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Del paisaje del todo y la nada Carlos Daniel Santacruz
Del tapiz de los retazos
Nathalia Insuasty Guerrero
Del paisaje del recuerdo
Marlon Alejandro Tejada
Del paisaje de lo que vemos y lo que no María Fernanda Cárdenas
Del paisaje de la percepción a la cultura del paisaje
David Felipe López Grajales
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Del paisaje interpretado
Alejandra Calle Cárdenas
Del sentir manifiesto al paisaje construido
Luis Sebastián Bravo
Del esteticismo del concepto al constructo de la visión
Carlos Andrés Benavides Cano
Del paisaje percibido
José Guio
Del constructo de lo mental a la resignificación de lo materializado
Andrés Camilo Patiño González
De la reproducción del espacio a la reciprocidad del paisaje
Armando Javier Gómez
Del tecnicismo urbano del paisaje
David Romero Valencia
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Definir el paisaje es una acción titánica, digna de una tesis doctoral, o la publicación de un libro o hasta el propósito de vida de una persona. Siendo el objetivo de este escrito simplemente acercarse un poco a dar un constructo sobre paisaje. Desde el punto de vista sencillo de un diccionario sabemos que es: ”una gran extensión de terreno, especialmente en relación con su apariencia” (Cambridge University, 2023). El paisaje tierra. Pero ¿acaso la tierra no se vive , se transforma, se comparte, se pelea, se ordena y se llega a amar? Para Marshall (2016) el paisaje puede ser visto como objeto, diseño, arte, hábitat ecológico, elemento de identidad cultural y lugar de relajación” es decir, un todo. Es así como Zarazaga (2016) continúa y afirma que: “existen múltiples paisajes y espacios que funcionan como contenedores en los cuales se desarrolla la vida biológica y social” el todo donde se desarrolla todo. Lejos de lo terrenal Thomas (2001) descifra el origen del concepto a la Holanda del siglo XVI, relacionado meramente a una forma particular de pintura. El paisaje se origina como una palabra que es tangible pero al referirse a ella se volatiliza. Cosgrove (1984) vinculó el paisaje como un constructo que saca al observador del mismo, como un personaje ajeno al ente.
Un ente que engloba y atrapa todo a su paso. El Convenio del Paisaje del Consejo de Europa (2000) de una forma holística afirma que es: “un área, tal como la perciben las personas, cuyo carácter es el resultado de la acción e interacción de factores naturales y/o humanos” o vease como: “todo lo que puedes ver cuando miras a través de un área de tierra, incluyendo colinas, ríos, edificios, árboles y plantas” (Collins Dictionary, 2023), el todo que se transforma a la nada cuando se trata en el entendimiento humano.
Construir un concepto de paisaje, permite aplicar la belleza del raciocinio humano. Entender la obra del universo sin saber qué es lo que se quiere entender y ni saber hasta qué punto.
Acompaño mi postura con una fotografía tomada por Ángela España (2020) al suroccidente de Colombia, majestuosa tierra a la cual le debo los paisajes más bellos que he visto y todo lo que soy.
Construir un concepto de paisaje, permite aplicar la belleza del raciocinio humano. Entender la obra del universo sin saber qué es lo que se quiere entender y ni saber hasta qué punto.
Cambridge University. (2023). Landscape. Cambridge Dictionary
Collins Dictionaries. (2023). Landscape.
Convenio del Paisaje del Consejo de Europa. (2000). What, according to the Convention, does the term “landscape” cover?
Cosgrove, D. (1984). Social Formation and Symbolic Landscape.
Thomas, J. (2001). Archaeologies of place and landscape.
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En torno a esta breve definición que abarca los aspectos más relevantes de lo que se entiende como paisaje, es posible afirmar que la interpretación de este término es percibida como algo subjetivo, donde cada disciplina y sujeto puede interpretarlo desde su conocimiento. Sauer (2006) lo define como “un área compuesta por una asociación distintiva de formas, tanto físicas como culturales”. El paisaje es la primera aproximación que se tiene con el territorio; siendo ésta algo que va más allá de lo visual, extendiéndose a los olores, sonidos y texturas, que reflejan su identidad.
Aponte Garcia (2003) enmarca al paisaje como objeto de identidad, siendo un compuesto dinámico de diferentes elementos heterogéneos, vivos e 1
Tratar de encasillar la palabra paisaje en una sola definición se quedaría corta, es necesario enmarcarla en los diferentes contextos y perspectivas, donde la interpretación de cada espectador, y la escala con la que es observado tendrá una configuración en su percepción del paisaje. La Real Academía Española lo define como “Parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar” (RAE, 2023); vinculando siempre la caracterización geográfica de un lugar. El paisaje es una expresión visual del territorio, que se encuentra en constante transformación acorde a sus dinámicas, cultura e historia.
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inertes, naturales y antrópicos, con una alta variabilidad y diversidad. Asimismo el paisaje refleja el estado del territorio, haciendo evidentes los desórdenes ambientales que pueda presentar, pero también sus bondades.
Trinca Fighuera (2006) abarca al paisaje como algo que no se crea solo una vez, sino que consta de adiciones, eliminaciones y reemplazos de objetos, configurando un conjunto de objetos con diferentes edades, que responden al momento histórico de su creación. Por tanto lo define como “el conjunto de formas -objetos- que la(s) sociedad(es) van creando y recreando como respuesta a las funciones que desea que estas realicen de la manera más eficiente posible.
