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Fortuny en la escuela y en las academias de arte (1846-1852

Marià FORTUNY

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Dibujo de uno de sus primeros profesores

Libreta de apuntes, Reus, c. 1847-1850 lápiz carbón sobre papel, 15,5 x 21 cm Museu de Reus (IMRC 01334-3)

Libreta de apuntes de Fortuny

Reus, c. 1847-1850 Cartón y papel, 15,5 x 21 cm Museu de Reus (IMRC 01334)

El niño Fortuny empezó a ir a escuela en 1846, a los ocho años. En la primera donde asistió, dirigida por el maestro Simeó Fort en la plaza del Castillo, impartía clases su tío materno Antoni Marsal Serra (Reus, c.1815–d.1874). Después fue a la de Alexandre Fàbregas, en el arrabal de Monterols, 12. Testimonios de sus compañeros de escuela, como Josep Güell Mercader o Joan Roig Solé, coinciden en recordar su predisposición hacia el dibujo y lo presentan como un alumno distraído y con poca memoria. Se pasaba el día dibujando en los libros, en las tablas de los cafés o en las paredes de las calles. Según Casals, era tal su afición al dibujo que en 1849, en una pared encalada, Fortuny dibujó con lápiz piedra, a la manera de un grafiti, el retrato de su abuelo y de dos conocidos personajes de la localidad: «Nadie tenía palabras para alabar lo que la gente sencilla consideraba un prodigio de criatura». Y poco después «ejecutó otros dibujos que le valieron no solo la admiración sino la confirmación de sus especiales aptitudes que fueron en todas partes proclamadas por los entusiastas convecinos». 19

El poeta y filósofo Joaquim M. Bartrina d’Aixemús (Reus, 1850–Barcelona, 1880) explica que Fortuny solo dejó de dibujar cuando se

hubieran podido utilizarlas». CASTRO: «El abuelo de Fortuny», La Ilustración Española y Americana, Madrid, 8-I-1875, pp. 6-7, reproducido en FORT: Anales..., VIII, pp. 299-305. 19. CASALS: «Marian...», II, p. 6. GÜELL: «Fortuny...», p. 23, lo recuerda así: «En la escuela de primera enseñanza no se distinguía por su aplicación: era escasísima su memoria y aparecía siempre confuso ó distraído ante los problemas de cálculo sobre todo. El que estas líneas escribe recuerda al artista de nueve años, aburrido, desesperado por no haber acertado a resolver en la pizarra uno de los mas sencillos problemas de aritmética, salir de la escuela y correr afanoso a copiar en las cubiertas de los cuadernos de estudio unos frescos de la fachada de una casa que representan asuntos de la historia griega y romana; y con el aplauso arrancado a sus envidiosos compañeros desquitarse de las amarguras que en la escuela había devorado». ROIG SOLÉ escribió: «Recordo que ja es divertia dibuixant per als seus companys; de manera que el mestre sovint el renyava quan l’enxampava ocupat dibuixant en lloc d’escriure. No crec que hagués rebut encara lliçons de dibuix». Citado por DAVILLIER: Fortuny..., p.4. Folch i Torres lo explica así, mas de un siglo después, como ejemplo que «ya desde niño Fortuny fue admirado»: «En aquellas sórdidas escuelas de su tiempo, sus buenos maestros de primeras letras mandaban a sus padres la queja de que «el xiquet» estorbaba a los otros «fent ninots» en las guardas de los libros de texto», y en la misma pizarra si el maestro de espaldas a ella se distraía un poco. Estorbo de los otros que admiraban su gran habilidad. Mal alumno en la clase que no llegaba a sacar una regla de aritmética: al salir de colegio se vengaba de su vejación dibujando al paso por las calles, cosas que veía: una mujer barriendo el zaguán; otra que en el portal peina a su niño; una figura que asoma en un balcón. Le admiraban rodeándole en grupo de mirones que le seguían por las calles basta su casa por si en camino hiciera más. Un día aparecieron encalados los altos muros de un viejo caserón y al salir de la escuela, Fortuny con un lápiz de piedra de albañil que llevaba en su bolsillo dibujó tres retratos (...). Retratos cuyos originales, todos, grandes y chicos conocen y reconocen allí. Y se dice que envidiosos los muchachos de otra escuela formando «colla» contraria a la del colegio donde iba Fortuny, borraron de mal modo las figuras después de intentar, sin lograrlo, hacer otras mejores. Y alterados por ello los compañeros de Fortuny le ofrecieron, contestando al agravio, montar «fent esqueneta» como los Xiquets de Valls, un castillo de dos o más pisos, para que puesto él de «enxaneta», arriba, solo, pudiera dibujar a una altura donde no llegaren los otros. He aquí el primer homenaje de admiración y devoción sentida y afectivo que recibió el artista». FOLCH I TORRES: «En el aniversario de la muerte del pintor Fortuny», Destino, Barcelona, 18-XI-1961.También el escritor Víctor Rosselló Nadal (Reus, 1844–1914) explica la total disposición de Fortuny para el dibujo; que en la escuela dibujaba episodios de la «Guerra dels Matiners», y que ya adulto volvió a pintar episodios de esa guerra. ROSSELLÓ: Fortuny. Apuntes biográficos (1874), pp. 6-7.