ASOCIACIÓN ESCUELA DE
Derechos Reservados
El hombre para profesar una religión ni siquiera necesita saber que existe esta palabra. Religioso es todo aquel que de alguna manera piensa en DIOS, lo reconoce, lo invoca, lo ama, lo siente, lo ve, lo vive y quizá lo teme. No hace falta igualmente que siquiera sepa cuál es su Nombre para que conozca a DIOS, pues Él no se definió a Sí mismo, sino dijo simplemente cuando le preguntó Moisés en la teofanía de la zarza ardiente:
“YOSOYELQUESOY”.
“AsíresponderásaloshijosdeIsrael:
ElYOSOYmemandaavosotros”(Ex 3,14)
El germen, la posibilidad, la semilla, el quizá de la idea de lo Infinito dormía como la crisálida en el capullo, oculta en las primeras percepciones de la conciencia humana.
El presentimiento de lo INFINITO, el comienzo de esta percepción pasa por muchas fases
y tiene muchos nombres.
De las percepciones del mundo sensible se eleva el hombre a la percepción del mundo invisible.
Ya lo decía el iniciado Pablo en su carta a los habitantes de Roma de los Césares:
“Desdelacreacióndelmundo, loINVISIBLEDEDIOS,
Sueternopoderydivinidad, sonconocidosmediantelasobras”(Rm 1,20)
Toda RELIGIÓN se realiza, se desenvuelve y se perfecciona dentro de un triángulo cuyo vértice es DIOS y cuyos lados están constituidos por el hombre en segundo lugar y por la unión del hombre con ese Ser Infinito, en tercer lugar.
Todas las RELIGIONES
tienen sus LIBROS SAGRADOS. Todas vindican para sí el carácter de inspirados por DIOS.
Tales libros no hacen otra cosa que transmitir esa percepción del INFINITO por parte del HOMBRE.
Padre CÉSAR A. DÁVILA G.
El apóstol TOMÁS que más tarde, después de la resurrección del Señor, se mostró incrédulo cuando sus compañeros reiteradamente le dijeron que habían visto al Señor resucitado, dijo: “Sinoveoensus manos la señal delosclavosymetomidedoenellugardelosclavosymimanoensucostado,nocreeré” (Jn 20,25). Y cuando dijo el Señor a sus apóstoles: Vosotros conocéis el camino hacia donde yo voy, TOMÁS le dijo: “Nosabemosadóndevas;¿Cómo,pues,podemossaberelcamino?” Jesús le respondió: “Yosoyelcamino,laverdadylavida;nadievienealPadresinopormí. SimehabéisconocidoconoceréistambiénamiPadre”.(Jn 14,7)
P. CÉSAR A. DÁVILA G.
Para la gran mayoría de los hombres, Dios continúa siendo una incógnita, imposible de descifrar. Se tiene una idea muy vaga, nada concreta de Dios, Él no es una realidad existencial. La filosofía prueba la existencia de Dios con los mismos argumentos con que se prueba la existencia de los seres del mundo material. El resultado es el siguiente. Catalogar a DIOS en cuanto a su existencia como si se tratara de cualesquiera de los seres creados. Esto es inadmisible.
También se afirma que, para llegar a DIOS, no hay otro camino que el de la fe. Si se toma la fe solamente como un recurso para admitir ciegamente algo, esto no es admisible. La FE no son tinieblas, no es obscuridad, no es algo que permanece dentro de estos límites. Como dice la cartaaloshebreos , hay que entender la FE como:“Lagarantíadeloqueseespera,laprueba delascosasquenoseven”(Heb11,1).La FE es pues, claridad, luz, certeza, que mueve a actuar.
Jesús cuando contesta a sus discípulos..., con la sencillez de un verdadero Maestro, les habla de la Realidad DIOS. De una Realidad tal que equivale a la de Su misma presencia física ate ellos. Ellos le veían con sus ojos, podían tocarle, le oyeron hablar tantas veces, con ellos recorría por los campos, las aldeas, las ciudades, compartía la vida diaria. Ellos no tuvieron necesidad de hacer un acto de fe al estar con su Maestro.