En este sentido, podemos definir al paisaje como un tapiz de retazos, que se configura por la unión e interacción de diferentes objetos, con sus comunidades y la historia del territorio, brindando así diferentes interpretaciones para quienes lo observan.
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AponteGarcía, G., (2003). Paisaje e identidad cultural.
Real Academía Española. 2023. Paisaje.
Sauer, C. O., (2006). La morfología del paisaje.
Trinca Fighera, D., (2006). Paisaje natural, paisaje humanizado o simplemente paisaje.
El paisaje es la primera aproximación que se tiene con el territorio; siendo ésta algo que va más allá de lo visual, extendiéndose a los olores, sonidos y texturas, que reflejan su identidad.
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Desde que tengo la posibilidad de recordar experiencias y momentos vividos durante mi existencia, tengo pensamientos que por lo regular me traen felicidad y confort gracias al común denominador conocido como paisaje, definido por Mücher et al. (2010) como “unidades ecológicas donde interactúan varios procesos y componentes…que son el producto de interacciones a largo plazo de procesos abióticos, bióticos y antrópicos”.
Los paisajes que se vienen a mi mente, por lo general, tienen alguna particularidad como por ejemplo, estar con exuberante vegetación de distintas especies arbóreas, montañas de variadas siluetas y escarpes de diferente tamaño; con colinas más grandes que otras que por lo tienen presencia de reses pastando o tienen cultivos hortícolas; con planicies que tienen un horizonte donde confluye la tierra y el cielo lleno de arreboles; con cuerpos de agua de tonos azulados y que en algunos lugares se quiebran en un fuerte desnivel para formar cascadas que emiten sonidos únicos y envolventes que transmiten paz y confort.
A parte de los anteriores paisajes descritos, he conocido otros como los paisajes cafeteros cuyo mosaico de café, plátanos y haciendas, me genera en muchas ocasiones tristeza porque tengo conocimiento de que en décadas pasadas fueron territorios con exhuberante vegetación donde confluía la flora y la fauna características de esas regiones, pero que por procesos agrarios y de competitividad del país hicieron que se desaparecieran, por lo que un paisaje se pueden producir transformaciones permanentes que son resultado de los valores, políticas y condiciones económicas en constante evolución (Guhl, 2009, p. 35).
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Gracias a que he tenido la posibilidad de desplazarme hasta territorios con paisajes inimaginables, en los trayectos hasta llegar al lugar específico de hospedaje, he tenido la fortuna de ver paisajes igualmente de hermosos, pero que por temas de tiempo y perspectiva no los he podido detallar demasiado; por lo que en mi imaginario quedan recuerdos muy vagos de ellos, porque tan sólo estaba viendo el árbol y no el bosque que estaba detrás de este; sin embargó, tengo presente la existencia de esos paisajes, que en este caso son invisibles porque lo está ocultando el paisaje visible y le está impidiendo a la vista humana de apreciarlo (Nel O, 2016).
Por último, es de resaltar que también he tenido la posibilidad de ver paisajes que para muchas personas no lo son, como podría ser aquellos paisajes residuales que son aquellos que “han
Los paisajes que se vienen a mi mente, por lo general, tienen alguna particularidad como por ejemplo, estar con exuberante vegetación de distintas especies arbóreas, montañas de variadas siluetas y escarpes de diferente tamaño; con colinas más grandes que otras
dejado de existir a los ojos de la sociedad porque simplemente han dejado de cumplir su función” (Nogué, J. 2011); como por ejemplo, las antiguas estaciones del ferrocarril de Antioquia en el municipio de Amagá y en el corregimiento de Palomos en Fredonia; o las zonas abandonadas por el conflicto armado en el norte del departamento del Cauca, entre muchas más; por lo que me recojo en las palabras del autor Fusalba, 2009 que dice: “los lugares desaparecen, cambian se transforman, y con ellos los vínculos afectivos que habíamos construido mediante la experiencia de los momentos vividos en unos paisajes concretos”; sin embargo, siempre quedará a través de nuestros recuerdos esos momentos en que se fue feliz al contemplar tales maravillas y que nos hacen desear volver hasta allí a contemplar un paisaje que posiblemente esté intervenido por el ser humano.
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Fusalba, J. P. (2009). El concepto de paisaje y su aplicación en El planeamiento territorial y ambiental.
Guhl, A. (2009). Café y cambio de paisaje en Colombia,
Mücher, CA, Klijn, JA, Wascher, DM y Schaminée, JH (2010). Una nueva Clasificación Europea del Paisaje
Nel, O. (2016). La ciudad, paisaje invisible.
Nogué, J. (2011). Otros mundos, otras geografías.
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El paisaje puede mostrar diversos atributos según el observador, cuyo ojo entrenado se especializa en ver o leer distintos componentes -aislados- de un mismo sistema. También las escalas inciden en el tipo de elementos que se observan.
En todo caso, el paisaje puede entenderse como la expresión observable del territorio, por medio de la vista o de cualquiera de los demás sentidos, aunque los otros sentidos son mucho menos empleados en nuestro contexto sociocultural, pero que también merecen la pena ser explorados desde los sonidos, los olores, las texturas y, por qué no, incluso los paisajes de sabores.
Existe una estrecha relación entre paisaje y territorio. Si se entiende este último como el contenedor donde se construye el espacio y el hábitat humano (Lefebvre 2001); cabe indicar que el sistema territorial está conformado por la interacción de los elementos de la base natural o biofísica y la población, en una construcción social inexorable (Gómez Orea y Gómez Villarino 2013).
los seres humanos somos el principal agente modelador y transformador del paisaje, y esto ocurre a escalas intraurbanas, locales, regionales… cualquier punto del planeta hoy tiene las huellas de nuestra actividad, de nuestras intervenciones.
