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FRINÉ, UNA INCREIBLE HETAIRA GRIEGA
from ZANDYREPORTAJES 6
by Zandy Benet
HETAIRA, NOMBRE QUE RECIBÍA EN LA ANTIGUA GRECIA UNA CLASE DISTINGUIDA DE CHICA DE COMPAÑÍA, LA CUAL, GENERALMENTE DESEMPEÑABA FUNCIONES DE ARTISTA, PROSTITUTA, CONTERTULIA Y ACOMPAÑANTE. TEMA CONTROVERSIAL PERO QUE NO TE PUEDES PERDER.
LAS HETAIRAS
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Más que un tema controvertido, este es uno de opiniones. Los hay quienes piensan que las hetairas, cortesanas que servían de compañeras a los hombres de la antigua Grecia, eran poco más que éso; otros sugieren que sus funciones, influencia y educación las sitúan en uno o varios niveles por encima de las prostitutas, y que el hecho de que entre sus actividades estuviese el reconfortar sexualmente a sus clientes, debe ser considerado sólo como la prestación de un servicio profesional. Valor añadido, como diríamos ahora. Aunque también hay personas que creen que hay un punto intermedio que incluye ambas opciones, esto es, que las hetairas eran prostitutas, pero que además complementaban sus ofrecimientos con mucho más que noches de pasión desenfrenada.
OTRA ÉPOCA Cabe recordar que los valores morales de la actualidad difieren mucho de los de nuestros antepasados, y por ello no es justificable juzgarlos desde nuestros palcos. Las costumbres sexuales de los griegos antiguos eran, como poco, mucho más liberales que las nuestras.
La homosexualidad no era sólo permitida, sino incluso celebrada, y la prostitución no tenía el estigma que nuestra sociedad actual le impone, al menos en la superficie, pues no podemos ignorar que no estaba permitido a los ciudadanos atenienses entrar en el negocio del sexo. Sus profesionales, tanto hombres como mujeres, debían ser esclavos o metics, extranjeros que tienen algunos derechos en la ciudad en la que viven.
PORNAI Y HETAIRAS En Atenas había una clara distinción entre las pornai, las prostitutas comunes y corrientes, por llamarlas de una manera, y las hetairas. Estas últimas, por lo general, eran mujeres educadas, capaces de recitar poemas, bailar, cantar y tocar instrumentos, lo que resalta su papel como animadoras. Al contrario que las esposas e hijas de los ciudadanos atenienses que debían permanecer en el hogar, recluidas y silenciadas, las hetairas participaban no sólo en los symposium, las juergas griegas favoritas de los hombres, sino que se les permitía dar su opinión política o filosófica. La separación se extendía al ámbito de la economía, dado que las hetairas podían ser propietarias y embarcarse en transacciones comerciales -también pagaban impuestos-, lo cual estaba prohibido a las esposas de aquellos hombres a los que servían. Veamos lo que Demóstenes (384 a.C.-322 a.C.), orador y político ateniense nos dice de ellas: «Las hetairas sirven para proporcionarnos placer, las concubinas para nuestras necesidades cotidianas y las esposas para darnos hijos legítimos y cuidar la casa». Demóstenes deja muy claro el estatus de cada uno de los títulos dados a la mujer: «Tenemos hetairas para el placer; pallakae para las necesidades diarias de nuestro cuerpo; pero gynaekes -esposas- para que nos den hijos legítimos y sean las guardianas fieles de nuestros hogares».
La Antigua Grecia se caracterizó por ser una sociedad patriarcal, donde la mujer quedaba sujeta a la figura masculina, y por tanto, carecía de toda libertad. Las mujeres vivían en las sombras, sin voz ni voto. De ahí, que fuese inconcebible la relación entre un hombre y una mujer en términos de amistad, o en una mera relación entre iguales. Sin embargo, sí que existieron
casos donde las mujeres pudieron entablar una relación personal con los varones, tal y como atestiguan los relatos sobre las vidas de ciertas mujeres y sus relaciones con la clase política e intelectuales de la polis, entre otros.
¿Pero, quiénes eran estas mujeres? Eran las hetairas: mujeres libres, independientes, que ejercían la prostitución y que disponían de una esmerada educación, llegando a disfrutar de una gran influencia y prestigio social. Solían vestir con una ligera gasa que permitía contemplar sus encantos e incluso llevar un pecho descubierto. Los más importantes políticos, artistas y filósofos gozaban de su compañía. Gracias a estas hetairas, había mujeres en la vida pública griega, ya que las esposas oficiales tenían que estar recluidas en las casas. Entre ellas destacaron: Aspasia de Mileto, quien tuvo gran influencia en la vida cultural y política en la Atenas del Siglo de Pericles, y Friné, dentro del mundo del arte, quien vivió con cierta discreción, acudiendo a tertulias literarias y artísticas.
Desde la siempre curiosa y atenta mirada de Hipatia, filósofa y maestra neoplatónica griega, natural de Egipto, que destacó en los campos de las matemáticas y la astronomía; miembro y cabeza de la Escuela neoplatónica de Alejandría a comienzos del siglo V, queremos destacar, en particular, la figura de Friné, quien pasó a la historia por posar para el conocidísimo escultor Praxíteles, quien la utilizó como modelo para recrear a Afrodita de Cnido, y por su irresistible y grandiosa belleza que le salvó la vida. Su verdadero nombre fue Mnésareté, aunque ha pasado a los anales de la historia como Friné, que significaba sapo, por el tono verdoso de su piel. Friné fue considerada una de las mujeres más bellas del siglo IV a.C. en toda Grecia, tanto, como para ser modelo de Afrodita. Friné nació en Tespia, en la región de Beocia, y como era el caso de muchas mujeres que acabaron siendo hetairas, sus orígenes eran humildes. De ella se dice que fue pastora de cabras antes de reconducir su vida e irse a Atenas, gracias a los pocos ahorros que poseía. Friné se valió de su belleza, ambición, inteligencia y pocos escrúpulos para viajar al mismo corazón de Atenas, donde desarrolló sus artes amatorias y construyó su propia leyenda.
