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¿Se ama con el cerebro o con el corazón?
Nota: Redacción
En mi consulta es muy frecuente la pregunta de ¿qué me sucedía cuando estaba enamorado?, o ¿por qué me duele tanto que ya no me amen? Esta es una breve explicación del proceso que vivimos en las dos líneas.
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Las neurociencias llevan adelante diversas investigaciones para comprender cómo es este proceso tan complejo y fascinante, es decir, qué pasa en nuestros cerebros cuando nos enamoramos.
Hay muchas hipótesis sobre el papel del amor desde el contexto evolutivo. Investigaciones en psicología evolutiva y social han demostrado que el desarrollo cerebral está más relacionado con la complejidad de las interacciones socia- les que con el ambiente. Y en relación con el rol del amor en la evolución del ser humano, una de las hipótesis predominantes es que el amor es resultado de interacciones entre las bases genéticas de la compleja conexión social y las relaciones y apego entre personas.
Se suele decir que se ama con el corazón, pero, para ser precisos, los seres humanos amamos con el cerebro. Cuando nos enamoramos, se activa una red neuronal denominada sistema de recompensa cerebral. Esta red está asociada con la motivación, el placer, la gratificación emocional y el intenso deseo.
El amor romántico es aún más que eso, ya que se trata de una de las sensaciones más intensas de la vida: es una obsesión que, lo posee y hace que disminuya la activación en las áreas del juicio, que es el análisis y raciocinio. (por eso, precisamente, se llama a ese estado "locura de amor").

Debemos decir también que el amor no es necesariamente una experiencia feliz. Esa obsesión de la que hablamos puede empeorar cuando no se es correspondido.
Esto puede explicarse porque cuando nos enamoramos también existe actividad en una región del cerebro asociada con el apego profundo hacia otra persona. Entonces, al sentirnos no amados, no tenemos sentimientos de desamor romántico, sino que estamos sintiendo el intenso dolor del desapego.
El amor romántico tiene todas las características de una adicción: se piensa obsesivamente en algo (la persona amada, en este caso), uno se vuelve intensamente dependiente de la persona amada y posesivo sexualmente (a diferencia de cuando se tiene sexo ocasional), se asumen grandes riesgos para conseguir o preservar el vínculo, se distorsiona la realidad (vemos solo lo que queremos ver), existe una perseverancia extraordinaria y sentimos que necesitamos ver al ser amado más y más.
El amor, según entienden las neurociencias, es más que una emoción básica: es un proceso mental sofisticado que afecta nuestros cerebros a través de activaciones en áreas específicas. Este proceso está soste- nido, además, por activaciones que median funciones cognitivas complejas, como la cognición social, la representación de uno mismo, la imagen corporal y asociaciones mentales que se basan en experiencias pasadas. Diversos estudios han demostrado que cuando las personas están profunda y "locamente" enamoradas tienen fuertes manifestaciones somato-sensoriales: sienten el amor en su cuerpo, en sus mentes y, claro, reportan ser más felices.

Asimismo, estudios de neuroimágenes funcionales han demostrado que el amor desactiva los circuitos cerebrales responsables de las emociones negativas y de la evaluación social. En otras palabras: la corteza frontal, vital para el juicio, se apaga cuando nos enamoramos y así logra que se suspenda toda crítica o duda.
¿Por qué el cerebro se comporta así? Quizá por altos fines biológicos y promover de esta manera la reproducción: si el juicio se suspende, hasta la pareja más improbable puede unirse y reproducirse.
Las neuroimágenes han demostrado también que un área del cerebro importante en la regulación del miedo y regiones implicadas en emociones negativas también se apagan. Esto podría explicar por qué nos sentimos muy felices con el mundo -y sin miedo de lo que podría salir mal- cuando estamos enamorados.
Todo esto muy probablemente lo hayamos experimentado en nuestra vida, y lo habremos visto, oído y leído con creces en el cine romántico, los boleros, y la literatura rosa.
No existe evidencia de una sociedad sin amor. Es más: si narrásemos la vida de cualquier persona como una sucesión de acontecimientos, podríamos dar cuenta de que el amor resultó ser el motor de gran parte de esos hechos vividos.
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