Revista Viernes del Diario de Centro América del 22 de noviembre de 2019

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Guatemala, viernes 22 de noviembre de 2019

Una buena biografía de Francisco Cánovas muestra al escritor como un tipo cordial, liberal, republicano y laico, tan amigo de conservadores ultramontanos como de izquierdistas revolucionarios. Ramón González Férriz* ubo un momento del Siglo XIX en que se descubrió algo moderno y asombroso: la clase media. “La clase media […] es el gran modelo, la fuente inagotable. Ella es hoy la base del orden social; ella asume por su iniciativa y su inteligencia la soberanía de las naciones, y en ella está el hombre del Siglo XIX con sus virtudes y sus vicios, su noble e insaciable inspiración, su afán de reformas, su actividad pasmosa…” Quien escribía esto era Benito Pérez Galdós, el gran novelista español que se propuso (y consiguió) hacer el retrato más completo, brillante, intenso y compasivo de la España del Siglo XIX. “La gran aspiración del arte literario de nuestro tiempo es dar forma a todo esto”, decía: las masas urbanas de funcionarios, comerciantes, médicos, abogados y periodistas que para los liberales como Galdós eran la gran esperanza de la regeneración política.

Benito Pérez Galdós, y la clase media

El imperio de la levita

En Fortunata y Jacinta, una de sus grandes novelas, escribió: “Era por añadidura la época en que la clase media entraba de lleno en el ejercicio de sus funciones, apandando todos los empleos creados por el nuevo sistema político y administrativo […], constituyéndose en propietaria del suelo y en usufructuaria del presupuesto, absorbiendo, en fin, los despojos del absolutismo y del clero, y fundando el imperio de la levita”. Más tarde, Galdós se decepcionaría con esa clase media, que no solo no fue capaz de expulsar a la oligarquía, como él esperaba, sino que se volvió conservadora por miedo a la revolución de quienes les seguían por abajo, los obreros que surgían debido al incipiente desarrollo industrial. Todo esto lo cuenta Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso, una notable biografía del historiador Francisco Cánovas Sánchez, recién publicada en la editorial Alianza. En ella, Galdós aparece como un tipo cordial, liberal, republicano y laico (y cada vez más anticlerical), perfectamente capaz de mantener amistades sólidas con conservadores ultramontanos, pero que se impacienta tanto con estos como con los revolucionarios de izquierdas que querían arrasar con todo. Un hombre reacio y dubitativo, pero que acabó convirtiéndose en algo parecido a la conciencia de una nación que se desesperaba por su incapacidad, y que se fue preocupando cada vez más por los trabajadores, aunque nunca aprobó las tentaciones revolucionarias. Como decía Tito, uno de los personajes de sus Episodios nacionales, Galdós percibía que

Retrato de Benito Pérez Galdós.

“mi papel en el mundo no era determinar los acontecimientos, sino observarlos y con vulgar manera describirlos para que de ellos pudieran sacar alguna enseñanza los venideros hombres. De tales enseñanzas podía resultar que acelerasen el paso las generaciones destinadas a llevarnos a la plenitud de los tiempos”. Fue la época de Fortunata y Jacinta , La Regenta, Los Pazos de Ulloa y las demás novelas inspiradas en las técnicas francesa y británica Era el gran momento de la novela, cuando era

considerada el medio más efectivo para retratar una sociedad incipientemente capitalista, ruidosa, financiera y fabril, que estaba generando sus propias formas de injusticia y desarraigo mientras el viejo régimen —de curas, nobles y cortesanos— se resistía a desaparecer. Y, con suerte, era también el mejor recurso para educar a las masas. Los conservadores se oponían, por lo general, a esta forma literaria que les parecía sucia y alejada del idealismo metafórico. Por ejemplo, Cánovas del Castillo,


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