La Realidad DIOS tiene iguales características. Lo que se llama FE se convierte en algo tan natural, si cabe la palabra, tan humano que el que ha llegado ya a una comunión vivencial con DIOS, le ve, le siente, le vive tan intensamente hasta el punto de unificarse con Él en espíritu. Esta unificación es todavía mucho más clara, más intensa, más profunda, más íntima, más estrecha, que la visión simplemente material en donde el que ve y el objeto que ve no se identifican como se identifican, se funden, se compenetran DIOS y el espíritu que ya no son dos sino uno solo.
Este es el sentido de las respuestas que el SEÑOR da a sus discípulos. Esto es lo que se adquiere después de una experiencia divina verdadera. Naturalmente es DIOS quien toma la iniciativa para comunicarse e identificarse en esta forma con su criatura, el ser humano, con toda su pequeñez e insignificancia
P. CÉSAR A. DÁVILA G.
Basílica de Santo Tomás en Chennai (restos del santo en Mylapore-India)
En Su camino de dolor el Señor encontró siempre la bendición de una mirada y la bendición de una mano que también quería participar de ese mismo dolor que Él participaba. Y fue la VERÓNICA que se acercó al Señor y le enjugó Su rostro y en premio quedó estampado Ese rostro divino en su toca.
Cuando nos acercamos también nosotros a Él, Él se acerca a nosotros e imprime Su imagen en nuestra propia vida; seamos lo que seamos, tratemos de que esa imagen cada día tome mayor perfección en sus contornos.
P. CÉSAR A. DÁVILA G.
“ElquesubealMonteCarmelotienequehacerlopaso apaso…
Elciegoquequierevercaraacaraelsol,despuésque ha sido curada su ceguera,debeantesprepararla retinaparaquenolecieguelaluz.
El Bendito Señor se encarga de ir preparándonos lentamente para coronar la cumbre del Monte Carmelo” .
P. CÉSAR A. DÁVILA G.
EL CARMELO es importante porque la comunidad de los padres carmelitas, levantó su tradición a Elías como el fundador de su comunidad religiosa, el manto o capa que dejó Elías a Eliseo, es el símbolo del escapulario que le dejó la Virgen.
Este Templo está al cuidado por los carmelitas no por los franciscanos.
Eliseo realizó inclusive resurrecciones de muertos. Estos relatos están en la Biblia.
P. CÉSAR A. DÁVILA G.
ELÍAS, el profeta de fuego pasó por muchas pruebas en el cumplimiento de su misión profética. En su huida de la venganza de Jezabel que quería vengar a sus profetas, pasados a cuchillo, Elías llega a Horeb. Una secreta voz le dice: “Salypontedepieen elmonteanteelSeñor:ElSeñorvaapasar”(I Reyes 9,11). De pronto sopla: “unhuracántanviolento,que descuajalosmontesyhacetrizaslaspeñas… peroel Señornoestabaenelterremoto.Despuésdelterremotovinounfuego,peroelSeñornoestabaenelfuego.Despuésdelfuego seescuchóelaleteodeunatenuebrisa”alsentirloElías,setapaelrostroconelmanto,saleafuerayseponeenpieala entradadelacuevadesurefugio. Eneseinstanteoyóunavozquelepreguntaba:¿Quéhacesaquí,Elías?”(I Reyes 9, 11-13).
Cuando Dios quiso manifestarse a Elías no lo hizo en medio del estruendo de huracanes y tornados que descuajan los árboles, arrasan campiñas, destruyen casas, sepultan caravanas…. DIOS no está allí. No se manifestó entre cataclismos, terremotos, azotes terribles que dejan destrucción y muerte… no lo encontró tras del fuego devorador que calcina rocas, destruye bosques y deja al paso desolación y muerte…
Estos signos siniestros representan la problemática humana: Sus inquietudes, sus frustraciones, sus luchas, sus pasiones desenfrenadas, su odio, su egoísmo, su soberbia, su lascivia, sus ambiciones, sus intrigas, su sed de placeres… A DIOS NO SE LE ENCUENTRA AQUÍ. No está en medio de este campo infernal en que han convertido al mundo los hombres.
