ABC de la Semana Edicion 174

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Opinión

Valencia, 25 de marzo 2010

Deportes

El arquero que murió dos veces Moacir Barbosa fue el arquero en la tristeza más grande de la historia del fútbol brasileño: el Maracanazo. Pasó ese día de superhéroe a villano perpetuo. A su entierro, hace diez años, no fue casi nadie WALDEMAR IGLESIAS

Fue un segundo que le partió la vida en dos. Voló, como en tantas otras ocasiones similares: elástico, seguro, convencido. El remate de Alcides Ghiggia traía la pelota que lo debía consagrar para siempre como lo que era: un arquerazo. Pero esta vez, la decisiva, la más importante, la del destino, Moacir Barbosa Nascimento no llegó. En ese instante que todavía parece durar, aquel 16 de julio de 1950, el Maracaná era un monstruo de más de 200.000 cabezas, un hervidero de gente sólo preparada para la felicidad. Pero Uruguay, el ocasional invitado al festejo de Brasil, terminó siendo el dueño de la alegría propia y del silencio ajeno. Se vivió como una tragedia deportiva en Brasil y luego se le puso nombre en el mundo: Maracanazo. También se eligió un responsable desde entonces y para siempre: Barbosa. "Llegué a tocarla y creí que la había desviado al tiro de esquina, pero escuché el silencio del estadio y me tuve que armar de valor para mirar hacia atrás. Cuando me di cuenta de que la pelota estaba dentro del arco, un frío paralizante recorrió todo mi

El momento que le cambió su vida por completo.

cuerpo y sentí de inmediato la mirada de todo el estadio sobre mí", contó entre sollozos el arquero, ya con la certeza de que Brasil se había quedado a la sombra del capítulo más épico del fútbol mundial. Las consecuencias las retrató también el escritor uruguayo Eduardo Galeano: "Los moribundos demoraron su muerte y los bebés apresuraron su nacimiento. Río de Janeiro, 16 de julio de 1950, estadio de Maracaná: la noche anterior, nadie podía dormir; y la mañana siguiente, nadie quería despertar". Obdulio Varela, partícipe imprescindible y símbolo de la hazaña de La Celeste, peón de albañil, laburante del fútbol y militante de los rezagados, abrazó a los vencidos y bebió la derrota junto a ellos por los mostradores de Río de Janeiro. Palabras más, palabras menos, contó más tarde sobre el gol de Ghiggia: "La culpa no fue de Barbosa. A esa pelota la hizo entrar el destino". Que el Negro Jefe lo eximiera no le alcanzó tampoco a Barbosa. Hasta ese momento, Barbosa Fue considerado como uno de los cinco mejores arqueros del mundo, pero por un error fue olvidado y odiado se había ganado por muchos brasileños. un pedazo de la historia. Nacido en Campinas, ocho años (entre 1945 y 1952) y el San Pablo, en marzo de 1921, empe- Campeonato Sudamericano de Camzó a jugar al fútbol en Almirante peones de 1948 (una suerte de anTamandaré, un modesto club de su tecedente de la Copa Libertadociudad. Lo ponían de wing para apro- res). Luego Barbosa jugó también en vechar su velocidad. Al arco llegó Bonsucceso, Santa Cruz y Campo mucho por casualidad y un poco por Grande. pereza: no le gustaba correr demasiaSu llegada al seleccionado verdeado durante los partidos. Para comer, marelo fue un paso natural e inevitalavaba vidrios; también atajaba para ble. Un año antes del Maracanazo, sus empleadores en el Laboratorio había ganado la Copa América. Pero Paulista de Biología, a modo de chan- el día de la maldición llegó y transforga. El siguiente paso fue decisivo: le mó un paraíso en infierno. Lo contó ofrecieron jugar para Ypiranga, un el periodista Ariel Scher, en su espaequipo pequeño de la Liga de San cio De Rastrón: "Barbosa, que merePablo de entonces. cía los derechos de un individuo coSorprendía por su destreza. Y por rriente, se volvió esclavo de esa cireso lo contrató Vasco da Gama: se cunstancia durante el medio siglo mudó a Río de Janeiro y pronto se hi- completo que transcurrió desde el zo crack. Fueron los mejores años instante en el que aquella pelota tocó del club carioca: con su emblemático la red hasta la hora en la que él respiequipo conocido como El Expreso de ró el último de sus aires. Se lo señalala Victoria (Expresso da Vitória, en ron en las veredas modestas de Río portugués) ganó cinco Estaduales en de Janeiro en las que parecía haberse

quedado sin sitio, en los ómnibus en los que viajaba con las miradas de los otros astillándole la piel y en las tribunas desagradecidas que antes le habían aplaudido hasta los tiros que tapaba con las uñas".

Declarado culpable sin razón y sin juicio Fue condenado a cadena perpetua por todas las tristezas que el gol de Ghiggia había generado. Con él fueron injustos y hasta miserables. En 1993, en plena disputa de las Eliminatorias para el Mundial de los Estados Unidos, Barbosa quiso pasar por la concentración brasileña a saludar a los futbolistas. Fue hasta la puerta. No lo dejaron entrar. "Que no pase y que no vuelva", fue la orden de las autoridades. Ya entonces, Barbosa vivía de prestado en la casa de una cuñada y se alimentaba gracias a una jubilación de hambre. Lo dijo y lo escribió el periodista Armando Nogueira: "Fue la persona más maltratada de la historia del fútbol brasileño. Era un arquero magistral. Hacía milagros, desviando con mano cambiada pelotas envenenadas. El gol de Ghiggia, en la final de la Copa de 1950, le cayó como una maldición. Cuanto más pasa el tiempo, más lo absuelvo. Aquel partido Brasil lo perdió en la víspera". En una noche de viernes de abril de hace 10 años, murió Barbosa. Solo, olvidado, despreciado. En Praia Grande, donde entonces vivía y donde lo enterraron luego, no había más de cincuenta personas para despedirlo. Lo evocó un viejo rival, Idario Peinado, estrella del Corinthians en los años 50. Y sobre su ataúd habitaba una bandera del Club Atlético Ypiranga, que entonces ya no jugaba más al fútbol profesional. No había dirigentes, ni famosos, ni autoridades nacionales. Barbosa era un olvido. Lo retrató el escritor mexicano Juan Villoro, autor de Dios es Redondo: "El primer arquero negro de la historia de la selección brasileña murió pobre, humillado y condenado. La prensa casi no registró su muerte. Barbosa no se habría sorprendido. La segunda muerte de Barbosa será la definitiva".


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