Ágora nº 7

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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL  LITERATURA JUVENIL

Ana Abadía Ramón 2º ESO. IES «Reyes Católicos» —Ejea de los Caballeros—

estaba fornido, tenía el pelo rizado, castaño y tenía unos ojos verdes que eclipsaban a cualquiera. Parecía un modelo, era impresionante. Para mi desgracia, él era el ladrón. Me lo trajeron y, cuando me miró, se me cortó la respiración. Su mirada se clavó dentro de mi corazón. ¡ERA MOLTO BELLO! Lo siento, pero te seguiré contando mañana, es como de costumbre la hora de cenar. Mónica 26 ‒ Mayo ‒ 2008, cárcel de Roma Te quiero seguir contando desde donde lo dejé. Trasladamos al ladrón a comisaría para hacerle algunas preguntas. Se llamaba Giuliano, tenía mis años, treinta; estaba en paro, era soltero y era su primer delito. Aparentaba estar arrepintiéndose de lo que había hecho desde el mismo instante en que lo apresamos. También daba el pego de ser una buena persona. Cuando le tomamos declaración, contó que el motivo del atraco había sido la enfermedad de su madre, se encontraba enferma y en una situación de miseria. Yo todo me lo creí, quién podía dudar de esa belleza y bondad que demostraba. A la semana, el juez impuso la condena. Le condenó a diez años de cárcel. Giuliano estaba destrozado, no paraba de llorar. Su desesperación se convirtió en la mía desde ese mismo instante. Te dejo, mañana te sigo contando. Mónica 27 ‒ Mayo ‒ 2008, cárcel de Roma Giuliano me dio mucha pena. Su madre, enferma y él, en la cárcel. A veces pedía algún permiso para ir a visitarlo. Conforme iba conociéndolo, me caía cada vez mejor. Tengo que reconocer que me enamoré de él cuando su mirada penetró en mi corazón y por su considerable belleza. Un día Giuliano pidió que fuera a visitarle y fui. Yo pensaba que para hablar o algo por el estilo, pero no fue eso. Nada más entrar, me abrazó fuertemente y me besó con pasión, menos mal que nadie nos vio. Giuliano me confesó que se había enamorado de mí, que yo era su apoyo y que era bellísima. Le respondí que también sentía algo por él, pero que nuestro amor era como el de Romeo y Julieta, imposible. Me marché pronto, no quería hacerle daño a Giuliano, ni a mí misma. Hasta mañana. Mónica 28 ‒ Mayo ‒ 2008, cárcel de Roma Cuando llegué a mi casa estaba desorientada, no sabía qué hacer. Me martirizaba la idea de dejar a Giuliano solo en la cárcel. Por la noche no pude dormir,

mi cabeza empezó a desarrollar planes para sacarlo de ese infierno. Por fin supe qué hacer, sacaría a Giuliano de la cárcel y los dos nos iríamos a Figueras. Su madre recibiría todas las atenciones para curarla de su enfermedad. Ahora tenía que averiguar cómo sacarlo. Después de varias horas pensando supe qué haría. Sabía que Giuliano debía comparecer de nuevo ante el juez porque su abogado había conseguido revisar su caso. Ese era el momento. Allí tendría que estar yo. Había leído en un libro antiguo de mi padre que existía un gas llamado de la risa. Sólo tenía que conseguirlo y echarlo en la sala. Giuliano lo sabía y debía aprovechar la ocasión para huir. Después se escondería en mi casa y me esperaría para escaparnos juntos. Así lo hice, lo liberé, fue a mi casa y volví para terminar mi trabajo en comisaría. Sin embargo, nada salió como deseé, fue un auténtico desastre. Cuando regresé a casa, ¡Giuliano no estaba!, se había fugado. Me dejó una carta en la que ponía textualmente: «Mónica, nunca te fíes de nadie. Hasta que el destino nos vuelva a juntar». Se me cayó el mundo encima, pronto vendrían por mí. ¿Cómo me pude creer todo? Fui una verdadera ingenua, las cartas se volvían en mi contra. Siento vergüenza hasta contándotelo. Adiós. Mónica 29 ‒ Mayo ‒ 2008, cárcel de Roma Así fue, me detuvieron. Desde hace un mes estoy aquí, pero aún me quedan cinco años más y encima estaré suspendida de empleo cuando salga. Menos mal que me he desahogado, no podía más. Me pregunto un montón de veces qué habría pasado si Giuliano no hubiera sido tan guapo. ¿Me habría enamorado de él? ¿Si no me hubiera besado, estaría aquí? ¿Dónde estará Giuliano? ¿Por qué fui tan tonta, después de años de experiencia? Supongo que, si no hubiera sucedido el día del atraco, no estaría aquí. Lo malo es que hay que aceptarlo, lo hecho hecho está, no hay marcha atrás. Cuánto daría ahora mismo por estar paseando tranquilamente por Roma o Figueras. Notando cómo mi cabello se mueve al ritmo del viento y notando la brisa fresca por mi cara. Los recuerdos habrá que guardarlos, porque ya nada va a ser como antes. Te dejo con una frase de Arthur Schopenhauer que describe el error que cometí. De momento solo te puedo decir un hasta pronto. Que nunca te equivoques como yo me equivoqué. «La belleza es una carta de recomendación que nos gana de antemano los corazones». Mónica

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