El Admirable, el Santo, el Bendito, el Todo-Amor, el Todo-Dicha, el Todo-Bienaventuranza, el Todo-Orden… no puede manifestarse al hombre agitado por las tormentas o por el fuego devorador que se agitan dentro de él.
Una noche de plenilunio cuajada de estrellas, no puede reflejar su rostro en el lago agitado por la tempestad: La CARA de DIOS no puede dibujarse sino en el alma tranquila, en paz consigo misma. Él se manifiesta solo en la quietud silenciosa. Cuanto más
nos hundamos en el silencio, más clara aparecerá Su imagen en nosotros, mientras más se aquiete nuestro corazón, más fácilmente podremos escuchar Su voz.
Su presencia en lo más íntimo de nuestro ser es, según lo reveló al profeta, como “el silbido de un vientecillo suave”, como “una tenue brisa”, como los pasos del huésped que entra a hurtadillas para no causar molestia al dueño de casa, como la caricia maternal, como el abrazo de la onda pura de luz, como el beso de un ángel en el rostro del niño que duerme.
P. CÉSAR A. DÁVILA G.
El Señor accedió bondadosamente a la invitación que le hizo un fariseo llamado Simón. Fue a comer a su casa. Estaba ya sentado a la mesa. Según costumbre oriental, los invitados se recostaban sobre el brazo izquierdo, reclinados sobre triclinios, a manera de sofás y ponían los pies hacia atrás a poca distancia del suelo.
Los fariseos le reprochaban que era “comilón y bebedor de vino”, amigo de publicanos y pecadores (Lc 7,34)
A estos banquetes podían entrar además de los invitados, los curiosos y observadores que desearen hacerlo.
Confundida entre estos últimos entró a la casa de Simón una mujer pecadora que había en la ciudad. Esa mujer era muy conocida por los que estaban sentados a la mesa y por el mismo fariseo Simón. Era una prostituta, una de esas mujeres que la sociedad, concretamente los hombres que buscan en la mujer el placer por el placer, lanzan a la vorágine de la vida y después la pisotean como piltrafas miserables. Era una mujer que vendió su belleza, su cuerpo, su carne a esos mismos hombres corrompidos e hipócritas que estaban sentados a la mesa con Simón…
La pecadora traía en sus manos, apretando contra sus senos un pomo de alabastro lleno de ungüento. También traía dentro de su pecho prendida una llama, esa llama del AMOR, del amor a AQUEL que estaba recostado en el triclinio en el lugar más honorífico de la mesa del fariseo Simón.
A ella no le importó las críticas de esos hombres que le clavaban sus ojos de arpías. De ahora en adelante, esos buitres enmascarados, perderían una presa, una presa más de su lascivia.
Porque tenía ya prendida la lámpara del Amor al DIVINO NAZARENO ella sabía que, a medida que se acercaba a Él, a medida que esa Aura Divina de Pureza, de Amor, de Misericordia, de Paz, de Gozo, de Bienaventuranza, se pusiera en contacto con su aura tiznada desde hacía mucho tiempo con su vida de prostitución y de pecado, se realizaría el milagro de la transmutación: Sabía esa mujer que, en sintonía con el Aura de Cristo, se realizaría en ella el milagro de la piedra filosofal. De esa piedra filosofal que buscaron en vano los alquimistas entre las piedras de las canteras, entre los metales escondidos bajo las rocas. De esa piedra filosofal que realiza el hechizo de convertir en oro cuanto ella toca, esa piedra filosofal era ÉL, el MAESTRO DIVINO.

La mujer se colocó detrás de Él y comenzó a ejecutar lo que le inspiraba el AMOR, ese verdadero AMOR que, ella, la pecadora, había guardado para ÉL, para el único que era digno de ese Amor. Esos hombres que estaban sentados a la mesa, jamás fueron dignos del Amor de esa mujer en quien sólo buscaron el placer fugaz del fuego de su concupiscencia.
