuyo es el humo que alza el plumaje en el viento II Humo y sombra y el paso desnudo por el aire y desterrado.

Humo y sombra soñando territorios, recordando tu verde geografía.

Humo y sombra y el sitio de los ojos ocupado por lanzas y espinas.

Palmo a palmo registras chozas, huertos, aldeas y bosques desolados.

Buscas la huella de tu huella, buscas la sombra de tu signo errante.

Buscas el remanente de tus indios indómitos, rebeldes, formidables.

Y allí están. Desde el tiempo de alguna de esas piedras grises tuyas las miras en sus propios solares reducidos.

Frentes de fruto a punto de fracasar. Doblados.

Cobre marchito el cuerpo. Desvalidos.

Sobre la tierra propia, salobres, despojados, aprendiéndose a Cristo.

Y ves cómo barbados sacerdotes recogen gota a gota el sudor de tus niños.

Hijos de hijos de hijos de tus hijos.

Indios desamparados, desesperados niños rotos de llanto, látigo y olvido.

Y oyes crujir su sangre disminuida. y en la sombra levantas la sombra de tus ídolos con un dolor que sólo puede llorarlo un río.

III Tiempo y dolor, y alto de neblinas amargas tu penacho.

Tiempo y dolor poblando territorios, desandando consignas, gritos, flechas.

Tiempo y dolor y el vuelo poderoso ciego entre nubes y cadenas.

Brújulas, teodolitos y taladros laceran la epidermis de tu suelo sientes la nueva mano extraña, sientes el nuevo pie extraño, pisando, desangrando criaturas minerales, arañando tu cofia, tu raíz solitaria.

Y tú que ignoras cuando hemos rendido el alma al diablo, te asomas por el ojo de un goajiro, de un taciturno jirajara, de un anónimo arawaco; y le afinas la tierra, y le afinas la sangre, y le afinas la sombra milenaria.

Y tuya es esa flecha que ni se vio en el aire.

IV A la orilla del monte, a la orilla del río a la orilla remota de ti mismo —paso mudo y pupila vigilante— redibujas perfiles desteñidos y convocas secretos huracanes.

Y sostienes la frente que se inclina, y alimentas el pulso de cada mano atada; y el sudor y las sales, las carnes exprimidas, la entraña castigada, pulen el grito verde de tus viejos metales.

Desnudas torres turbias te amenazan.

Te cercan, te acribillan, navajas y alambres.

Puños de aceite y hierro te socavan.

Odios de alto voltaje te limitan.

Pero tu viejo corazón de mangle, Tu candela de aljaba clandestina, tu rosa subterránea estalla y se levanta todavía.

Rubenángel Hurtado

El poder es ave de paso que se puede perder ante cualquier resbalón, me dijo un día un viejo chamán en el río Sipapo. Mientras que la resistencia es sostenida.

Saúl Rivas Rivas

Cueva del indio y leyenda Amanece y te observo desde el fondo de esta hondura campesina Despierta el sol y alumbra tu oquedad en la montaña Emilia cuenta de su viaje de infancia a la gruta prohibida El que entra no sale –han dicho los mayores– Y es verdad que así fue que se tragó la tierra a un convecino Llegaron luego a practicar sus ritos de Lionza y tabaco de cortes principales a la boca de la cueva Los niños no pueden ver, es feo –han dicho los mayores– Y es verdad que así fue Dejaron los niños de recorrer las trochas Se enconcharon las bandas con sus armas y noches La cueva es peligrosa –han dicho los mayores– Y es verdad que lo es Ya nadie aventura hacia esos lados el camino Cueva mágica que presides la ciudad a su costado leyenda de tesoros enterrados de rituales ancestrales de guerrero Guaicaipuro y resistencia estás para los ojos que no para los pasos Memoria que la selva se come Memoria que la ciudad devora Tomás Martínez Sancho

III

Muerte de Guaicaipuro A Ramón Palomares Ya suben hombres y perros por la neblina ocultados los perros van silenciosos, los bozales apretados, los caballos llevan trapos a sus cascos amarrados.

Van de la noche al amparo, hombres, perros y caballos, que el plan ha quedado expuesto: Guaicaipuro traicionado.

La batalla ha sido dura.

La resistencia que han dado: la de un hombre contra cientos, contra perros y venablos.

El fuego quemó las chozas, los perros van devorando las carnes de los valientes que en sorpresa han sido hallados.

Perros y hombres bajan ya, genocidio consumado, mientras la tierrra se llora por la muerte de un hermano: el cacique Guaicaipuro, que fue su mejor aliado.

El rocío matutino mientras bajan castellanos, humedece sus caminos, mas es frescor en los campos que viene a cerrar los ojos al que murió libertando.

Tomás Martínez Sancho

Los Teques: ¿El presagio de nuestra derrota?

Guaicaipuro durmió esa noche en la parte baja de Garabato, desde donde podía ver la pequeña hendidura de San Pedro y, más allá, la más amplia anchura donde se asentaban los Teques. Era necesario porque se presagiaba para el siguiente día el gran enfrentamiento, la gran batalla con aquellos seres extraños que parecían sacados de otro mundo, con pelos en la cara y animales grandes de cuatro patas entre sus piernas.

Aunque tenían un tipo de arma que sonaba como un estruendo y mataba con algo que no se veía, aquellas personas extrañas eran tan pocas y sus propios guerreros eran tantos, que Guaicaipuro estaba seguro de que ese día los wacabaría a todos. Estaba seguro de que desde ese día volverían a vivir su vida, así como era ella, con sus risas y enojos, con sus tranquilidades y enfrentamientos con otras tribus, con los beneficios de la abundante naturaleza y también con los peligros y grandes enojos de la misma…pero ¡su propia vida!

Decidió dormir en Garabato esa noche con sus más cercanos guerreros para poder ver desde arriba el sitio de la batalla, los movimientos de los extraños y, también, de la gran cantidad de compañeros, incluso de otras tribus, que venían a unirse. La preocupación y un extraño sonido lo despertaron antes de tiempo y, restregándose los ojos, salió de la cueva. Se sorprendió cuando sus ojos vieron lo que había en la hendidura de San Pedro y los Teques: un lucerío que nunca en su vida había visto, pero no de antorchas. Eran luces fijas y pequeñas, muchísimas ¡demasiadas! En San Pedro y en la anchura donde vivían los Teques podía ver construcciones altas con luces adentro. Donde antes había naturaleza, árboles, verde, todo había sido arrasado y estaban esas construcciones asombrosas. De una de ellas, la más cercana, salía una música insolente y perturbadora que jamás había escuchado, y risas, muchas risas de gente como con exceso de hongos dentro. Había amplios caminos y por ellos se movían cosas como carrozas, pero que arrojaban luz hacia donde se movían. Una pregunta estalló en su cabeza como habían estallado los latidos de su corazón en el pecho: ¿Qué coño era eso?... y se desmayó.

Sus compañeros, sin extrañarse, lo atendieron y despertaron donde había caído desvanecido, en la entrada de la cueva. Su sonambulismo era conocido. Pero él tenía otra mirada. En su vida de guerrero había tenido muchas visiones, pero nunca como ésa… ¿había sido real? ¿había sido una pesadilla? En el interior de su abismo y mientras sorbía el brebaje que le daban, se preguntó: ¿Será el presagio de nuestra derrota?

Ramón Francisco Reyes

El mural de Los Teques (Fragmento) Hombre, hermano y amigo, tú separaste la piedra, tú apartaste la arcilla y a golpes de artista cazador, a golpes de artista recolector, diste forma y pusiste forma en la forma.

Estos grandes alfabetos del espíritu están allí, en la roca o atrapados en la arcilla cocida.

Lento caminaste porque penetraban profundo en el secreto, porque sabías que el tigre era también tu amigo y enemigo, pero un día, pájaro del amanecer, cambiaron las cosas, y llegaron los hombres de otras partes rompiendo el aire de cristal, quebrando la armonía del agua con sus grandes navíos, aterrando a los seres del bosque en profundidad de quebrada, para desde allí buscar el corazón, buscar la sangre del intruso.

Estabas tú, Guaicaipuro, padre de mis hermanos, soberano de la libertad.

