Ágora nº 5

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casa y un artista realizan producción o «poiesis» pues, hacen o fabrican objetos o productos (como un zapatero o un médico) pero, no según la idea actual de trabajo porque lo que producen parece no tener valor en el mercado. Pienso que esto es totalmente erróneo: la actividad del ama de casa o del artista sí que producen bienes y beneficios económicos y sociales (nada menos que la «intendencia» física y mental de los ciudadanos: lo que producen los artistas o las amas de casa lo consumimos con necesidad urgente). Es vil despreciar su actividad sólo porque no tienen jefe y no trabajan fuera de casa. En muchos trabajos no hay jefe (agricultores o autónomos) o se realizan en casa (periodista de opinión) y los respetamos como trabajos. Por otra parte, el trabajo es un medio para conseguir un fin ajeno al mismo: normalmente el dinero para vivir («trabajar para vivir, no vivir para trabajar» dice el aforismo español); si el trabajo fuese un fin, uno estaría dispuesto a trabajar sin cobrar. Pero, el arte o el juego son fines, se hacen por sí mismos no buscando otros fines ajenos a ellos. Es decir, aunque estén sujetos a normas o reglas – que pueden parecer obligaciones-, no son trabajos (excepto que el artista haga una obra sólo para venderla o que el jugador se convierta en profesional; pero entonces, dejan de ser artistas o dejan de jugar, porque una actividad se define por su finalidad y el fin del arte es crear y el del juego es jugar no cobrar, que es el fin del trabajo). El hombre es un ser activo, un sujeto operatorio que realiza acciones libres (en vez de conductas determinadas como los animales) eligiendo entre varias alternativas, movido por razones o causas y que elabora planes o proyectos. Según estos presupuestos, el hombre actúa cuando toma decisiones, en el ejercicio de su libertad y responsabilidad. No actuamos por motivación (dice Gustavo Bueno que sólo se motiva a los animales como en el aprendizaje por premios y castigos) sino porque así lo hemos decidido y aceptamos las consecuencias de nuestra decisión. Motivar a alguien es empujarle a hacer algo que no quería porque sino ya lo hubiese hecho, es lo contrario a la libertad con responsabilidad, a la decisión. Uno puede,

Ilustra: Marta Soria

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Tenemos así tres criterios ( obligación, remuneración y medio para otra cosa) para distinguir el trabajo de otras actividades que no lo son. Ahora bien, la obligatoriedad del trabajo no significa que sea obligatorio tener un trabajo ( uno puede decidir libremente ir a trabajar o no: aceptando las consecuencias de que lo despidan o de no cobrar) pero, una vez aceptado trabajar no puede elegir las actividades que debe realizar en el trabajo y, en la mayoría de los casos, ni el horario en el que debe hacerlas (uno tiene que cumplir un horario, unos objetivos, hacer tales cosas, etc.). A esta obligación nos referimos en la definición: no puedo hacer lo que quiera en el trabajo. Así, tenemos actividades obligadas y remuneradas, esto es, trabajos: minero, camionero, profesor, abogado, albañil, etc. (y recordemos que hoy no se paga en función del esfuerzo realizado o de las horas invertidas en el trabajo, como decía Marx, sino de los beneficios o la actividad económica que se produce: un futbolista famoso cobra mucho más que un minero). Y actividades que no son trabajos porque no son obligadas ni pagadas, aunque muchas de ellas requieran más esfuerzo físico o mental que muchos trabajos (ama de casa, padre, poeta, resolver crucigramas, leer, pasear, cazar, hacer senderismo, cavar en el jardín, esquiar, etc.) pero, no son trabajos porque no son obligadas o no pagan por ellas (uno paga por ir a cazar o a esquiar). Tenemos así, el absurdo de que, en la sociedad actual, un ama de casa no trabaja porque no le pagan (aunque no deje de realizar actividades durante veinticuatro horas al día), o un artista no trabaja porque crea, no obligado por nadie (aunque esté toda su vida pensando y elaborando su obra); tal vez, un artista sólo trabaja realmente, cuando realiza obras por encargo. Según la definición actual, Mozart no trabajó en su vida (ni Jesucristo), aunque su actividad creativa fuese inmensa; pero, si a mí me pagasen por estar tumbado en la hierba contando nubes de ocho a tres y de lunes a sábado, estaría trabajando. Creo que la razón de esta absurda interpretación deriva de no tener en cuenta la distinción que hizo Aristóteles entre actividad y producción. Un ama de


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