Revista Misión 360° - Misión Adventista - Vol 9 No 3

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VIETNAM

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Ayuda en Ho Chi Min

H Joshua Segala, Oficina de Misión Adventista.

ace varios años, Ho Chi Min, la capital de Vietnam, sufrió una crisis económica. Tran Quoc Khoi, el director nacional de Misión Adventista recuerda cómo una joven de su iglesia sugirió que, cada jueves, los miembros sirvieran una comida al público durante esa época difícil. “Al principio, preparamos comida solo para 50 personas”, dice Tran Quoc Khoi. “Juntamos nuestro dinero y preparamos algo sencillo, pero delicioso y saludable”. Los miembros de la iglesia trabajaron juntos para servir una comida hogareña a muchos niños, estudiantes, jubilados y personas que buscaban empleo. Lo consideraron como una forma de hacer un sencillo acto de bondad hacia la gente que vive en su ciudad. Esta primera entrega de almuerzo tuvo tanto éxito, que ahora los miembros de la iglesia

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los preparan para más de 200 personas cada semana. En total, los alimentos tienen un costo de casi cuatro millones de dong vietnamitas, o 180 dólares americanos. El menú consiste en arroz, tofu, frijoles, sopa de calabaza, tomates y bananas: ¡una combinación perfecta para llenar un estómago vacío! Debido al creciente número de personas necesitadas de alimento, este proyecto se ha vuelto una tarea más difícil. “Venían más y más personas”, dice Tran Quoc Khoi, “y, a veces, llegamos a pensar que deberíamos parar, porque si no teníamos suficiente dinero estaríamos en un gran problema”. Pero el programa ha ganado reconocimiento y apoyo económico de parte de la comunidad. Los líderes locales de otras religiones, e incluso comerciantes locales y particulares, se han unido para mantenerlo funcionando. “La gente que vende vegetales en el Mercado pregunta: ‘¿Por qué compran tanto?’”, dice Tran Quoc Khoi. “Les contamos sobre nuestros almuerzos y dicen: ‘OK, toma esto; esta semana es gratis’. En las semanas cuando no hemos tenido suficiente dinero, hemos recibido arroz y vegetales gratis de parte de los vendedores. Nunca hemos parado por no tener suficiente dinero”. Las autoridades locales también expresaron su gratitud por el impacto positivo que las comidas solidarias crean en la comunidad. Pero, quizás, los más agradecidos son quienes vienen a comer. “Una tarde pasaba frente a este edificio, y vi el aviso sobre el programa de comida solidaria”, dice Goi.* “Por eso entré. Gracias a este programa, siento que Dios me ama”. Además de la comida, todos son invitados a asistir a otros programas de la iglesia. Tres personas han aceptado a Cristo en su corazón.


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