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Tefilin Página
from Iamim Noraim 5782
Rab Richard Kaufmann
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Existen en el mundo dos clases de voluntades, que son las que rigen todas las relaciones existentes entre los individuos. Estas dos voluntades son: la voluntad de dar y la voluntad de recibir. Cuando los seres humanos viven sus vidas en forma egoísta recibiendo únicamente con el propósito de recibir, sin querer dar y beneficiar a los demás de aquello que ellos reciben, entonces la armonía en el mundo evidentemente se ve amenazada.
Estas dos voluntades que acabamos de mencionar, de acuerdo a la
Kabalá se encuentran representadas en los dos brazos del individuo, representando el brazo derecho a la voluntad de dar y el brazo izquierdo a la voluntad de recibir.
Al colocar los Tefilin alrededor del brazo izquierdo, lo que provocamos es que la sangre fluya del lado izquierdo hacia el lado derecho, lo cual representa que la voluntad de recibir que espiritualmente está asociada al brazo izquierdo, se canaliza hacia la voluntad de dar representada por el brazo derecho, siendo está la manera como el judío debe de vivir su vida: dedicándose a recibir pero con el propósito de dar.
Al colocarnos los Tefilin poniendo dicha intención, lo que hacemos es recordarnos diariamente la forma correcta de vivir nuestra vida, para beneficio nuestro y del mundo que nos rodea. Es por eso también que los Tefilin del brazo se inclinan hacia el corazón, insinuando que la persona debe de ser sensible hacia las necesidades de sus semejantes, actuando con buen corazón hacia ellos. Respecto a los Tefilin de la cabeza. El ser humano tiene instintos, sentimientos y pensamientos. Dejarse guiar por los instintos puede ser algo sumamente nocivo y peligroso pues los instintos no tienen capacidad de discernimiento y uno puede causarse mucho daño si no los limita dentro de los parámetros adecuados. Ejemplo de las consecuencias de dejarse guiar por los instintos, son el comer de más o el comer alimentos que son perjudiciales, por más que instintivamente los deseemos. Los instintos son múltiples y si no se los ordena y limita adecuadamente, pueden llegar a ser un elemento de distorsión que atente contra el estado de armonía en el cual idealmente la persona debe de aspirar a vivir. El dejarse guiar por los sentimientos, también es algo que debe de ser seriamente considerado. A diferencia de los instintos que son múltiples, la emoción es básicamente de carácter dual: “amo-odio, quiero-no quiero, me gusta, no me gusta”. Si por ejemplo una persona se enamora de un criminal y solo porque está enamorada decide casarse con él, muy probablemente su vida habrá de transformarse en una vida llena de sufrimientos. Por ende, también los sentimientos deben de ser cuestionados y encausados correctamente. Cultivar sentimientos negativos y dejarse guiar por ellos, o cultivar sentimientos positivos y aplicarlos en circunstancias incorrectas, sin duda que no habrá de contribuir al logro de la felicidad que tanto deseamos para nuestras vidas. Luego de este breve análisis, podríamos llegar a la conclusión que la solución es dejarse guiar por nuestro pensamiento, pues él si es capaz de discernir y conducirnos a tomar las decisiones correctas. Sin embargo, si bien el pensamiento es sin duda el instrumento de discernimiento más poderoso que tenemos, debido a que el ser humano toma sus decisiones con una gran cuota de subjetividad, corre el riesgo de utilizar a su pensamiento como un instrumento para justificar sus acciones y sus deseos, pudiendo llegar a realizar las acciones más inmorales y nocivas, envueltas en un alo de bondad y moralidad que intelectualmente las justifiquen; como aquel pobre que sale a robar con el pretexto que esa es la forma como él corrige la forma injusta como la riqueza es distribuida. Es por ello, que es menester que existan parámetros de discernimiento que no estén sujetos a nuestra subjetividad. Los tefilin que colocamos sobre la cabeza representan a la sabiduría de la Torá que debe de guiar nuestras vidas y nuestra conducta. El objetivo es que tomemos conciencia que son los parámetros objetivos de bien y mal que define la Torá, los criterios en base a los cuales nuestros pensamientos deben de ser ordenados, nuestros sentimientos cultivados y nuestras acciones hechas. Al colocarnos los Tefilin y recordar diariamente dichas intenciones, contribuimos a tener presente la forma correcta como debemos de vivir nuestras vidas, de modo tal que nuestra existencia contribuya al logro de la armonía universal y a la unión de todo nuestro mundo con la fuente y origen de todo lo existente: el Kadósh Barúj Hú (Hashem).