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En este sentido, el paisaje refleja la estructura, organización, forma, composición y el funcionamiento de los subsistemas que constituyen ese territorio y que, de acuerdo con Etter (2015), al igual que todo sistema concreto, se compone de dos partes fundamentales de patrones: los visibles y los que están ocultos.
Desde una perspectiva más biofísica, los componentes de expresión visible permiten espacializar y caracterizar los paisajes, y están representados por las geoformas y coberturas de la tierra. Los componentes de expresión no visible son los formadores del paisaje y pueden identificarse a partir de los visibles, tales como la geología, el clima, el relieve y el uso del suelo (Villota 1999). Por tanto, es posible diferenciar paisajes a partir de sus elementos estructurales que son estables o poco cambiantes, y darles atributos específicos con base en los componentes más
Del paisaje de lo que vemos y lo que no María
dinámicos, la mayoría de los cuales mutan constante y rápidamente debido a la acción humana. Es decir, los seres humanos somos el principal agente modelador y transformador del paisaje, y esto ocurre a escalas intraurbanas, locales, regionales… cualquier punto del planeta hoy tiene las huellas de nuestra actividad, de nuestras intervenciones.
A esto falta adicionarle un factor fundamental: el tiempo. En un principio, la intervención humana en el territorio estaba orientada a adaptarlo para volverlo un entorno más seguro; esto es, proveedor de agua, alimentos y materiales necesarios, pero también buscaba generar una ventaja comparativa con respecto a los depredadores, enfermedades y otros agentes amenazantes para nuestro débil organismo animal. Con el tiempo y la tecnificación, la magnitud, propósito y efecto de dichas transformaciones fueron cambiando, dándole más dinamismo a nuestros paisajes cotidianos, cada vez más antropizados. La historia nos permite reconocer y apreciar las huellas del pasado, de lo que hubo alguna vez debajo de los paisajes que hoy vemos y habitamos, y donde probablemente un día queramos retornar.
ETTER, A. Un Marco de Integración para los Levantamientos Ecológicos.
Gómez Orea, Domingo, y Alejandro Gómez Villarino. 2013. Ordenación territorial.
Lefebvre, Henri. 2001. La production de l´espace.
Villota, Hugo. 1999. “Análisis integral de los atributos del paisaje en la zonificación ecológica”.
¿Qué hubiese sido de la humanidad si los primeros homínidos no les hubiera dado curiosidad ver que había más allá del horizonte africano?, ¿Qué hubiese sido de los calendarios si algunos no les hubiera dado la curiosidad de entender los cielos estrellados?, ¿Qué hubiese sido de América, si las embarcaciones de Cristóbal Colón no hubieran visto tierra firma en un fondo azul? o incluso ¿Qué hubiese sido de muchos pueblos colombianos si algunos arrieros no hubieran buscado horizontes diferentes? Tal vez nunca se tenga una buena respuesta a estas preguntas, pero lo que sí vale la pena pensar, es que la historia de la humanidad ha estado dictaminada por lo que está al frente de los ojos, oídos, nariz y hasta la imaginación. Eso que está al frente, es lo que podríamos llamar “paisaje”.
La historia de la humanidad ha estado dictaminada por lo que está al frente de los ojos, oídos, nariz y hasta la imaginación. Eso que está al frente, es lo que podríamos llamar “paisaje”. 1 2
El concepto de paisaje es mucho más complejo de definir que aquello que se puede percibir al rededor, y se puede tener una definición dependiendo de la disciplina o el contexto en que se evoque. Un buen ejemplo es el caso de la ecología, en la cual se tiene como definición; Una parte de la superficie terrestre, qué por su imagen exterior y por la actuación conjunta de fenómenos, al igual que las relaciones de posiciones interiores y exteriores, tienen un carácter específico y distinguible por fronteras geográficas y naturales (Troll, 2003).
Es decir, que, hay una orientación hacia las coberturas y superficie terrestre, pero queda un poco de lado, la importancia que puede tener el paisaje en la cultura y la aplicación socio-política.
Del paisaje de la percepción a la cultura del paisaje
En ese sentido, se dice que lo que tienen en común diversas definiciones, es que el paisaje tiene que ver con la percepción y el carácter que surge propiamente desde lo humano, junto a la realidad física del espacio, en dónde, no se podría hablar de paisaje si no hay una mente humana que pueda apreciar y darle una idea o carácter a ese espacio junto con sus elementos y fenómenos percibidos (Zubelzu et al, 2015). Esta idea es un poco similar a la del filósofo George Berkeley, en la cual, ¿si un árbol cae en el bosque, pero no hay nadie que lo escuche, genera ruido? Y que se puede pensar, aunque todavía sea motivo de debate, como que gran parte de la realidad física es concebida por la interpretación que los sentidos y la mente humana, a pesar de que los fenómenos tengan un comportamiento natural (BBC, 2021). Lo que concuerda con lo mencionado por John B. Jackson (1984), el paisaje es el resultado de una compleja interacción entre la naturaleza y la cultura, más no simplemente una colección de características físicas.
BBC (2021, 2 de mayo). ¿Hace ruido un árbol al caer si nadie está ahí para escucharlo? La respuesta de la ciencia y la filosofía.
Jackson, J. B. (1984). Vernacular landscape.