Ya en la polis griega, en la escuela de las hetairas su belleza no pasó desapercibida, concretamente para el escultor Praxíteles, quien la escogió como modelo para sus esculturas femeninas. Además, Friné consiguió ha-

cerse un nombre a través de un espectáculo que dejó huella en el pueblo heleno, en el que se iba desnudando poco a poco con movimientos sensuales, lo que hoy llamaríamos striptease.
Un ejemplo de ello lo encontramos en la obra de Gerardo Sánchez, donde se relata la celebración de la festividad de Neptuno, en la que la misma Friné se sitúa en lo alto del templo de dicho Dios y, tras unos instantes inmóvil, en los que el pueblo heleno admira su belleza, ella comienza a descender la escalinata lentamente mientras va quitándose la ropa hasta quedar completamente desnuda, para salir corriendo dirección a la playa. Luego se sumerge en el mar para surgir del mismo, igual que lo hizo la diosa Afrodita.
JUICIO DE FRINÉ A pesar de su relevancia en las tertulias y los círculos públicos de la ciudad, Friné estuvo a punto de correr la peor de sus suertes a consecuencia de la acusación de un amante despechado -se baraja el nombre de Eutias-, que la llevó ante el tribunal acusada de impía tras hacer una parodia de los misterios de la diosa Deméter. Este amante despechado exigía la pena de muerte para nuestra protagonista. Ante tal acusación, y para considerar su gravedad en aquella época, sólo hay que recordar que Sócrates fue juzgado por lo mismo y su final fue la muerte a causa de la cicuta que tuvo que beber. Para aclarar qué era la impiedad en la Antigua Grecia, hay que explicar que ello significaba que la persona acusada no tenía ningún respeto por los ritos religiosos de la ciudad, y su castigo era la muerte. Así que Friné tuvo que comparecer ante un tribunal con tan dura acusación. El escultor y a la vez su amante, al verse incapacitado con el don de la oratoria para defenderla durante el juicio, decidió que fuera Hipérides, otro de sus amantes, y uno de los mejores oradores del ágora, quien la defendiera ante la asamblea con su alegato. Aunque realizó una defensa muy inspiradora, el resultado no fue el deseado, y como último recurso, Hispérides pidió a Friné que se acercara a su persona y que allí mismo demostrara su belleza ante dichos hombres, desnudándose. Tan maravillados y conmovidos quedaron todos ellos ante la belleza y perfección de la mujer, que el tribunal no dudó en otorgarle de nuevo la libertad. Fue esta anécdota la que sacó del anonimato a Friné para incluirla en los anales de la historia, tal y como recogen Je-
nofonte -quien otorga la acusación de Friné a Eutías- y Aristófanes. Por otro lado, la figura de Friné ha quedado ligada, a pesar del devenir de los siglos, a la escultura de Afrodita de Cnidos.
Sin embargo, lo más destacable de estas mujeres, al margen de su belleza, fue su activismo ciudadano, la influencia que ejercieron estas mujeres en la vida política y cultural de Grecia, tanto Friné como otras hetairas, rompiendo con las rígidas normas del patriarcado, fueron participes activas de la vida pública griega, un terreno que había sido vedado para las mujeres griegas en general. De ahí, la importancia de estas mujeres, que no solo ofrecían sexo a sus clientes, pues también eran cultas, sabían leer y escribir, algo poco habitual entre las mujeres griegas, educadas únicamente para atender las labores domésticas; además participaban en los debates de política y filosofía. He aquí, donde radica su especial relevancia como mujeres trasgresoras que supieron romper el yugo que sometía a las mujeres griegas.
Por último, y a modo de anécdota, decir que la escultura de Praxíteles fue un pedido de la ciudad de Cos, pero cuando vieron a la diosa prácticamente desnuda, exceptuando la zona púbica, que tapaba con la mano derecha, declinaron la obra y solicitaron una nueva pero más recatada, es decir, vestida. Tras esta negativa, fue la ciudad de Cnida quien se la compró a Praxíteles, siendo ésta la más solicitada y visitada de su época. Según Plinio el Viejo, tal era la belleza de la escultura que un joven se enamoró de ella e intentó robarla. También decir que la belleza y la inteligencia no fueron las únicas características de Friné, entre ellas destacó su sed de riquezas, de hecho, se dice que su fortuna era tan grande que cuando Alejandro Magno destruyó Tebas, ella se ofreció para reconstruirla con su dinero, siempre y cuando pusieran su nombre a la entrada de la ciudad. Cabe decir que declinaron su oferta.
Existe un libro de Historia delicioso: «Historia de los griegos» -«Storia dei Greci», de 1959-, de Indro Montanelli. No es un libro extenso, pero hace un recorrido completo por la vida de la antigua Grecia, un recorrido tan aleccionador como entretenido, lleno de anécdotas y de buen humor. Ahí verás redactado el dato histórico de Friné.