Tú y muchos más se sumaron para resistir al enemigo que traía caballos, traje de metal o humo en sus manos. ¡Gloria a ti, Guaicaipuro, que vives en los hombres que tienen esperanzas!

Y de esta nuestra tierra fuimos extraños, como extraños de la suya aquellos del continente negro.

El tiempo y el amor unió en este suelo de los grandes ríos a hombres distintos, y en el dominar aparece América, lo que había, lo que vino y lo que será de tantos que aquí están.

Ramón Barrientos Arellano

De Suruapay en Los Teques hasta el Guaraira Repano, va el principal Guaicaipuro, tan libre como la brisa, sin yugo, baldón ni amo, caminando entre cascadas, arroyuelos cristalinos y mil sonidos de pájaros; como un resurgido Adán de un edecán americano.

Un día a su paraíso llegaron hombres extraños, con armaduras de hierro, arcabuces y caballos; con mosquetes y puñales, espadas, lanzas y látigos.

Entre las huestes venían millares de aventureros, ladrones y criminales, ex presidiarios y bárbaros, que a seres nacidos libres los trocaban en esclavos y unieron a sus martirios a millones de africanos que trajeron en sus barcos los traficantes malvados. Él luchó valientemente enfrentando a los tiranos.

No quiero aquí relatar tantas torturas que emplearon, que da vergüenza nombrarlos: Bartolomé de las casas fue valiente al denunciarlos.

No más estatuas a lozadas a corteses y pizarros; ellos llenaron la América con sangre de sus hermanos: Los mayas y los aztecas, Los incas del altiplano, Los tainos y arahuacos, caribes, timotocuicas, guaraníes y araucanos.

Más de cincuenta millones de seres sacrificados, para robar sus tesoros, sus mujeres, sus rebaños; para robarles sus tierras y el trabajo de sus manos.

El más grande genocidio que sufrió el género humano, una invasión criminal a un continente habitado por varias civilizaciones que cruelmente exterminaron.

Trescientos años después volvieron a ensangrentar este suelo americano; hasta que Simón Bolívar logró por fin libertarnos. ¡Oh! Cacique Guaicaipuro; a través de la ilusión de la distancia y el tiempo, Yo, nacido de ambas razas, A ti te tiendo mi mano, convencido de que eres el más representativo del pueblo venezolano.

Alejandro Caraballo

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Deportes

Somos Guaicaipuro ­— Diciembre de 2016

Un campo habitado por caciques ■ El Estadio Guaicaipuro ha albergado y formado a grandes exponentes de la pelota criolla Se jugaban tremendos partidos, con la participación de equipos de la localidad entre los que existía una enorme rivalidad, como los de El Pueblo y El Llano

Arturo Argotte SOMOS GUAICAIPURO

El estadio Guaicaipuro, el que conocemos en la actualidad, se construyó en 1955. Pero su historia comenzó una década antes.

Inicialmente se encontraba en el sector El Guarataro, en la calle Ribas, un poco antes de llegar al Puente Castro. No tenía las características ideales, pero contaba con un terreno bien arregladito, muros externos, pintaditos, aceptables dogouts, baños, además de unas modestas tribunas.

Se jugaban tremendos partidos, con la participación de equipos de la localidad entre los que existía una enorme rivalidad, como los de El Pueblo y El Llano.

Se pueden mencionar, entre otros, el Guaicaipuro BBC, que era propiedad del doctor Teófilo Moros; el Sucre BBC, que dirigía Juan Ramírez; y el Comercio BBC. Se jugaba una pelota de altos kilates, tantos que en una oportunidad, y con motivos benéficos, se jugó un partido entre la selección de Los Teques y las Estrellas Negras, invitadas de Los Estados Unidos.

Ese partido fue célebre, porque uno de los jugadores norteamericanos, Joshua Gibson, conectó el jonrón más largo en la historia del beisbol, al menos en el amateur. Su conexión fue a parar a una estación de gasolina que funcionaba en donde se encuentra actualmente el estacionamiento del Centro Comercial La Hoyada. Fue un tablazo como de 180 metros.

Y la historia del estadio que ahora conocemos es, además de amplia, digna de recordar. Episodios que muy poco se difunden, protagonizados por nuestra gente (muchos aún nos acompañan físicamente, pero como es obvio, con unos cuantos años encima).

En una oportunidad, se disputaba la gran final del Campeonato Estadal de Beisbol Categoría Infantil. Fue en los años 60. El crucial duelo lo protagonizaban el equipo de casa, que dirigía Héctor “Caraotica” Román, y el del municipio Brión. El encuentro estaba igualado a 6 carreras

Jugadores de la Liga de Beisbol Menor de Guaicaipuro en pleno entrenamiento. foto mayrin moreno macías

Habla la gente

Luis Monje

Pedro Mediavilla

“Por aquí han pasado excepcionales peloteros. Recuerdo cuando vino Luis Romero Petit, uno de los Héroes del 41, que asistió como invitado especial a un partido de la Liga Bolivariana.

También vinieron Víctor Davalillo, Antonio Armas y el difunto Baudilio Díaz. Fue durante un Caracas-Magallanes de pretemporada. Otros que nos visitaron fueron William Magallanes, de los Navegantes, y Carlos Quintana, de las Águilas del Zulia”.

“Tengo 21 años laborando en el Estadio Guaicaipuro, en el área de mantenimiento. Y de los momentos más emocionantes que recuerdo, está la visita que nos hizo ‘El Loco’ Torres. Fue con motivo de la inauguración de un campeonato máster. También recuerdo al popular Eleazar Lecuna, quien fue un gran short stop. Él murió. Era contemporáneo con otro muy bueno, ´El Chino´ Gallardo”.

umpire

en el inning 7, pero como ya era tarde, y el estadio no tenía iluminación, las acciones no podían continuar. Esa misma noche había que definir un ganador para que representara al estado Miranda en el campeonato nacional que comenzaría al día siguiente en Maracay. Por eso, el entonces

mantenimiento estadio

director del Instituto Nacional de Deportes, seccional Miranda, el difunto Manuel Mota, sugiere que se haga una carrera entre los managers desde el center field hasta el home play. La partida se da. “Caraotica” parte adelante y toma ventaja, pero cuando pasa por la intermedia, siente que su

Sus instalacionessirven para la formación de umpires

rival lo pasa como un rayo para ganarle la carrera y quitarle la oportunidad de viajar a tierra aragüeña.

El estadio Guaicaipuro también ha servido para la práctica del atletismo. El entrenador Elio Hernández le construyó una pista, a pico y pala, que fue la primera en toda nuestra región.

Allí se formaron muy buenas corredoras, como Trinidad Castillo, además de estrellas de las pruebas de campo, como Rafael Trómpiz (QEPD) y, bastantes años más tarde, Indira Galindo e Irma de Carpio. Además, allí

cumplían con una buena parte de su preparación física las selecciones locales y regionales de levantamiento de pesas.

Asimismo, en sus espacios funcionaba un gimnasio para boxeo, que dirigía el también desaparecido físicamente Ovidio Almeida.

Ha sido, además, escenario hasta para la lucha libre, eventos musicales, partidos pre temporadas del beisbol profesional de Venezuela y de los Juegos Escolares.

En los años 60, Manuel Mota organizaba las competencias estudiantiles más vistosas que se puedan recordar.

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Deportes

Somos Guaicaipuro ­— Diciembre de 2016

Construido en 1955, ha sido escenario de numerosos eventos deportivos y culturales. foto mayrin moreno macías

Ha sido durante 30 años la sede principal para los partidos de la Liga de Beisbol Menor de Guaicaipuro, así como de las categorías senior, máster y súper máster. De igual manera sirvió de escenario para encuentros entre los equipos de Los Teques y Carrizal, que se jugaban con gran intensidad.

Una escuela muy famosa que allí funcionaba era la que dirigía Ernesto “El Viejo” Aparicio, también fallecido, de la que surgió el grandeliga Oswaldo Guillén y otros buenos jugadores, como Ulises González, José Tabares (QEPD), Freddy Pérez y Pedro Mijares, quienes luego se convirtieron en tan buenos instructores como lo fue su maestro.