Troll, C. (2003). Ecología de paisaje
Zubelzu Mínguez, S., & Allende Álvarez, F. (2014). El concepto de paisaje y sus elementos constituyentes: requisitos para la adecuada gestión del recurso y adaptación de los instrumentos legales en España.
Whiston Spirn, A. (2012). El lenguaje del paisaje: alfabetización, identidad, poesía y poder
Las grandes ramas del conoci miento humano como la botáni ca, la geografía y la medicina, existen y son reconocidas gracias a las experiencias de las personas y a su capacidad de agrupar los fenómenos y características del mundo que los rodea. La geografía, definida como “ciencia que estudia las relaciones entre la sociedad y el espacio”, integra diferentes campos de estudio ya que requiere tanto las interpretacio nes como los análisis del entorno global para tomar decisiones y dar recomendacio nes (IGAC, s.f.); el paisaje es parte integral de la geografía, solo es posible tener una noción de este a partir de su relación con el tiempo y el espacio; tiene forma, estructura, función, lugar en un sistema y puede desarro llarse, modificarse, ser reempla zado y finalizar (Sauer, 2006).
Cada persona percibe su entorno de manera diferente, cada estímulo que recibe de su espacio vital construye su percepción del paisaje y le da forma a su identidad pero es una relación recíproca, el paisaje forma al individuo y el individuo construye el paisaje, ambos dinámicos y vulnerables
Aponte García, G. (2003). Paisaje e identidad cultural.
Busquets Fàbregas, J., & Cortina Ramos, A. (2009).Gestión del paisaje: Manual de protección, gestión y ordenación del paisaje.
Maderuelo, J. (2010). El paisaje urbano.
Sauer, C. (Agosto de 2006). La morfología del paisaje.
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El paisaje definido como “la realidad física generada a partir de la actividad humana y el entorno” se fundamenta en las percepciones que tienen las personas sobre este y en los bienes y servicios (ambientales, estéticos, espirituales, económicos, entre otros) que se puedan encontrar en él, pero tanto las personas como las sociedades son dinámicas, por lo cual el paisaje también lo es y se transformará constantemente, lo que dificulta su estudio y comprensión (Busquets Fàbregas & Cortina Ramos, 2009). A partir de esta definición se establece la diferencia entre paisaje natural y cultural, la primera se refiere a las condiciones físicas del lugar, al “contenido” del área o paisaje, lo que naturalmente se formó y está a disposición de todas las especies; mientras que la segunda se refiere al uso que el ser humano le dé a estos bienes y servicios y a las modificaciones que le realice (Sauer, 2006).
Cada persona percibe su entorno de manera diferente, cada estímulo que recibe de su espacio vital construye su percepción del paisaje y le da forma a su identidad; pero es una relación recíproca, el paisaje forma al individuo y el individuo construye el paisaje, ambos dinámicos y vulnerables; como afirmó el geógrafo paisajista Jay Appleton (1986) “El paisaje es lo que la gente hace de su entorno después de que la naturaleza lo ha puesto en sus manos”. Una sociedad crea su identidad a partir del paisaje natural, el cual modifica posteriormente para satisfacer sus necesidades creando un nuevo paisaje que le proporcionará una nueva identidad a la siguiente generación; muchas veces afectándolo irreparablemente, deteriorándolo de tal manera que podría acabar el paisaje y deberá buscar uno nuevo para asentarse (Aponte García, 2003).
Las definiciones de paisaje dependen mucho del espectador que lo esté describiendo, de la época y la cultura en que se ubique; por lo cual, intentar definir paisaje urbano (lugar en su mayoría con escenarios artificiales) es mucho más complicado ya que se tiene muy arraigado el concepto de paisaje con la naturaleza, pero al desligar lo natural al paisaje se puede encontrar que las ciudades también crean identidad en las personas a partir de percepciones y construcciones sensoriales (Maderuelo, 2010).
El paisaje es una entidad compleja que interrelaciona aspectos naturales y culturales, y puede ser definido desde diferentes perspectivas y diciplinas (Zubelzu & Allende, 2015). Desde la geográfica, partiendo de lo físico como una porción de la superficie terrestre que puede ser observada y analizada en función de sus características naturales. Así, puede ser considerado como una expresión del funcionamiento de los procesos naturales que lo han conformado y que continúan moldeándolo a lo largo del tiempo.
Sin embargo, esta definición también puede ser abordado desde la perspectiva humana, que tiene en cuenta las transformaciones que el ser humano ha introducido en la naturaleza para satisfacer sus necesidades y expectativas culturales, dentro del entorno físico. Desde esta noción, el paisaje es el resultado de una larga y compleja interacción entre el espacio natural y el sujeto, que ha dado lugar a paisajes culturales, en los que se pueden identificar las huellas de las actividades humanas. En consecuencia, la identidad cultural de las sociedades, reflejan las formas en que las comunidades se relacionan con su entorno. En este sentido, el paisaje puede ser visto como un patrimonio compartido y una forma de comunicación que nos permite conectarnos con nuestro entorno (Spirn, A., 1998).
Bajo esta idea, el paisaje se configura dentro de una medida cualitativa que parte de la perspectiva estética, es decir, desde las percepciones subjetivas y las emociones que el paisaje genera en las personas quienes lo habitan, lo transitan o simplemente lo notan. Así, las características del paisaje van más allá de lo tangible y lo visuales del paisaje, influyendo en las emociones y las respuestas
emocionales de las personas (Bourassa, 1991), como se plasma en la canción “Tierra del Olvido” mencionada en el texto de McRae, D. (2015).
el paisaje es el resultado de una larga y compleja interacción entre el espacio natural y el sujeto, que ha dado lugar a paisajes culturales, en los que se pueden identificar las huellas de las actividades humanas. En consecuencia, la identidad cultural de las sociedades, reflejan las formas en que las comunidades se relacionan con su entorno.
