Hace ya un tiempo, en la UNEAC (Unión de
Escritores y Artistas de Cuba), La Habana, en el patiocon plantas tropicales y bajo un sol amortizado porsombras de árboles enormes, estábamos un pequeñísimo
grupo de escritores intercambiando, leyéndonos textos,descansando del agobio de una jornada que ya habíasido intensa. De pronto, -no sé si realmente ha sido así,ella dice que no fue su ocurrencia-, la poeta, críticaliteraria, profesora Miladis Hernández Acosta manifestóque en ese momento lo que nos unía, era el cansancio.