Y otra súper estrella que allí se formó fue el difunto Luis “Hueso” Navarro. Era extraordinario lanzador y en el estadio Guaicaipuro se lució en incontables oportunidades con el uniforme gris y amarillo. “El Hueso” ama-

ba esa instalación, tanto que pidió a sus familiares que allí lanzaran sus cenizas. Ese deseo se le cumplió.

Más acá, se han formado en su engramado otros renombrados jugadores que han participado en el beisbol profesional venezolano y hasta en las Grandes Ligas.

Resaltan Alexis Molalla, Raúl Padrón, Julián “Potro Loco” Pérez, Felipe Paulino y Miguel Rojas.

De igual manera sirve para la formación de umpires. Unos cuantos, y muy buenos, dieron sus primeros pasos en el estadio Guaicaipuro, entre ellos Eliécer Fernández y Jean Carlos Torres, que han laborado en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional; así como Luis Monje, con experiencia internacional en el beisbol menor.

Hasta la Venezuelan Umpire Camp ha realizado cursos en el Estadio Guaicaipuro para la formación de quienes se encargan de sentenciar en la LVBP. ■

Una escuela muy famosa que allí funcionaba era la que dirigía Ernesto “El Viejo” Aparicio, también fallecido, de la que surgió el grandeliga Oswaldo Guillén y otros buenos jugadores

Ernesto “El Viejo” Aparicio, hermano de Luis Aparicio “El Grande”

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FOTO CORTESÍA GRUPO ARWACOS

Pa’ la calle

Somos Guaicaipuro ­— Del 9 al 15 de Diciembre de 2016

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Cultura y otras hierbas

Somos Guaicaipuro ­— Diciembre de 2016

Arwacos hurga en las raíces Yurimia Boscán SOMOS GUAICAIPURO

La tierra de Guaicaipuro, albergue de los aborígenes Teques, Caracas y otras etnias, recibe satisfecha el trabajo de cinco jóvenes, habitantes de la ciudad, quienes junto a su mentor, Pablo Molina, han emprendido la titánica misión de investigar diversas fuentes históricas con el propósito de rescatar las leyendas indígenas de nuestros predios (sepultadas por los siglos) para recrearlas y socializarlas a través del teatro.

La idea surge del poeta, profesor y dramaturgo Pablo Molina, quien inquieto por el sostenido olvido de nuestras raíces, plantea al guitarrista Silvio Mencías, músico y director del centro cultural Villa Teola, la posibilidad de dictar un seminario sobre lo aborigen como planteamiento teatral. A Mencías le gusta la idea y da carta blanca para iniciar el proyecto.

A manera de antecedente Para el año 1992, Molina escribe Guaicaipuro: Ana Karina Rote, una magistral obra que cuenta con un guion para cine y una propuesta de montaje para teatro de calle, a través de la cual pone

sobre las tablas más de una veintena de actores que interpretan personajes venidos de diferentes tiempos, quienes confluyen en la escena para hacerle un juicio a Guaicaipuro. El cacique, que es el único que no aparece en cuerpo presente durante la obra, es juzgado por la Historia: Nicolás de Federmann; Juan Rodríguez Suárez, el hombre de la capa roja; Diego de Losada; un héroe de la Independencia; un obrero, un historiador, una hippie, una sifrina, amén de la reina Isabel y el rey Fernando, son algunos de los concurrentes al juicio para argüir sus razones y condenar al prisionero, cuya valentía parece constituir la más grande afrenta.

Aparece también la bruja Murmucuma, quien volverá a la vida en los nuevos planteamientos teatrales escritos más de 20 años después por los jóvenes pupilos del poeta Molina.

Se trata de Haramec Cárdenas, quien junto a Abimael Castañeda, ya venían trabajando con Pablo en la escritura de la pieza Conopoyma o el crecimiento de la corriente del río; así como Key Geraldine Palacios, Sofía Romero

Apacuana Grupo Arwacos Personajes • Guerrero • Bruja Murmucuma • Apacuana

ACTO ÚNICO Guerrero: Voy a morir mañana en Macarapana, mi muerte está marcada en batalla y voy a luchar con todas mis fuerzas en contra del conquistador español, soy un guerrero de estas tierras. Sé que voy a morir en Macarapana… y estoy enamorado de Apacuana… Ella la guerrera, más grande de los arbacos, los Caracas, los Paragotos, de todos estos valles y montañas, de los caribes que somos en estos parajes… la amo con furia al no poder hacerla mía.

El dolor me invade, me posee, cuando nos adentramos en la noche, los silencios en medio de este río van golpeando las frutas que viven a la orilla de la montaña y me devuelven en eco que ella no me amará jamás, hoy perderé la magia de la piedra de la macana y voy a estar indefenso mañana en bata-

Guirado y Felipe Ezeiza Briceño, participantes del seminario, quienes han sido guiados por los caminos de la investigación documental, haciendo arqueos de fuentes y entrevistas a los historiadores locales, entre ellos el investigador y politólogo Aníbal Carrasco, y el cronista de Guaicaipuro, Manuel Almeida.

Fruto de su esfuerzo, han producido las obras Terepaima o la muerte del hombre de la capa roja, Yoraco o el talismán mágico y Apacuana, una historia de amor y muerte, las cuales esperan ser publicadas y montadas para disfrute de los guaicaipureños.

El método Como todo buen poeta, Pablo sabe reconocer el talento cuando la vida se lo pone enfrente. Es así como en diferentes circunstancias va encontrándose con sus pupilos, a quienes, una vez inscritos en el seminario, de aproximadamente un mes y medio de duración, enamora primero con el planteamiento de su visión.

El primer paso es estructurar la idea de lo que se quiere y posteriormente dar las pistas sobre las

características de los personajes a fin de establecer los códigos que les servirán de faro a a la hora de hacer sus enfoques. No hay orden en el acto creador más allá del que impone la pasión de los jóvenes dramaturgos, quienes hacen sus aportes agregando parlamentos basados en sus investigaciones.

La lectura dramatizada pone la guinda al hallazgo histórico-creativo, y les permite visualizar todo aquello que admite mejoras, dando así los toques finales de manera colectiva. La cosa cuajó tanto, que el grupo ya tiene nombre: Arwacos, que significa aborígenes de la zona.

Para Key Palacios, “Arwacos llegó en el momento que más lo necesitaba. Fueron semanas de reuniones todos los sábados en las que poco a poco fui perdiendo el miedo de escribir. Las tardes de tertulia y creación hicieron posible la magia y nacieron hermosas piezas de teatro. Fue una experiencia sublime, al menos para mí, pues me siento parte de un proyecto que incentiva el crecimiento de mi alma. Estoy segura de que Arwacos será una de las propuestas artísticas más

lla, así como estoy indefenso frente al amor de Apacuana, el ruido sordo que viene de las cabeceras del río trae presagio de muerte y me acompaña en lo extenso de las llanuras del río. El vacío que produce la no presencia de Apacuana, su miserable ausencia.

Aceptó la cercanía de mi muerte.

(Baja la bruja Murmucuma de las diablas y con una pequeña danza le quita los poderes a la piedra de la macana luego se va por una de las patas).

Lo único que me consuela es el amor y que siento por ella, mi bella y poderosa Apacuana, vi su melena esa tarde bajo la sombra de la ceiba y el agua venía a mi boca, el agua sabía a ella, quería tocarla pero las luces del sol que entraban entre las ramas de la ceiba me alejaban de ella y me quede allí parado solo contemplándola y alargue mi brazo sin poderla tocar, sentí las membranas del aire como fogonazos de leña cuando hago fuego y vi la luz de la centella detrás de la montaña que da al mar en su mirada, sin saberlo fue mía, ahora voy a la batalla sabiendo que he de morir.

(Entra Apacuana por una de las patas, con su arco y su flecha, hace gestual de limpiar su arco y empezar a fabricar flechas) Guerrero (empieza a hablar dirigiéndose a Apacuana aunque ella permanece indiferente a sus palabras): Apacuana tu espíritu guerrero, tu inteligencia para organizar las tribus y tu fiereza en la lucha por nuestra tierra, me ha hecho ver lo mas hermoso de las batallas, he ha dado valor en esta

importantes de la capital mirandina, porque estamos enfocados en traer a las tablas las raíces y los cimientos de nuestro pueblo para que los tequeños conozcan a sus verdaderos héroes y villanos a través de la literatura, del teatro y de la poesía, a fin de que nunca olviden quiénes somos”.