Destapó el pomo de alabastro, el perfume de ungüento precioso llenó el recinto, con sus dedos finos y temblorosos de lirios ayer marchitos, ahora lozanos por el contacto del NAZARENO, comenzó a ungir esos pies rendidos y polvorientos de AQUEL caminante incansable en pos de la oveja perdida y del pecador arrepentido… No tenía agua sino la de sus grandes y obscuros ojos de mujer, pero las fuentes de esas aguas que gota a gota destilaban a través de sus glándulas lacrimales, no estaban allá afuera… Estaba allá, sí, allá adentro, muy adentro…
En las reconditeces de su espíritu donde la noche del pecado iba cediendo paso a la Luz de DIOS… Con esas gotas de agua de los ojos de su espíritu iba lavando los pies del MAESTRO.
No tenía a la mano una toalla, no la había llevado en su previsión de mujer, no se sirvió tampoco del velo que siempre llevan en la cabeza las mujeres orientales…
Con sus largos cabellos que semejaban las copas frondosas de las palmeras de Jericó, iba limpiando con ternura infinita esos pies, mientras lloraba y ungía, mientras ungía y lloraba. Al mismo tiempo esos labios que hasta entonces solo conocieron de los besos de la lascivia, de la pasión, de la hipocresía, de la traición, del engaño, de la impureza, esos labios sintieron a los pies del MAESTRO la necesidad intensa de purificación… y comenzaron a besar, a besar mucho, pero no con los besos de los labios
solamente, sino con los besos del corazón, con los besos de su espíritu ya iluminado, ya transformado, ya revitalizado y nuevo, completamente nuevo…
El fariseo Simón pensó y su pensamiento nos traduce Lucas en estos términos: “Viendolocual,elfariseoquelehabíainvitadodijo parasí:Siéstefueraunprofeta,conoceríaquienycuáleslamujer queletoca,porqueesaesunapecadora” (Lc 7,39).
“Simón”,le dice el Señor al fariseo: “Tengounacosaquedecirte”. Hubo un suspenso, un silencio de tumba se hizo en la sala del banquete, como cuando va a hablar el personaje principal y Cristo lo era.
El fariseo pidió al Señor que hablara. Ellos no se imaginaban lo que diría. Pensaron quizá que haría un discurso famoso acerca de la ley de Moisés o de los profetas, o que tendría palabras de felicitación o adulación por el opíparo banquete, por la calidad de los invitados; o pensaban quizá que habría de avergonzar a esa mujer que tenía todavía llorosa a sus pies, reprochándole su pasada conducta.
Habló y dijo: “Unprestamistateníados deudores.Elunoledebía500denarios,elotro50.No teniendoellosconquépagar,selocondonóaambos”(Lc 7, 41-42).
Al oír esto, todos se quedaron atónitos y no supieron a qué conducía aquella comparación.
El Señor dirigiéndose al fariseo Simón le preguntó: “¿Quiéndelosdosleamarámás?” El fariseo con cierta duda por lo inesperado de la pregunta le respondió: “Supongo que aquel a quién condonómás”. El Señor felicitó por la respuesta:“Bienhasrespondido”le dijo.
Ahora Él mismo va a hacer la aplicación de la parábola. “Vesaestamujer?”dice a Simón.“Cuando entréatucasanomedisteaguaparalospies;masellaharegadomispiesconsuslágrimasylos haenjugadoconsuscabellos”(Lc 7,44).
¡Benditas lágrimas de mujer que lavaron en un instante su conciencia y la dejaron pura como las nieves del Hermón, como los lirios de los campos bordados por las manos de Dios! ¡Benditos cabellos que enjugaron esos pies divinos y quedaron purificados del soplo del vicio!