Del sentir manifiesto al paisaje construido
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“Y entonces, el pasto verde que hay en tu región será cambiado por tuna y cardón y el verde intenso de tu algodonal no será visto allá en Valledupar”
En conclusión, el dinamismo del territorio y el metabolismo social constituyen un vehículo para comprender la configuración espacio temporal del paisaje. Éste último es definido no sólo por sus aspectos físicos y objetivos, sino también por la percepción subjetiva del sujeto que lo contempla. Así, el paisaje se convierte en una experiencia estética y cultural que varía en función de la historia, la cultura y las experiencias personales de cada individuo. En este sentido, la comprensión del paisaje requiere de un enfoque multidisciplinar que contemple tanto los aspectos objetivos como los subjetivos que intervienen en su configuración.
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Bourassa, S. C. (1991). The aesthetics of landscape.
McRae, D. (2015). El hombre hicotea y la ecología de los paisajes acuáticos en Resistencia en el San Jorge.
Nogué, J. (2004). Paisaje y patrimonio cultural.
Fernando. (2015). El concepto de paisaje y sus elementos constituyentes: requisitos para la adecuada gestión del recurso y adaptación de los instrumentos legales en España.
La palabra paisaje se ha venido usando de forma habitual, cómoda y en algunos casos denota ambigüedad. En el lenguaje cotidiano se refieren a este como algo estático en el que se conjugan principalmente elementos de la naturaleza, dándoles un sentido estrictamente estético al concepto de paisaje. Claudio Tesser define esta acepción de paisaje como la dimensión estética, que corresponden a definiciones orientadas a la combinación armónica de formas y colores en el territorio los cuales tienen su expresión artística tanto en género pictórico como literario. A esto hay que agregar también que el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española considera exclusivamente el aspecto artístico de este término.
Del esteticismo del concepto al constructo de la visión
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No obstante, menciona Tesser Obregón (1990) que la dimensión estética no es la única que se debe tener en consideración, pues esta también se relaciona con el estudio de los sistemas naturales que forman o configuran el paisaje y que, además, es utilizado por practicantes de diversas ramas de la ciencia como ingenieros, arquitectos, biólogos, ecólogos, entre otros. El autor Dunn (1974), define esto como la dimensión ecológica y la describe como un complejo de interrelaciones derivadas de la interacción de rocas, agua, aire, plantas y animales.
Pero también existe la dimensión cultural, que se define como el medio natural fuertemente condicionado por las actividades socioeconómica, transformado por los factores socioculturales (R. Perelman, 1977). Parece una definición muy simple, pero lo cierto es que desde hace un par de décadas aproximadamente se han venido haciendo investigaciones referentes a esta dimensión en el marco de la relación del hombre con el medio ambiente a partir de la conciencia ambiental y el cuestionamiento de los límites entre el ser humano y la naturaleza, sin embargo, la dimensión cultural del paisaje constituye un término poco común e incluso resulta un concepto relativamente opaco para una gran parte de la población (Álvarez, 2011).
Por último, se encuentra una dimensión Interpretativa con definiciones como “conjunto de componentes perceptibles en forma de panorama, escena o paisaje” (Gonzalez Bernaldez, 1981). Resulta algo confusa esta definición ya que puede relacionarse directamente con la dimensión estética al referirse únicamente a una escena o panorama,
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pero es importante diferenciarla desde la percepción del observador quien en últimas crea una interpretación propia del paisaje. Se podría decir que esta dimensión es transversal a todas las demás, ya que desde la dimensión estética podrían darse diferentes interpretaciones del paisaje, incluso cuando este sea creado por un artista con la intensión de transmitir un mensaje en específico. También se podrían tener diferentes apreciaciones de un paisaje cultural que podrían depender de muchos factores socioeconómicos y culturales en los que se relacione el observador.
Estas cuatro dimensiones conceptuales, estética, ecológica, cultural e interpretativa, forman en sí, un sistema de definiciones, o mejor dicho, un concepto polisémico compuesto por una suma de significados asociados unos con los otros, con la característica de estar abiertos a nuevas acepciones propias de cualquier practicante o iniciado (Tesser Obregón, 2000), como por ejemplo la dimensión social o el paisaje social, esta definición se ha venido trabajando hace ya varios años y se relaciona estrechamente con la dimensión cultural, mas no se refieren a lo mismo.
Resulta algo confusa esta definición ya que puede relacionarse directamente con la dimensión estética al referirse únicamente a una escena o panorama, pero es importante diferenciarla desde la percepción del observador quien en últimas crea una interpretación propia del paisaje.
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Tesser Obregón, C. 2000 Algunas reflexiones sobre los significados del paisaje para la geografía.
DUNN, M. 1974 C: Landscape evaluation techniques: an appraisal and review of literature. GONZALEZ BERNALDEZ, F. 1981 Ecología y Paisaje.
ESCRIBANO M, M DE FRUTOS, E IGLESIAS, C MATAIX & I TORRECILLA. 1991 El Paisaje.
Álvarez Muñarriz, L. 2011. La categoría del paisaje cultural.