Nuevos retos Sin duda alguna, los Arwacos están ganados a transformar su espacio vital con propuestas innovadoras. En la actualidad, escriben la historia de Urquía y han comenzado a experimentar con algo inédito, por lo menos en nuestra ciudad: el cómic aborigen, en el que rescatan la figura del cacique Yoraco, escogido a propósito de la leyenda que cuenta que este prohombre no sangraba, producto de la acción mágica de un amuleto.

El cómic relatará la historia de tres mujeres y un hombre que han emprendido el viaje para buscar a Yoraco, quien deberá guiarlos en su lucha para combatir dos imperios más allá de las montañas.

Amanecerá y veremos. Gracias por la sacudida. Hacía falta… ■

guerra, se que después de mañana no volveré a ver tu rostro ni tus labios y aquí en el silencio de la noche escuchando los saltamontes, te he sentido más, te recuerdo al final del rio, moviendo tus armas, tocándolas con tu delicada piel y veo tu cuerpo moviéndose por el campo, te recuerdo y me imagino ser una de esas flechas mi amazona…

Una canción ante mis ojos Eres libre Amazonas para vivir y crecer, una lágrima acaricia tu rostro y se hace cascada, se hace rio.

Una lágrima que acaricia tu rostro, dando vida.

Maga embravecida, impredecible, que arranca casas, ahogas el miedo y los altares del hombre.

Para amar y creer, eres libre Amazonas...

Eres un paisaje de golondrinas.

(Sale Apacuana) (El guerrero en el centro del escenario, alza la macana, la baja, la lleva a su pecho, se arrodilla y se apagan las luces) (TELÓN).

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La conversa

El encantamiento de los Caribes ■ Aníbal Carrasco, investigador e integrante de la UPF Huellas Karaíve, hace énfasis en las posibilidades y potencialidades del territorio, por encima de los problemas Mayrin Moreno Macías SOMOS GUAICAIPURO

Es un reto hablar de la zona donde se vive sin pronunciar las palabras problemas y necesidades. En cambio, “poner la mirada en las posibilidades y potencialidades territoriales” resulta más satisfactorio y gratificante para el alma de quienes habitan el lugar. En Laguneta de la Montaña de la parroquia San Pedro, en septiembre de 2005 Aníbal Carrasco y su familia, quienes conforman la Unidad Productiva Familiar Huellas Karaíve, lo comprobaron. Convocaron a los consejos comunales de aquel momento y se reunieron en el centro de acopio para hablar de la montaña en que residen. “Haremos el esfuerzo de no mencionar las palabras problemas y necesidades”, les decía Aníbal. La primera tarea fue que cada quien echara cuentos. Los habitantes más anti-

guos recordaron cómo se sembraba, dibujaban cosas y soltaban alguna que otra, que si aquella calle rota o la falta de agua. A la semana siguiente asignaron otra tarea. Les dijeron a los vecinos que al levantarse observaran con detenimiento su cotidianidad y frente a su casa tomaran nota de por dónde salía el sol, cómo entraba la neblina, qué siembran. No verían nada de penurias. Se reunieron el sábado siguiente. Aníbal asegura que esa reunión “fue la mejor jornada que ha tenido la montaña sobre ella misma”. Ellos hicieron un chequeo y aportaron datos históricos para que las personas se ubicaran.

“Por donde usted está, ahí pasaba el antiguo ferrocarril, por donde usted vive, ahí hubo una batalla, por donde usted está, por ahí subía Guaicaipuro…”.

“nunca, desde esa época hasta ahora, hemos hablado de luz, agua y vialidad sino de las posibilidades y potencialidades que a su vez se agrupan en vocaciones territoriales”

De cada sector de La Mostaza, La Llanada, La Galera, Quebrada Honda hicieron una descripción de los elementos históricos, agrícolas, ambientales y paisajísticos.

Sacaron un documento y un documental que se puede ver en Youtube: “Hablemos de Laguneta”. Después los habitantes lo vieron y “fue hermoso”.

Esta es una de las entrevistas más tempraneras que he realizado. Aníbal bajó de La Cochera a las seis de la mañana. El transporte de Laguneta de la Montaña sale cada dos horas y llega a la plaza Miranda. Aníbal es un filósofo que guarda Los Teques. Lleva una barba blanca, es delgado, sus ojos son verde claro como los de su mamá Adelaida Sarmiento y su verbo es elocuente. Además de leer libros viejos, de hacer in-

vestigación histórica, de realizar documentación audiovisual y bibliográfica, es responsable de la comisión electoral del consejo comunal Laguneta Terepaima y de la comuna, asesor del consejo de planificación comunal y responsable político de la mesa de energía comunal.

Cuenta que está de aniversario. Justamente entre el 6 y el 9 de diciembre de 2000, estaba culminando el ensayo “Salvemos la montaña… Laguneta como proyecto de vida”. Ese escrito fue publicado el 9 de diciembre en el suplemento cultural Sábado y domingo, que dirigían Yurimia Boscán, Pompilio Santeliz, Rúkleman Soto y Antonieta Cipollone. Esa no era la intención porque eran notas de trabajo acerca de sus pasos por esos parajes. “Desde

FOTO mayrin moreno macías

Somos Guaicaipuro ­— Diciembre de 2016

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La conversa

Somos Guaicaipuro ­— Diciembre de 2016

ese momento nos negamos a ver el territorio como un lugar lleno de problemas y necesidades”. En el ensayo sólo aparece una vez la palabra “problemas” y es para nombrarlos. Esa reflexión la han mantenido durante 16 años, desde que se hizo público. Antes de eso ya tenían tres años investigando, tomando fotos, haciendo videos, conversando con las personas, y ese día decidieron colocarlo en el papel.

Esta misma idea la presentó en el Coloquio de Historia y Comunas, en San Carlos, estado Cojedes, entre el 8 y el 10 de diciembre.

Por ello, volcando nuevamente la mirada en esos documentos, dice que “nunca, desde esa época hasta ahora, hemos hablado de luz, agua y vialidad, sino de las posibilidades y potencialidades que a su vez se agrupan en vocaciones territoriales”.

En uno de sus últimos trabajos: “Proyecto de vida comunal de la comuna Huellas de la Historia”, rehace la formulación de las vocaciones, que antes eran 4 y ahora son 6, y una descripción lo más actualizada posible de todos los componentes de ellas. Estas son: la vocación histórica y patrimonial, la agrícola, la comercial, la artesanal, la ambiental y la turística. “Laguneta se merece que hablemos de ella y después de 16

años es mucho lo que pudiéramos decir”.

En la vocación histórica y patrimonial nombra los lugares que existen. En la ambiental, este territorio está ubicado en una zona protectora. En la agrícola menciona desde los montes que hay hasta las calas y el queso de cabra elaborado artesanalmente; también sus procesos desde el siglo pasado, fundamentalmente de café y ahora hortalizas. “Hay una buena señal, vuelve el café y lo hemos estado documentando.

Le llamamos café Karive”. En la artesanal, hay gente que escribe, pinta, hace artesanías y esculturas. En la comercial está Pozo de Rosas, con sus comercios por todos lados, y los de Laguneta.

Todas ellas repercuten en la turística. Aníbal habla de un “turismo de la memoria”, más calmo, de reflexión, de camino.

“Si Laguneta no ha alcanzado su plenitud es porque el discurso de los problemas y las necesidades sigue sosteniéndose. Cada vez que entra el Estado al territorio, la gente apela a la vieja costumbre de presentarle la lista de carencias de agua, luz y vialidad. El Estado toma nota, se va y no vuelve nunca. Es sencillo, si debo resolver el problema del agua, lo hago en cualquier barrio de Los Teques donde haya 3000 personas”.

—¿Sucedió con el último recorrido que hizo el Alcalde?