Y continuó el Señor: “Nomedisteelósculodepaz,peroella, desde que entró no ha dejado de besarme los pies” (Lc 7,45). Aquellos labios pecadores que tantas veces saborearon el fuego de la pasión de los ósculos prohibidos, de aquellos ósculos después de los cuales sintió tantas veces la amargura del veneno, el hastío de la culpa, aquellos labios que fueron en otro tiempo del comercio ilícito de su carne prostituida, cuando se acercaron temblando a los pies del MAESTRO sintieron estremecerse de una PAZ que sólo la da el SEÑOR. Esa PAZ inundó a aquella mujer hasta entonces víctima de tantos remordimientos porque había sido el cebo para tantos hombres ahítos de pecado.
“Noungistemicabezaconóleo”,continuó, “yéstahaungidomis piesconungüento”(Lc 7,46). Era el ungüento fragante de su amor; era el perfume de su alma nacida de nuevo en el alumbramiento de su vuelta a Dios; era el ungüento precioso que exhalan las almas nuevas de los hijos del Padre.
Concluye el Señor la parábola resumiendo el hecho: “Porlocualtedigoquelesonperdonadossusmuchospecadosporqueamó mucho.Peroaquiénpocoseleperdona,pocoama” . Y a ella le dijo: “Tuspecadostesonperdonados”(Lc 7, 47).
La palanca que todo lo mueve en el cielo y en la tierra es el AMOR. El poder ante el cual, nada es imposible: Es el AMOR. El fuego que todo, absolutamente todo lo vuelve puro: Es el AMOR. El lenguaje que todos comprenden es el AMOR. El idioma que no necesita expresarse con palabras es el AMOR.
Ella, la pecadora, expresó con el lenguaje del AMOR de CRISTO, todo lo que quiso decirle. ¿Quién más que ÉL la podría comprender? ¿Quién, más que Él podía captar la vibración íntima de aquella alma nueva convertida? ¿Quién más que Él podía sentir la vehemencia de aquel fuego que ardía en el pecho de aquella mujer?
Ella amó, amó mucho. En la medida en que cayó, supo amar. En la medida en que pecó, amó. Con el mismo impulso con el que se entregó a pecar, amó: En esa medida alcanzó el PERDÓN.
Los pecados le fueron perdonados. En el abismo infinito del Amor de CRISTO se diluyeron como se diluye una gota de veneno en la inmensidad del mar. En adelante: Ese Mar Infinito del Amor de CRISTO saturaría los poros de esa alma pecadora que ya no volvería a desandar lo que había andado.
P. CÉSAR A. DÁVILA G.
SANTIAGO dijo: “si un hermano o una hermana estuvierandesnudosodestituidosdelpandiarioy unodevosotroslesdijera:Idosenpaz;calentaosy saciaos,masnolediereislascosasnecesariaspara elcuerpo¿quélesaprovecha?”(Stgo 1,15-16).
Santiago oyó la parábola del Samaritano expuesta por el Maestro.
Él como Pablo de Tarso, repiten en otros términos… Hay que hacer lo mismo con nuestros hermanos.
Lo mismo que hizo el samaritano con el judío: Acercarnos a él, a nuestro hermano –prójimo- para mirarle, para tratar de comprenderle, para decirle una palabra de aliento, para animarle. Para sentir con él un poquito de la tragedia que vive, del momento crucial por el que atraviesa, de la hora de dolor que le tritura el alma.
P. CÉSAR A. DÁVILA G.
https://youtu.be/zw63SXeXoys?si=dMd_0HUgTMfnl26l
Acabamos de escuchar la primera oración y las lecturas que nos introducen en la fiesta que estamos conmemorando en la Iglesia, el día de hoy: la fiesta de San Joaquín y de Santa Ana, padres de la Virgen María. Nosotros –digo- tenemos que estudiar la vida de los grandes maestros y de los santos, para recabar la enseñanza la enseñanza que ellos nos dan.
Es disposición Divina esto, que exista un hogar. Acabamos de visitar algo que a vosotros os ha llamado profundamente la atención, aquí en ésta visita que estamos realizando: ese hogar, esas familias en los animales, en las avecitas. Ellos también instintivamente, han asumido mis queridos estudiantes, han asumido deberes y deberes que en ese instinto que es también una manifestación de Dios, deberes y responsabilidades que ellos cumplen a cabalidad.
