Ágora nº8

Page 219

Á G O R A

noto que mis pies empiezan a pesar. Entonces me doy cuenta de que llevo puestas unas zapatillas. A partir de ese descubrimiento, pienso que quiero saber dónde estoy pero nada sucede. Estoy solo asustado y sin saber nada de mi familia. Camino y camino y las rocas ya no se me clavan en los pies, pero todavía sigo oyendo el incesante goteo que me da miedo y me duele mucho el cuerpo. Sigo andando y una gota me cae en la boca, y al roce con mi labio noto un intenso sabor y un agradable frescor. Esa gota junto con otra, otra más y otra gota que cayendo sucesivamente en mi boca me van refrescando poco a poco hasta saciarme entero. Entonces pienso otra vez «¿y si tuviese mejor visión de lo que es este sitio?». De repente noto un dolor muy intenso en la espalda, la cabeza y el cuerpo. Un dolor no como otro cualquiera que hubiese notado alguna vez.

Las doradas y luminosas alas que llevaba en la espalda ya se me habían adaptado perfectamente con el cuerpo y las llevaba como pegadas, pero poco a poco se iban introduciendo en mi espalda, haciéndome gritar por el intenso dolor que sentía. Gritaba y gritaba pero nadie respondía. Las alas se iban clavando poco a poco en mi cuerpo, más y más adentro. Cuando de repente ya no siento nada, o eso me parece, consigo abrir un poco los ojos y veo a una persona con una mascarilla diciendo –¡desfibrilador a trescientos ya¡– noto como una sacudida eléctrica en mi ahora inmóvil cuerpo. Me noto muy pesado y cansado por lo que mis casi cerrados ojos no me dejan ver casi nada, y consigo escuchar cómo el medico dice –si no hubieses cogido el móvil cuando conducías no habrías muerto tan joven–. Mis parpados se acabaron de cerrar, mi respiración paró y yo… yo fallecí.

Ángel Cardona Lasala 3.º ESO IES RÍO ARBA DE TAUSTE

NARRATIVA / Literatura Juvenil

217


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.