Queremos describir lo indescriptible el texto instantáneo de la naturaleza. Hemos perdido el arte de describir la única realidad cuya estructura se presta a la representación poética: impulsos, propósitos, oscilaciones
Osip E. Mandelstam, Entretiens sur Dante2
Impulsos, propósitos, oscilaciones. Y relaciones. También gestas de convergencia, de una serie de motivaciones, que terminan por entramar un constructo mayor. No sólo del mero hecho de percepción visual, ni de apreciación del objeto en su forma, menos de lo que se puede ver de este; sino el de una asociación de partes que terminan configurando el todo, y el todo en cada una de estas. Estructura, y hábitat, de cientos (si no miles o millones) de seres humanos y organismos de clases, y carácteres, diferentes. Partes que dan origen a un paisaje producto de unas puestas en escena, que se significan con sus multipresencias; exentos del
simple e irreconciliable ejercicio, que repele cualquier otra estimación no visual. Por lo que habrá de entenderlo, o entenderlos, más allá del hecho somero de “lo que se ve”; y en contrapuntada, aproximarse a la manifestación de “eso que existe”. Que no habrá de competir con los que lo reducen al simple hecho de ver (Maderuelo, 2000); porque claro, se percibe a través del ojo, pero no solo con este.
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Los paisajes oscilan y se reversionan permanentemente, con la organicidad propia de su naturaleza. Es desde la lectura dinámica y plurisensorial, donde se debe comprender lo que allí pasa y se fija. Pues lejos de objetos inanimados, actúan como una especie de organismo que presenta una serie de relaciones de lo que en estos se gesta; algunos, si no todos, de una altísima complejidad de aquello que escapa a la vista. Entendido así, y asumiendo que responde a un proceso metabólico que se transforma y modifica su estructura permanentemente; “lo que se ve”, de lo que allí sucede, tiende a dar cuenta de las manifestaciones de lo que en el paisaje se produce y del nivel de complejidad que estructura.
Contención, y subcontención, de elementos a los que se asocian representaciones de complejidad, en apariencia estables, que actúan en el tiempo y llevan a entenderlo como parte de la esencia orgánica de sus formas. Extrospecto, y lejos de un asunto puramente estético, que dista de la hegemonía de la vista, el paisaje escapa a cualquier lectura
uniapreciativa. Cada fragmento como una parte de realidad, actuando como resultado de unos procesos de acción e interacción sobre aquello que se ve. Composiciones que dan cuenta de dinámicas, lógicas y tensiones de relación en producción permanente. Por lo que resultaría errado entender, lo que allí ocurre, como un hecho ajeno y aislado similar al de procesos convencionales de lectura, como el literario; olvidando que, inclusive allí, hasta el libro es orgánico, en cuanto tiene olor, respira al ser hojeado y envejece con el maravilloso tiempo que lo dota de madurez.
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Quizá mejor debería entenderse la legibilidad del paisaje, como la experienciación de unas formas contenidas, las que parten del reconocimiento de este como el resultado de una multiplicidad de capas, que se traslapan conformando una totalidad que devela otros procesos subcontenidos; en una matrioska de formas, tramas, texturas y tonalidades. Por lo que, en la puesta en escena de estos elementos “aislados” y “ajenos”, se puede hablar más bien del resultado de unas relaciones que dan cuenta de pluripresencialidades inmersas, que configuran acciones en movimiento llevando a unos escenarios estructurados; en los que, y a modo de píxel, logran entreverse en aquello que se escenifica.
Lejos de cualquier apreciación, puramente estética, estas representaciones que se materializan en el paisaje conllevan a comprenderlo; tal y como lo explican algunos (Cullen, 1981), como parte de una serie de concentraciones humanas y de unas construcciones de acciones en proceso. Apreciaciones singularizadas, de “lo que se ve”, que se materializan en la forma de una composición mayor, y cobran sentido en las complejidades que contienen.
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Por lo general flexible, y lejos de cualquier rigidez, el paisaje expone la existencia de unos elementos singulares, que lo dotan de valor con el aporte de sus particularidades, y los modos como se articulan en la composición de este. Sucumbir, y permisibilizar; ante la capacidad de la visión, reduce su experiencia aprehensible, como se ha dicho, a un hecho puramente unisensorial. Los paisajes se multisensorializan; emancipados de un solo sentido, complejizan las formas con las que se dan a entender. Errado es creer que el paisaje únicamente se visualiza, sería tanto como autoconvencerse que su experiencia niega otras formas de leerlo. El paisaje se ve, se oye, expele aromas, se puede degustar y hasta se siente al tacto. Allí; colores, sonidos, olores, sabores y texturas sincretizan sus formas reversionadas.
Cada una de estas versiones, presenta una experiencia; y esta, una aprehensibilidad en los modos de leerlo, y comprenderlo, porque no debe pretenderse entender algo sin saberlo todo. Como lecturas desmarcadas de aquello que emerge entre los paisajes que se dan por entendidos, tanto como los elementos que los significan y configuran, en experiencias aunadas a una “única” percepción. Para al fin migrar, de una simplista facultad de ver a una aprehensibilidad a cinco sentidos que, lejos de establecer una única aseveración, multiplique tantas versiones como puedan hacerse de este; o de estos, porque se pluriversalizan y se muestran tal y como son: insobornables.
Y ahora… ¿lo
El valor de cada paisaje es preciado, en esencia, por la capacidad diversa y rítmica de las manifestaciones de lo que allí acontece. Pensar en paisajes continuos, y sin ritmo, monoteiza y trasgrede su esencia natural. Solamente la arritmia del fenómeno puede desencadenar realidades entretejidas, dando paso a formas de relación entre sus partes.
