ABC de la Semana Edición 330

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Opinión

Valencia, 1 de agosto 2013

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| DESDE LA CIMA DEL ÁVILA |

TOCAR EL PIANO I Para tocar el piano deberían usarse los diez dedos. A esa regla ha de someterse también la política. Su ejecución exige poner en acción la plenitud de los recursos disponibles pero por supuesto no en forma simultánea para no darse con las espuelas. Aunque se toquen teclas diferentes o se combinen formas de AMÉRICO lucha aparentemente MARTÍN contradictorias, el resultado deberá ser siempre la ejecución de una pieza musical o la conquista del objetivo político planificado. Mucha gente le reprocha a la política lo que sí entiende cuando se trata de instrumentos musicales. La idea del conjunto se da por supuesta desde que el ejecutante toma su instrumento y ocupa su lugar en la orquesta. Aunque cada uno utilice un instrumento diferente, se escuchará una sola melodía. De la pluralidad emanará la unidad. En el diseño y ejecución de la política, el principio es similar. Los objetivos no se excluyen a capricho. La realidad debe aceptarse en su complejidad, no simplificarse. La más frecuente y mortal de las torpezas políticas consiste en poner los elementos en clave de conflicto dejando de lado los que le disgusten.

II Veamos ahora cómo aplica estas reglas el gobierno. Lo primero es recordar su inclinación a borrar del mapa a quienes no acepten sus políticas. Es el gobierno de la exclusión, la división, la hostilidad contra el pluralismo de la realidad y la vida. Cree ganar mucho eliminando medio país para evitarse fastidiosas críticas, pero con eso cava su propia fosa. Como el abrigo le queda corto, se mutila las manos para poner los brazos a nivel.

El canciller Jaua, por ejemplo, se abraza a disyuntivas falaces o irrisorias. ¿Prefieren ustedes -pregunta- tener Patria o limpiarse el trasero? Igual podría decir: ¿Patria o comida? ¿Patria o familia? ¿Patria o ir al cine? Hasta el más desprevenido dirá: ¿Y por qué no las dos cosas? Las patrias más sólidas y prestigiadas son las que atienden con éxito las necesidades de sus pueblos. Jaua está enterado del estado comatoso de Venezuela. Sabe que seguiremos padeciendo por tiempo indefinido el desabastecimiento, la inflación, la parálisis de le economía, el naufragio de los servicios, el hundimiento de la salud y el auge de la criminalidad. Eso lo angustia. Lo desespera la impotencia de su gobierno y por eso pretende eliminar lo que no entiende sometiéndolo a su ya célebre disyuntiva: ¿Patria o empleo? ¿Patria o salarios dignos? El maniqueísmo de este hombre lo pierde. Al poner en la balanza dos necesidades impostergables se condena a no conseguir ninguna. Su Patria no es tal. No hay Patria con hambre y sin libertad ni derechos. Es un fraude, un engaño.

III ¿Y la alternativa democrática qué piensa? Siendo por naturaleza plural, es decir partidaria de la normal convi-

vencia entre todas las corrientes del pensamiento, debería -piensa uno- estar más adiestrada para elaborar respuestas no excluyentes, no mutiladoras. La realidad existe como es, no como quisiera nuestro simplismo o nuestro capricho. Encara dos grandes causas. Sin una, no cabe la otra: La primera, ganar las elecciones en cada nivel y en todos ellos, para relación de fuerzas donde quepan todos, trabajen y se sientan seguros y ejerzan la política bajo el principio de la alternabilidad. Si me derrotas hoy, la ley me permite analizar insuficiencias y mejorar ofertas para derrotarte mañana, si puedo. Sin tragedias, sin venganzas, sin perseguir al otro. La segunda, construir una patria que permita resolver los problemas de la gente y del país, sobre la base de la reconciliación. No es una quimera. Nuestro propio Continente nos da ejemplos viables. Ninguno de los Estados hemisféricos padece, como el nuestro, de altísima inflación, estancamiento económico, apocalipsis de su industria y agricultura, brutales cifras de criminalidad y violencia, deterioro de la salud y la crisis educacional. Todos van escapando del subdesarrollo y de los ominosos términos del intercambio. Venezuela no. Se reduce a ser una lamentable economía de puertos.

En fin, si la primera causa consiste en cambiar pacífica y democráticamente el gobierno, la segunda es ofrecer un nuevo modelo de país. Muy bien, en este momento, en este mismo momento esas aspiraciones se encarnan en dos retos: ganar las municipales del 8D y posteriormente explicar qué se quiere hacer con el poder. Construir, desde luego, una nación próspera sin exclusiones ni las absurdas disyuntivas del canciller Jaua. Y eso puede canalizarlo una Constituyente. Sin ser simultáneas, las melodías de las municipales y la Constituyente pueden complementarse. El 8D avanzarás hacia el poder, mientras la constituyente podrá darte más adelante el nuevo modelo país. Evidenciarás tu vocación de cambio y el modo de conseguirlo, con participación de la plenitud de las tendencias. Lo que es imposible es hacer las dos cosas al mismo tiempo. Sería pisarse la manguera. Nada se saca tocando obsesivamente una sola tecla y clausurando las demás, salvo un fracaso. Decir “Constituyente” y rechazar las municipales es el maniqueísmo de Jaua, más si se invoca el fraude, porque si éste fuera invencible lo sería para los dos. Pero el gran desarrollo electoral de la oposición y el severo retroceso del gobierno evidenciaron la porosidad de las trampas del CNE. En seis meses, Capriles ganó cerca de un millón de votos y el gobierno perdió una suma similar. Participando activamente se mueven montañas. El 8D registrará un nuevo salto. Espero esta pregunta: ¿Qué harán ahora? Respuesta, solo una. Abstenerse, nunca; crecer, siempre crecer y cuando sea el tiempo de la Constituyente, la mayoría democrática estará reflejada en ella.

amermart@yahoo.com @AmericoMartin


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