—Exacto. Salieron corriendo a llevarle las cosas más complicadas que tiene el territorio, en vez de presentarle las montañas turísticas, los artesanos, las fotos que tenemos de investigación histórica para que se sintiera encantado y dijera: “Maduro, encontré un sitio encantado en mi zona”. No, vamos a mostrarle nuestras miserias, que son muchas y que además compiten. Los territorios sólo alcanzan su plenitud, de sus atributos endógenos, de eso que los caracteriza, si posan la vista sobre sus posibilidades y potencialidades.

Este hombre que lleva a cuestas la montaña donde vive con su compañera Dula Miquilareno, sus hijos María Luisa, Aníbal Sandino y María Anibel, y sus nietos Yehosua y Luna, explica que los atributos endógenos son los que definen el territorio.

Y esto, según Aníbal, es lo más complicado para finalmente darle una tipología territorial. Eso implica el acercamiento amoroso.

“El territorio es un ser viviente, palpita, se moja y sólo abre sus encantos a quienes lo observan con tranquilidad y caminan suavemente sobre sus suelos. Él dice, epa, es contigo, siéntate aquí que quiero echarte un cuento. De resto, no lo logras ver”.

Roberto Hernáiz pinta con onoto en el Centro de Huellas Karaíve con la montaña como espejo. foto UPf Huellas Karaíve

“los territorios sólo alcanzan su plenitud, de sus atributos endógenos, de eso que los caracteriza, si posan la vista sobre sus posibilidades y potencialidades”

Y la gente lo vio. En ese encuentro que hicieron en el centro de acopio hace 10 años. Vieron los paisajes en fotos. Aníbal se los presentó con un proyector en pantalla con la mejor resolución posible. Eso tuvo un enorme efecto. Igualmente cuando presentó, hace poco, las imágenes de los granos de café. Le preguntaban asombrados: “¿Ese es el café que yo cultivo? Cuando lo muela lo mostraré sin miedo”.

—Eso no escapa al periodismo.

Hay diarios que te muestran lo peor que pasa en el municipio…

—Nunca verás una imagen de portada que diga algo que te agrade por la mañana. Ni siquiera cuando pasó la superluna. Fueron incapaces de fotografiarla. Eso se debe a la cultura adeca. Ellos acostumbraron que una manera de acercarse a la vida es a partir de los problemas y las necesidades. Cuando un adeco llegaba a una comunidad les decía: “Aquí estoy yo y soy el alcalde, el concejal, el diputado o el ministro y vengo aquí, pero quiero que me digan cuáles son sus problemas y necesidades”. Ponían el discurso en la gente. “Soy yo quien los resolverá”. Esa visión te entrampa y hace que tu destino no dependa de ti sino de quien viene a resolver.

Entonces, viene el alcalde y se enciende el dispositivo de la lista.

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La conversa

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"los caminos para que la gente recoja el cebollín son esos donde estuvo Guaicaipuro"

El café Karive es un hecho y no tienen miedo de mostrarlo. fotos UPF Huellas Karaíve

En las juntaderas familiares sacan la casa por la ventana

Los palos guías de sello Karaíve son imprescindibles en los recorridos por los caminos de Guaicaipuro y Terepaima

Proyecto de vida Durante la Feria Internacional del Libro de Venezuela Filven capítulo Miranda, Aníbal Carrasco se acercó al alcalde Francisco Garcés y lo invitó: “Tienes que ir a final de año a hacer un recorrido por los Caminos de Guaicaipuro. Yo pongo el café y el pan”.

Le contestó: “Está bien”. Lo van a llevar al centro de la montaña, que tiene una vista de 360 grados, donde viven unos gochos que le van a preparar un delicioso desayuno. “No le vamos a pedir nada. Lo que queremos es que conozca. Que él sepa dónde estamos y que se vaya sin ninguna exigencia”.

—¿Que se reconozca?

—Y que diga “éste es mi territorio…” Y esto está documentado… Y éstas son las fotos… y vea el café y lo tome… y que coma queso de cabra y salga con un cargamento. En algún momento, seguramente, va a necesitar elaborar una propuesta de algo y va a pensar en la montaña. Llámame al equipo que está allá arriba, dirá…

Sin embargo, tomando en cuenta las posibilidades y potencialidades, “no es necesario que venga el alcalde”, dice. “Estamos en nuestra faena hace 16 años y si viene o no, nada que hacer.

Esto es un proyecto de vida. Es ineludible. O lo vives o te matan.

Te casas. Yo tengo mi compañera de vida de hace 40 años. La vi, me encantó, me enamoré y ahí estamos, soñando todos los días.

No dependemos de nadie. Si alguno se duerme, el otro continúa la vida”.

Otro descubrimiento que lo tiene de fiesta es que Laguneta ya tiene su proyecto en pleno desarrollo y que la tarea es mostrar lo que ya existe para fortalecerlo, corregirlo, transformarlo o terminarlo. No es para ponerse creativo. El territorio es histórico y no porque lo diga Aníbal, sino que hace dos mil años ya estaba habitado. A diferencia del cebollín, el ajoporro o las calas, lo histórico

no se ve. “Guaicaipuro no está sentado allí esperándote. Está allí todo el tiempo. Nuestra tipología es: Somos un territorio Karive”.

Me muestra su guía para el coloquio en Cojedes. Y continúa contando que después de un gran debate para definir la vocación principal de Laguneta, porque quienes siembran cebollín decían que es agrícola, quienes tienen los comercios decían que es comercial y así, concluyeron que es histórico patrimonial porque el elemento endógeno determinante y diferenciado es que este es el único lugar en Venezuela donde estuvieron Guaicaipuro y Terepaima. “Es el que marca la diferencia porque los caminos para que la gente recoja el cebollín son esos donde estuvo Guaicaipuro, los caminos que la gente recorre para ver el parque nacional y sus paisajes o donde están quienes pintan y hacen artesanía son esos por donde pasó Guaicaipuro”.

Estando en la panadería de la esquina El Dato, recordamos lo que sucedió el día anterior. Los puntos habían colapsado. Eran colas estáticas que no avanzaban porque los sistemas no funcionaron. No se podía comprar ni un caramelo.

—Con esa producción de café, ¿crees que a la gente se le disparen las ansias por hacer dinero?

—Hay gente que está sacando cuentas en términos financieros.

Antes hubiese podido morir en las calles de América Latina con una pistola oxidada disparándole al capitalismo, fue parte de mi generación y lo asumí. Derrocar por las armas al Estado burgués.

Ahora sé que el dispositivo está allí y es correcto.

Se pregunta: ¿qué hará que ese elemento a estas alturas no sea el fundamental? Y se responde que el equipo político, que son ellos, muestre las otras opciones que tiene la vida. Por ejemplo, producir bienes y servicios de uso que neutralicen los valores de

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La conversa

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cambio. Se pregunta nuevamente: ¿y cómo incorporamos un elemento que permita que satisfaga cosas sin que eso me arruine? A lo que contesta que lo han hecho con el trueque. Que tengas una parte importante para intercambiar con los tuyos del territorio y que dejen una parte, no la más sustancial, para la venta.

Explica que la tarea es lograr que parte sustancial del café, la artesanía o el ajoporro que producen, nutra la montaña y se quede en ella. Es romperle el pescuezo a la mercancía. Eso lo aprendió leyendo El Capital de Marx. “Estamos en la órbita del capital, hay dinero de por medio y ya sabemos qué pasa con el dinero. Lo vimos en estos días. Si no hay, no puedo comprar nada.

Es una demostración del papel de dios que tiene el dinero en las sociedades actuales. No lo hay. Lo puedes tener en tus cuentas, pero si no pasa el punto, usted no se toma ni un café ni se come una galleta, ni la más barata. El dinero decide. Es más, en ese momento no te pertenece. Tiene otro fin, pasa sólo como vía, no se queda en ti. Las cuentas en que él se deposita son otras cuentas. Y todo lo que pase por allí, así se le llame socialismo o revolución, es mercancía y eso se transforma en dinero y pasa por credicard”.

Los caminos de Guaicaipuro Parte de la peregrinación histórica que ha hecho Aníbal, su familia y las personas que le acompañan en este proyecto, es la Ruta de Maracapana. En ella se inserta la ruta de los Caminos de Guaicaipuro, entre Aragua y la parroquia San Pedro. La Ruta no es solamente caminos. Implica investigación, documentación, acopio, elaboración, documentación fotográfica y audiovisual, la determinación de los espacios posibles de visita, la señalización y, por supuesto, las caminerías. Precisa que los rincones históricos de la montaña están identificados.