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Cullen, G. (1981). El Paisaje Urbano.
Lynch, K. (1995). La imagen de la Ciudad.
Maderuelo, J. (2000). El Paisaje Urbano.
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“Nuestra existencia cotidiana está hecha de ‘fenómenos’ concretos: personas, animales, ríos, árboles y bosques, piedra, tierra, madera y agua, ciudades, calles y casas, puertas, ventanas, y muebles; ella está hecha también de sol, de luna y de estrellas, de nubes que se desplazan, de días y noches, de estaciones que pasan. Pero nuestra vida comprende igualmente unos fenómenos más intangibles como son las emociones. Son los ‘datos’, el ‘contenido’ de nuestra existencia.”
El paisaje es un constructo mental, es decir no es objetual y mucho menos explicito, sería entonces una fusión del noúmeno y el fenómeno que deviene en una amalgama del mundo material en el mundo sensorial
Durante toda la vida se han concebido múltiples maneras de ver e interpretar el territorio: el paisaje “urbano y rural” a través del arte, esquemas y herramientas gráficas, que si bien son subjetivas brindan estándares y cánones que los clasifican y generalizan para su mejor entendimiento.
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Para comprender la definición del paisaje lo primero a tener en cuenta es que este es inherentemente alterado por la visión culturalista, entendiéndose la raíz etimológica de paisaje como “lo que se ve desde un lugar”, y sabiendo que “lo que se observa no siempre es lo que existe”, por tanto, la interpretación de un paisaje se encuentra alterada por el observador y su percepción del mundo, es decir desde un enfoque individual y subjetivo que tiene arraigo al contexto en que vive.
Es por ello que el perspectivismo es un punto clave en la ensoñación o la recepción de un paisaje ya que este se encuentra condicionado tanto por factores objetivos como la morfología, los elementos y sus propiedades físicas, como por factores subjetivos referidos a lo estético, bello, sublime, maravilloso, pintoresco y adicionalmente condicionado por aspectos sensibles y emocionales.
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Explicado esto, el paisaje es un constructo mental, es decir no es objetual y mucho menos explicito, sería entonces una fusión del noúmeno y el fenómeno que deviene en una amalgama del mundo material en el mundo sensorial. Es por tanto que el paisaje es tan infinito y susceptible a interpretaciones como observadores haya, cada uno asimila y elabora una concepción espacial a través de sensaciones y percepciones durante la “interpretación” del paisaje.
Si bien el paisaje no es la naturaleza o territorio, de estos dependen la búsqueda constante de proyectar los estados de ánimo y la belleza desde un modo inconsciente o desinteresado por parte del observador. Así mismo surge el paisaje urbano a partir de la cualidad de la ciudad; de albergar recuerdos, sentimientos y sensaciones estéticas; que reclama la capacidad de ser interpretada y llamada paisaje (Maderuelo, 2010).
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Dicho esto, sería difícil encontrar una disciplina que pueda abordar el concepto del paisaje con todas sus aristas, tan diverso, tan dinámico como los propios intérpretes, ahora bien, la lectura del paisaje urbano se complejiza aún más, al requerir de una sintaxis adecuada a las circunstancias que dominan a la ciudad y a cada habitante en un tiempo específico, lo que resulta en un ejercicio que nos resignifica como ciudadanos (García, 2013) y que resignifica permanentemente a la ciudad.
Maderuelo, Javier. (2010). The Urban Landscape: Estudios Geográficos.
García, María Teresa (2013). La ciudad resignificada, arte y nuevos medios en el espacio público contemporáneo.
Molano, Frank (2016). El derecho a la ciudad: de Henri Lefebvre a los análisis sobre la Ciudad capitalista contemporánea.
Cullen, G. (1981). El Paisaje Urbano: Tratado de Estética Urbanística.
Norberg-Schulz, Christian. (1979). Genius Loci: paesaggio, ambiente, architettura. Gruppo
“Es necesario un patrón físico determinado para levantar un mundo: agua, la orilla de un río, un arroyo, un riachuelo, incluso un grifo sin guardar. Y se necesita suficiente tierra llana para montar las tiendas, algo de maleza o leña para alimentar las fogatas...
… los mundos se levantaban al final de la tarde. La gente, dejando la carretera, los hacía con sus tiendas y sus corazones y sus cerebros”
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Troll (1950) define como paisaje geográfico “una parte de la superficie terrestre con una unidad de espacio que, por su imagen exterior y por la actuación conjunta de sus fenómenos, al igual que las relaciones de posiciones interiores y exteriores, tiene un carácter específico, y que se distingue de otros por fronteras geográficas y naturales.”
Citando a Bodek & Schmithüsen (1949) , Troll trae a colación tres elementos inherentes al concepto mismo de paisaje y que de manera integrada lo constituyen:
• El mundo abiótico, puramente físico–químico, que depende del proceso físico de causa y efecto.
• El mundo viviente, biótico.
• El mundo del hombre, que depende de las puras comprensiones causales y motivaciones de los individuos . o grupos sociales.
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El paisaje, por lo tanto, es un híbrido entre lo físico y lo perceptual, percepción marcada por la realidad y que puede variar en la medida de que se permee por las experiencias – contexto - del individuo que lo observa. Es el paisaje, además en su concepción físico-biótica el que inicialmente, “moldea el carácter de su gente, y es este el que modifica y recompone el lugar con la materialización de una amalgama de necesidades, aspiraciones, anhelos y experiencias propias y ajenas, en una composición aleatoria cuya nueva fisonomía, o mejor, cuyo nuevo paisaje moldeará el carácter de la siguiente generación” (Aponte, 2003). Es una retroalimentación al parecer infinita, que va y viene, construyéndose y reconstruyéndose, siendo objeto de reinterpretación, donde los habitantes adquieren un papel principal; y donde el paisaje pareciera también resumirse en la humanidad misma que lo habita – o que lo habitó - y que al transformándolo físicamente lo bautiza en sentires y significados.
