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EL TEMPLO DE WALHALLA EN RATISBONA
from ZANDYREPORTAJES 6
by Zandy Benet
HAY TANTOS LUGARES POR VISITAR EN ESTE PLANETA, QUE TODA LA VIDA NO NOS ALCANZARÍA PARA CONOCERLOS. UNO DE LOS MÁS HERMOSOS, Y EN DONDE SE ENCUENTRA EL TEMPLO DE WALHALLA, ES ÉSTE ¿QUIERES CONOCER SU HISTORIA Y VER UNAS FOTOGRAFIAS?
A sólo 10 kilómetros al este de la ciudad de Ratisbona, y a orillas del río Danubio, se halla el monumento patriótico llamado el Templo de Walhalla, un lugar que representa un recordatorio de la historia militar alemana a través de casi dos años de historia. El Walhalla era el lugar en el que pasaban a disfrutar de vida eterna los héroes de la nación. Desde el peristilo de la Walhala, el viajero puede contemplar de una magnífica vista sobre el valle del Danubio. Este lugar toma su nombre de la residencia de los héroes caídos en la mitología nórdica, y fue diseñado sobre la base del Partenón griego. El Walhalla fue ideado por Ludwig I de Baviera en 1807, como representación nacionalista y anti napoleónica. El concurso para este edificio se abrió en 1814, pero el encargo recayó en 1821 sobre un arquitecto, Leo von Klenze, pero no empezó a construirse hasta 1831, y finalmente fue inaugurado el 18 de octubre de 1842. La construcción es un templo dórico sobre un gran basamento escalonado, y con terrazas y escalinatas que enfatizan valores plásticos y escenográficos, más que arquitectónicos, en este edificio que encarna el ensueño grecorromano del Romanticismo alemán.
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En este monumento se exponen sesenta y cuatro placas conmemorativas y ciento veinte bustos de personajes históricos de la historia alemana.
A primera vista parece un monumento irreal y fuera de lugar. Sorprende encontrar una réplica del Partenón de Atenas a orillas del Danubio, un entorno tan diferente del original, especialmente en los días de invierno, en los que puede verse nevado. Para entender su historia nos tenemos que remontar a 1807, cuando el príncipe Luis de Baviera tuvo la idea de crear un salón de la fama de los pueblos germánicos. En 1807, el que se convertiría en Luis I de Baviera, era sólo un príncipe de 20 años de edad. Ese mismo año Prusia había sido derrotada y todos los estados alemanes se encontraban bajo el control de Napoleón. Ante esta situación de fragmentación política, los alemanes empezaron a buscar su identidad nacional en el pasado. El príncipe Luis, un admirador de la arquitectura clásica, tenía muy presente su visita el año anterior a Paris y su Panteón, cuando concibió la idea de una colección de esculturas de mármol de los cincuenta alemanes más gloriosamente excelentes. Su intención era llamar a la colección «Pantheon», pero el historiador Johannes von Muller sugirió «Walhalla», un término tomado prestado de la antigua mitología nórdica; el hogar para aquellos guerreros que habían muerto en el campo de batalla. Sin embargo, el Valhala ideado por Luis estaría dedicado a los héroes culturales y políticos pan-germánicos, así como a los grandes acontecimientos de la historia alemana. Luis I convocó el primer concurso público de ideas para su construcción en 1814, que finalmente ganó el arquitecto Leo von Klenze. Pese a la referencia nórdica del nombre, Luis decidió que se usaran formas griegas. Argumentando que el Partenón ateniense era no sólo un modelo de perfección, sino que además su construcción había estado estrechamente ligada con la victoria griega sobre los persas, la cual impulsaría la posterior unidad griega. Desde Prusia, con la que Baviera competía por ser el embrión de la futura Alemania unificada, llegaron otras propuestas de estilo neo-gótico, que abrieron un debate sobre cuál era el estilo más apropiado para expresar la ‘germanidad’, debate que continuaría después de la unificación.
Los intelectuales de Prusia defendían que la arquitectura gótica había sido el resultado del esfuerzo y talento de toda una civilización, y que podía llegar a competir en perfección con la arquitectura clásica. Sin embargo en Baviera se veían las cosas de un modo muy diferente y el reino se encontraba a punto de iniciar un auténtico ‘revival griego’ que comenzaría con la construcción de la Gliptoteca de Múnich. Leo von Klenze , autor también de la Gliptoteca, era uno de los promotores de este revival, y sostenía que sólo existía, ha existido y existirá, una arquitectura perfecta, que era la que ‘descubrieron’ los antiguos griegos, y el hecho que fueran los griegos sus descubridores, era considerado una mera casualidad. Por eso, esa arquitectura pertenecía tanto a los alemanes como a los griegos.