Con pesar, y como otro hallazgo, sabe que es imposible que la

comunidad se percate de sus particularidades históricas mientras tenga al frente cloacas rotas, liceos por reparar, niñas embarazadas, falta de agua y oscurana en la noche. “Tú les vas a hablar de Guaicaipuro y te dicen: Aníbal, como diría un anarquista español que me inoculó el comunismo: ‘joder, hombre’, pero cuando les presentas las imágenes y les dices ‘aquí estuvo Guaicaipuro’, es otro tema”. Han logrado que en diferentes niveles los vecinos sepan quién fue Guaicaipuro. “Saben que estuvo allí. Esa es una impronta nuestra”.

En septiembre de este año, salimos en grupo desde La Cochera hasta un lugar de La Mostaza. Ese recorrido no lo hicimos completo porque de ser así tendríamos que haber llegado a San Diego de los Altos. Aníbal nos entregó a todos unos palos guías con los colores rojo y negro. La vista es de transportador completo. Vimos hacia San Diego, Guaremal, Aragua, El Jarillo, Los Teques. Estuvimos en el mero centro de los acontecimientos históricos. Hablamos de las bellas palabras. No es la montaña, es cada lugar de la montaña: en esa se posan las nubes, en aquella descansan los pájaros.

Eso está documentado. Este voraz lector de noches de descubrimientos en las que grita “Negra” y no “Eureka”, como Einstein, dice que la gente tiene que ver lo mejor que hay. Aún le debe una parte a Róger Vaamonde, de la UPF Amankoy, pero saben que fue una inversión. Imprimieron unas fotografías de la montaña en la más alta resolución, en papel glasé. Cuando coloca ese material en las manos a los habitantes de Laguneta, estos se están contando su historia. Ven el camino por el que pasan todos los días. En ese momento Aníbal les saca un libro y les lee. “¿Eso pasó allí?”, le dicen atentos. “María, tráete dos cafecitos y unos bollitos”.

No les está colocando en las manos una horrible fotocopia.

De eso se trata el encantamiento amoroso. ■

Así terminó Hernáiz. foto UPF Huellas Karaíve

Para Carrasco, la tarea es lograr que parte sustancial del café, la artesanía o el ajoporro que producen, nutra la montaña y se quede en ella

Los descubrimientos de Carrasco Siempre que se pretende explicar o dar cuenta de la manera como piensan y conocen el mundo nuestros ancestros, se apela a una categoría de la Antropología cultural occidental: la cosmovisión o la cosmogonía, dependiendo de la escuela. Aníbal Carrasco, investigador, pero sobre todo hombre de Laguneta de la Montaña, toma prestado el término "cosmovivencia" de Saúl Rivas-Rivas. Un día absorbe un libro de su biblioteca sobre los discursos de incorporación a la Real Academia de la Historia. Y fue como si la página lo estuviese esperando.

Abrió el libro y leyó un discurso: la Academia se ha ido separando del pueblo y, a diferencia de antes, ha descuidado la vividura.

“Vividura, cosmovivencia, cosmovisión… ¡Negra!", gritó. "La vivi-

dura, como dice este historiador, es donde la gente establece sus vínculos y sus relaciones. No es desde el pensamiento. Es desde la cercanía. Es álmica. Para nuestros ancestros una nube es lo que sale del fuego hecho humo, para ellos el recuerdo no está en el cerebro, está en la vista, si yo siento que me estás olvidando, te digo no me borres de tus ojos”.

Un ensayo que viene en camino.

También dice que los antropólogos, cuando intentan caracterizar el alma aborigen, hacen referencia a que es mágico religiosa. Un día, leyendo a Alejo Carpentier, Aníbal gritó: “¡Negra! Lo nuestro no es mágico religioso, sino realmaravilloso”. Está por terminar ese ensayo. “Nada más lejos de la magia y la religión que el alma nuestra”, dice.

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El libro ancestral David Urretia

La lectura o interpretación de los dos litoglifos de la Plaza Mayor de Wakaypuro, que Salvador “Chito” Aguilar Pérez descifró y difundió con ayuda del abuelo Wakaypuro, es sin duda parte de nuestra tradición oral. La plaza, el wapotory combatiente, las piedras, la oralidad y Chito se fusionaron como un todo. Él estableció un binomio entre lo tangible de las rocas y lo intangible del relato desde ellas. En consecuencia, éste debe pasar a ser patrimonio del municipio. Con base en las lecturas de Aguilar, en los años 2007 y 2015, que se quisiera presentar tal cual lo verbalizó, y en su libro Guaicaipuro, La Leyenda Hoy, surgió el reto de hallar la hoja perdida: el segundo litoglifo cuando ya,

para 1981, se había mutilado el libro ancestral. Se trata de la última batalla de Wakaypuro. Completada la lectura del libro, que su relator no pudo terminar, se pretende aquí resumir a grandes rasgos su contenido. Los tres litoglifos, dispuestos originalmente como menhires, se hallaban en una zona donde muchos petroglifos yacen hoy día a lo largo y ancho de El Jarillo, como también los del río Paraypa, Los Tekes y Makarao, lo cual convalida el conocimiento Teke del grabado, adquirido de los Arbacos. Ese grabado es una forma de pre escritura paleográfica que pudo haber definido una escritura Karibe formal.

Tenemos entonces tres hojas en el libro ancestral: 1) La batalla

de La Pedregoza, de la cual Cruxent —sin llamarla así— hizo un ligero boceto en su libro La Ruta de Losada; 2) la última batalla de Wakaypuró (que no está en la plaza); y 3) la profecía karibe del regreso. La magnitud de la victoria karybe–arwaka sobre el salvaje de la capa infame, Rodríguez Suárez; el heroísmo de Wakaypuro hasta el último instante de su vida y la profecía de que regresaría son mensajes que jamás los consejos de ancianos, los piaches, chamanes y jefes permitirían se olvidaran.

Fueron las rocas de gneis graníticas las elegidas para dejar los vestigios de esos seres fuertes, que dejan claro hoy por qué Somos Wakaypuro.

Síntesis y adaptación del libro Guaicaipuro, la leyenda hoy HOJA PRIMERA La batalla de La Pedregoza La infamia Upayí, luna y laguna, ante la infamia de los españoles que mancillan todo a su paso buscando “El Dorado” montañés de manos de Fajardo y Wakamakuare, busca protegerlos. El inicio de hostilidades en su territorio, venido de las tierras bajas, es muy violento y sólo la unión es el camino.

La sombra de muerte oscurece las tierras y se aproxima fría y avasallante. El corcel, lleno de sombra y muerte, arrolla al “natural”.

Upayí está viendo el horror, las extrañas armas perpetrando muerte, y busca por ello, en lo alto, la ayuda del Sol de La Indianidad. Se fortalece el nexo astral; se juntan estas fuerzas naturales creadas para ayudar a las creaturas humanas.

Las alianzas El Sol de La Indianidad está resuelto en vengar la afrenta y dar respuesta a Upayí.

Tiene que proteger a las naciones primigenias tornándolas aliadas. Si El Lancero de Las Montañas y La Pluma del Alba no unen sus horquetas, no habrá victoria posible.

Por tal motivo, resuelve reunir a dos líderes montañeses con sus ejércitos y les ilumina para que diseñen la mejor estrategia.

Les enseña los felinos movimientos retrógrados y a crecerse en la asimetría bélica.

Es una batalla que tendrá el factor sorpresa como desenlace para poder someter a tan semejante oponente. La meta es capturar la fruta apetecida. Los estandartes se unen para capturar al enemigo común.

Juan Rodríguez Suárez, la fruta apetecida, era en esencia un gran conocedor de la guerra contra los naturales en tierras montañosas andinas. Era quien tenía el perfil al momento para la infausta misión de “pa-

cificar” las zonas altas y al “loco” Aguirre.

Wakaypuro lo quería vivo.