El paisaje, por lo tanto, es un híbrido entre lo físico y lo perceptual, percepción marcada por la realidad y que puede variar en la medida de que se permee por las experiencias –contexto - del individuo que lo observa.
Así, esos patrones físicos, ese contexto - mundo del hombre - permiten la definición del concepto desde su interrelación recíproca. Las gentes que describe Steinbeck y que viajan por las carreteras en el éxodo de la gran depresión de 1929 en E.E.U.U son ejemplo de ello. Transforman el paisaje, lo resignifican; lo que antes era un paraje a la orilla de la ruta 66, se convierte en el paisaje de los que huyen, los que van en fuga, y que se ven condicionados por aquellos otros elementos que físicos, los amoldan como arcilla, pues su carácter ineludible conlleva a distintas formas de habitar; de interactuar. De construir esta dualidad particular del paisaje que transforma, es transformado y como una fotografía ha de poderse leer en un instante o un carrete en el tiempo, recordando los vestigios de aquellas generaciones pasadas.
Píe de página
AponteGarcía, G., (2003). Paisaje e identidad cultural.
Bobek, H y Schmithüsen, J. 1949. Die Landschaft imlogischen System der Geographie.
Steinbeck, J. (1939). Las uvas de la ira.
Troll, C. (1950). Die geographische Landschaft und ihre Er-forschung.
Troll, C. (2003). Ecología del paisaje.
El paisajismo urbano se refiere a la planificación, diseño y gestión de áreas verdes y espacios públicos en entornos urbanos. Se trata de una disciplina que busca mejorar la calidad de vida de los habitantes de las ciudades, promover la biodiversidad y la sostenibilidad ambiental, y fomentar la convivencia y el bienestar social (Gómez-Limón, 2013, p. 113). En este ensayo, se discutirán algunos de los aspectos más relevantes del paisajismo urbano, su importancia y los desafíos a los que se enfrenta.
El paisajismo urbano tiene una larga historia en la humanidad, desde los jardines de la antigua Babilonia hasta los parques urbanos del siglo XIX en Europa y América del Norte. En la actualidad, el paisajismo urbano se ha convertido en una herramienta clave para abordar los problemas ambientales y sociales que afectan a las ciudades modernas (Dunn et al., 2019, p. 1). Por ejemplo, las áreas verdes urbanas ayudan a reducir la contaminación del aire y el ruido, mejorar la calidad del agua y regular la temperatura local. Además, los parques y jardines proporcionan espacios de recreación y actividad física, lo que contribuye a prevenir enfermedades relacionadas con el sedentarismo y el estrés (Dunn et al., 2019, p. 1).
Otro aspecto importante del paisajismo urbano es su capacidad para promover la biodiversidad en los entornos urbanos (Dunn et al., 2019, p. 1). Muchas especies de plantas y animales han sido capaces de adaptarse a las condiciones de las ciudades, y los espacios verdes proporcionan hábitats importantes para estas especies. Además, la biodiversidad urbana puede tener efectos beneficiosos en la calidad de vida de los habitantes de las ciudades, como la mejora de la calidad del aire y la reducción de la erosión del suelo (Parks Victoria, 2015, p. 1).
El paisajismo urbano tiene el potencial de mejorar la calidad de vida de los habitantes de las ciudades, promover la biodiversidad y la sostenibilidad ambiental, y fomentar la convivencia y el bienestar social.
El paisajismo urbano tiene el potencial de mejorar la calidad de vida de los habitantes de las ciudades, promover la biodiversidad y la sostenibilidad ambiental, y fomentar la convivencia y el bienestar social. Sin embargo, también enfrenta desafíos como la disponibilidad limitada de tierra en las áreas urbanas, la presión económica y la falta de conciencia y educación sobre sus beneficios (Jiménez et al., 2015, p. 365). Para superar estos desafíos, es importante abordar el paisajismo urbano de manera integral, involucrando a las comunidades locales en el proceso de diseño y gestión de los espacios verdes, educando a la sociedad sobre la importancia del paisajismo urbano y planificando y diseñando cuidadosamente los espacios verdes para maximizar sus beneficios ambientales y sociales y asegurar su sostenibilidad a largo plazo (Jiménez et al., 2015, p. 365).
En conclusión, el paisajismo urbano es una disciplina importante para mejorar la calidad de vida de las ciudades modernas y abordar los problemas ambientales y sociales que enfrentan. A pesar de los desafíos que enfrenta, es posible superarlos a través de una estrategia integral que involucre a las comunidades locales, eduque a la sociedad sobre sus beneficios y planifique y diseñe cuidadosamente los espacios verdes para maximizar su impacto y sostenibilidad a largo plazo.
Dunn, R. R., et al. (2019). The importance of urban landscapes for conserving bee diversity.
García, D., et al. (2017). The role of green spaces in urban planning, management and design: a systematic review.
Gómez-Limón, J. A. (2013). Paisajismo urbano: diseño, planificación y gestión.
Jiménez, J. A., et al. (2015). Urban green spaces: public health and sustainability in the urban environment.
Parks Victoria. (2015). The benefits of parks and nature reserves.