Sí, también ellos forman familias, ellos también cumplen sus responsabilidades respecto de sus hijos, los cuidan con que esmero, los alimentan y también los educan. Y los educan ¿para qué? Los educan para que esas avecillas puedan volar libremente. Esa es la educación que les dan, para que puedan ellas mismo más tarde, buscar por si el alimento con toda libertad, pero también trabajando. Hay una especie de educación elemental en todas esas criaturas, salidas de las manos de Dios, lo mismo en las demás especies.
He aquí, lo que yo os decía hace un momento, la comprobación de una gran verdad: de que todo está dispuesto por Dios, para que nos sirva de ejemplo, y siguiendo ese ejemplo vayamos a Él. Pero todavía más, en los maestros, en los santos que se asemejan en todo a nosotros, ésta disposición divina, esto de inducirnos a seguir el ejemplo, se realiza admirablemente.
Sí, también muchos de ustedes han formado sus hogares y la mayoría de ustedes formarán también sus hogares. Pero es preciso, que recojamos esa enseñanza que nos da esa naturaleza que nos rodea, esos seres que pertenecen todavía a una vida elemental: a la vida instintiva, y que seguimos ese ejemplo.
Porque yo entiendo, que el hogar en donde se fragua la sociedad familiar o los hijos, es algo tan grande, es algo tan precioso, es algo tan sagrado. Cada hogar es una comunidad de servicio -entiendo- de servicio más que de exigencia. El padre tiene una obligación de servicio respecto de la esposa y de sus hijos. La esposa tiene una obligación de servicio respecto de su esposo y de sus hijos. Los hijos tienen también, una misión de servicio respecto de sus padres. Entendamos bien todo esto mis queridos estudiantes: que ante todo la vida de hogar es una vida de servicio.
En segundo lugar, esa vida de hogar es también una vida de amor. Pero de amor entrañable, de amor que significa desinterés, de amor que significa abnegación, de amor que significa sacrificio, de amor que significa comprensión. Cuando estas virtudes se cultivan en un hogar, entonces ese hogar marchará siempre bien, como marchó ese hogar de Joaquín y Ana, madre de la bienaventurada Virgen María. Y como marcha también –volvamos a la idea anterior- ese hogar elemental, porque hasta cierto punto, es un hogar el que forma una pequeña ave, unos animalitos. Todavía ese aspecto mis queridos estudiantes, de esa vida de comunidad, no está suficientemente estudiado por quienes se dedican a estos estudios de la vida de las aves y de los animales; pero si se concluye que hay una verdadera sociedad, aún entre ellos.
Vuelvo a mi primitiva idea. Todo, mis queridos estudiantes, todo en la naturaleza visible nos enseña. Aprendamos esa enseñanza que nos dan a cada paso, los seres de la naturaleza y tratemos de penetrar, cada día más y más en los secretos de los seres y de las cosas. Procuremos por medio de nuestra meditación, ir cada día despertando más y más éste sexto sentido que llamamos intuición, y así reconoceremos tantas cosas que para nosotros a veces, pasan desapercibidas. Pero seamos meditadores, seamos observadores, y así podremos enriquecernos con todas esas enseñanzas. Ese enriquecimiento es a veces muy necesario, cuando nos encontramos quizá un poquito, no diré desviados, sino cuando nos encontramos un poquito descuidados, cuando se obscurece a veces, estas cosas que debemos tenerlas presente en nuestra vida.
El Padre Celestial, Su Hijo Bendito y el Espíritu Santo forman también una familia. ¡Qué hermoso, que hermoso es esto! esa familia Divina compuesta de las tres Divinas Personas. También Santa Ana, Joaquín y la Virgen María forman una familia, como formo una familia la misma Virgen María, José y el Niño Jesús. Y como forman la sociedad, su sociedad familiar también estos animalitos, estas aves que nosotros admiramos.
Pues bien, vivamos esta vida de familia, esta vida de hogar. Yo creo que realmente es un CIELO anticipado, cuando se le imprime a esa familia, su verdadero carácter.