Aún no había un manual de arte militar como el de Bernardo de Vargas Machuca, en 1599. Aun así, es muy probable que Rodríguez haya apertrechado a su pelotón estratégicamente para pasar esa sección de ruta aborigen de unos 28 kilómetros desde las faldas de Macarao, pasando por los ríos Wayre y Makarao, recorriendo al menos 2 cordilleras, 6 topos, 4 ríos, unas 8 quebradas y desniveles casi constantes, hasta el término del Valle del Miedo, rumbo a Borburata para ir al encuentro con el “loco” Aguirre. En teoría, era un pelotón de élite entre 8 y 12 hombres y perros entrenados, no un ejército como el de Losada cuando se trasladaba a o desde Caracas. Por ejemplo, tres cuadrillas: 1) cuadrilla de vanguardia de tres jinetes con arcabuces y machetones cortos a caballo, junto a unos dos o cuatro perros de caza, 2) cuadrilla de dos arcabuceros llevando cada uno un caballo adicional con logística e indios aliados o “amigos” a las ancas (quizá los llamados ladinos) y 3) cuadrilla de 4 arcabuceros con partesanas y/o lanzas, sin indios auxiliares.

La batalla y la captura de la fruta apetecida En esa alianza karibe–arwaka, los arbacos guían el primer ataque después que el pelotón se adentra en la montaña sin posibilidades de retorno, con posteriores repliegues y retiradas. Se “quiebra una horqueta”, es decir, después de cada temporal asalto al enemigo, se rompía el contacto, el pelotón aborigen avanzaba a su próxima posición y asumía la defensa nuevamente. Eso les daba a los españoles, por momentos, la insensata actitud de victoria. La otra fuerza amiga alterna el ataque y la acción retardatriz. Debió haber grupos de emboscada a lo largo de la ruta ya que los aborígenes iban

en marcha pedestre. El pelotón enemigo podía ser desviado del curso y someterse a una situación desfavorable en unos predios muy conocidos por los “naturales”.

Los indios desleales (pacificados o de tribus enemigas) y los españoles son reducidos poco a poco. El bagaje o logística iba igualmente siendo arrebatada o destruida.

Sin embargo, el último ataque, la batalla definitiva cara a cara, sin más repliegues ni retiradas, queda en manos de Terepaima.

Guaicaipuro desorganiza, retarda y debilita al enemigo, atribulado y desenfocado por la muerte de sus hijos y la destrucción de sus minas de oro, para que Terepaima capture a la fruta apetecida y vengue la muerte de Yorako. La victoria es inminente. De súbito, parece que Chito nos estuviera relatando de la bravura de Armenio y sus Queruscos frente al Imperio Romano. De pronto parece que estamos escuchando “¡vuelvan caras!”. De pronto un lloro de emoción con orgullo de ser hijas e hijos de Wakaypuro.

En los momentos decisivos, jugaron un rol importante el conducir a los caballos y perros mastines a una zona intrincada y pedregosa que debió estar en los alrededores del Topo del Molino, lo cual alejaba las probabilidades de escape enemigo que

venía ligero en bajada pero que repentinamente el topo bajaba el ritmo de la marcha.

Las vasijas aspersoras hacia la hondonada cercana al topo fue el artificio que niveló la asimetría bélica. Los perros no podían ya olfatear y los caballos no podían usarse ya para arrollar a los nativos. Se forma un gran zaperoco. La última esperanza de escape vía al Valle del Miedo, “que le era favorable para guerrear” a Rodríguez (Cruxent, 1972), quedaba anulada. Rodríguez Suárez no tuvo el nivel para salir airoso como lo haría después Losada y no correría con la misma suerte de Francisco Freire.

Rodríguez y su espaldero son obligados a separarse y cada quien es capturado. Como en callejones sin salida, en un combate encarnizado y mano a mano, son bajados por las horquetas. Uno es liberado para ser testigo y el otro juzgado. Las horquetas se “tuercen” y capturan la fruta apetecida. Ésta no tiene boca ya ni puede jactarse. Queda demostrado entonces quiénes deben pasar a la historia como valientes (por no querer decir “leónidos”), como victoriosos y como dignos defensores de sus tierras. Después del consejo de ancianos, se da al fin el empalamiento contra el mercenario de la capa infame, en 1561.

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7 años después, y perdida ya la Batalla de Marakapana en Katya, Wakaypuro seguía en pie de lucha y sabía que el enemigo le seguía los pasos. Dejarle vivo, sin duda, hubiese devenido en una gesta bélica comparable a la mencionada, otra Marakapana. La traición orquestó su fin en la noche, fuera de la presencia protectora

del Sol de La Indianidad. La hoja ancestral nos muestra a un Wakaypuro en el centro con su rostro herido y un gesto bravío.

A su retaguardia los congéneres desleales atacando y al otro extremo Francisco Infante apuntando para dar la estocada final.

Terepaima no aparece. Reaparece entonces la sombra de la muerte que vio Upayí, pero ésta no pudo salvarle, pero sí el desparecer su cuerpo con la ayuda de Urquía o Uquira, para garantizar su retorno.

Chito Aguilar (2015), por Marcelino Mejías. foto mayrin moreno macías

HOJA TERCERA La profecía del retorno del Guerrero Solar de las Montañas Wakaypuro, el tequío–arawak, fue sembrado. No pudo su cuerpo ser desmembrado para exhibirse como trofeo de guerra. La creencia karibe precisa que si el cuerpo se desmembraba, Wakaypuro no podría regresar a los tiempos futuros en Bolívar, en Chávez y en quien continúe la gesta sin obstáculo alguno posible. La hoja nos indica que el Sol de La Indianidad regresa porque sus ojos ven al Este y desde muy alto, como si estuviera allá en El Peñón sobre la Cueva del Indio. Por ese

foto cortesía alejandro caputto

HOJA SEGUNDA La batalla final del Wapotory

camino astral, le acompaña al wapotory su estandarte de guerra, que está sobre esa lápida sin cuerpo. Detrás, el experto tallador relata de las infructuosas búsquedas hispanas en búsqueda del cuerpo. El secreto de la tierra los extravía y la luz los ciega. La sombra queda en sombra y la luz brilla triunfal sobre ella.

Escribió Chito en su libro, respetando profundamente la diversidad política, a las y a los cronistas del rey, y a las necesarias críticas históricas y literarias: “la veracidad de este trabajo la certifican los hechos cumplidos por nuestros tres héroes inmortales”, a saber, Wakaypuro (Luna), Bolívar (Saturno) y Chávez (Júpiter). ■

Lo real maravilloso en Salvador Chito Aguilar reivindica el sempiterno heroísmo Teke

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Guaicaipuro en los altares ■ En torno a Guaicaipuro también existe un universo ritual cargado de devoción popular. Quienes depositan en él su fe, se expresan a través del misterio secular cada 8 de diciembre Marlon Zambrano SOMOS GUAICAIPURO

“Carlos Andrés Pérez se consultaba en El Castaño, en Maracay, donde doña Margot, pero él falló en su promesa y por eso cayó como cayó”, cuenta uno y el otro lo ataja. “Ajá, ustedes me están tirando de la lengua y yo no quiero hablar más de lo que debo, pero Chávez se veía en Quibayo, es más, él era espiritista. A veces, cuando mostraba el escapulario de Maisanta, se le podían ver los collares”. Alguien masca chimó y escupe. Lo esquivamos una y otra vez.

La línea divisoria entre lo sagrado y lo profano es tan frágil que las manifestaciones de fe se expresan a través de diversos matices que se dan en la calle, durante el contacto espontáneo y superficial. Alrededor de la plaza Guacaipuro hierve la vida.

En la Avícola Los Pesebres una gallina ponedora cuesta 5 mil bolívares. Sirve para los huevos, para alimentar el cuerpo, pero también para el ritual, para alimentar el alma.

Un hombre ondeando una bandera tricolor con la inscripción “Ana Karina Rote” frente a la estatua del líder aborigen, es una muestra de sumisión devocional. Su portador, al que llaman “el Tigre”, está agradeciendo un favor o sencillamente pagando una promesa. Va y deposita una naranja en su pedestal, lo que para muchos significa un tributo de buen augurio.