Hay que tener en cuenta que fue construido en una época donde todos los países buscaban su ensalzamiento como nación. ¿Y cuál es la mejor manera de defender tu nación como la mejor? Buscar en la historia del país a los grandes héroes nacionales o personalidades absolutamente reconocibles por todos, e identificar al país con una proyección de lo que esas personalidades fueron para la historia. Grecia tenía el Partenón, templo por antonomasia de toda la Historia del Arte, y una mitología que había servido de influencia a toda Europa. ¿Qué tenían los germánicos si rebuscaban en su historia? Personalidades de la talla de Bach, Brahms, Durero, van Eyck, Erasmo de Rotterdam, y también tenían una mitología, que quizás había quedado algo más olvidada debido al constante contacto con los países de la Europa meridional: la mitología germánica y nórdica. Es por ello por lo que elevan un templo exactamente igual al Partenón -una manera de decir ‘nosotros también podemos’- con bustos de personalidades importantes, como los antes citados, o el busto más antiguo, el de Arminius, que venció la Batalla de Teutoburgo en el 9 d. C. Además de otros añadidos posteriores, como Einstein, y renombrando a este ‘Partenón alemán’ como «Walhalla», en contraposición al Olimpo de los griegos, tratando de hacer una reivindicación decimonónica de su propia cultura, de sus propios personajes influyentes, de su propia mitología germánica.
Los primeros diseños del Walhalla fueron realizados en 1809-1810. Pero la construcción tendría que esperar hasta liberación definitiva de Alemania. El príncipe Luis, que inicialmente se había situado al lado de Napoleón, cambiaría de bando en 1813. A partir de ese momento se opondría a las políticas pro francesas de su padre y pasaría a considerar a Napoleón como el archí enemigo de la nación alemana por haber abolido el Sacro Imperio Romano Germánico. Cuando Luis I fue coronado en 1825, ya se habían completado sesenta bustos para el nuevo salón de la fama. Pero sus obras no comenzarían hasta el 1830. Cuando se inauguró el templo, el 18 de octubre del 1842 ya contaba con noventa y seis bustos además de sesenta y cuatro placas para
personas o eventos de los que no se disponía de ningún retrato para realizar una escultura. El templo resultante era de estilo dórico y tenía un aspecto majestuoso, cubierto por un tejado soportado por una estructura de ocho por diez y siete columnas. A parte de estas columnas, en su exterior recubierto de mármol, destacaban dos frisos: el que da al norte, contenía personificaciones de los estados alemanes, y el del sur, escenas de una batalla. Su interior era colorido gracias al uso de mármol de diferentes tonos. El templo está situado cerca de la ciudad de Regensburg, en una colina sobre el Danubio y rodeado de bosques. Dispone de un amarradero en la orilla del rio desde el que se puede acceder al templo, subiendo trescientos cincuenta y ocho escalones. Desde allí se pueden contemplar unas vistas preciosas del rio y del entorno. Puesto que ser de ‘lengua alemana’ era la única restricción a la hora de seleccionar personalidades, entre los ciento sesenta personajes iniciales se encontraban algunos provenientes de territorios que hoy son Suecia, Austria, República Checa, Polonia, Reino Unido, Holanda, Rusia, Suiza y las repúblicas bálticas. Décadas antes de la fundación del Imperio Alemán, en 1871, ‘alemán’ era entendido como ‘germánico’, e incluía godos, lombardos, anglosajones, holandeses, y alemanes de Suiza. Posteriormente se fueron añadiendo nuevos bustos y placas. En la actualidad el gobierno de Baviera, como sucesor del Rey, es quien decide sobre las nuevas incorporaciones. Cualquiera puede realizar una propuesta, pero sólo las personas que lleven fallecidas un mínimo 20 años son elegibles. Sólo treinta y un bustos han sido añadidos desde su inauguración, a intervalos irregulares, con una separación mínima de dos años, aunque en las últimas admisiones, esta última norma se ha relajado. En la actualidad el salón contiene ciento noventa y un bustos; doce de ellos de mujeres. Entre las incorporaciones más recientes, destacan las de Albert Einstein (1990), el político Konrad Adenauer (1999), la resistente anti-nazi Sophie Coll (2003) y el matemático Friedrich Gauss (2007). Entre los que habían sido admitidos con anterioridad, se encuentran: Erasmo de Rotterdam, Johannes Kepler, Martin Lutero, Richard Strauss, Goethe, Mozart o Ludwig van Beethoven.