Jesús decía a Martha que se afanaba con afán desmedido por el cuidado de las cosas temporales: “Martha,Marthacuidadosa estás,ytedejasturbarencuantoamuchascosas!Masunasolaesnecesaria;yMaría(que sentada a los pies del Maestro oía su palabra) ha escogido la buena parte,quenoleseráquitada”(Lc10,4142).
Observa la conducta de la mayor parte de las gentes. La gran mayoría, la inmensa mayoría, vive constantemente afanada por el día de mañana. La inmensa mayoría vive esclava de lo que llama deber. El deber mal entendido, no le deja tiempo para cumplir el único verdadero deber, el más necesario de todos los deberes: El deber para con DIOS. La inmensa mayoría sólo hace en la vida el papel de Martha. Muy pocos se sientan a escuchar las palabras del MAESTRO que está vivo en su Evangelio.
Descansa un rato la vista en un campo: Allí donde crece sin temor la hierba silvestre. Mide con la vista la altura de un árbol, observa la blancura de una flor, oye el canto de una ave cualquiera, sigue con la mirada a una nube viajera… Ni la hierba se afana por crecer, ni el árbol por ser más alto, ni las flores por parecer más blancas y más hermosas, ni el ave por mejorar su canto, ni la nube viajera por ir más de prisa… Todos estos seres que son una nota en la gran sinfonía del universo nos enseñan a no afanarnos por nada excesivamente, como nos dice JESÚS.
P. CÉSAR A. DÁVILA G.
DIOS y el hombre no pueden concebirse inconexos, separados, distantes.
Entre Dios y nosotros hay una relación tan estrecha, tan íntima, tan profunda que no pueden existir separados. Si las separamos, el mundo físico, el mundo de la mente y el mundo espiritual pierden su razón de ser, se desmoronan.
¿Qué es el hombre sin Dios?
Es la pregunta que debemos plantearnos.
Esta pregunta no es para aquellos que han perdido el contacto con Aquel que puede responder a todos nuestros interrogantes por dolorosos, difíciles y extraños que sean.
¿Qué es el hombre sin Dios?
Sólo el planteamiento de esta pregunta es estremecedor, escalofriante…
¿Qué sería de un tierno hijo sin una madre?
¿Qué sería de un hombre perdido en una selva tenebrosa, habitada por toda clase de fieras en constante acecho de su víctima?
¿Qué del viajero que comenzó el camino y no llega a la meta?
Sin Dios, ¿valdría la pena vivir?
Sin Dios, ¿no estaría trunca nuestra existencia?
Sin Dios, ¿qué razón tendría la creación?
Sin Dios, no encontraría respuesta alguna a sus aspiraciones, inquietudes y quebrantos.
Sin Dios, desde el vientre materno hasta la muerte, sufriría no sólo uno, sino mil infiernos.
Sin Dios, faltaría lo más grande, lo más importante, lo más sagrado lo mejor.
¡Sin Él, nada tiene explicación valedera!
¿Qué es el hombre sin Dios?
Una flecha lanzada al vacío; un cometa errante en el espacio infinito; una canción solitaria que muere en la soledad; un barco que navega a la deriva por mares desconocidos, porque ha perdido la brújula y el timón; un ser miserable que no tiene a quien volver los ojos; un huérfano que no podrá imprimir un beso amoroso en la frente de su madre, privado de sus caricias, de sus mimos, de sus afanes, de sus cuidados, de sus desvelos, de sus lágrimas…
¿Qué más? Un peregrino que ha perdido el rumbo al Infinito…
Un hijo pródigo que vaga fuera de la casa paterna añorando el momento tras momento el hogar. Nuestra existencia presente y futura, la existencia de todos los seres de los diversos planos de la creación, sólo tienen explicación con la bendición de Su presencia inefable.
Él y solo Él, es lo único que necesitamos de verdad. ¡Porque a Él nada le falta y le sobra todo!
Padre CÉSAR A. DÁVILA G.