La religiosidad popular, en tanto parte constitutiva de la venezolanidad, abarca el comportamiento religioso de la gente ante las instituciones formales,

las prácticas del culto, creencias, supersticiones y símbolos, donde no se diferencian ritos mágicos de liturgias oficiales.

En el otro extremo de la plaza se acomodan los vendedores informales.

Es jueves y parece que es el día para la venta de verduras y hortalizas, que se despachan a destajo mientras la avenida Independencia se atasca de autobuses por puesto que ofertan todos los destinos: El Encanto, Cabotaje, Mercado, El Paso, Centro, La Cascada, Carrizal.

En la otra esquina, un comercio vacío repleto de pantaletas. Al fondo, los interiores. “¿A cuánto?”. “19.900 señor”. “¿El kilo?”.

“Jajaja, no, el tripack”. “Pero ¿tripack de tres o de cuarenta?”. “De tres, señor”. Huyo despavorido.

foto clarens díaz

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Cronicadas

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Guaicaipuro, junto a María Lionza y el Negro Felipe, constituyen Las Tres Potencias

La lluvia encantada Es 8 de diciembre y se desata una lluvia soleada sobre la plaza. Un episodio natural cargado de hechizo. Estallan los arcoíris y los devotos chupan el tabaco con fuerza. Gabriel Rodríguez, heredero de la vieja tradición familiar de adorar a Guaicaipuro, le da una vuelta circular a la efigie del guerrero y deja el tabaco chamuscado.

Significa algo. Le está pidiendo permiso para estar a su lado en su día y si es posible y los “bancos” lo autorizan, invocarlo.

La identidad que se celebra en los rituales, se dramatiza en los gestos cotidianos y se pone en escena, surge al trasluz de la memoria en una ciudad, como todas nuestras urbes, donde las realidades culturales se mezclan, “mestizadas o híbridas, semantizadas y resemantizadas en lo cotidiano y en donde los medios nos hacen percibir de otra manera”, escribió alguna vez el comunicólogo Marcelino Bisbal.

Los avisos de prensa y las cuñas de TV hablan del “Día de la Lealtad y el Amor a Chávez y la Patria”. Pero esta gente, que además es chavista, está aquí jurando lealtad a su santo: Guaicaipuro, una de las “tres potencias” del altar marialoncero, al que se suman el Negro Felipe y, por supuesto, María Lionza, la dio-

sa madre. Padre, hijo y espíritu santo de igual jerarquía, según dicen los que saben.

Se le celebra con cintas, penachos, plumas, totumas, lanzas, su color es el amarillo y su bebida el cocuy. Alguien pasa un trago.

Antes, en ese tiempo inmemorial donde el ritual chamánico envestía de poderes sobrenaturales a pocos elegidos, el pueblo imponía un orden a las fuerzas incontrolables del más allá y el más acá. Hacía de la naturaleza un espacio del dominio público y de los símbolos sagrados sus aliados en la consecución de metas personales y comunitarias ligadas con la productividad agrícola, la fertilidad, la lluvia. Una de sus expresiones sustanciales fue —y es— la religiosidad popular, con su carga de emotividad espontánea y el libre albedrío en el manejo de las imágenes sacralizadas por la Iglesia católica, sin distinción de los ídolos populares a quienes se les confieren poderes mágicos.

Los actos religiosos se complementan con los ritos recreacionales (fiesta, danza, canto) para despojarlos de rictus. Así fue como el esclavo africano mezcló sus ceremonias con el panteón católico y siguió adorando a sus orishas. Por eso nos descontrolamos al sonido del culo ’e puya en honor a San Juan.

La identidad que se celebra en los rituales, se dramatiza en los gestos cotidianos y se pone en escena, surge al trasluz de la memoria en una ciudad, como todas nuestras urbes, donde las realidades culturales se mezclan

La fe de la calle Orlando Oropeza, materia, afirma que los espiritistas tributan al padre Guaicaipuro fumándole un tabaco, para pedir fuerza y luz para los trabajos que se van a hacer en asuntos de sanación y curación, para que proteja al pueblo y “le dé entendimiento a nuestros políticos porque él no ha muerto, él está aquí con nosotros”.

En Los Teques, Pedro Correa, Carlos Véliz, José Esteban Mora, y la perfumería Cacique en El Cabotaje han llevado por tradición la misión espiritual de hacer el bien, “buscando con las fuerzas buenas la paz universal, siempre, en primer lugar, con Dios por delante”, dice Gabriel, quien después de invocar su tabaco, sintió sobre la plaza un ambiente positivo.

Cuenta que siempre se hicieron en la plaza Guaicaipuro eventos rituales en honor al cacique. “Venía gente en caravana de todas partes de Venezuela, terminando con música y tambor, pero eso ha decaído mucho por el comercio y porque mucha gente burlona ha estafado a los demás haciéndose pasar por materia”.

Los códigos de la religiosidad popular adquieren también un valor de resistencia ante los atropellos del conquistador contra los débiles e indefensos, las injusticias sociales características de la tiranía, la imposición eclesiástica y el aniquilamiento de indígenas. Una catarsis contra la rutina brutal del trabajo esclavista y el desarraigo.

Hoy son otros los protagonistas y otros parecen ser los símbolos de la fe. Ya no representan con exactitud movimientos de unificación comunitaria para celebrar acontecimientos o creencias surgidos de la experiencia cotidiana con la naturaleza o impuestos por la Iglesia. La ciudad, la hibridación, hacen posible que una manifestación del espacio místico conviva con el consumo masivo típico de la cultura urbana, generada paralelamente al crecimiento explosivo de un espacio territorial antes rural y agrícola, ahora urbano y convulso.

La ritualidad del caos El rito, sacralizado en un bloque de normas comunitarias, distinguido de otras prácticas porque no se discute, ni se puede cambiar ni cumplir a medias, no sólo es-

tablece en nuestros días y en su nuevo escenario, la ciudad, la pertenencia a un orden distinto, sino que se nutre de él. Gabriel me da su tarjeta para cuando me quiera consultar en privado: lleva inscrito su correo electrónico. Decía Carlos Monsiváis: “Una palabra: Internet, resume preocupaciones, y se ofrece como la deidad inapelable. La gran comunidad virtual de los adoradores del Higtec, la realidad como suma de efectos especiales, la hiper-realidad como el paraíso. Los profetas se alzan al paso de lo inevitable, no sin reconocer que la tecnología es la partera de la noción de modernidad y las visiones de futuro”.

El Tigre, Félix Alfredo Rangel, famoso guardián ambiental de la Cueva del Indio, cuenta que por esos caminos de Guaicaipuro, en la intrincada montaña, se hacen los rituales encantados de purificación y eliminación de males, ver el futuro y tomar decisiones, invocar a los espíritus para que hagan posesión de un médium, hacer sahumerios, baños purificadores, ensalmar y ofrendar en el nombre de la devoción popular. Se conoce esos trayectos como la palma de su mano. Con su madre, una india motilona que a los 80 años andaba en moto con su muchacho hippie, aprendió los mandatos ancestrales.

La repetición de conductas que obedecen a preceptos, su aspecto religioso llevado a la promesa de por vida, las costumbres sacralizadas, los dogmas, pasan hoy en día por muchos matices.

“Primero Dios, luego Guaicaipuro”, insisten los materia que circulan por la plaza. “Ana Karina Rote”, grita El Tigre antes de entregarle el estandarte tricolor al recién juramentado nuevo cronista de la ciudad, Manuel Almeida, sobre quien todos depositan una fe ilimitada. Dicen que será una mezcla de Chito Aguilar con Ildefonso Leal: la academia y la guataca.

Durante el acto formal oficiado en la plaza sin mucho protocolo, Francisco Garcés, alcalde del municipio Guaicaipuro, enfatizó: “Es el tiempo de los que antes estaban invisibilizados”. En eso El Tigre soltó un caño de humo de su tabaco con una potencia de incendio forestal.

A nadie, y esto parece místico, lo espantó la lluvia. ■

DICIEMbre de 2016 AÑO 1 / N° 34

Alcaldía de Guaicaipuro @alcaguaicaipuro

edición especial

www.alcaldiadeguaicaipuro.gob.ve

RIF G-20004620-1

foto mayrin moreno macías