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Guatemala, viernes 6 de abril de 2018
ta nuestros días. En el Museo de Arqueología de la ciudad de Guatemala podemos admirar uno en estado admirable de conservación, formado muy delicadamente en color naranja, con detalles pintados en rojo y negro que semejan las rosetas de la piel de jaguar. Es uno de un par casi idéntico de tambores excavados del sitio Uaxactún, en el norteño departamento de Petén. Otra muestra, con diferente ornamentación, fue encontrada en Alta Verapaz, también en exhibición en el mismo museo. Además se reportan tambores de este tipo en sitios de Belice, y más recientemente, en el sitio Waka’Perú, igualmente en Petén. Tambores ligeramente similares aparecieron en África (djembe) y los países del Medio Oriente. En estos últimos, los instrumentos son también fabricados de cerámica, y se tocan de manera similar al estilo maya: horizontal, bajo un brazo. Tenemos, por ejemplo, el doumbek o darbuka en los países del Medio Oriente, con su resonador cónico y cuello acampanado, y el tonbak de los antiguos persas. Estos tambores se caracterizan por su forma de copa, con el cuero tensado en la boca ancha, y con cuello largo y angosto. También los mayas utilizaban un tambor de este tipo. Sin embargo, el tambor de copa-cardo maya es único, no solo en su construcción, sino en sus propiedades acústicas, como mostraremos enseguida.
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Tambores de copa del mundo: a) doumbek o darbuka, del Medio Oriente; b) tonbak persa; (c) klong yao, Birmania; (d) tambor maya de copa (Atitlán, Guatemala).
Ingenio acústico de los mayas
A diferencia de los instrumentos del Medio Oriente, el tambor de copa-cardo maya tiene la complejidad de estar segmentado en tres compartimientos, cada uno de los cuales es por sí mismo un resonador: el cono superior que soporta el cuero, el cuerpo globular intermedio y el tubo cónico largo de salida, que se vuelve ligeramente más angosto en el extremo inferior. Es decir que, en su totalidad, el tambor de copa-cardo maya consiste de tres resonadores acoplados entre sí. El resultado es un instrumento cuya frecuencia fundamental es muy grave, típicamente por debajo de 50 Hz, según sus dimensiones. Podemos entonces apreciar su característica especial: sin tener que ser demasiado alto o voluminoso (como el más común pax o gran tambor vertical de esta misma cultura), el tambor de copa-cardo es capaz de producir un sonido muy grave, como un retumbo o contrabajo, en un instrumento liviano y portátil. Para diseñar su forma y conseguir el sonido deseado, el experimentador maya debió intuir la contribución de cada una de las partes del tambor, pues, como comprobamos recientemente durante la fabricación de una réplica de barro por un artesano experimentado, se re-quiere mucha habilidad y varios intentos para construir toda la pieza sin que se deforme o colapse. Es posible que el arquitecto del tambor haya sido simultáneamente un artesano muy diestro en la manufactura de objetos de cerámica, o bien, que haya colaborado con artesanos sumamente habilidosos. Lo cierto es que este tipo de tambor fue bien recibido por los músicos de la época, pues lo encontramos en zonas distantes de Guatemala y Belice, y muy posiblemente, en otras zonas del mundo maya.
Su acústica particular
Si bien los tambores globulares africanos y los del Medio Oriente pueden modelarse como un sistema de un solo resorte y masa (equivalen-
Resonador globular sencillo y los parámetros que definen su tono más bajo.
tes al aire que se comprime y expande dentro del resonador, haciendo oscilar la sección de aire en el cuello), el tambor de copa-cardo maya debe modelarse como tres osciladores mutuamente acoplados. Esto es porque su cuerpo esta constituido por tres secciones conectadas entre sí (numeradas 1-3 en la ilustración). Cada uno de los segmentos podría ser un tambor por sí mismo. De las tres soluciones (frecuencias) que resultan al resolver las ecuaciones del movimiento de tres osciladores acoplados, la frecuencia más baja corresponde al modo grave o retumbo del mismo. Tal efecto de “bajo” en un tambor más sencillo como el djembe solo puede conseguirse a costa de un enorme volumen o exagerada lon-
gitud del cuello de salida. Podemos entonces apreciar el ingenio del experimentalista maya, al conseguir un efecto similar en un instrumento compacto. Para hacer más eficiente la radiación del sonido, el diseñador también hizo la salida de la tercera sección en forma atrompetada. Podemos intuir entonces que el tambor maya era esencialmente el “contrabajo” en la orquesta de percusión. A pesar de que, al igual que otros tambores, se pueden conseguir efectos tocando el cuero cerca del borde (excitando modos superiores de vibración de la membrana), al golpearlo con la mano abierta en toda la extensión del cuero se excita el modo más grave, imitando un retumbo. Podemos imaginarnos que, ejecutado dentro de un angosto aposento palaciego, el efecto habrá sido muy dramático,